Laboratorio PROA21

Presentación curatorial

Santiago García Navarro - Matías Feldman

1. A partir de una invitación de Proa21 a coordinar un taller/laboratorio, convocamos a artistas de seis disciplinas diferentes. Como nunca habíamos trabajado en un proyecto de este tipo, partimos del desconocimiento casi absoluto de sus potencialidades y limitaciones. Ni siquiera nos conocíamos nosotros dos, ni a casi ningunx de lxs artistxs que nosotros mismos convocamos. Tras un par de encuentros preparatorios, llegamos a algunas preguntas: ¿puede una disciplina vampirizar los saberes de otra(s)? ¿Puede pensarse el cruce disciplinar como traducción? ¿Puede abandonarse totalmente la especificidad de una disciplina?

Luego de dos meses de trabajo, las preguntas son otras: más allá del hecho de que no pudimos realizar una obra colectiva, como era la apuesta inicial, ¿logramos generar algún desplazamiento entre nuestras respectivas formas de hacer? Y en otro sentido, ¿por qué fomentar esta clase de encuentros? ¿Por qué hoy pensadores, artistas e instituciones los promueven?

En arte contemporáneo, la tendencia a desdibujarse como disciplina no es pasajera sino, precisamente, aquello que, desde su emergencia en los años 1950/1960, lo distingue de su propia tradición. El teatro, la danza, el cine o la ópera, en cambio, siempre necesitaron de varias disciplinas para existir, y muchas de ellas, a la vez, conservan técnicas específicas y límites indisolubles. Si el hecho de borrar fronteras es inherente al arte contemporáneo, las dudas surgen cuando trata de aproximarse a las otras artes. ¿La motivación es solamente el ejercicio del propio cruce? ¿Estos intercambios no deberían producirlos los artistas motu proprio y no a partir de la propuesta de un par de tutores y de una institución? En todo caso, habría que estar atentxs a qué es lo que nos lleva, cada vez, a hacerlos, para no perder la capacidad crítica.

En el breve derrotero de este laboratorio, la tensión se volvió, a regañadientes, un denominador común. Decimos “a regañadientes”, porque en nuestras charlas planteamos la necesidad de traccionar en contra de la tendencia a darle valor al “denominador común”, odiosa fuerza que tiende a homogeneizar lo circundante. Sí, la tensión: entre lxs participantes, los tutores, la institución, el barrio. ¿Qué hacer con las tensiones? Tensión entre fragmento y sistema, entre las partes y el todo. Tensión, rechazo, desacuerdo, discusión eterna. ¿Cómo se resuelven? ¿Es un valor resolver la tensión? ¿Qué clase de tráfico ocurre entre las obras si se rechazan entre sí, si discuten o se ignoran? No hay un ordenamiento ni una consecución lógica. En todo caso, será el público el que verá qué hacer con eso. Una arruga al lado de una nota donde Chocobar come masitas con Bullrich en el living de su casa, al lado de una pareja que cae, al lado de una versión actual de un Quinquela a punto de ir al fuego... Es el pensamiento binario el que lleva a sentir decepción ante lo no resuelto. Dejarle lugar a lo dual, con sus pasajes, tráficos e intercambios, es el camino que nos interesa.

2. En simultáneo a estos cruces, surgió la idea de indagar en el barrio, sus instituciones, sus habitantes, sus conflictos. Llegamos un poco como turistas, pero enseguida empezamos a prestar atención a las transformaciones que se están produciendo desde que se puso en marcha el llamado “Distrito de las Artes” (2012). Testimonios de vecinos, militantes y teóricos de distintas áreas[1] dan cuenta de que lo que más hay entre el “distrito” y el “barrio” son tensiones. Si en la descripción del “Distrito de las Artes” que da el propio Gobierno de la Ciudad en su website no se hace una sola mención a los beneficios que proporcionaría a los habitantes del barrio, alcanza con citar una parte de la entrada “gentrificación” de la popular Wikipedia para terminar de entender la naturaleza de estas políticas:

“La gentrificación comienza cuando un grupo de personas de un cierto nivel económico descubren un barrio de gente pobre que, a pesar de estar degradado y depreciado comercialmente, ofrece una buena relación entre la calidad y el precio y deciden instalarse en él”.

Detrás del “distrito” –que se monta, a su vez, sobre la imagen turística de Caminito y la figura omnipresente de Quinquela–, hay incendios de casas, conventillos y edificios, provocados bien como parte de una estrategia estatal de desalojos que favorece a especuladores inmobiliarios, bien como parte de la violencia institucional que supone el hecho de que el Estado no aplique las leyes de emergencia en una zona estructuralmente precaria como es, desde siempre, este barrio. Hay también insuficiencia grave de políticas públicas en educación, salud, inmigración, lo que acentúa la estigmatización que ya padecen muchos habitantes del barrio. Y es extendida la práctica policial de asesinato de jóvenes de clases populares “potencialmente peligrosos” (el llamado “gatillo fácil”), y hay una lógica general de linchamiento físico, psicológico y/o simbólico de esos mismos jóvenes, instigada o reforzada mediáticamente.

Todo esto nos deja resonando una cuerda. Nuestro lugar de artistas en este país, en esta ciudad, en este momento. La historia de este barrio y su presente nos interpelan acerca de cuál es nuestro papel dentro del proceso de gentrificación general de la ciudad, pero particularmente de La Boca, que se hace en nombre del arte, y como parte de un proyecto de incentivo a la cultura, cuyos efectos, por otro lado, apenas si logramos percibir.

Juan Pablo por Ivonne (FRAGMENTO)
Dani Zelko

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