Jack Vanarsky

JACK VANARSKY

SE MIRA EN EL ESPEJO FUGITIVO, 1998. Medium, madera y mecanismo electrónico. 40 x 30 x 25 cm

PORTE À FAUX - 1978. Madera, plexiglass, bakelita, mecanismo eléctrico. 209 x 84 x 70 cm

{NOTA_EPIGRAFE_4}

{NOTA_EPIGRAFE_5}

{NOTA_EPIGRAFE_6}

Texto de Jack Vanarsky 


{NOTA_BAJADA}

Una definición del arte (s/ fecha)
Una definición del arte que me gustaba es: Es arte lo que desborda de la definición del arte en un momento dado. Pero apenas escrita, la formula presenta sus bemoles. Así que dejemos las frases cortas, y hagamos lo que uno puede.

La calle triste (2008) 
Remonto Mala Strana, rumbo al castillo. Camino por Nerudova, recordando que leí hace mucho, cuando era un chico, los cuentos de Jan Neruda, que yo había descubierto porque el chileno Neftali Reyes había adoptado ese apellido como seudónimo. Pronto mis pasos derivan, se pierden en pasajes. Ando ahora por otra calle. Una placa me indica su nombre Trizste. ¡Una calle triste! Mi acento argentino la dice así ¡Y qué bien se acomoda con mi ánimo! Acabo de instalar una exposición mía que acompaña el simposio de la Bienal Kafka- Borges, en Praga. Mis obras están bien presentadas en el hermoso Museo Kampa y por las ventanas de mi sala entra la imagen de los barcos que navegan por el Vitava. Mis esculturas animadas se encuentran bien frente a un río que fluye. Pero terminado el trabajo, sufro de un acceso de melancolía. Como, según el adagio, después del amor anima triste post coitum.
La calle Trizste. Una calle triste en la ciudad de Kafka (después me enteraré que el escritor vivió un tiempo allí mismo, en un ala del Palacio Schonborn y fue allí donde por primera vez vomitó sangre). No puedo no recordar Triste-le-Roy, ese lugar –una quinta– del que habla Borges en uno de sus cuentos, La muerte y la brújula. Sucede en una ciudad no identificada pero fácilmente reconocible, aunque los lugares se vistan de nombres en francés: Hôtel du Nord, rue de Toulon, Triste-le-Roy. El héroe es un detective, Erik Loonrot, que indaga sobre una serie de crímenes planificada con precisión matemática. Ella conduce ineluctablemente a la muerte del que descifra. Fuera del Triste en francés y mayúscula hay en el cuento un «jardín triste», «una tristeza impersonal» de Loonrot y una «tristeza» del «tamaño del Universo» de su enemigo mortal. (…) Así se teje la trama en la que en mí, lector, se mezclan dos mundos de escritores que van coloreando el mundo en el que ando. (…) Cuando fui invitado a participar con obras en la Bienal Kafka-Borges, ya había construido un Cuarto de Kafka (del que mostré fragmentos) y algunos libros (esculturas) relacionados con Borges. Unas manos apoyadas sobre un bastón, en vías de realización, se volvieron, gracias a una noche de insomnio, las del escritor ciego. Su retrato sobre un espejo es el igual al de Kafka reflejado en una ventana por la que mira una calle oscura.

Metafísica de lo cotidiano (1978-2004) 
Tratar la inmovilidad con el movimiento, la quietud con la inquietud, la ausencia con la presencia, lo blando con lo duro, lo continuo con lo discontinuo, el silencio con el ruido. «Perseguir el reposo en el drama del movimiento», decía Elie Faure.
Cuando comencé a realizar objetos figurativos y móviles –esculturas animadas– aun queriendo que el movimiento real contribuya al realismo, me pareció necesario que ese movimiento no fuera sino un parámetro más, tan apto a la manipulación y la metáfora como lo son el dibujo, el color o el volumen. Había que rehusar la leyenda de Miguel Angel golpeando al Moisés para que hablara –¡como si hiciera falta que hablara!– , escaparle al robot antropoide necesariamente torpe e insuficiente frente a sus modelos, ignorar las transcripciones anatómicas, inventar una nueva anatomía para los objetos, específica y evidente.
Así llegué a la conformación de mis esculturas en una sucesión de cortes topológicos. Este corte en láminas no es, para mi, una operación quirúrgica, sino un sistema de lenguaje. Descompongo una forma en una serie de perfiles como, salvando las distancias, los impresionistas descomponen el color. Un mecanismo oculto acciona al conjunto. Espero, gracias a la oscilación de los perfiles en búsqueda continua e infructuosa de su imagen totalizadora, alcanzar a una especie de irisación del tiempo (tal como en el impresionismo hay irisación del espacio).
Así pues, en mi opinión, el movimiento real en mi trabajo tiene poco que ver con la representación del movimiento, del desplazamiento o de una acción efectuada por alguien. Se trata mas bien de la representación de una espera, de un recuerdo, de un deseo, des tiempo que está pasando ; la lentitud de las ondulaciones se aproxima del ritmo respiratorio del espectador, y la animación no es sino un modo de puntuar el tiempo.

 

Fuente:
Escritos de Jack Vanarsky © Atelier Jack Vanarsky / 13 octubre 2008. Escrito inédito de Jack Vanarsky © Atelier Jack Vanarsky / Texto fechado el 2 de mayo 1978, escrito por Jack Vanarsky para el catálogo de la exposiciónMetafísica del quotidiano, laventura delloggetto, exposición colectiva presentada por Pierre Restany. Publicado nuevamente en el Verso nº 33, 2004. © Atelier Jack Vanarsky

JACK VANARSKY

LA PASSAGÈRE (La Pasajera) - 1976. Acrílico transparente, mecanismo eléctrico 80 x 60 x 15 cm

NOCTAMBULES (Noctambulos), 2008. Medium, botellas, mecanismo eléctrico. 133 x 193 x 30 x cm

{NOTA_EPIGRAFE_4}

{NOTA_EPIGRAFE_5}

{NOTA_EPIGRAFE_6}

TEXTOS SOBRE JACK VANARSKY
Pierre Restany: “La enciclopedia existencial” (1995)

El recorte más la electricidad: hace más de treinta años que las esculturas animadas de Jack Vanarsky ejercen sobre el espectador la ondulante fascinación de su puesta en escena del espacio tiempo de esta o aquella forma. La puesta en movimiento de las placas articuladas desencadena la inexorable lentitud de un trance sordo que afecta las dos dimensiones existenciales de la imagen: la amplitud del tiempo de animación hace vacilar la coherencia espacial, sin provocar la ruptura irremediable. El artista, gran maestro de su estilo, nos hace soñar con dulces apocalipsis y con suaves temblores en la escala de Richter de nuestro imaginario. 
Esta sensación de elasticidad en la oscilación es central. Borrando la agresividad, acentúa el sentido del misterio oculto. Toda forma que ondula anuncia su secreto. Secreto de una cara, secreto de una función, un secreto de un mensaje. Mensaje lento, función furtiva, se trata de un asunto serio. Jack Vanarsky nos invita en las salas de su exposición en la Casa de América Latina a un viaje largo al fondo de la memoria. Quien dice memoria dice conocimiento. El Libromundo que nos recibe en la planta baja fue presentado en el pabellón francés de la Exposición Universal, Sevilla, 1992. Se compone de una escultura animada y de una imagen de síntesis 3D en una pantalla vídeo. El “Libro” mide 100x150x100 cm y su vitrina es casi de dimensión doble. Ensamble de madera y de plexiglás en láminas articuladas, el Libromundo contiene en sí todos los libros del mundo. Reconstituye en sus “páginas” los diversos momentos de la evolución y de la transmisión del saber humano, desde la piedra grabada hasta la imagen de síntesis, pasando por el pergamino ilustrado y el papel impreso. El observador atento podrá distinguir allí los fragmentos de un verdadero tesoro de la historia universal, desde las inscripciones cuneiformes o un fragmento del Libro de los Muertos egipcio hasta la estructura de una proteína o el detalle de cadena fractal, bajo el signo de una intuición sintética de Mallarmé: “todo en el mundo existe para acabar en un libro”. Una frase que podríamos creer extraída del Talmud o de la Enciclopedia, o de la boca de un Leonardo, de un Einstein o de un Borges: el artista la tomó de un libro de Mallarmé para remacar la amplitud de su propósito. El Libromundo es la obra principal de Vanarsky, la manifestación expandida de su inteligencia operacional. Las dos salas del subsuelo parecen ser una cornisa de la obra maestra (No azaroso si la obra de madera que ondula en la pared del fondo tiene este título). Dos de las obras presentadas desarrollan la metáfora de la botella en el mar. La primera botella que navega en una pieza de madera vikingo evoca el naufragio de Leif Eriksson a su vuelta de América. La segunda, que ondula en un tablero más anónimamente marítimo, está supuesta a entrar a la costa de Bretaña. 
Y el resto de la colección se compone de libros abiertos o cerrados que tratan, en sus pulsiones alusivas a las aves migratorias, al efecto mariposa y al vuelo de hojas secas, o que ilustran Alice o los Canti de Leopardi. La mayoría descansa en zócalos. Casa Tomada está en una mesita de luz. En la pequeña sala abovedada, al final de la muestra, “cuadernos” reinan sobre pupitres escolares.
Por último, una de las obras más preciosas, Le manuscrit trouvé à Saragosse, copia del único ejemplar que nos haya llegado al día de hoy. Puesto sobre un tablero quemado, el libro está presentado abierto en la primera página. Este despliegue de cultura y de gusto, esta compaginación del conocimiento constituye para mí una experiencia rara, una verdadera delicia para el corazón y la mente. Recordaré durante mucho tiempo este día de invierno en el taller de Vanarsky en Vitry, la extraña complicidad que nos unió en la contemplación de sus libros que se hojean solos y sobre todo recordaré el inmenso amor al saber humano que se leía en su mirada. 
Aquí estamos muy lejos de la dislocación cómica de las marionetas de feria, o del rechinamiento sádico de los cables en tensión. Jack Vanarsky supo trascender la rutina minuciosa del trabajo diario para dar a su lenguaje la verdadera medida de una enciclopedia existencial. Una ambición tan noble, servida por un talento tan seguro y asumido de modo tan simple, suscita respeto. Saludo este auténtico acto de fe en el hombre, en una época en la que tales acontecimientos se hacen cada vez más raros, cuando se trata de la vida de la espíritu.

Georges–Gérard Lemaire: “Los automatas de un gabinete de maravillas” (2000)
La reinvención del libro

[…] El interés de Vanarsky por el libro no es reciente. En 1981, ya procede a un desvío del Temps retrouvé, reemplazando el nombre de Marcel Proust por el suyo, pero conservando la sigla de la NRF. Tres años después, produce FeuillagesLes Plaisirs de l'amourLa main passe (donde marcó una de las páginas abiertas con la huella de una mano). En 1986, termina Avatars: utiliza la iconografía de las ciencias naturales y muestra una página aislada con su mariposa–fetiche.
Todas estas obras parecen tener su propia existencia y su propia alma, que ondulan imperceptiblemente, engendrando una sensación inquietante de respiración tranquila, como si las palabras y las ilustraciones que contienen hubiera adquirido de repente un poder misterioso, y que, liberándose de la mirada del lector, acaba en la opera omnia, Libromundo, gran escultura animada que incorpora imágenes en vídeo, que el artista finaliza en 1992 para presentarla en el pabellón de Francia de la Exposición Universal de Sevilla. 
Otras obras derivan de esta misma inspiración, como Brainstorming (1993): el libro animado está puesto sobre un tablero debajo del cual se enredan numerosos cables eléctricos. En Casa tomada(1994), instala su libro en un pequeño mueble de cabecera, mariposas de plomo se mueven bajo el cajón. En 1994 también, cubre un escritorio de escolar con un libro abierto de geografía, un pequeño volumen negro y un cuaderno, ambos cerrados. Fluctuat nec mergitur (1998), como lo sugiere su título, es un homenaje a la ciudad de París: se trata de un mapa impreso en un pequeño volumen parecido a una guía Taride, donde la fisonomía de la capitales es transformada. Más recientemente, somete partituras al mismo tratamiento y elabora otro género de intervención sobre las páginas creando el Livro do desassosego (1999).
Por fin, intenta dar otra significación a su relación con el objeto literario asociándolo al recuerdo del aula en La lección de geografía. Poco a poco, completa los elementos de esta instalación presentada en el Ludwig Forum d'Aix–la–Chapelle en 2000, añadiendo otros pupitres, lámparas metálicas, y una gran mapa mural que representa un plano de París en anamorfosis, según leyes que dependen de la idiosincrasia. Se trata, esta vez, de una escenografía imponente, que podemos considerar como el esquema puro tanto de su memoria como de su búsqueda interior.
El libro tal como lo propone Jack Vanarsky no pertenece a ninguna biblioteca, real o ficticia, tampoco inventada por Borges, aunque pueda ser interpretado como un eco de este ideal vertiginoso. Más bien es su manera de traducir su personal relación con la literatura, proyectándola en los códigos lúdicos de su arte. […]

Jean Clarence Lambert: “Vanarsy el intranquilo” (2004)
Jack Vanarsky, ¿escultor? ¡Vamos! ¡Es un poeta! Quiero decir con ello que toda su obra, es evidente, procede de un verdadero pensamiento poético: solo que él lo traduce no con palabras sino con cosas. Y de esas cosas hace, como el poeta con las palabras, objetos propiamente mágicos, de los que se ven en sueños y que uno tanto quisiera reencontrar al despertarse, en lo que usualmente se llama la realidad.
Vanarsky se hizo conocer en los años 70 (me cuento entre los que bien lo recuerdan ), exponiendo libros animados. Laminizados y animados por un invisible movimiento mecánico.
El libro, receptáculo ordinario de la poesía pero tambien el más cerrado de los objetos, el más opaco, al menos hasta que la mirada del lector haga de él un cuerpo en Gloria (o algo semejante): y he aquí que Vanarsky le otorgaba una suerte de vida orgánica, inesperada, fascinante. Lo hacía respirar y a veces, si mis recuerdos no me engañan, hasta suspirar. Como si vinieran del Wonderland de Alicia. Uno se decía que el Reverendo Dodgson, gran coleccionista de juguetes y de autómatas (los armarios de su departamento de Christ Curch en Oxford estaban archirepletos), hubiera sido el primero en delectarse.
Mientras que, actualmente, el libro, está siendo tragado por los soportes de la comunicación virtual, Vanarsky lo instituye, al contrario, como el protagonista muy concreto de las aventuras más extraordinarias las unas que las otras. Se podría escribir toda una saga sobre las inagotables metamorfosis que le presta, y las escenificaciones/mises en scène en las que los imagina. Recientemente, fué el «cuarto de Kafka», en el Museo de Montparnasse, celebración del enigmático profeta del siglo de los burócratas mortíferos que fué el autor del Proceso.
En 1992, Vanarsky habia construido para el Pabellón de Francia de la Exposición de Sevilla, un monumental Libromundo (200 x 160 x 200 cm) en madera, acrílico e imagen de síntesis video, complejo homenaje a Mallarmé, según el cual, como se sabe, «el mundo existe para desembocar en un libro». Espécie de neo–Biblia, si se quiere: no original, sino terminal, puesto que integra las nuevas tecnologias, que Vanarsky maneja con una sonriente facilidad. El libro es un objeto entre muchos, para el trabajo de poeta de Jack Vanarsky que constituye, pienso, un repetido desafío a la engañosa inmobilidad de nuestro mundo.
Que se trate de rostros, el suyo, animalizado según el método de Le Brun o de la máscara de Topor (mantenido en vida por «terapia de mantenimiento artístico»), que se trate del doble decímetro de nuestra infancia o de la célebre botella de burdeos, de muebles burgueses o de planos de Paris, o aún de fetiches contemporáneos como los readymades de Duchamp, lo que Vanarsky nos hace ver, es cada vez la Ley, la gran Ley que nos domina: el desasosiego del que hablaba Pesoa, invocado ya por Vanarsky en una obra de 1999.
Pero el desasosiego, que podría ser percibido como una maldición, Vanarsky lo trata con un humor a toda prueba. Como lo anotó Jean Tardieu en un carnet reencontrado y publicado en el reciente Quarto de su Obra: «L’humour, toujours, hélas!» (¡El humor, siempre, desdichadamente!). Humor azul, negro, rosa, verde, según. Humor de mariposa, cuya teoría del Caos, si no me equivoco, nos dice que un aleteo en el Amazonas puede provocar un sismo en Japón. Humor de escolopendra que digiere el espacio–tiempo en una ondulante inmobilidad. Humor de parroquiano ulipista [1]. Humor de arquitecto escéptico y urbanista bromista. Humor involuntario que le dió por parecerse a Einstein que es, como se sabe, el ícono mas difundido en el mundo, junto con Marilyn Monroe.
Y siempre esa respiración controlada, lámina tras lámina, ese tempo de lentitud articulada. Con una sonrisa en el fondo. A Vanarsky me gustaría enrolarlo en esa Sociedad de refusniks de nuestra apresurada época que yo había esperado constituir hace ya una punta de años y que aún no existe –por ahora –: Los Amigos de lo Lento. Todos poetas.

Fuente:
[1] Oulipo (taller de literatura potencial): grupo formado por Raymond Queneau, Italo Calvino, Georges Perec y otros. Vanarsky pertenece a un grupo emparentado: el Oupeinpo. © Jean Clarence Lambert. Verso N°33, enero de 2004 (traducción de Jack Vanarsky)