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por Aldo Galli
LA NACION LINE 02/08/98 Suplemento Arte
http://www.lanacion.com.ar/suples/arte/9831/art-01.htm
La obra de Anselm Kiefer empezó a ser reconocida
internacionalmente a principios de la década pasada y
el premio de la Bienal de Venecia de 1997 ha sido la
coronación de su trayectoria. De ahí, el
especial interés que despierta la exposición
de pinturas, fotografías y técnicas mixtas que
exhibe la Fundación Proa. La componen diecisiete
obras de gran envergadura, entre las cuales hay
también libros de artista.
Los grafismos de la libertad
Todas estas piezas, creadas en los últimos diez
años, fueron realizadas con variados materiales y
resueltas de manera directa y dinámica, en algunos
casos mediante procedimientos mixtos que incluyen una
pluralidad de técnicas, como se advierte en Wege der
Weltweisheit die Hermanns-Schlacht (1993). En esa obra, de
casi trece metros de superficie, el autor pegó sobre
papel montado en tela varias xilografías
yuxtapuestas, y posteriormente, aplicó con gesto
amplio trazos que parecen grafismos, aunque estén a
medio camino entre lo deliberado y lo caprichoso o
arbitrario. Kiefer actúa en lo formal con libertad,
pero sin abandonar una actitud estructural organizada para
que afloren ciertos impulsos de conciencia propios y
ajenos.
Por momentos se aproxima al conceptualismo, en particular,
cuando emplea la fotografía para estimular la
reflexión, como en las páginas de L'Auvergne
(1996), pero no desmaterializa su producción en pos
de las ideas.
Escritura rústica
Cuando trabaja como xilógrafo y como pintor usa en
cambio una escritura rústica, cuyas
características reflejan las huellas de lo que los
italianos llamaron "transvanguardia"; los alemanes, "pintura
salvaje y los norteamericanos, "neoexpresionismo". En
Sterntaler (1991), pega un vestido y ramas sobre plomo,
hierro y vidrio; los materiales se pliegan al sentido
general de la pieza sin perder su significado
intrínseco. En general, Kiefer mantiene una
concepción estética que evita los efectos
decorativos.
Complementa la exposición un catálogo con
ilustraciones en el que se dan interesantes referencias
sobre la obra de Kiefer. Hay, por ejemplo, páginas de
análisis e interpretación de Andreas Huyssen,
sobre el terror a la historia y la tentación de los
mitos como alegorías profundas de la identidad
nacional. Para él, la pintura de Kiefer -en sus
formas, materiales y temas- trata enfáticamente de la
memoria.
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El
último Kiefer
por Santiago García Navarro
LA NACION LINE 30/07/98 Espectaculo Vía
Libre/Arte
http://www.lanacion.com.ar/98/07/30/s16.htm
Fiel a su breve, pero fructífera historia, la
Fundación Proa continúa trayendo muestras de
grandes artistas contemporáneos de relieve
internacional. Después de Rufino Tamayo, Andrés
Serrano y Mario Sironi, las salas del espacio boquense
reciben en estos días una exposición
antológica del controvertido alemán Anselm
Kiefer, considerado uno de los creadores fundamentales de
esta segunda mitad del siglo y ganador del Premio de la
Bienal de Venecia del año último.
Cerca de 20 obras -en las que Kiefer combina la pintura, la
xilografía, diversas técnicas mixtas y la
fotografía- conforman la muestra curada por el
norteamericano Robert Littman, director del Centro de Arte
Contemporáneo de México.
Nacido en Donaueschingen en 1945, Kiefer pertenece a una
generación conflictiva por antonomasia dentro de la
Alemania contemporánea: la de los que nacieron
inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial,
con el doble, negro, legado de no haberla vivido y de sufrir
sus devastadores efectos.
Para un pintor -como para la mayoría de los artistas
y la ciudadanía alemana en general- acaso la
más grave de esas consecuencias haya sido la de
crecer en una sociedad huérfana de imágenes,
luego de que el poderío nazi las vaciara de contenido
con su enfermiza propaganda monumentalista y genocida.
La tergiversación de los contenidos de esas
imágenes -ligadas a los símbolos más
arraigados de la tradición germánica-
asestó al pueblo alemán un golpe decisivo, que
desdibujó una identidad trabajada por los siglos. Con
esa historia a cuestas, Kiefer comenzó a pintar a
fines de la década del 60, cuando amanecía una
fuerte tendencia de izquierda en el panorama político
nacional y se discutía sobre el modo de asimilar los
trágicos años de la era Hitler.
Ya en la década del 70, Kiefer fue uno de los Neuen
Wilden (Nuevos Salvajes), grupo neoexpresionista que
contestaba a las tendencias entonces predominantes: los
diversos conceptualismos y otras manifestaciones no
pictóricas, como el arte de la performance, el land
art y el body art.
Pero fue recién en los años 80 cuando la obra
de Kiefer entró en la consideración de la
crítica, y no de la mejor manera: sus intentos por
recuperar la memoria alemana, por medio de sus
héroes, pensadores e iconos fundamentales, lo
colocaron en la delicada situación de ser considerado
el nuevo representante de la derecha intelectual. Y, sin
embargo, nada más alejado de su postura.
Lo que había logrado despertar una
consideración semejante en torno de su obra era la
ambigüedad con que trataba ese legado cultural. En la
serie fotográfica Ocupaciones (1969), Kiefer se
retrataba a sí mismo haciendo el gesto nazi del Sieg
Heil en distintos paisajes y espacios históricos de
Europa, pero de tal manera que la aparente
reivindicación del nacionalsocialismo quedaba
ridiculizada.
La enorme xilografía La sabiduría del mundo.
La batalla de Armiño (1993), que se incluye en esta
muestra, representa a grandes personajes de la historia
alemana, varios de los cuales están relacionados de
una u otra manera con el régimen nazi, sea por su
explícita adhesión -como en el caso de
Heidegger- como por la manipulación que de sus ideas
hiciera la propaganda hitleriana. En este cuadro, como en
otros -la práctica habitual de Kiefer es trabajar por
series-, se pasean las figuras de Klopstock, Fichte, Kant,
Wagner y Clausewitz.
Como dice Andreas Huyssen en un texto incluido en el
catálogo que acompaña a la exposición,
"las imágenes que captura Kiefer, quemadas y
violentadas como están, no desafían las
represiones de quienes rehúsan enfrentar el terror
del pasado; más bien desafían las represiones
de quienes sí recuerdan y de quienes sí
aceptan el peso del fascismo sobre la identidad nacional
alemana".
Traigo todas las Indias en mis manos es otra
xilografía de gran tamaño con la que Kiefer
representa la visión eurocéntrica que
emprendió la conquista de los continentes
vírgenes, una posición que conculcó en
gran parte, y por varios siglos, la potencia creadora de
América, y de algunos países de Africa, Asia y
Oceanía.
La muestra, auspicida por la Organización Techint,
logra su objetivo de presentar al público local un
panorama lo suficientemente representativo de los
últimos diez años de producción del
artista alemán. Los cuadros neoexpresionistas,
cargados de materia y del desgarrado impulso que retoma y
revé la tradición de Kirchner, Munch y
compañía; las xilografías, los plomos y
los libros de artista -desplegados en mesas especialmente
preparadas para la ocasión-, reflejan distintas
facetas de su trabajo, en donde la alquimia, la
cábala y otras tradiciones culturales se entremezclan
y se citan. Para otra oportunidad quedan las instalaciones.
El resto, en esencia, puede verse en la Vuelta de
Obligado
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