18.11.08 - Duchamp - Press kit

Exhibición Duchamp - Entrevista a Jorge Helft, co-director de proyecto

JORGE HELFT
CO-DIRECTOR DE PROYECTO


Jorge Helft es coleccionista de arte. Fue fundador y director de Fundación Antorchas, y es miembro fundador de la Fundación Teatro Colón. Ha participado como organizador, curador o consejero en numerosas exposiciones de arte en Argentina y en el exterior.
A continuación, se reproducen fragmentos de una entrevista realizada en Buenos Aires.


¿Cómo surgió la idea de organizar una muestra de Marcel Duchamp por primera vez en Buenos Aires?
JORGE HELFT: El 2 de enero de 2006, Adriana Rosenberg, presidente de Fundación Proa, aceptó realizar la muestra Marcel Duchamp: una obra que no es una obra “de arte”. Desde entonces, han pasado casi tres años. Mi proyecto era mucho más modesto, pero Adriana empujó, empujó, y ahora la muestra de Fundación Proa va a ser muy importante, muy grande.
Cuando Adriana Rosenberg dijo que sí, pensé que iba a necesitar un aliado. Jackie Matisse Monnier coincidió en que ésta era una deuda pendiente con la memoria de Duchamp. “Todo lo que tengo está a tu disposición”, me dijo. Hija de Teeny y de Pierre Matisse, y nieta de Henri Matisse, Jacqueline Matisse Monnier creció junto a Duchamp, con quien su madre se había casado. Duchamp fue un padrastro ideal y tuvo una relación extremadamente cálida con Jackie y sus hermanos.
Jackie, que también es artista, junto con Paul Matisse y otro hermano, es dueña del archivo Duchamp y también del acervo y de la colección de Duchamp, que heredaron de su madre. Paul Matisse tradujo muchas notas de Duchamp e hizo muchos trabajos sobre el artista. Jackie tiene veneración por Duchamp, que le tenía absoluta confianza. Ella realizó la última serie de Boîte-en-valise y, además, fue una de las actrices de la película de Hans Richter (1947), inspirada por los dibujos de rotorrelieves de Duchamp.

¿Puede uno hacer una obra que no sea una obra “de arte”?
J. H.: Al principio, Duchamp no quería que sus objetos fuesen vistos como arte; se dio cuenta de que el arte depende tanto de quien lo mira como del artista. ¿Cómo se le ocurrió una cosa así de increíble? No, no es increíble, porque él era, según André Breton, el hombre más inteligente que conoció. Él era un pensador que reflexionaba con su pipa, con su cigarro. Decía que hay miles de obras maestras que nunca vieron la luz porque nadie jamás las entendió; a veces se redescubren después de siglos, como en el caso concreto de Vermeer –en 1870, nadie sabía quien era Vermeer–.
Duchamp se dio cuenta de que el espectador tenía una fuerza, una importancia colosal en la determinación de qué es y qué no es arte, cosa que a mí me fascinó porque es un pensamiento parecido al de Borges, quien dijo que al libro lo hace el lector, no lo hace el escritor. “Yo soy  lector”, sostenía Borges. Lo que cuenta es el lector, porque sabemos que muchas personas escriben y no pasa nada. Asimismo, Duchamp dice que la obra la hace el que observa, el espectador.
Con este pensamiento tan claro, el primer objeto que Duchamp incorpora es la Rueda de Bicicleta (Bicycle Wheel). La compra porque le divierte como algo visual: le gustaba el movimiento. Decía que, como no tenía chimenea, el girar de la rueda le provocaba el mismo efecto de tranquilidad que la oscilación del fuego. Cuando se va a Estados Unidos, arma otra rueda de bicicleta, pero tampoco estaba pensando en “qué es arte”. La idea del readymade recién nace con los primeros objetos que busca -sin ninguna intención estética- y compra allí. Esto constituye una evolución: hay 15 o 20 readymades diferentes -el readymade asistido, el readymade rectificado, el readymade blando- y cada uno aporta un hito más a su pensamiento. No son objetos que Duchamp compra en ferreterías o en negocios y que acumula porque sí, sino que todos tienen el claro propósito de agregar algo a su pensamiento.

¿Cuál es la importancia de Duchamp para el arte del siglo XX?
J. H.: A partir de los años 60, y poco a poco en los 70, en los 80 y hacia fines del siglo XX, referentes cabales –directores de grandes museos, historiadores de arte de primer nivel–, con derecho a voz y voto, comenzaron a decir que el siglo XX dio tres súper genios: Matisse, Picasso y Duchamp. Es más: algunos sostienen que, para poner las cosas en su lugar, la trilogía sería Duchamp, Picasso y Matisse. Con 60 años de atraso, de repente, Duchamp entra en ese selecto club de los tres grandes. Antes no lo nombraban, y si en los años 60 o 70 hubiéramos dicho Picasso, Matisse y Duchamp, la gente hubiera pensado que era una locura. Con la muestra de Fundación Proa, las personas podrán entender por qué, con 50 años de atraso, Duchamp es percibido como tan súper genio, al nivel de Picasso y Matisse.
Es cierto que en nombre de Duchamp y del arte conceptual se ha hecho cualquier cosa. Pero el único culpable del desconocimiento de Duchamp es el propio artista, que sólo mostró los readymades a sus amigos. Los dos readymades que mandó a diversas muestras nunca fueron mostrados apropiadamente, ya que estuvieron escondidos. Yo creo que es un genio por haber concretado varios pensamientos fortísimos que ya existían, pero que él cristalizó, explicó y demostró.
Marcel Duchamp escribió en 1955 que los que iban a entender su obra eran aquellos que vivirían “dentro de 50 años a 100 años”. Ése es el público que le interesaba: el público de hoy.

¿Qué relación existió entre Duchamp y la generación Pop?J. H.: Unos pocos años antes de morir, Duchamp se transformó en líder e ídolo de toda la generación Pop. No solamente despertó la admiración de los creadores vinculados con las artes visuales, sino de John Cage y de toda una generación de escritores, como Allen Ginsberg.
Duchamp supo desarrollar en forma más completa y categórica las ideas que habían existido siempre en el campo del arte. Las cristalizó en 1913, un año fundamental en su producción por muchas razones. Me pareció genial que tardíamente, después de 50 años de haberlas elaborado mentalmente y haberlas puesto en práctica, estas ideas estuvieran invadiendo el mundo, con lo cual todo lo que se hizo después de 1963 es considerado duchampiano. Nadie, ni Rembrandt, ni Picasso de lejos, han tenido la influencia que tiene Duchamp.