Claudia Billourou

Claudia Billourou
El Baile de Máscaras. Acto III



Claudia Billourou tomó la sala para la escena del Baile de Máscaras. Es muy simple la realización de su obra y se transmite el momento del baile. La sala esta recubierta toda con espejos y muy iluminada. En el centro aparecen máscaras donde el espectador se mira a sí mismo y también proyectado en el baile. Esta dentro de la escena mirándose a si mismo y también el grupo. Las máscaras de tamaño exagerado, las mujeres remiten a escenas de caras transformadas por la cirugía. La ironía y el baile entran en juego.

La instalación presenta un clima festivo (la primera máscara, el estado de ánimo aparente). Las máscaras, por delante, en su lado positivo, presentan un tema. El tema domina por encima del rostro, que está como borrado. El rostro de la máscara es secundario, el por qué de la elección de la máscara es el tema. El lado negativo de la máscara encierra el subtema, aquél que deriva del tema y representa el verdadero rostro, es decir lo oculto. El lado negativo es el positivo.

Entrevista a Claudia Billourou por Eva Grinstein
Claudia Billourou eligió irse a vivir a Alemania y esa elección sin dudas hoy condiciona su lúcido discurso acerca de la producción artística. Su punto de vista es forzosamente comparativo: percibe abismos entre el acá y el allá; en Europa ha encontrado una forma más placentera y enriquecedora de trabajar y sospecha que sus gestos pueden resultar provocadores para el contexto argentino. Vino a montar una ópera en La Plata, su ciudad natal, y se topó con algunos valores que identifica como típicamente locales. No le gusta lo que le muestra el espejo argentino, pero sabe que en algún lugar de ese vidrio turbio hay también un reflejo de ella misma. Recuerda dolores del pasado. Habla con esperanza sobre el futuro. Muestra un cuaderno de dibujos y emerge otra vez el peso de su mirada crítica sobre la argentinidad: el no, la mentira, apariencias, exitismo, moral, máscaras.
- ¿Cómo se realiza la formación de escenógrafos en Alemania?
- En la Universidad tenemos unos "lugares", porque no son concretamente "aulas", y además nos montan unos ateliers individuales para trabajar. El mío tiene unos 200 metros cuadrados y 8 metros de alto: tengo suficiente espacio para probar cosas. Los alumnos trabajan conmigo en mis proyectos, cuando es así se les paga y para mí es muy bueno contar con ellos. Pueden venir cuando quieren; hay una gran desmitificación del rol del profesor, a diferencia de lo que me pasó a mí acá cuando estudiaba. En Argentina a veces parece que el artista está encerrado en una caja y de repente le cae un rayo, el arte como un paso superior.
- El arte como iluminación.
- Claro, y si como alumno tenés esa concepción te la pasás en tu casa frustrado porque no te va a caer nunca el rayo a menos que agarres el pincel y te pongas a trabajar. Cuando era chica me preguntaba "cuándo vendrá la visión genial", y así se crea mucha distancia. Los que vienen a mi taller de repente me encuentran cocinando unos spaghetti, o nos ponemos a escuchar música juntos.
- ¿Toda entrada de información es válida?
- Exactamente. En la Universidad donde yo enseño, los dos primeros años los alumnos tienen que hacer todo: pintura, computación, video, escultura, porque hoy en día no se puede separar hasta dónde llega cada disciplina. Por supuesto después algunos elegirán más una cosa que otra, pero en principio tienen que saber todo. El arte para mí jamás es decorativo. El arte es la respuesta de un individuo a lo que vive, es su respuesta, sus impresiones, etc. No tiene que ver con la vida privada, que obviamente se filtra de un modo natural. No tiene que ver con un "tema" a tocar.
- ¿Sentís que en Argentina se enseña de un modo equivocado?
- Estuve hablando con personas que dan clases de escenografía y hablan de "una entrega fabulosa de vestuario del siglo XVIII" o "una entrega de escenografía de Tristán e Isolda muy completa", y me parece rarísimo. Yo no soy restauradora, tampoco hago casitas de muñecas. Creo, estoy produciendo y no reproduciendo. Hay gente que tiene oficio, pero el arte es otra cosa. En la escenografía, que algunos llaman "arte aplicado" porque depende de un texto y un director, el artista debe hacer una interpretación, así como un músico toma una partitura de Mozart y puede tocarla en un concierto o en una esquina para pasar la gorra. Si yo leo que en Romeo y Julieta hay un balcón, a mí no me interesa hoy hacer un balcón de la Edad Media lleno de enredaderas, a mí me interesa ver por qué está esta distancia entre ellos, qué representa el balcón con respecto al despertar sexual, y en ese sentido en qué forma se me convierte, qué color me dá. A veces me callo la boca porque acá pueden pensar que soy arrogante, pero no es arrogancia, siento simplemente que hablamos dos idiomas diferentes.
- La formación europea es más integral.
- Es que ni siquiera me gusta hablar de formación. La gente ya viene formada, es más, no creo que sea posible enseñar arte. Lo único que puedo hacer como profesora de arte es saber que viene alguien que tiene una inquietud parecida, similar o idéntica a la mía. Yo puedo ayudarlos en el proceso para sacar lo que tienen adentro, pero es un puente técnico. No hay profesor que pueda enseñarte cómo usar el azul o la perspectiva, eso está en vos desde que naciste. No estoy diciendo que se nace con talento, eso es otra pavada. Se nace con una forma de ver, que a algunos les alcanza para hacer zapallitos revueltos y a otros para poner flores en el balcón. A otros les dá para otra cosa. A mí me interesa hablar con los alumnos, intercambiar ideas, y por suerte no tenemos un programa para seguir. Si yo tuviera que dar clase en la Argentina no daría escala cromática, hablaría sobre lo que pasa en el país, sobre la luz que hay en sus terrazas o sobre lo que tienen en la cabeza. Si alguno hizo algo, lo discutiríamos. De todas formas, si un alumno me dice que quiere hacer una ópera igual que en el siglo XVII, lo respeto. En medicina pasa lo mismo: unos quieren ser ginecólogos, otros pediatras, y otros quieren investigar y encontrar algo contra el sida.
- ¿Cómo desarrollás este aspecto de la interacción en tus propios trabajos como escenógrafa?
- Una cosa muy buena es que en Alemania se puede trabajar en equipo. Acá el trabajo en equipo no existe, el de al lado siempre está tratando de marcar los errores del otro. Y eso no sirve para nada, dentro de un equipo todos deben tirar para el mismo lado. Al ser la formación tan específica, dado que sos vestuarista o director o escenógrafo, es más claro quién ejerce un rol dominante. Allá es todo más dialogado, más discutido, deja de importar quién hizo ésto y quién hizo lo otro. Un iluminador no te puede arruinar la obra porque su trabajo está consensuado con el tuyo.
- ¿No te preocupa pensar que se diluye tu huella personal como artista?
- No tengo ese drama. Creo que el director que me viene a buscar a mí ya sabe el estilo que yo tengo. Mi estilo soy yo. Al principio de mi carrera pensaba "cuándo dejaré de ser asistente, cuándo tendré toda la responsabilidad". Un día dejé de tener ese miedo, empecé a ser yo, a eso llamo estilo. Siento que estoy de acuerdo con lo que hago, lo que no significa que mañana no me parezca un desastre y quiera hacerlo de otro modo. Mi estilo no tiene que ver con mis obras sino con mi visión, con cómo soy yo como persona. Como mujer, como persona cívica, como madre. Soy yo y lo que me pasa: cuando era chica el hombre pisó la luna, después apareció Bill Gates y la oveja clonada, la vaca loca que me hizo dejar de comer carne... En toda la ópera, en todo el teatro, lo que siempre sucede es el amor, la relación humana. Si tenés que transmitir pasión, lo más fácil va a ser pintar todo de rojo, pero también podés usar un piso de cemento gris iluminado de amarillo, que también te va a provocar una sensación sobrecogedora. Yo elijo cemento y amarillo: me gusta más trabajar por debajo de lo que se sabe.
- En Argentina los escenógrafos se quejan de la crítica especializada...
- Allá también es así. Es que la crítica especializada se basa todavía en el sistema de hace cincuenta años. Hay un corte generacional absoluto, te das cuenta de la edad de la persona al leer la crítica. Los jóvenes miran de otra forma. Alguien que conoce las computadoras desde que era chico va a entender mejor una escalera mecánica en una ópera.
- ¿El desarrollo tecnológico está transformando radicalmente la manera de hacer y ver teatro?
- Sí, bastante. La tecnología influye en el sentimiento. En Argentina hay estructuras familiares muy viejas, del tipo "mamá, papá, hijitos, amor, lavarropas, heladera". La infidelidad está mal, la homosexualidad está mal, etc. La computadora permite que el amor ideal sea invisible y esté en el chat. Ahí se denuncia la verdad de la milanesa: nadie puede amar a nadie, salvo a uno mismo. Ese cambio que se está produciendo es más mucho más fuerte y decisivo que poder hacer planos por computadora. Es un cambio estructural, los textos empiezan a quedar viejos y habría que modificarlos, cosa que todavía no está pasando.
- ¿Como escenógrafa sufrís la falta de una renovación dramatúrgica?
- En Alemania hay poca pero hay. Hay muchos que tratan de "actualizar" los viejos textos, de traer Romeo y Julieta a hoy. ¡Imposible! ¿Qué chica de quince años es virgen y vuelve a la hora que la mamá le dice? Es el miedo a tirarse a lo que viene. Me parece que estamos en un período de transición. En Europa hay nuevas corrientes, por ejemplo: en los exámenes se está aceptando a la gente que no sabe dibujar ni una sillita. Es para ver si es posible generar algo nuevo. Tenemos discusiones interminables, ¿cómo se hace para empezar de cero? Mis estudiantes tienen entre 24 y 30 años, en la Universidad no se los acepta a los 18 años sino cuando ya tienen algo de experiencia de vida. Al ingresar deben poder contar cosas sobre sí mismos, qué viaje hicieron, dónde vivieron, qué leen, dónde trabajan, qué les interesa. Las cosas que en definitiva inciden en tu forma de trabajo.
- ¿Cuál es tu forma de trabajo, cómo es tu proceso creativo?
- Primero compro cuadernitos que tienen que ver con el texto de la obra. Para El holandés errante, por ejemplo, compré un libro sobre barcos en un anticuario, pinté el libro todo de rojo y me puse a sobredibujar las fotos blanco y negro. De ahí se me ocurren ideas, asocio también las palabras. Charlo con mis alumnos, con mis hijas. Busco documentación histórica, pinto, hago collage, tal vez sale algún objeto que después dejo por ahí... Cuando hago escenografía parto siempre de la imagen y de la asociación. Con los vestuarios es distinto, leo el texto pensando en la persona. "¿Yo sería amiga de esta persona?¿Me pelearía? ¿A qué edad la hubiera conocido? ¿Camina lento, lleva el bolso cargado de cosas? ¿Qué ruido hace al caminar?". Así voy armando al personaje y pienso en sus colores y texturas.

Volver al inicio de la exhibición