Prensa Publicada
Colección de colecciones
Lucio Dorr, curaduría de Santiago Bengolea
FEB – ABR 2019
PROA21
Pedro de Mendoza 2073, La Boca
La obra de Kafka hubiera quedado en el olvido de no ser por Max Brod, íntimo amigo y editor, en quién se destinó la tarea de albaceas -y juez de la historia- que finalmente ignoró el pedido agónico de quemar todo el material producido. Poco menos de cien años después, Prince, un músico oriundo de Minnesota, luego de una carrera prolífica y exitosa dejó tras su muerte cientos de tapes con un preciso instructivo sobre cómo publicar esas cintas inéditas. En el primer caso, Kafka, propuso un destino, drástico si se quiere, sobre su producción: eliminarla. Pero no se cumplió ese deseo ya que, pese su programa de autor, el ejecutor de la curaduría de su obra terminó siendo Max Brod que finalmente no solo desestimó el pedido, sino que editó y publicó lo producido generando el nacimiento de la obra de uno de los autores más importantes de la literatura universal. En el caso de Prince, la curaduría de la obra que dejó fue ejercida por él mismo con una serie de instrucciones que sus herederos custodian se respeten al pie de la letra. Acá tenemos dos ejemplos de manipulación de obra inédita de forma póstuma. En ambos casos existió un pedido de autoría sobre cómo ejercer esa manipulación, esa curaduría; solo que en el primero se ignoró y en el segundo no. En ambos casos, también, se trabajó con un archivo de autor en vías de convertirse en obra. Podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿cuál es el acto que da entidad de obra a una obra? ¿su producción o su curaduría?
IILa instalación Colección de colecciones de Lucio Dorr curada por Santiago Bengolea en PROA21 permite proyectar los conceptos planteados anteriormente con respecto al ejercicio de la curaduría en función de la utilización de un archivo y en contraposición al ejercicio del coleccionismo.
Cuenta Santiago Bengolea que se encontraba trabajando con Lucio Dorr en una selección de shablones que tenían la particularidad de haber sido utilizados una sola vez para realizar las características piezas de diseño decorativo de Dorr, impresas sobre acrílicos o vidrios. Estos shablones que estaban hechos de un modo preciosista, como si, por más que formaran parte del detrás de escena de la obra, fueran una obra en sí misma. Como si en el desarrollo de la preproducción de la obra se hubiera generado una estela de sentido que podría dejar que la mirada de un curador la montara en un espacio como un proceso íntimo digno de verse y, a la vez, ser calificado como obra.
En la preparación de esta muestra que iba a exponerse en la sala de exposiciones temporales en el Museo Nacional de Bellas Artes, de modo imprevisto Lucio fallece y entonces, esa muestra que iba a ser una selección sobre el material de preproducción del artista, junto con un curador, se resignifica de modo brutal porque la obra al ser obra póstuma se transforma de forma inmediata en material de archivo.
¿Cuándo tenemos un archivo y cuándo una colección? ¿cuál es la importancia de la muerte en la delineación de un archivo?
La obra de Dorr traspola ciertas nociones que tiene el diseño gráfico donde la línea cuenta con una asignación casi ontológica. La línea como la herramienta primordial de una propuesta estética pero al mismo tiempo como la configuración de la forma y la enunciación de un mensaje. En este sentido, el diseño gráfico con todos sus vicios y su contaminación empresarial, potenció el mensaje de la línea.
Desde que el diseño gráfico comenzó a ser el discurso imperante del mensaje que propaga la imagen, la línea y el arte abstracto fueron resignificados con una nueva mirada más política y actual.
En virtud de esto, la instalación Colección de colecciones pone en escena a la línea, antes de ser línea: a la línea en su sentido más primitivo. Los shablones muestran líneas transparentes, líneas que se forman con la disminución de hilos en el entramado, que permiten a la tinta se filtrarse para modelar la imagen. Esta instalación parece preguntar: ¿qué hay antes de la línea? y responder: el vacío.
IVLa diferencia fundamental entre un coleccionista y un curador es la mirada, la hipótesis de lectura. Un coleccionista acumula al mismo tiempo que construye un archivo. Puede ser un museo o un particular privado. Los motivos de la acumulación pueden tener un recorte temporal, disciplinario, genérico, geográfico, etc. Un coleccionista es una persona que archiva, un curador es una persona que propone un recorte sobre el archivo del coleccionista. La instalación Coleccion de colecciones propone una recreación sobre estos dos tiempos de la circulación de obra. Por un lado porque trabaja con un archivo -el archivo Dorr bajo la custodia de su hermana, puede consultarse aquí – y al mismo tiempo capta el momento, el instante en el que obra obra se transforma en archivo por la transición que propone la muerte del autor. Su desaparición física.
La instalación Colección de colecciones dobla el concepto de archivo y de coleccionista, porque su montaje, aunque no esté realizado con la luz apropiada para una muestra (más aún tratándose de shablones), está pensado como site-specific. Si bien un site-specific parte de la premisa de que una obra es creada adrede para abordar u ocupar un espacio determinado, específico; en este caso la parte de una colección, un archivo, es seleccionada para recrear el modo en que los coleccionistas tienen obra en sus hogares. Tal como es en el montaje de la sala José Manuel de Guerrico -considerado el primer coleccionista argentino- en Museo Nacional de Bellas Artes, manteniendo cierta disposición según el tamaño de las obras (todas rectangulares) divididas por una línea recta, pero con la particularidad de ser montada sobre una esquina, ocupando las dos paredes de ese vértice.
En la avenida Pedro de Mendoza, La Boca, se inauguró hace justo un año Proa21, un espacio situado a pocos pasos de la Fundación Proa y dedicado al arte experimental. “Lucio Dorr-Colección de Colecciones”, se llama la instalación ubicada en el primer piso que presenta el curador de la institución, Santiago Bengolea. Al ingresar a la sala se divisan dos paredes tapizadas de cuadros, frente a ellas hay un texto explicativo que cuenta la genealogía de la exposición, creada y diseñada por Lucio Dorr poco antes de su temprana muerte, en 2013, a sus 43 años. La instalación no es un homenaje. Proa21 exhibe una selección de obras realizada por el propio artista para mostrar en el Museo Nacional de Bellas Artes. La muestra de Dorr no se presentó. Tenía adjudicada la sala aledaña al Pabellón de Exposiciones Temporarias, un bello espacio con ventanales que descubrió tapiado el director del Museo de entonces, Guillermo Alonso, quien lo rescató para ofrecer un respiro al espectador. El espacio desapareció cuando Alonso terminó su gestión y, por otra parte, también cayó bajo la picota contratada por Teresa Parodi toda la obra ya terminada del primer piso que tenía hasta los cuadros colgados y se convirtió en escombros.
¿Quién, además del curador Bengolea, iba a recordar la muestra de Lucio Dorr que quedó pendiente? Hoy, llegó finalmente a Proa21. Sin ningún lujo pero digno, el nuevo espacio dedicado a las expresiones contemporáneas y experimentales, rescata el proyecto que el destino adverso había dejado inconcluso. Bengolea cuenta que durante un recorrido por el Museo de Bellas Artes, Dorr se detuvo a ver la Colección Guerrico, miró los cuadros colgados en hileras superpuestas como en el Louvre y, anunció: “Ya tengo la muestra”. Había encontrado el formato en esa antigua colgada y decidió exhibir sus propias obras con la misma disposición. Así seleccionó una serie de serigrafías sobre vidrio, aproximadamente 50 schablones de impresión de distintos formatos. Cada uno de estos dibujos realizado a partir de 1998, es la matriz de una pieza original que proviene del archivo que dejó el artista.
El arte abstracto de Dorr se fusiona con el diseño y establece analogías con las formas de la arquitectura. Nuestro artista supo recorrer la ciudad para fotografiar los ornamentos y las volutas que luego se pliegan y despliegan en sus obras. Sus abstracciones, heredadas en gran medida del movimiento Madí-Arte Concreto Invención, combinan rectas, ángulos y triángulos con sinuosas cintas que se desplazan por toda la muestra. Dorr gestionó durante cinco años el espacio “Duplus”, y a la hora de explicar su arte, expresó: “Todo este complejo desarrollo técnico conceptual en el que intervienen la arquitectura, lo urbano, los métodos de producción ligados a la disciplina proyectual y los conceptos provenientes de diferentes movimientos artísticos en algunos casos, convierten una sensación en objeto”. En 2005, como si adivinara el porvenir, expuso un rojo y brillante cajón mortuorio, en la galería Dabbah Torrejón. Bengolea subraya que “la puesta de los registros en las paredes de Proa21, transforma estos miembros fantasmas en una obra única, en un cadáver exquisito, en una Colección de Colecciones”, como deseaba Dorr.
LUCIO DORR-COLECCIÓN DE COLECCIONES
Lugar: PROA21, Av. Pedro de Mendoza 2073
Fecha: Hasta fines de abril
Horario: jueves a domingos, 15 a 19
Un mural, un mosaico hecho de cincuenta piezas. Eso es Colección de colecciones, la instalación de Lucio Dorr que se presenta en PROA21 con curaduría de Santiago Bengolea. Pueden parecer cincuenta obras, cincuenta pinturas, pero en realidad son cincuenta shablones con los que el artista realizó otras tantas serigrafías entre 1998 y 2012. En ese año, uno antes de su muerte, Dorr esperaba exponerlos con el mismo Bengolea en el Museo Nacional de Bellas Artes. No pudo ser. Ahora sí, se exponen en PROA21 en lo que puede considerarse una muestra homenaje al artista nacido en Buenos Aires en 1969.
Lo que vuelve más interesante esta instalación es la operación por la cual el artista convierte el shablón (los 50 shablones) -una herramienta, una malla, una especie de sténcil que el color atravesará para depositarse en otra superficie, una serigrafía- en obra de arte.
Recordando el proyecto original, dice Bengolea cuando habla de este trabajo inédito de Dorr: “Luego de repetidas visitas con Lucio por las diferentes salas del MNBA, a finales de 2012, argumentamos paralelismos formales que hicieran referencia al montaje de la Colección Guerrico y también al de los salones del Movimiento Madí-Arte Concreto Invención. Decidimos entonces llevar este desafío al extremo de su tensión formal. La puesta de estos registros en las paredes de PROA21 pone en evidencia y transforma estos miembros fantasmas en un cuerpo único, en un cadáver exquisito, en una Colección de colecciones“.
Dorr fue un artista relevante de la escena local y renovador desde distintos registros de la tradición geométrica argentina. Su trabajo cruza distintas disciplinas como la arquitectura, el diseño gráfico, la pintura; siempre con una lectura muy actual de lo urbano, sus métodos de producción ligados según las propias palabras del artista a la “disciplina proyectual del paisaje”. Sus obras son expansivas, con muchas capas de información que funcionan a la manera de un caleidoscopio proyectando formas e imágenes como reflejos claros de la vida urbana y lo orgánico del movimiento.
LA OBRA QUE LUCIO DORR NO LLEGÓ A HACER EN BELLAS ARTES
Como un homenaje se exhibe en Proa21 un proyecto que el artista no llegó a realizar en el museo mayor: una instalación compuesta por 50 shablones con registros de obras hechas entre 1998 y 2013, año de su muerte.
Un sector de la instalación de Lucio Dorr en Proa21. La Sala Guerrico del Museo de Bellas Artes fue el disparador del montaje, según Santiago Bengolea.
Líneas, círculos, espirales que se abren, pequeñas manchas que revelan sus ángulos rectos ni bien nos acercamos a estudiarlas. Cada una de las obras que cuelgan de las paredes de la sala parece una constelación, una galaxia gravitando en medio de un espacio coloreado, que se vuelve traslúcido hacia los bordes. Solo que las obras no son estrictamente obras, ni las líneas y manchas son líneas y manchas, sino pasajes, que el color ha atravesado para ir a alojarse a otra superficie. En Colección de colecciones –la muestra que el artista Lucio Dorr concibió, en el año 2012, junto al curador Santiago Bengolea para el espacio del Museo Nacional de Bellas Artes, y que finalmente puede verse hoy en el de Proa 21– lo que vemos son schablones, aquellos que Dorr utilizó para imprimir sus serigrafías, pero que mediante un sencillo (y conceptual) operativo de montaje, pasaron de ser mera herramienta de trabajo a convertirse en una hermosa instalación de sitio específico.
Conmueve la impecabilidad de cada una de esas mallas, que presentan, en lugar de las desprolijidades propias de cualquier matriz de grabado ya usada (que guarda en sí misma todos los secretos de su proceso de impresión), la nitidez de una estampa perfecta, como aquellas que Dorr solía hacer, mayormente sobre vidrio, pero también sobre tela. Miembro de esa generación de artistas que, hacia fines del siglo XX, se inscribieron en la arraigada tradición de la geometría abstracta (fundada en la Argentina por movimientos como Arte Concreto Invención y Madí, más de cincuenta años atrás) Dorr utilizó cada una de estas matrices para grabado una sola vez. De ahí vendrá, sin dudas, buena parte de su impecable estado. (La otra, arriesgaremos, del obsesivo cuidado de un artista que sabía que en la pulcritud de esas formas recortadas, radicaba buena parte de la fuerza de sus imágenes).
Cuenta Bengolea –curador y realizador de la instalación– que la sala Guerrico del Museo Nacional de Bellas Artes fue el disparador principal, a la hora de pensar junto al artista la lógica con que los schablones serían dispuestos en el espacio. Pero si en la sala del museo las pinturas leve- mente aturden, encimadas unas junto a otras para evocar el modo algo recargado (al menos para nuestros ojos) en que se exhibía en salones y museos a mediados del siglo XIX (momento en el que se formó la colección en cuestión), es esa misma proximidad en el espacio la que potencia el resultado general en el montaje de los aproximadamente cincuenta schablones de Dorr. Con la regularidad quebrada sólo a intervalos necesarios, y las imágenes precipitándose hacia una de las esquinas de la sala, también aquí el todo es más que la suma de las partes. La yapa, es que cada una de estas partes es también, en sí misma, un todo.
Si acá no hay atiborramiento es porque las obras son etéreas, y si las obras/matrices son etéreas es porque Dorr supo hacer de la híper saturación de signos y formas –geométricas, y no tanto- que Buenos Aires nos arroja a la retina cotidianamente (y en la que encontraba inspiración para sus diseños) su depurada cantera creativa. Pero más allá de la belleza simple de las figuras, el tono añejo de los schablones confiere otra magia al conjunto: los marcos, con su madera cruda o pintada, algo rudimentariamente, de los colores más vivos; las grampas que sujetan la fina malla al mismo marco; la cinta adhesiva, desfachatadamente marrón, emparchando los desgarros; las marcas del registro exacto sobre la superficie de la malla que ya se vuelven, también, parte de la imagen.
La sensación de que estamos, además de frente a una obra, frente a un archivo, no solo es acertada, sino bien contemporánea. El gesto consiste en iluminar aquello que debió quedar “oculto” y convertirlo en obra. Develando el modo mediante el cual las (otras) obras fueron hechas, el proceso se convierte en sí mismo en resultado. A siete años de la idea original de la muestra y seis de la muerte del artista, fue justamente esta condición ambivalente de obra/matriz (en el sentido más metafórico y también más literal de la palabra) lo que terminó de convencer a Bengolea de que un espacio con el acento puesto, justamente, en el devenir procesual, como es Proa 21, era el lugar indicado para que la idea finalmente se materializase.
“No queríamos rendirle un homenaje en el modo convencional, sino más bien ponerlo en foco” –explica el curador–. “De alguna manera es la última muestra de Lucio, porque ya estaba trabajada por él. Yo lo único que hice fue adaptarla a este nuevo espacio, y convertirla en un site specific”. Parte de ese proceso de adaptación implicó trasladar un fragmento del conjunto total de bastidores (que en su versión original se ubicaban todos juntos sobre un solo muro) a una pared contigua, generando una suerte de vértice en la baja y larga sala de Proa. “Podría haber llenado todas las paredes de obra, pero me gustaba la idea de que esa pared quede a la mitad, como inconclusa” – continua-. Como quien quisiera hacer de lo inconcluso una posibilidad de lo infinito. Y es casi como un guiño al cielo.
"Lucio Dorr-Colección de colecciones", una exposición que el fallecido artista argentino nunca llegó a mostrar en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y que pretendía homenajear a la Colección Guerrico de esa institución, se puede visitar hasta mediados de abril en el espacio experimental Proa 21, del barrio porteño La Boca.
La muestra, curada por Santiago Bengolea (quien también había sido el curador de la exposición inicial), propone transformar un segmento del archivo personal del artista en una nueva obra de arte, y fue pensada originalmente para un espacio contiguo a la Sala de Exposiciones temporarias del MNBA.
Cuestiones del tiempo y la memoriaA lo largo de la pared de la sala, uno junto a otro, se exhiben aproximadamente 50 schablones de impresión de distintos formatos, es decir, aquellas matrices o dibujos originales que Dorr (1969-2013) realizó desde 1998. Cada uno es la matriz de una sola pieza original que ya fue realizada.
Artista relevante de la escena local y renovador desde distintos registros de la tradición geométrica argentina, Dorr llevó adelante un trabajo que cruza distintas disciplinas como la arquitectura, el diseño gráfico y la pintura, siempre con una lectura muy actual de lo urbano, con métodos de producción ligados, según sus propias palabras, a la "disciplina proyectual del paisaje".
Cómo funciona la máquina de Inteligencia Artificial que pinta obras de arteLas obras de Dorr son expansivas con muchas capas de información que funcionan a la manera de un caleidoscopio proyectando formas e imágenes como reflejos claros de la vida urbana y lo orgánico del movimiento.
El espacio experimental Proa 21 inaugura mañana a las 17 el proyecto inédito "Colección de colecciones" de Lucio Dorr (1969-2013), artista que fue renovador desde distintos registros de la tradición geométrica argentina.
Su trabajo cruzó distintas disciplinas como la arquitectura, el diseño gráfico y la pintura; siempre con una lectura actual de lo urbano.
Se verá en el espacio de La Boca una instalación compuesta por 50 shablones con registros de obras que van de 1998 al 2013, realizada en referencia a montajes como los de la colección Guerrico del Museo Nacional de Bellas Artes.
Esta instalación abstracta puede entenderse como pequeños manifiestos donde el movimiento, el color y la racionalidad arquitectónica dialogan con la tradición vanguardista europea y latinoamericana.
"Las obras de Lucio Dorr son expansivas con muchas capas de información que funcionan a la manera de un caleidoscopio proyectando formas e imágenes como reflejos claros de la vida urbana y lo orgánico del movimiento", explican desde Proa a través de un comunicado.
"Lucio Dorr. Colección de colecciones" permanecerá hasta mediados de abril en Proa 21, Avenida Pedro de Mendoza 2073, en el barrio de La Boca, donde se verá en simultáneo la muestra "El Flasherito Diario. Laboratorio periodístico de artistas", un proyecto de Leopoldo Estol, Andrés Aizicovich, Alfredo Jaramillo y Liv Schulman. (Télam)