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Miguel Ángel nace como copista. Durante el Renacimiento, su habilidad para copiar el clasicismo de los griegos rápidamente adquirió fama. Así lo afirma Giacinto Di Pietrantonio, curador de Lo clásico en el arte, mientras cuenta que cierta vez Miguel Ángel hizo un cupido tan perfecto según los cánones helénicos, que se lo vendió a Isabella de Este, marquesa Mantua, como un original histórico.En la muestra de la Fundación PROA de Buenos Aires se explora “la supervivencia de una imagen en el tiempo”, cómo los torsos renacentistas y el dolor miguelangélico llegan a nuestros días. La idea de lo clásico se sostiene como persistencia, mientras se renueva gracias a la copia y la apropiación.
La famosa sentencia benjaminiana da saltos: el aura como manifestación de una lejanía escoge el juego. En Lo clásico en el arte el espectador recorre copias, autorías discutidas, ejercicios en los que el original deja de ser importante para darle paso al diálogo. Las estampas enciclopédicas, vueltas a ver, cuentan la historia del hombre.
Las tres salas que componen Lo clásico en el arte están delimitadas temáticamente. Y Pietrantonio elige que comencemos el recorrido por el sufrimiento. Las manos abiertas de la Madonna reciben al visitante, Cristo en brazos, en una copia de la famosa Pietá, único mármol que firmó Miguel Ángel. Prestado por el Museo de Calcos y Escultura Comparada, la escultura se enfrenta a las manos abiertas de la “Mujer-Pira” (2002) de la artista norteamericana Kiki Smith.
La belleza que trasciende el sufrimiento en Miguel Ángel persiste como gesto en la obra de Smith, que yace sobre una pira de leños, más bruja que madre, Minerva despojada.
Lo sagrado se transfigura en conocimiento, en un fuego que la naturaleza, cuando castiga, devuelve en forma de inclemencia, de vendaval. El cuadro “El diluvio de Deucalione y Pirra” (1675), de Giulio Carpioni, muestra una escena recogida no sólo por la mitología cristiana sino por la griega: Deucalión, hijo de Prometeo, es el encargado de construir el arca para, después de nueve días de lluvia, repoblar la tierra.
Los hijos del fuego castigados por su desorden, por su osadía, pero con una nueva oportunidad después de la catástrofe.
Pierantonio pasa una línea transversal entre los temas, para hacer una historia de las ideas. Y qué mejor vehículo que el rostro para expresarlas. Cien rostros cuelgan de la pared en la Sala dos, que centra su tema en el retrato. Son las máscaras de Alfredo Pirri: “Rostros de goma” (1992), hechas a imagen del artista. Ellas lloran en diferentes colores y su rictus recuerda al de la simulación: un coro en el que los rastros del individuo se desdibujan, que canta una historia para tratar de vencer a la muerte.
La serie de retratos atribuidos al taller de Leonardo Da Vinci son otra de las piezas destacadas de la muestra. Todo sobre ellos se discute: su autoría, en qué época fueron hechos (se piensa que entre el siglo XV y XVI), y a quién representan. Según Piarantonio, son un ejemplo de un tipo de retrato celebrativo, que realza al sujeto en su versión idealizada.
Después vienen las ideas a trastocar las facciones.
En el centro, la testa de Davide, de nuevo una copia de Miguel Ángel, hace de catalizador. Su belleza platónica se ha asociado en Italia a las instituciones civiles y se aprecia como símbolo de libertad, pues –una copia también- preside la entrada del Palazzo Vecchio, donde está la sede del Gobierno florentino. A su alrededor, otras cabezas inconformes lo debaten: la “Propaganda de la escritura” (2011), de Sam Durant, retratos inacabados de filósofos anarquistas hechos con mármol de Carrara, la famosa región de Italia de donde provienen las canteras del clasicismo.
El discurso habla desde la explosión de la inconformidad o desde la máscara que quiere vencer a la muerte, con la utopía puesta en el horizonte. El busto “Sin título (Empirista) (2009)” de Charles Avery, mira desde ese mundo ideal. Parte del proyecto The Island, que engloba la obra del artista y en donde propone un territorio gobernado por el debate dialéctico de los filósofos, en semejanza de la República platónica.
La venus de los restos” (1967) del italiano Michelangelo Pistoletto, hace acopio de sus jirones en la última sala. De espaldas, ve de cerca como se le precipita una montaña de ropa. Es una diosa que se ha perdido en el altar y terminó deambulando por alguna ciudad contemporánea, una venus del tendedero.
Pistoletto, considerado el padre del arte povera, cierra el recorrido mostrando las miserias de la historia, el desordenado fracaso que es mejor ocultar. Pero en Lo clásico en el arte quien pase al lado de los restos de la venus se detendrá al final en El etrusco (1976) una escultura que lo interpela con un espejo. La figura, una reproducción del Aule Metele romano –el orador-, levanta la mano y se pregunta, como lo haría un padre, por el linaje, por cuánto hemos hecho. Puesto para el selfie, su pregunta rebota en un nuevo reflejo: el de la pantalla del celular que parece responder no importa
La identidad clásica se debate en esta muestra con la realidad del proyecto moderno. Los cuestionamientos pasan de la crítica moralista para encontrar un lugar en el que las ideas salen al ruedo, en fragmentos, en intentos inconclusos, pero con la cara de otros tiempos. En Lo clásico en el arte los golpes de pecho de la llamada era del vacío hacen otros estertores: el de la copia, el calco y la duda como herramientas del registro del escribano de la historia.-
Jesús Torrivilla
Buenos Aires, 2014
Las exposiciones de arte clásico son una excepción, sencillamente porque el número de obras históricas que todavía se conservan en los museos es limitado y la demanda de los espectadores, cada día más numerosos, crece ilimitada. La imparable producción artística contemporánea viene a llenar entretanto este vacío. No obstante, a pesar de la dificultad que implica mover los tesoros de la pintura clásica que los museos escatiman, además de traer exposiciones desde el extranjero con un cambio poco favorable, Buenos Aires alberga en estos días tres muestras de incalculable valor que llegaron a nuestras instituciones.
Desde la Accademia Carrara de Bérgamo, el curador Giacinto Di Pietrantonio trajo a la Fundación Proa de La Boca "Lo Clásico en el Arte". La muestra se puede ver tan sólo hasta el domingo y con afán didáctico rinde cuenta de la perdurabilidad del clasicismo en las obras de los más diversos artistas a través de los siglos, hasta la actualidad. Luego, desde varios museos e iglesias de la Regione Marche italiana, una antigua frontera del Imperio romano colmada de arte, llegaron al Museo de Arte Decorativo 36 pinturas religiosas que abarcan el período de mayor esplendor: desde el gótico tardío de fines del siglo XIV hasta el neoclasicismo de fines del siglo XIX. "Meraviglie dalle Marche II" exhibe obras gloriosas de Guido Reni, Lorenzo Lotto, Tiziano, el Perugino, Guercino, Federico Barocci, Crivelli, Baciccio, Sassoferrato, entre otras que se pueden ver hasta el 30 de noviembre.
Entretanto, para celebrar el del IV Centenario de la muerte del Greco el instituto de Cooperación Española (CCEBA) y la Embajada de España trajeron desde el Museo del Greco de Toledo una pintura grandiosa: "Las lágrimas de San Pedro", que hoy exhibe el Museo Nacional de Bellas Artes.
Se trata de tres muestras para ver y volver a ver, porque exhiben obras de gran atractivo visual con resonancias históricas y filosóficas poderosas, que no se agotan con una sola mirada. Varias de las pinturas ostentan el pathos, la coreografía de gestos esenciales, la simbología, el poder de movilizar la memoria colectiva y la significativa cualidad de las "imágenes supervivientes", condición que analiza Didi Huberman en su libro dedicado a la "historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg". En las páginas de este texto, Huberman aventura un postulado: "El discurso histórico no 'nace' nunca. Siempre vuelve a comenzar". La muestra que llegó de Bérgamo viene acompañada por una sólida teoría, abre un nuevo rumbo para ver y analizar el arte, reivindica obras -como las maternidades renacentistas o del barroco- que hasta ayer no se incluían en las muestras contemporáneas, porque se consideraban anacrónicas, anticuadas o, simplemente, de otra época.
Las exposiciones "Lo Clásico en el Arte", "Meraviglie dalle Marche" y "Las lágrimas de San Pedro" de El Greco, son demostrativas de la fuerza de un arte cuya intensidad no ha logrado aplacar el tiempo. Se trata de trabajos notables cuya contemplación moviliza desde hace siglos el sentimiento de la humanidad.
Vale la pena aclarar que las imágenes, además de anonadar con su belleza, efecto que se torna especialmente perceptible durante el Renacimiento, pueden cumplir con una función utilitaria: suelen relatar convincentes historias a la gente. En efecto, la elocuencia de los relatos visuales, como la imposición de los estigmas pintada por Tiziano, esas llagas que San Francisco deberá padecer, representadas por unos rayos lacerantes que bajan del cielo, resulta sobrecogedora. Se sabe que ninguna imagen es inocente. ¿Cuál es, entonces, el efecto que produce la visión de Cristo ensangrentado o, el potente gesto de San Miguel expulsando a Lucifer de los cielos? O, ¿la Virgen amamantando al Niño, entre otras expresiones que afectan los sentimientos?
La exhibición del Museo de Arte Decorativo respeta un orden cronológico y está centrada en el arte religioso, las imágenes de Jesucristo, la Virgen, los ángeles y los santos, son protagonistas estelares de un recorrido que se destaca por su esplendor. La muestra se inicia con "Cristo Juez", el fragmento de un fresco de Andrea da Bologna del siglo XIV, y se cierra con una pintura de Mariano Fortuny realizada a principios del siglo XX. Se trata de una rareza, Fortuny, que ganó celebridad por sus diseños de moda y su bello palacio veneciano, copió en formato breve la bóveda de la iglesia de Santa Maria de Nazareth de Venecia. La pintura original fue una de las primeras obra de arte destruidas en los bombardeos de la Primera Guerra Mundial.
El poder de convicción de las fascinantes representaciones de la divinidad y la santidad, conforman una estética deslumbrante. Las pinturas afirman el poder de la Iglesia. Allí están las expresiones del Renacimiento y el Barroco, la imagen del Papa Clemente XI de Ghezzi y la teatralidad de la "Muerte de San Francisco" de Baciccio. Entretanto, el inmenso atractivo visual de las obras, la intensidad de la mirada en la pintura de San Giácomo de Doménico Peruzzini, la "maravilla" de los rojos y los azules y la suntuosidad en los ropajes del "Matrimonio místico de Santa Catalina" de Ciro Ferri y la seducción de "Magdalena penitente" de Cantarini, ejercen un poder de encantamiento que se extiende a través de los siglos. Y cada cuadro relata su atrapante historia, muestra el arquetipo de la belleza sagrada en el rostro de la Virgen de Sassoferrato y la belleza profana de "La maga" de Corrado Giaquinto.
Las fichas descriptivas de las obras permiten estudiarlas, analizarlas y conocer las restauraciones y el cuidado que hoy se les presta. El catálogo recorre los vaivenes de la historia de las colecciones y de personajes, como los duques de Urbino y tantos más que gestaron la riqueza de Le Marche. Para destacar la importancia de estas obras únicas, que visitan por primera vez la Argentina, el director del Museo de Arte Decorativo, Alberto Bellucci escribió un ensayo sobre el Manierismo.
El gran valor de las obras clásicas es que, además de movilizar el inconciente estético que todos, en mayor o menor medida poseemos, brindan acceso al conocimiento de la historia del arte. Con buen criterio, para consolidar el interés de las muestras, las tres instituciones ofrecen visitas guiadas.
Palabras como original, copia, clásico, contemporáneo y tiempo, cobran nuevas implicancias a la vez que se combinan para construir una red densa de lógicas paralelas que en algún punto siempre se tocan: ¿qué diferencia al original de la copia? ¿Existe todavía aura benjaminiana en plena extinción del copyright? ¿Quién es el autor de una obra?
En medio de estas preguntas se instala otra tensión no menos importante: la noción de clásico. Distribuidos en las salas de Proa hay tres núcleos temporales bien definidos: la Antigüedad greco-romana –representada, he aquí otra vuelta de tuerca, por los calcos del siglo XIX–, el manierismo del siglo XVI –algunas veces estirado hasta el siglo XVII, pero siempre dando cuenta de una identidad propia que trasciende las cronologías demasiado prolijas– y la contemporaneidad. Lo clásico se reconstruye por su ausencia: las obras de la Antigüedad representadas en la muestra no son las del clasicismo del siglo V antes de Cristo –figuras apolíneas de rostros y cuerpos armónicos. Se han retorcido a sí mismas como si quisieran exorcizarse de tanta belleza: pertenecen a un período cronológicamente posterior, que la historia del arte –tan cara a las nomenclaturas– ha dado en llamar Helenismo. Esas mismas contorsiones que sacuden a las figuras griegas son las que habitan los cuerpos de las pinturas y esculturas de los manieristas italianos del siglo XVI, a quienes sirvieron de orientación casi religiosa. Lo clásico se vuelve un tipo de momento histórico. Y a cada clasicismo, a cada momento de ideas y figuras claras y distintas, sobreviene un momento crítico que busca desestabilizarlo todo. Siguiendo esta lógica podríamos pensar el presente como un “helenismo de la modernidad” (incluso de la posmodernidad) un manierismo en el que en lugar de contorsionarse, las figuras se vuelven caleidoscópicas y los sentidos se reflejan y trasmutan hasta volverse inaprensibles.
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Frente a nosotros, la imagen de una de las esculturas más famosas de la Historia del Arte en Occidente –sí, todo con mayúsculas–: la “Piedad” de Miguel Angel. Por supuesto, no es aquella que por encargo vaticano realizó el artista italiano a fines del siglo XV, sino de un calco –réplica en yeso de gran precisión– que vive en Buenos Aires. A escasos metros, otra escultura –ésta, original– funciona como su contrapunto: se trata de “Pira mujer arrodillada sobre leña”, de la estadounidense Kiki Smith, nacida en 1954. Con estas dos obras inaugura su recorrido Lo clásico en el arte , la exposición que hasta noviembre puede verse en Fundación Proa y que, al retomar algunos debates que han tenido en vilo a la historia del arte del siglo XX –y lo que va del XXI– propone cambiar el campo usual de esa batalla –establecido en libros y ponencias– por una sala de arte contemporáneo.
Curada por el italiano Giacinto Di Pietrantonio, la exposición presenta en su gran mayoría obras de origen italiano que pertenecen a la Accademia Carrara –pinturas de los siglos XVI y XVII– y a la Galleria d’ Arte Moderna e Contemporanea, ambas en Bergamo. Y claro, también algunos calcos del Museo de la Escuela Ernesto de la Cárcova de Buenos Aires que forma parte del IUNA. A partir de esta mixtura ecléctica, la muestra invita a cuestionar algunos conceptos. Palabras como original, copia, clásico, contemporáneo y tiempo, cobran nuevas implicancias a la vez que se combinan para construir una red densa de lógicas paralelas que en algún punto siempre se tocan: ¿qué diferencia al original de la copia? ¿Existe todavía aura benjaminiana en plena extinción del copyright? ¿Quién es el autor de una obra?
En medio de estas preguntas se instala otra tensión no menos importante: la noción de clásico. Distribuidos en las salas de Proa hay tres núcleos temporales bien definidos: la Antigüedad greco-romana –representada, he aquí otra vuelta de tuerca, por los calcos del siglo XIX–, el manierismo del siglo XVI –algunas veces estirado hasta el siglo XVII, pero siempre dando cuenta de una identidad propia que trasciende las cronologías demasiado prolijas– y la contemporaneidad. Lo clásico se reconstruye por su ausencia: las obras de la Antigüedad representadas en la muestra no son las del clasicismo del siglo V antes de Cristo –figuras apolíneas de rostros y cuerpos armónicos. Se han retorcido a sí mismas como si quisieran exorcizarse de tanta belleza: pertenecen a un período cronológicamente posterior, que la historia del arte –tan cara a las nomenclaturas– ha dado en llamar Helenismo. Esas mismas contorsiones que sacuden a las figuras griegas son las que habitan los cuerpos de las pinturas y esculturas de los manieristas italianos del siglo XVI, a quienes sirvieron de orientación casi religiosa. Lo clásico se vuelve un tipo de momento histórico. Y a cada clasicismo, a cada momento de ideas y figuras claras y distintas, sobreviene un momento crítico que busca desestabilizarlo todo. Siguiendo esta lógica podríamos pensar el presente como un “helenismo de la modernidad” (incluso de la posmodernidad) un manierismo en el que en lugar de contorsionarse, las figuras se vuelven caleidoscópicas y los sentidos se reflejan y trasmutan hasta volverse inaprensibles.
Mientras las esculturas exhibidas en Proa se debaten entre originales y copias, el caso de las pinturas es un poco más complejo: la mayoría de las obras venidas de Carrara son atribuciones. Esto quiere decir que no hay una firma que certifique la autoría de las mismas y que los autores que figuran no son más que conjeturas realizadas con el más fino rigor académico y, acaso, la más intensa pasión detectivesca que un historiador del arte pueda experimentar (y que puede ser realmente mucha). Rastreo de biografías de los artistas; análisis técnico de la factura de la obra, la pincelada, el pigmento, el papel; presencia y circulación de grabados o dibujos que puedan haber servido como vehículo de una imagen para que la misma sea luego trasladada a la tela, etc. En el universo de las atribuciones, al igual que a lo largo de la muestra, la noción de autor navega y naufraga. ¿Importa que la obra sea de un artista determinado si no la ha firmado? ¿Importa que la obra sea de un artista?
La sala dos está dedicada al retrato, un verdadero clásico de la historia del arte. Junto a las convencionales pinturas de prelados y mujeres nobles venecianas de los siglos XVI y XVII, figuran algunas obras contemporáneas que buscan desarticular el género, o al menos cuestionarlo. Una cabeza de yeso con un sombrero similar al de Averroes sirve a Charles Avery para desarrollar un debate sobre el noúmeno kantiano, a partir de un género que poco tendría que ver, en principio, con la filosofía. Los bustos en mármol de anarquistas italianos que realizó Sam Duran funcionan como una “procerización”, en clave absurda, de aquellos que no creen en ningún prócer. En los “Rostros de goma” de Alfredo Pirri, (un montaje sobre la pared de cien máscaras, intervenidas con pinturas de diferentes colores, cuya matriz ha sido su propio rostro) son las chorreaduras las que devuelven con un gesto la individualidad que le ha sido sustraída al rostro con la reiteración hasta el hartazgo. Como corolario de esta sucesión de paradojas, descansa en el centro de la sala el retrato de un personaje que jamás ha existido fuera de la Biblia: la cabeza en calco del “David” de Miguel Angel.
¿Y el espectador?
El paso entre la segunda sala y la tercera lo articula la obra “Atelier escena III”, de Ferrario Frères. Se trata de una fotografía de gran formato en blanco y negro en la que puede verse una pequeña multitud (realizada mediante el montaje de diversas fotos) rodeando un cadáver. La obra de Frères cita desde su nombre una pintura de Courbet (“Atelier de pintura”) y todo parece indicar que quien en la foto yace, simulando su propia muerte, es el artista. Salvo por el detalle no menor de que “el artista” ni siquiera existe: Ferrario Frères es un colectivo de artistas italianos.
En la tercera sala el foco está puesto en el espectador a través de tres obras. Mientras que en “Jóvenes que miran a Giulio Paolini” Adrian Paci fotografía a los espectadores que miran una obra que consiste en el retrato pintado de los espectadores que miran otra obra (y entonces la historia del arte se teje otra vez como una trama de temporalidades múltiples y paralelas) en la sencilla operación de colocar un espejo al final de la sala, Michelangelo Pistoletto ha incorporado a los espectadores –o mejor dicho a su imagen– en el plano de su obra: la copia en bronce de una escultura etrusca cuyo rostro, al estar de espaldas al público, sólo recuperamos en el reflejo del espejo que nos incluye. Cierra la muestra la película Shirin, del director iraní Abbas Kiarostami, una serie de primeros planos de actrices iraníes –aunque también está la francesa Juliette Binoche– que se encuentran en el cine, mirando una película que… en realidad no existe.
Así cada obra de esta muestra gira sobre sí misma y hace girar a las demás tendiendo relaciones inesperadas, de las que brotan sentidos que apenas podemos advertir cuando miramos las obras por primera vez. Una de las características más sobresalientes del manierismo es la complejidad de lectura de sus obras, las múltiples referencias a las que el espectador debe apelar para configurar el sentido último de lo que se nos está contando. Así también funciona Lo clásico en el arte como obra, como puesta en escena de un debate inagotable que pone en diálogo objetos y sujetos que tal vez nunca imaginaron dialogar. Porque, en palabras de Walter Benjamin “la imaginación desborda todos los límites del arte”.
FICHA Lo clásico en el arte Lugar: Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929). Fecha: hasta fin de noviembre. Horario: martes a domingos, 11 a 19. Entrada: $20.
El sábado 4 de octubre, a las 17 hs, con la presencia de la artista Ana Gallardo y el curador y crítico Federico Baeza, comienza una nueva edición del ciclo Artistas y Críticos.
Coordinado por Ana Schwartzman, el programa de encuentros convoca a un destacado grupo de especialistas a debatir junto al público los distintos núcleos temáticos que atraviesan la exposición Lo Clásico en el Arte. Con el original aporte de cada uno de los invitados, todos los sábados a las 17 hs, Artistas y Críticos propone una serie de encuentros en las salas de la exposición para reflexionar sobre los principales temas que organizan la muestra.
La revalorización del concepto de copia y su trascendente papel histórico en la conformación lo clásico, la supervivencia a través del tiempo de ciertos temas y formas de representación del cuerpo y el rostro humano y la original apropiación de "lo clásico" en el arte contemporáneo son algunos de los temas que serán debatidos a lo largo del ciclo.
PROGRAMA
OCTUBRE
04. Ana Gallardo + Federico Baeza
11. Eduardo Molinari + Laura Malosetti
18. Juan Batalla + Laura Isola
25. Leonel Luna + Ana Martínez Quijano
NOVIEMBRE
01. Eduardo Stupia
El Centro Cultural Nómade vuelve a desplegarse sobre el Parque Benito Quinquela Martín (Parque Irala). En este caso, en relación a la muestra Lo Clásico en el Arte, trabajaremos sobre los siguientes interrogantes:
¿Qué es el arte clásico?, ¿Dónde aparece? y ¿Qué tiene que ver con mi presente?
Las respuestas a estas preguntas llegarán a través de la creación de montajes y collages con diferentes materiales.
Actividad gratuita, sin inscripción previa. Se suspende por lluvia.
>Consultas: ccnomade@proa.org
El cuerpo como vehículo de sentidos religiosos (del que La piedad sería un emblema), el retrato como dador de prestigio y, por esa razón, factor de usos revolucionarios (como los bustos en mármol de un grupo de anarquistas italianos hecho por Durant, rodeados de réplicas de las cajas que contenían la dinamita para sus acciones) y la estética del fragmento como vértice de la modernidad artística y de la participación plena del público (lo que deconstruye la noción de autor de una obra) son algunas de las entradas posibles a la nueva exposición de Proa.
Si bien la muestra, al plantear contrapuntos con calcos y copias de obras de los siglos XVI y XVII, produce la impresión de que se está recorriendo un bazar del arte de Occidente, ese efecto se atenúa por la magnitud del montaje de las piezas contemporáneas. La instalación de la Sala 2, con las máscaras de goma tan sugestivas como (en una segunda mirada) aterradoras de Alfredo Pirri; los óleos sobre cinc de Valerio Carrubaen los que una maraña de cabello anula los rostros de los retratados o las obras de Vanesa Beecroft y Michelangelo Pistoletto (una Venus ante un montón de jirones de ropa apilada, en la Sala 3) provocan una estimulante ambivalencia. Al final del recorrido, Shirin, el film de Kiarostami, registra a los espectadores durante una proyección imaginaria: el público, figurado en rostros femeninos atentos y dúctiles, desplaza el centro de la obra y toma su lugar. Lo clásico, según el curador de la muestra, se perfila como una instancia del arte contemporáneo, un material incombustible y ya probado en su eficacia que genera, mediante usos perturbadores y nudos conceptuales con la historia y la política, sentidos insurrectos.
También curada por Di Pietrantonio, Fabio Mauri constituye un panorama antológico de la obra del artista italiano (1926-2009) y, sobre todo, una carta de presentación de una figura casi desconocida en la Argentina. Artista complejo y ambicioso -sus trabajos oscilan entre la instalación a gran escala, el teatro de objetos, la pancarta, el video y las performances-, Mauri desmonta los mecanismos de la ideología a través del lenguaje (como en No era nuevo, el felpudo que presentó en la Documenta de Kassel 2012), los objetos cotidianos (la serie de jabones con nombres de los campos de concentración nazis) y las lúcidas y desalentadoras reflexiones de sus videos y performances, como El Muro Occidental de los Lamentos y ¿Qué es el fascismo?
La triple propuesta de Proa se completa con Final del juego (enésimo homenaje a Julio Cortázar), en el Espacio Contemporáneo del último piso, con obras de Alexandra Kehayoglou, Guillermo Rodríguez y Luciana Rondolini curadas por Laeticia Mello.
Ficha. Lo clásico en el arte, Fabio Mauri y Final del juego en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), hasta noviembre.
En el marco de la exhibición Lo Clásico en el Arte, curada por Giacinto Di Pietrantonio, con el patrimonio de la Accademia Carrara de Bergamo y el Museo de Calcos “Ernesto de la Carcova”, elSeminario se consolida como una plataforma de investigación, tomando como punto de partida las palabras del curador: “percibimos la clasicidad como algo estático, eterno e inmutable; en cambio, es una cosa que cambia continuamente, como por ejemplo, el pasaje del arte clásico griego al arte romano, o el renacimiento, que precisamente surge de la recuperación del clasicismo, o la Revolución Francesa, que asume el neoclasicismo como arte propio, o incluso en momentos negativos, como cuando regímenes dictatoriales, como puede ser el fascismo, el nazismo, asumen la idea de la clasicidad como estilo”.
El objetivo del Seminario es reflexionar sobre la supervivencia de las imágenes atravesando el tiempo, y entablar relaciones entre las obras de la antigüedad hasta el presente, como también entablar diálogos interdisciplinarios. La persistencia de la historia en el presente es afin a las diversas disciplinas, la música y el arte. El valor de la copia y el original, a través de la historia del las piezas del Museo de Calcos con su extraordinario patrimonio, es uno de los temas a desarrollar.
La propuesta incluye la posibilidad de un recorrido guiado por las salas de la exhibición, a cargo de integrantes del equipo educativo de Proa, cada martes previo al acceso al Seminario en el Auditorio.
Informes e inscripción El Seminario está dirigido a especialistas, docentes y estudiantes avanzados. Con cupo limitado, los asistentes deben descargar el formulario de inscripción y enviarlo a coloquio@proa.org. La inscripción está abierta hasta el 2 de octubre de 2014. Los seleccionados serán notificados hasta el lunes 6 de octubre. Se entregarán certificados de asistencia a quienes participen de las cuatro jornadas completas. Acreditación con DNI.
Ensayos, proyectos editoriales y conferencias, películas y proyecciones de un artista fundamental del siglo XX italiano, una revisita a los clásicos con la curadoría de Giacinto Di Pietrantonio y una evocación de Julio Cortázar.
El lenguaje es guerra. Así pensaba Fabio Mauri, uno de los artistas medulares de la segunda mitad del siglo XX italiano, cuya muestra antológica se presenta por primera vez en Sudamérica, en la Fundación Proa. El lenguaje es guerra que se libra en el discurso, y que él libró en su arte. Mauri nació en Roma, en 1926, bajo el régimen de Benito Mussolini. Fue uno de los protagonistas del debate cultural que tuvo lugar en la segunda posguerra. En sus obras hay una crítica punzante a las ideologías totalitarias, al Holocausto, y un fuerte rechazo frente a la consolidación de los sistemas europeos.
En la sala donde se exhibe su obra, un muro de cuatro metros por cuatro, levantado con valijas, estuches, bolsas de viaje en tela y cuero, baúles de madera que eran de judíos deportados a campos de concentración, divide la sala en dos. Maletas que no fueron trasladadas, símbolos del exterminio y de las atrocidades humanas. La obra se llama El muro occidental o de los Lamentos (1993), y fue presentada en la XLV Bienal de Venecia. También están el felpudo Non ero nuovo presentado en Documenta 2012 tres años después de la muerte del artista, ocurrida en 2009, en Roma.
Entre sus obras significativas están las performances, algunas de ellas presentadas en Proa. ¿Qué cosa es el fascismo?, Ebrea e Ideología y natura. En esta última, ingresa una mujer joven, vestida con ropas con símbolos fascistas. Queda de pie frente a los observadores para comenzar la performance que consiste en despojarse de su vestimenta, hasta quedar completamente desnuda, como signo de inocencia. Están allí los símbolos versus la naturaleza.
La obra de Mauri incluye ensayos, proyectos editoriales y conferencias, películas y proyecciones. Una de ellas, emblemática. Allí se ve a su amigo Piere Paolo Pasolini con una camisa blanca y sobre ella se proyecta El evangelio según San Mateo. Se trata de Intellectuale (1975). En la muestra del museo de La Boca, acompañan ocho videos documentales con los registros de las performances más destacadas como ¿Qué es el fascismo?, de 1971 y El televisor que llora, 1973 más una entrevista al artista.
Se exponen también algunos de sus primeros dibujos, presentados en 1955 en una galería romana por su amigo Pasolini, quien explicó que el elemento principal de las creaciones de Mauri era la "contaminación del lenguaje". "Desde sus primeras muestras, se manifiesta su inclinación por un lenguaje pictórico expresionista. Las primeras reseñas sobre su obra hablan de confusión, e identifican, aunque como algo negativo, uno de los rasgos fundamentales de la obra de Mauri: el de reunir los aspectos contradictorios de la realidad, que es el verdadero origen de la idea que tiene del collage como esencia intrínseca de la pintura. (…) Para Mauri, una Europa que todavía piensa en alemán debe arreglar cuentas con su profundo y arraigado expresionismo. Todavía se escribe y se dibuja al modo expresionista y hasta el cine sigue hablando ese lenguaje", escribe Laura Cherubini en el libro Fabio Mauri: Ideología y Memoria (2012).
Este mes a la muestra de Mauri se suma otra de peso. "Lo clásico en el arte", curada por Giacinto Di Pietrantonio y organizada con la Accademia Carrara de Bérgamo, y el Museo de Calcos de Buenos Aires. curada por Giacinto Di Pietrantonio y organizada con la Accademia Ca Giacinto Di Pietrantonio carrara de Bérgamo, y el Museo de Calcos de Buenos Aires. Una mirada del arte clásico atravesada por los ojos contemporáneos. El curador pone en valor el concepto de copia –por eso se revaloriza el calco, que es una copia exacta de una escultura, entre otros ejemplos– tanto en la escultura como en la pintura. También hay una reflexión sobre los conceptos de la religión, el cuerpo y el retrato.
En la sala 1, el calco La Piedad, de Miguel Ángel se presenta como la imagen organizadora que desarrolla el tema de la muerte, el sacrificio y los cánones religiosos. Pero no todos son símbolos del imaginario religioso o de las leyendas mitológicas, por ejemplo, se presenta Pira mujer arrodillada, una obra de Kiki Smith, de 2002 que describe el sufrimiento de una mujer en la hoguera. Esta remite al folklore de las brujas prendidas fuego sobre una pira de madera. Evoca los siglos de fanatismo y persecución. En la sala 2 vuelve a predominar Miguel Angel. Allí una gran cabeza del David es la figura central en el espacio en el que se hace un recorrido sobre los retratos a lo largo de la historia. Desde el tradicional, burgués, del personaje destacado hasta unos actuales del Sam Durant que contrasta al hacer bustos de unos anarquistas anónimos. Y la impactante de Alfredo Pirri (Facce di gomma, 1992) que hace un conjunto de más de 100 máscaras de látex y caucho de su propio rostro, dispuestas en un muro. Cada una de ellas con un tratamiento del color diferente. La cara del artista es la matriz para la producción de máscaras. La discrepancia entre lo original de una cara única y la repetición en serie refuerza el carácter de representación de la materia como residuo, cancelando la individualidad del ego.
En la sala 3, el protagonista es otra vez el cuerpo y el concepto de fragmento que es un legado de la antigüedad. El Etrusco, obra de Pistoletto, de 1976, con su espejo, propone mirar y también participar con nuestra imagen de la obra. Y entonces, propone el curador, ¿quién es el artista? Pistoletto o el espectador. ¿O ambos? En ese marco Shirin, la película de Abbas Kiarostami en la que el director registra los rostros de los espectadores durante una proyección imaginaria le da un lugar relevante al público. También, de Pistoletto se destaca la Venus de los jirones, una venus que de espalda está frente a jirones de tela.
El centenario del nacimiento de Julio Cortázar no pasa inadvertido en la propuesta que hasta noviembre tiene la Fundación Proa. En el Espacio Contemporáneo se presenta Final de Juego, de Alexandra Kehayoglou, Guillermo Rodríguez y Luciana Rondolini. Un de los proyecto que vincula un aspecto de su literatura con el campo de las artes visuales contemporáneas. Los artistas trabajaron sobre el cuento Continuidad de los parques.
Muestras
Fundación Proa
De martes a domingos de 11 a 19, lunes cerrado. En Avda. Pedro de Mendoza 1929.
La exhibición, que abarca tanto pinturas como esculturas, recorre diversos ejes que tienen que ver con el arte clásico, la religión, el cuerpo y el retrato, a través de las tres salas de la Fundación, con el objetivo de analizar la puesta en valor del concepto de copia en la creación artística.
El calco de La Piedad y la cabeza de David, de Miguel Ángel; El etrusco, de Pistoletto; retratos de Alfredo Pirri y de Charles Avery; Mujer arrodillada sobre la leña, de Kiki Smith, y dos producciones actuales de Sam Durant son solo algunas de las obras que se muestran al público, destacando tópicos como el de la vida y la muerte, el valor del sacrificio, el sufrimiento, la vigencia de los cánones religiosos en el arte, como así también la construcción de mundos ficticios.
En Lo clásico en el arte, por medio de distintos caminos de lectura y acercamiento que van desde lo clásico hasta lo contemporáneo, los espectadores podrán participar de las obras con el fin de reflexionar sobre la autoría de estas mismas creaciones pictóricas, además de disfrutar la experiencia de estar frente a algunas de las grandes pinturas y esculturas más famosas de la historia.
Más información:
www.proa.org
Lo Clásico en el Arte cuenta con la curaduría de Giacinto Di Pietrantonio y es el resultado de la colaboración entre la Accademia Carrara de Bérgamo, GAMeC (Italia), Fundación Proa y el Museo de Calcos y Estatuas Ernesto de la Cárcova de Buenos Aires (Argentina). Una selección de obras de artistas italianos contemporáneos entran en diálogo en las salas con piezas renacentistas de los siglos XVI, XVII y XVIII y un conjunto de calcos de obras paradigmáticas de la antigüedad griega y romana. En cada caso, la exposición propone establecer relaciones de analogía, diferencia y apropiación entre las obras con el objetivo de rastrear aquellos obstinados gestos de supervivencia de lo antiguo en el presente, aquellas significaciones y efectos residuales que no acaban de consumir nunca su energía y continúan resonando a través del tiempo.
Partiendo de las imágenes de la cultura greco-romana, pasando por la tradición y el canon fundado en el Renacimiento y Barroco, y arribando a las obras de los artistas contemporáneos que reconceptualizan los modos de ser del arte clásico, en Lo Clásico en el Arte se yuxtaponen obras de artistas contemporáneos comoKiki Smith, Charles Avery, Valerio Carrubba, Sam Durant y MichelangeloPistoletto con pieza clásicas como el Torso de Apolo de Belvedere, la Maddalena penitente, la Piedá (de Michelangelo), la Cabeza de David y la Venus de Milo.También se presentan obras de autores del renacimiento italiano como Giulio Paolini, Giovanni Contarini, yGiulio Carpioni.
El curador define “lo clásico” como aquella obra que queda “fuera del tiempo”. Son rasgos, géneros y temas condensados en imágenes en las cuales los artistas, una y otra vez, reinciden obsesivamente. La representación de la figura de Dios, la belleza y géneros como el retrato y la representación de la figura humana sobreviven imbatibles al paso del tiempo. Como muestra Lo Clásico en el Arte, el renacimiento de esos temas en el arte actual es siempre una reactivación productiva y transformadora, un procedimiento que renueva la obra originalmente.
Analogías, referencias, comparaciones, correspondencias, citas, copias. La historia del arte es retratada como un enorme diálogo sin principio ni fin. Lo Clásico en el Arte se propone recuperar la potencia creadora de los antiguos actuando en el presente, la pervivencia de símbolos y arquetipos que migran desde la antigüedad.
Como señala el curador Giacinto Di Pietrantonio: “Se trata de una conexión que de hecho, hace que lo antiguo sea copiado y vuelto a copiar, entre repeticiones y e innovaciones, en un arco temporal que se extiende desde Grecia hasta nuestros días.”
Art, like life, is shaped by what has been. Canonical art works, literature, cinema, war form a base to refer to. The three exhibits that opened yesterday at Boca-based PROA Foundation do exactly this.
Final del Juego on the top floor pays tribute to Julio Cortázar, even though the viewer needs a dose of imagination to link the strong works of Alexandra Kehayoglou, Luciana Rondolini and Guillermo Rodríguez to the celebrated author’s story La continuidad de los parques (The Continuity of Parks). This story deals with divergent perspectives of narrative, luring the reader as a participant to the tale, which is also the goal of this show — and, perhaps, of art in general.
The gaze of the visitor in relation to the artist or the person portrayed is also on view in the third room of Lo Clasico en el Arte, one of the two shows curated by Italian Giacinto Di Pietrantonio, having Italian Classicism as its reference point. In the exhibition, previously at GAMeC — the Modern and contemporary Art Gallery of Bergamo —, classical Italian works brought from Italy and plastered models from Buenos Aires’ De la Carcova Museum are juxtaposed with contemporary art.
Some of the juxtapositions work wonderfully, like Kiki Smith’s Pyre Woman Kneeling — a bronze female figure with her arms stretched on a pile of wood, waiting to be consumed by flames. The crucified position relates to the religious Italian works, such as the (plastered) Pietà by Michelangelo, through form and theme. This aesthetic “dialogue” is also very successful when David’s head is placed in the middle of the second room, looking at a wall of latex masks, a work by Italian artist Alfredo Pirri, and faced on the left by a bust by Charles Avery, also called Empiricist, a character of his philosophical Island – a long term project of the Scottish artist.
Some combinations seem more far-fetched, such as Sam Durant’s installation Propaganda of the Deed on anarchism. Even though Durant uses classical material, marble, and part of the work are busts, the suggested connection is diffuse. Are we supposed to see David as an anarchist avant-la-lettre? Should we understand it as equating anarchists to the classically portrayed heads of power — but with a wink?
In the last room the gaze is centre stage. Giulio Paolini’s Youth Looking at Lorenzo Lotto being exemplary. Paolini is an artist known from the famous Arte Povera movement in the 1960s, in which rich materials were not used. This work is a copy of a photo of a work by Lorenzo Lotto (1505), where he extracted a youth out of Lotto’s painting. This young man is obviously looking at the painter. The PROA visitor looks at this youth, but as a work of Paolini, who we assume looked at the painting. In other words: a whole lot of layers of different gazes.
Following this tread is Adrian Paci’s referential Youths Watching Giulio Paolini placed on the opposing wall. At the back of the room, a work by Michelangelo Pistoletto, which draws the audience back in to the show. A classical orator addresses an audience, yet is placed with his back to us, yet, in front or mirror, making the audience aware of its presence. “Yes, you are being talked to, look at yourself, in relation to the art around you” is the message.
A mirror is also found at the back of the overview exhibit of Italian artist Fabio Mauri, an artist who gained fame predominantly in Italy and France, and passed away five years ago. He left a diverse oeuvre, with the cinema and Second World War ideologies as his key references. The Western Wailing Wall is an especially impressive piece, right at the heart of the space. Suitcases believed to have been packed by Jews wanting to flee Europe, but who’d never reached a Western destination and were doomed to the East of the continent. One suitcase is opened, displaying a piece a paper that describes the performance Hebrea from 1971, which is (re)performed twice during the course of this exhibition. A woman slowly cuts off her hair, using the aforementioned mirror, and sticks the pieces of hair to the wall. The composition she makes of her locks forms the Star of David.
Looking in the mirror when the woman is not there shows you the other works of this installation; Jewish candles, Jewish horse-riding equipment and Jewish soap. What is Jewish about it? It was made of them, as one may recall of history. The soaps have etiquettes with names of concentration camps. Mauri’s reference is direct and harsh. It leaves no room for openness. It is more an “End of the Game” show, than the so-titled exhibit on the upper floor, perhaps but, if prepared, it is well worth the visit.
Where and when
PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929, Caminito – La Boca). The exhibitions are on view until November 2014. Opening hours: Tuesday – Sunday from 11am to 7pm. Admission fee: general 20 pesos, students 15 pesos, seniors 10 pesos. The Fabio Mauri performances are held on September 13 and 14 from 6pm to 8pm.
La Fundación Proa de La Boca presenta por segunda vez una muestra curada por el teórico Giacinto Di Pietrantonio, director de la Galería de Arte Moderno y Contemporáneo de Bérgamo (GAMeC) y profesor de historia del arte en la Academia de Brera. En el año 2009 el curador presentó "El tiempo del arte" y ahora volvió hace unos días a Buenos Aires con varias obras de instituciones y colecciones italianas para montar dos ambiciosas exhibiciones: "Lo Clásico en el Arte" y "Fabio Mauri".
Di Pietrantonio trata a las obras como un director de teatro a sus personajes y cada escena se abre a una multiplicidad de sentidos que es preciso descubrir. Vale la pena escucharlo. El campo que domina el curador es la diversidad: desde el arte grecorromano con un firme acento en el Renacimiento y el Barroco, hasta la contemporaneidad. Surfeando con destreza la historia del arte, Di Pietrantonio exhibe obras que representan la figura humana y a través de ellas demuestra la presencia casi permanente del arte Clásico.
Al ingresar a Proa se divisa una pequeña pintura realizada en el año 1550 que representa "La Piedad" de Miguel Ángel, frente a la inmensa escultura de Buonarroti en tamaño real, un calco perteneciente al Museo porteño Ernesto de la Cárcova. Entre ambas obras irrumpe la contemporaneidad de Kiki Smith: una mujer hincada sobre una pira de leños que con sus brazos abiertos traza una línea imaginaria entre las dos versiones de "La Piedad". Al describir la pintura que proviene de la Academia Carrara, Di Pietrantonio destaca el valor de las copias de época, cuenta que el propio Miguel Ángel fue un buen copista y agrega que así gano en su juventud parte de la gloria. "La imagen de la escultura 'La Piedad' transportada a la pintura, adquiere otras cualidades", observa. Por lo demás, el curador no olvida los materiales, marca la distancia que separa el mármol del yeso y señala la estricta diferencia entre la copia manual y el calco de una escultura, realizada mecánicamente con la máquina de puntos.
El pathos del "Diluvio universal" de Giulio Carpioni (1675) destaca el dramatismo del conjunto, suscita el mismo desasosiego que el espectador volverá a experimentar en la muestra de Fabio Mauri.
La sala siguiente se abre con el "Retrato de un eclesiástico" de Bernardino Licinio (1525-1530) y la serie de retratos de los siglos XV y XVI atribuidos a la escuela "leonardesca". El yeso de Charles Avery, la cabeza del "Empirista" (2009) con el turbante del filósofo Averroes, al igual que la extensa serie de autorretratos de goma de Alfredo Pirri (1992) que derraman lágrimas de colores sobre las máscaras mortuorias, cobran una nueva dimensión humana frente a la cabeza del "David" de Miguel Ángel.
El hombre piensa y Di Pietrantonio aclara que las obras fueron seleccionados por su carácter político: "Los personajes elegidos ambicionaron cambiar algo en este mundo". Luego sobre los reiterados regresos al arte de la antigüedad, ese ir y venir perceptible en toda la historia, observa: "La vuelta a lo clásico se asocia a la quietud y cobra forma en momentos de grandes cambios, como el de la Revolución Francesa".
Los criterios acerca de los modelos expositivos han variado con el tiempo, pero sin duda, Di Pietrantonio, posee un estilo personal que se diferencia del común. En la muestra actual, más allá de cruzar épocas y estilos, más allá, también, de sus análisis sobre el tiempo del arte, que es mucho más dilatado que el del hombre, el curador cuestiona qué hay de nuevo en lo arcaico y qué hay de antiguo en lo moderno y contemporáneo.
La última sala está dedicada al cuerpo y hay una línea que une el calco del torso del "Apolo de Belvedere", fragmento que motivó un poema de Rilke, con la obra de Michelangelo Pistoletto "El Etrusco", una copia en bronce de la escultura etrusca de Aulo Metelo colocada frente a un inmenso espejo. El espectador aparece entonces junto a la escultura reflejado en el espejo. De este modo ingresa a una obra que cuestiona el papel que le cabe al que mira y no ya como intérprete sino como autor.
El cuerpo y su belleza se perciben en el calco de la "Venus de Milo", pero confrontando a la "Venus" anónima de Pistoletto, que está rodeada y casi cubierta por una montaña de jirones de ropa usada. El erotismo de "Leda y el cisne" en una copia de la pintura de Buonarroti realizada en el año 1550, dialoga con una fotografía excepcionalmente clásica de Vanessa Beecroft. Las obras mencionadas son apenas unas pocas en la extensa muestra que invita a hacer otros recorridos y otras lecturas. Este lúcido y didáctico estudio de las afinidades o discrepancias que surcan el arte de todos los tiempos abre, aunque es muy breve, un extenso campo de investigación. "En un arco temporal que se extiende desde Grecia hasta nuestros días lo antiguo es copiado y vuelto a copiar, entre repeticiones y e innovaciones", subraya Di Pietrantonio.
Puppy , el enorme cachorro con plantas florecidas que supo diseñar Koons para el Guggenheim de Bilbao, en algún punto se conecta con el arte povera de Michelangelo Pistoletto, cuya obra La Venus de los harapos (1967) podrá verse en “Lo clásico en el arte”, la muestra que Proa inaugura este sábado. Sobre esta especie de junk sculpture , Pistoletto señaló que su intención fue “unir la belleza del pasado y el desastre del presente”. Podríamos pensar, como Will Gompertz, que esta Venus rodeada de andrajos es una obra que critica con vehemencia la cultura del consumo superficial, pero adquiere otro valor para el espectador cuando éste se entera de que la imagen idealizada de la diosa es, en realidad, una reproducción barata basada en una estatua que el artista se encontró en un almacén de jardinería. De Koons a Pistoletto, el espectador puede ser testigo de un singular diálogo que tiene como eje al liberalismo existencial.
Giacinto Di Pietrantonio Curador de la exhibición
"El arte de lo clásico" (fragmento) Traducción de Jaime Arrambide
De múltiples significados, "clásico" es un término tipo "llave maestra" y por lo tanto, a lo largo del tiempo, adaptado en varias formas a personas y cosas. Aquí, de un modo más amplio, nos interesa la relación entre la antigüedad, la modernidad y la contemporaneidad que existen en el inte- rior de lo antiguo, sobre todo en referen- cia a la cultura y, mayormente, al arte. El nacimiento y renacimiento de lo antiguo acompañan al arte como una cualidad que continúa actuando en el tiempo pero que, no obstante su innegable transitoriedad, termina por ser normativa, colocándose, además, fuera del tiempo. De hecho, cuan- do alguien o algo logran ser clásicos, se co- locan en un tiempo sin tiempo. Como dice el poeta alemán Novalis:
La antigüedad no se nos ofrece por sí sola / no está ahí, al alcance de la mano; / por el contrario, nos toca a nosotros saber evocarla.
Por lo tanto, ese renacer no es nunca un hecho neutro, sino una acción creativa producida por la memoria, que le garantiza su continua renovación. Es por eso que nos ocupamos de tejer relaciones con lo antiguo y, en nuestro caso, lo hacemos relacionando obras de arte contemporáneas con obras clásicas. Se trata de una conexión que, de hecho, hace que lo antiguo sea copiado y vuelto a copiar, entre repeticiones e innovaciones, en un arco temporal que se extiende desde la Grecia clásica hasta nuestros días. Naturalmente, se trata de una síntesis que intenta clarificar cómo la idea de antigüedad entre verdad y ficción, entre mito y realidad ha terminado por dar forma a nuestra vida. Por lo tanto, es el arte el que, con sus contenidos y sus formas, entra en nuestro ser y nos guía en este reconocimiento, en el que nos detenemos a observar, sobre todo, los aspectos y efectos de la antigüedad heredada de la tradición moderna y neomoderna. La exhibición pone en evidencia, de hecho, que ese interés que se manifiesta en la persistencia de lo antiguo no se con- centra sólo en la actualidad, por más que no falten varios ejemplos. Nuestra investigación tuvo punto de partida en Bérgamo gracias al hecho de contar con las obras de la Accademia Carrara, que nos permitía enfrentarnos cara a cara con piezas antiguas y contemporáneas, como ya se pro- puso a lo largo de los años con muestras como Dinamiche della vita dell'Arte (2001) y Esposizione Universale (2007). Pero con su ampliación a Buenos Aires a través de Fundación Proa, también nos hemos valido de copias de obras clásicas que van de la antigua Grecia hasta el Renacimiento italiano y que pertenecen al Museo del Calco de Buenos Aires. Si en las dos mues- tras recién citadas la comparación era de espectro amplio, en Fundación Proa he- mos preferido focalizarnos especialmente en la idea de "lo clásico" y, en ese sentido, hemos elegido obras antiguas, modernas y contemporáneas para poder construir, en cada sala, relaciones por analogía y rela- ciones por diferencia. Hemos buscado resaltar aquello que el historiador del arte Aby Warburg, en su Atlas Mnemosyne, llamó "engramas", vale decir, la supervi- vencia estratificada de significados conscientes e inconscientes, cercanos y lejanos, que conforman la geología de los saberes en tiempos de la obra. Se trata de relaciones no cronológicas que si bien se ajustan a la idea misma de lo antiguo, al no tener tiempo, demandan también un abordaje elástico que contenga todos los tiempos y que no los considere de manera lineal. Hicimos eso con unas cincuenta obras de más de treinta artistas de épocas diversas, conocidos, menos conocidos e ignotos, para ofrecer una visión inmediata de la tesis de la persistencia de la antigüedad. Se trata también de una muestra que reflexiona sobre lo antiguo, que se pregunta de qué manera un artista contemporáneo podría inspirarse en ello y cómo podría, luego, contarnos esa relación a través de sus propias obras. Naturalmente, un pro- yecto así se sirve de la memoria como vehículo de conservación y transmisión y, por lo tanto, está asociado también a la idea de la enseñanza, o sea del testimonio, que el ejercicio de la memoria posee en sí mismo. Dada su importancia, ya en la antigüedad, la memoria era considerada una diosa lla- mada Mnemósine —titán hija de Urano (el cielo) y de Gea (la tierra)—, que según el poeta Hesíodo, después de copular con Zeus, engendró a las Musas, y por lo tan- to, al arte. Personificación de la memoria, Mnemósine es para nosotros la musa de la memoria del arte: del arte antiguo, que llega hasta nuestros días. Mnemósine es la memoria que todavía no se ha detenido, porque alienta el impulso que produce arte hijo de la historia, en este caso una historia sin fin, en tanto bagaje cultural del que seguimos abrevando. No hay duda, por lo tanto, de que el mejor actor para llevar a cabo la recuperación de las enseñanzas del pasado artístico, como inspiración para el presente, es el propio artista contemporáneo. Eso ocurre en tanto el pasado y el futuro conviven en el presente, y con sus acciones de aggiornamento, los artistas desempeñan también una labor pedagógica y didáctica. Se trata de un tema de gran interés para el museo, sobre todo para un museo contemporáneo que busca las raíces y la renovación en y con el pasado. La prospectiva que parte del arte del pasado para vivir en el presente es justamente la que algunos artistas, de un pasado más cercano a la contemporaneidad, han recorrido y siguen recorriendo en el sentido de un moderno aggiornamento.
Lo Clásico en el Arte cuenta con la curaduría de Giacinto Di Pietrantonio y es el resultado de la colaboración entre la Accademia Carrara de Bérgamo, GAMeC (Italia), Fundación Proa y el Museo de Calcos y Estatuas Ernesto de la Cárcova de Buenos Aires (Argentina). Una selección de obras de artistas italianos contemporáneos entran en diálogo en las salas con piezas renacentistas de los siglos XVI, XVII y XVIII y un conjunto de calcos de obras paradigmáticas de la antigüedad griega y romana. En cada caso, la exposición propone establecer relaciones de analogía, diferencia y apropiación entre las obras con el objetivo de rastrear aquellos obstinados gestos de supervivencia de lo antiguo en el presente, aquellas significaciones y efectos residuales que no acaban de consumir nunca su energía y continúan resonando a través del tiempo.
Partiendo de las imágenes de la cultura greco-romana, pasando por la tradición y el canon fundado en el Renacimiento y Barroco, y arribando a las obras de los artistas contemporáneos que reconceptualizan los modos de ser del arte clásico, en Lo Clásico en el Arte se yuxtaponen obras de artistas contemporáneos como Kiki Smith, Charles Avery, Valerio Carrubba, Sam Durant y Michelangelo Pistoletto con pieza clásicas como el Torso de Apolo de Belvedere, la Maddalena penitente, la Piedá (de Michelangelo), la Cabeza de David y la Venus de Milo. También se presentan obras de autores del renacimiento italiano como Giovanni Contarini y Giulio Carpioni.
El curador define “lo clásico” como aquella obra que queda “fuera del tiempo”. Son rasgos, géneros y temas condensados en imágenes en las cuales los artistas, una y otra vez, reinciden obsesivamente. La representación de la figura de Dios, la belleza y géneros como el retrato y la representación de la figura humana sobreviven imbatibles al paso del tiempo. Como muestra Lo Clásico en el Arte, el renacimiento de esos temas en el arte actual es siempre una reactivación productiva y transformadora, un procedimiento que renueva la obra originalmente.
Analogías, referencias, comparaciones, correspondencias, citas, copias. La historia del arte es retratada como un enorme diálogo sin principio ni fin. Lo Clásico en el Arte se propone recuperar la potencia creadora de los antiguos actuando en el presente, la pervivencia de símbolos y arquetipos que migran desde la antigüedad.
Como señala el curador Giacinto Di Pietrantonio: “Se trata de una conexión que de hecho, hace que lo antiguo sea copiado y vuelto a copiar, entre repeticiones y e innovaciones, en un arco temporal que se extiende desde Grecia hasta nuestros días.”
Fabio Mauri
Un panorama antológico de la obra de Fabio Mauri, por primera vez en Sudamérica, en un conjunto de más de 60 obras que profundizan los diversos usos del lenguaje artístico: instalaciones, videos, performances, dibujos y pinturas. Acompaña la exhibición la proyección en el auditorio de sus obras y documentación en video.
Dueño de una obra singular y comprometida de original carácter, imposible de encolumnar como parte de un movimiento, la exhibición reúne obras que confirman esta imposibilidad de clasificación y presenta la riqueza de lenguajes estéticos y recursos, como también el uso de los mismos en su compromiso político social.
Como señala el curador Giacinto Di Pietrantonio a La Guía del Ocio: "En ese territorio lingüístico contagiado de ideología se mueve el arte de Mauri, que intenta desmontar los mecanismos de manipulación propios de cada ideología". O, como sintetizaba el propio artista en el título de uno de sus libros: "El lenguaje es guerra".
Lo Clásico en Arte.
Intenta presentar la persistente supervivencia en lo contemporáneo de la influencia de la tradición clásica. A través de un amplio conjunto de obras pertenecientes a diversos períodos históricos y un notable conjunto de artistas: Vanessa Beecroft, Kiki Smith, Charles Avery, Valerio Carrubba, Sam Durant, Michelangelo Pistoletto y varios ejemplos de la tradición italiana.
El curador también analiza la apropiación y estudio de las imágenes rescatando copias en yeso de las esculturas clásicas con las que se estudiaba el arte a principios de siglo XX. Notables piezas escultóricas en diálogo con pinturas que también dan cuenta de la copia y de la tradición de los talleres de artistas, es uno de los temas que se propone revisar la exhibición.
En colaboración con la Accademia Carrara y la Galería de Arte Contemporáneo de Bérgamo, junto al patrimonio del IUNA - Museo de Calcos de Buenos Aires, la exhibición presenta más de 60 obras.
Presentación
6 de septiembre – noviembre, 2014 Fundación Proa.
Fabio Mauri
This exhibition, which features over 60 works, provides the first anthological overview of Fabio Mauri’s art to be seen in South America. The works selected delve into the different uses of artistic language. They encompass the media of installation, video, performance, drawing, and painting. In conjunction with the exhibition, video documentation and other works will be screened in Proa’s auditorium.
Fabio Mauri is the author of a unique and committed body of original work that cannot be categorized as part of any single movement. This exhibition brings together works that affirm the unclassifiable nature of his art as well as the wealth of aesthetic languages and resources he has used to explore political and social issues.
What is Fascism?, Jewish Female, Ideology and Nature, performances, and the striking The Western or the Wailing Wall give shape to a thoughtful and devastating vision. This exhibition evidences Mauri’s sharp criticism of totalitarian ideologies, the living traces of the Holocaust, and the widespread sense of mistrust and rejection in response to the consolidation of European systems.
As curator Giacinto Di Pietrantonio states: “Mauri’s art circulates in a linguistic terrain tainted by ideology. He attempts to disassemble the mechanisms of manipulation innate to any ideology.” As Mauri himself put it in the title of one of his books, “language is war.”
The Classical in Art
This exhibition attempts to evidence the ongoing influence of the classical tradition in the contemporary. It encompasses a wide range of works from different historical periods by an impressive group of artists: Vanessa Beecroft, Kiki Smith, Charles Avery, Valerio Carrubba, Sam Durant, Michelangelo Pistoletto, and others from the Italian tradition like Jacopo Negretti, also known as Palma il Giovane, and Vittore di Matteo, known as Vittore Belliniano.
The curator analyzes the appropriation and examination of images by means of plaster copies of classical sculptures used to study art in the early 20th century. The exhibition features striking sculptures and addresses how they dialogue with paintings that attest as well to the copy and the tradition of artists’ studios.
In a collaborative effort between Fundación Proa, the Accademia Carrara, and the Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea di Bergamo, the exhibition—which features over 60 works—includes pieces from the Museo de Calcos de Buenos Aires.
Further information here.
Fundacion Proa is sponsored by Tenaris – Organización Techint on a permanent basis.
For additional information, images or interview requests, please contact:
prensa@proa.org or T +54 911 4104 1043/4
Curadas por el italiano Giacinto Di Pietrantonio, ambas muestras podrán verse hasta noviembre en el edificio que corona la Vuelta de Rocha frente al Riachuelo, situado sobre avenida Pedro de Mendoza 1929.
Se trata de un ecléctico circuito que en planta baja despliega el clasicismo de óleos, esculturas e instalaciones, desde un calco de "La piedad" de Miguel Angel prestado por el museo La Cárcova y una voluptuosa Madalena penitente pintada en 1610 hasta la "Pira mujer arrodillada" que Kiki Smith esculpió con desenfado en 2002-; y que escaleras arriba interpela al espectador con la belleza estática de las performances, dibujos y objetos de Mauri (1926-2009).
En el segundo piso, una joven ataviada con una capa, cancanes y un sombrerito que emula el uniforme fascista se desviste y vuelve a vestirse parsimoniosamente.
Una pared de valijas y baúles divide la sala; en el otro extremo, una mujer desnuda se corta el pelo frente a un espejo y con los mechones arma una estrella de David; delante, un caballo con "riendas de piel judía" enmarca la acción, acompañado por una macabra colección de objetos como la "verdadera cera judía".
Nacido en Roma en 1926 en pleno fascismo -"todo era fascista hasta la luna y el sol", grafica el especialista Ivan Barlafante- Mauri atravesó una fuerte crisis de conciencia antes de los 20 años al comprobar la matanza de judíos, muchos de ellos amigos, que lo llevó a guardar tres años de silencio absoluto en una internación psiquiátrica que incluyó sesiones de electro-shocks en pos de su recuperación.
"Lo que no perdonó es que nuestros padres hubieran sabido lo que estaba ocurriendo en Alemania, es como lo que ocurrió aquí durante la dictadura", dice a Télam su hermano Achille, quien fue uno de los productores del filme 'Garage Olimpo'".
"Cuando a sus 18 años seis soldados armados mataron el cerdo que teníamos en casa para comerlo, él fue a cubrirlo con un mantel, y aunque nuestra madre no quería que lo hiciera para protegerlo él dijo que estaba llevando a cabo una acción artística; y ahí comenzó ese período complejo del que finalmente emergió con estas obras", rememora.
"Esas valijas nunca viajaron -señala Achille el muro construido con equipaje de judíos deportados a campos de concentración, presentado en la Bienal de Venecia en 1993-. Fijate que tienen direcciones (se lee 'Málaga', 'Londres', leyendas como 'keep dry'), esos cilindros de cartón son los que les daban para que guarden sus pertenencias con el engaño de que se las enviarían a los domicilios adonde las remitieran".
Mientras que de una manera que recuerda a la imposibilidad de hacer arte tras el Holocausto, planteada por Walter Benjamin, o en un paralelismo a lo que el arte pop hizo de los objetos de consumo al convertirlos en íconos, Mauri convirtió la tela en algo parecido a una pantalla cinematográfica, que exploró como vacío y como productor de pensamiento, agrega el curador Di Pietroantonio.
A un lado, 40 pantallas en blanco cubren una de las paredes de la sala, frente a una gigantografía que capta una escena de "¿Qué cosa es el fascismo?", la intervención que Mauri realizó junto a su amigo Pier Paolo Pasolini, que convive con las performances "Ideología y naturaleza" y "Ebrea" que este fin de semana y el próximo se realizarán de 18 a 20, así como los filmes que se proyectarán en el Auditorio de Proa.
Según Di Pietroantonio, "lo que Mauri buscó, guiado por el interés de generar el debate social, fue definir los lenguajes del siglo XX más productores de ideología y el lenguaje de la media con los que trabajó en textos, diseño y producción de objetos y sobre los que a la vez reflexiona como artista e intelectual".
Desde el principio se expresó a través de formatos y soportes variados como el ready made, el ensayo, el teatro o el video, con los que "transitó un camino de intensa experimentación enmarcado en una búsqueda estética y política" que "escapó a los movimientos artísticos de época" y constituyó "una reflexión aguda y desoladora de las ideologías totalitarias y el lenguaje artístico".
Dueño de una obra singular y comprometida de original carácter, imposible de encolumnar como parte de un movimiento, la exhibición reúne obras que confirman esta imposibilidad de clasificación y presenta la riqueza de lenguajes estéticos y recursos, como también el uso de los mismos en su compromiso político social.
¿Qué cosa es el fascismo?, Ebrea, Ideología y naturaleza, performances y la notable obra El Muro Occidental o de los Lamentos, componen un panorama reflexivo y desolador. Su aguda crítica a las ideologías totalitarias, las huellas vivas del Holocausto, y el compartido sentimiento de desconfianza y rechazo frente a la consolidación de los sistemas europeos, están presentes en la exhibición.
Como señala el curador Giacinto Di Pietrantonio: “En ese territorio lingüístico contagiado de ideología se mueve el arte de Mauri, que intenta desmontar los mecanismos de manipulación propios de cada ideología”. O, como sintetizaba el propio artista en el título de uno de sus libros: “El lenguaje es guerra”.
La otra muestra, Lo clásico en el arte, intenta presentar la persistente supervivencia en lo contemporáneo de la influencia de la tradición clásica. A través de un amplio conjunto de obras pertenecientes a diversos períodos históricos y un notable conjunto de artistas: Vanessa Beecroft, Kiki Smith, Charles Avery, Valerio Carrubba, Sam Durant, Michelangelo Pistoletto y varios ejemplos de la tradición italiana.
El curador también analiza la apropiación y estudio de las imágenes rescatando copias en yeso de las esculturas clásicas con las que se estudiaba el arte a principios de siglo XX. Notables piezas escultóricas en diálogo con pinturas que también dan cuenta de la copia y de la tradición de los talleres de artistas, es uno de los temas que se propone revisar la exhibición.
Fundación Proa, en colaboración con la Galería de Arte Moderno y Contemporáneo de Bérgamo, presenta una exposición que retrata la persistencia de la tradición clásica en el arte moderno y contemporáneo.
A través de un amplio conjunto de obras pertenecientes a diversos períodos históricos desde la antigüedad hasta el presente, la muestra pone en primer plano el diálogo que los artistas contemporáneos mantienen con sus ancestros a través de la apropiación de ciertos temas, géneros y recursos que constituyen “lo clásico” en el arte.
Así, en esta exposición se yuxtaponen obras de artistas contemporáneos como Vanessa Beecroft, Kiki Smith, Charles Avery con piezas clásicas de Belvedere, Michelangelo y Milo. También se presentan obras de autores del Renacimiento italiano como Giulio Paolini, Giovanni Contarini y Michelangelo Buonarroti, entre otros. Como señala el propio curador de la muestra, Giacinto Di Pietrantonio: “Se trata de una conexión que, de hecho, hace que lo antiguo sea copiado y vuelto a copiar, entre repeticiones e innovaciones, en un arco temporal que se extiende desde Grecia hasta nuestros días”.
Hasta noviembre, en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929).
www.proa.org