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Admirado por escritores como Gabriel García Márquez, John
Updike y Salman Rushdie, dictará aqui un taller para periodistas.
Tiene pedigrí para ello: ha sido considerado el mejor periodista
del siglo veinte.
Ryszard Kapuscinski ha sido considerado el mayor periodista del siglo
XX, pero eso no significa que se tome a sí mismo demasiado en serio.
De hecho, cuenta que se divierte leyendo a los críticos que opinan
sobre sus obras, y que han llegado a compararlo con escritores como Gabriel
García Márquez y Franz Kafka. Lo cierto es que a sus 70
años, el periodista polaco es considerado una leyenda viva por
buena parte de sus colegas y lectores, entre ellos el propio García
Márquez, Salman Rushdie y John Updike. Algunos de sus libros y
artículos son en realidad ejemplares, tanto por las historias y
testimonios con los que se involucran como por la precisión narrativa
que los caracteriza. Por otra parte su escritura ha servido de modelo
a quienes se esfuerzan por flexibilizar las barreras que dividen al periodismo,
del ensayo, así como consideran que hay mecanismos y estructuras
propios de la literatura. Acaso porque él comenzó escribiendo
poemas, y según dice, fue contratado como repor
tero en los años en los que cursaba el secundario porque
en el marco de la guerra habían matado a todos los periodistas,
aborrece desde siempre de las distinciones entre géneros. Sólo
hay buenos y malos textos, más allá de lo que se está
contando y de cómo eso se cuenta, asegura.
Kapuscinski, al que el notable escritor John Berger definió como
un viajero genial, que probablemente conoce el mundo mejor que nadie,
pasó el último medio siglo reporteando y narrando lo que
vio en Africa, Asia, Europa y América latina, llegará a
Buenos Aires a principios del mes de octubre. Aunque no para retratar
la inédita crisis argentina, lo que sería sin duda interesante,
sino para dictar un taller intensivo sobre Crónica Periodística,
en el marco de las actividades que desarrolla la Fundación para
el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que preside el Nobel colombiano
Gabriel García Márquez. El taller, que se realizará
entre los días 7 y 11 de ese mes, será posible gracias al
apoyo de la Fundación Proa, que entre cosas facilitará las
locaciones del edificio que funciona en el barrio de La Boca y patrocinará
a los seleccionados argentinos, a los que les ahorrará la obligación
de abonar una matrícula que asciende a 550 dólares, y que
los demás colegas latinoamerica
nos sí deberán pagar. Solamente en una oportunidad los periodistas
de América latina tuvieron una oportunidad parecida. Fue cuando
Kapuscinski dictó un taller similar en Ciudad de México,
en octubre del 2000.
Como en otras oportunidades, y como seguramente hará en su estadía
en Buenos Aires, entonces el polaco compartió con sus alumnos una
de sus máximas para el ejercicio de la profesión: hay que
investigar, y observar hasta conocer en profundidad la cultura que se
pretende abordar, y leer todo lo que esté al alcance y más
también, antes de ponerse a pensar de qué forma esos datos
serán volcados sobre la computadora o el papel. La que postula
es la vieja teoría de la punta del iceberg, que pocos han practicado
como él: conviene conocer lo más posible, aunque se vaya
a contar poco. Sólo de ese modo el periodista podrá arrogarse
el derecho de escribir con cierta autoridad sobre una cultura, un fenómeno
o una comunidad.
El aislamiento al que él mismo se sometió cada vez que tuvo
que interiorizarse sobre las características de una cultura poco
conocida lo pintan entero: llegó a estar cuatro años investigando
sin telefonear a su mujer, bajo la certeza de que cualquier contacto
con la vida de uno, por
más inofensivo que parezca, puede desconcentrar al periodista o
influir sobre su percepción al respecto. Eso es lo que hace
que también viaje solo, y descalifique a los periodistas que suelen
viajar en malón a cubrir las noticias. Suelen arrebatarse
unos a otros la información, o están más preocupados
por competir o pasarla bien que por ver lo que los rodea, sostiene.
El polaco, además, puede llegar a devorarse una biblioteca antes
de atreverse a opinar sobre determinada cuestión, o de iniciar
el trabajo de campo, bajo la certeza de que el trabajo del periodista
se asienta en dos patas que se complementan mutuamente: la acción
y la reflexión, instancia esta última en la que juegan un
papel decisivo los libros. Antes de emprender la investigación
que conduciría a Ebano, su libro sobre Africa, de hecho, leyó
doscientos volúmenes sobre el tema.
La FNPI explicó a Página/12 que en el taller que se realizará
en octubre se trabajará específicamente sobre la crónica
de los grandes cambios sociales y culturales a los que se enfrenta el
mundo en el siglo XXI: migraciones, desplazamientos causados por la guerra,
conflictos étnicos, religiosos y civiles, entre otros, que alteran
la vida cotidiana de los pueblos en el contexto actual de globalización,
a partir de las experiencias del maestro y de sus textos, que se discutirán
junto a otros que deberán aportar los participantes.
Según la mecánica habitual de inscripción para los
talleres de la Fundación, un consejo especializado seleccionará,
entre los aspirantes a participar del taller, a 16 periodistas (todos
ellos deberán acreditar una experiencia profesional continua de
por lo menos 3 años en medios de comunicación iberoamericanos).
Estos deberán aportar material -concretamente crónicas relacionadas
con conflictos religiosos, sociales o étnicos para trabajar
en clase.
Lo que correrá por cuenta de sus discípulos, después
de que el taller finalice y vuelvan a sus ocupaciones habituales, será
la decisión sobre los riesgos que están dispuestos a correr
en el ejercicio de la profesión. En eso, seguramente, Kapuscinski
no podrá ayudarlos, ya que él no parece temerle a nada:
según cuentan quienes lo vieron en acción, ni siquiera se
sintió levemente intimidado cuando fue condenado a muerte y estuvo
a punto de morir a causa de una malaria cerebral, en Uganda. Es que él,
como bien definió un crítico español, él
es un tipo valiente, humilde y duro, que sabe que un mínimo de
valor es preciso para vivir con dignidad. Que además no teme escuchar
a los otros, y que, en fin, no se siente menos por tener que dormir, si
es necesario, en el suelo.
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