Prensa Publicada

  • Título: Yeguas del Apocalipsis / Argentinos de París
    Autor: Triana López Baasch
    Fecha: 21/11/2019
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    Yeguas del Apocalipsis / Argentinos de París
     
    Triana López Baasch
    Yeguas del Apocalipsis / Argentinos de París

    Las Yeguas del Apocalipsis nos miran fijo. Ataviadas con elegantes vestidos de otra época, con unos tocados dignos de la realeza sobre sus cabelleras oscuras y sin perder los estribos. Francisco Casas, sobre una banqueta, con piernas cruzadas y manos sobre las rodillas, la espalda erguida. Pedro Lemebel, en cuclillas pero con delicadeza, una mano sostiene elegante la barbilla y la otra está apoyada sobre las piernas. Por detrás, un fondo azul con manchones  de humo blanco imita un cielo nocturno de nubes, y adelante, entre ellas y nosotrxs, la distancia que imponen unos barrotes negros.

    Los “argentinos de París” no tenían un nombre tan poderoso. Por algún tiempo fueron el grupo Tse, que reunió a artistas franco-argentinos en París para imaginar cuerpos masculinos envueltos en plumas y lentejuelas, cuerpos proyectados arriba y abajo del escenario. No iba a ser tarea fácil semejante acto de transgresión, aunque estuvieran lejos de la patria conservadora. A la familia de Copi su Eva Perón le costó el exilio.

    Ambas muestras, curadas por separado en PROA21, se cruzan en un diálogo inevitable. Porque manifiestan la disidencia, la rebelión lgbt, la fiesta, la vanguardia, lo prohibido, lo que costaba nombrar en tiempos más oscuros. Y también porque, con excepción de Juan Stoppani —artista visual que formó parte del Di Tella—, los protagonistas vienen de otros universos: el literario y el teatral.

    Las Yeguas aparecieron en la vida pública sin avisar, a puro golpe de efecto, nos recuerda el curador Víctor López Zumelzu. La entrega del Premio Pablo Neruda de Poesía a Raúl Zurita fue su carta de presentación en un Chile desgastado de tanta dictadura pinochetista a la que se le estaba haciendo difícil esconder otros mundos y vidas posibles.

    Esta muestra recupera algunas de las performances de aquellos diez años de existencia. “Las dos Fridas”, “Lo que el sida se llevó”, “La conquista de América”, “Cadáveres”: títulos que advierten que, por detrás del gesto drag, del juego y de la exuberancia, están las luchas políticas, las reivindicaciones, el grito frente a la atrocidad. Atravesar descalzos un mapa de América del Sur hecho con trozos de vidrios de Coca-Cola, posar desnudos sobre una enorme bandera bordada con una hoz y un martillo fucsia o recostarse sobre un suelo minero de cal y carbón son acciones que cubren un extenso repertorio que atraviesa problemáticas como la del vih-sida, los detenidos-desaparecidos, el exterminio de pueblos originarios y las identidades gay dentro de organizaciones de izquierda. Casas, de visita en Buenos Aires en ocasión de esta muestra, dijo en una nota que el movimiento gay siempre fue frívolo, que protestaban porque les cerraban las discotecas. Y que ellos pusieron el cuerpo a causas más urgentes y graves.

    Raúl Damonte Botana o Copi, bautizado así por su abuela —la escritora anarquista y feminista Salvadora Medina Onrrubia—, o un argentino de París, como solía definirse ante el interrogante del ser nacional/exiliado, al principio vendía dibujos en las calles de esa ciudad. Así apareció “La mujer sentada”, que más tarde se publicaría en el Nouvel Observateur y en importantes editoriales. Con los años se convirtió, en palabras del escritor y en este caso también curador Daniel Link, en un exponente de la “antropología trans”. Juan Stoppani y Jean Yves Legavre —pareja desde aquellos años— colaboraron en el diseño de vestuario de obras que formaron parte de la vanguardia teatral parisina, pero que corrían los límites de lo aceptable en estas tierras, y no sólo en aquel entonces. El último estreno de Eva Perón de Copi en el Teatro Cervantes de Buenos Aires actualizó polémicas en apariencia superadas.

    La muestra Argentinos de París consiste en una colección de fotos, figurines y diarios que registran las puestas en escena de sus obras teatrales más un video en el que Stoppani y Legavre recuerdan los años de trabajo en comunión. En muchas aparece el mismo Copi travestido. Es que muy pronto le picaría el bicho de la actuación y a su prosa le sumaría una interpretación igualmente irónica y compleja.

    Quizás el gesto más disruptivo de las obras que evocan estos registros documentales sea el de mostrar lo que se vuelve una y otra vez inclasificable. ¿Cómo catalogar a estos artistas que se arriesgaron a los cruces más complejos y en ese acto apostaron su propio cuerpo? Al exhibirlos en una sala dedicada a las artes visuales contemporáneas, se replica el gesto periférico, como dice Link, de incluir “los elementos excluidos de la historia”, que son ellos mismos. Por un rato los textos que los hicieron grandes quedan de lado y toma protagonismo la imagen travestida y marginal, el cuerpo politizado que impactó a una época y que hoy se reivindica con nostalgia.

     

    Pedro Lemebel y Francisco Casas Silva, Yeguas del Apocalipsis, curaduría de Víctor López Zumelzu; Copi, Juan Stoppani y Jean-Yves Legavre, Argentinos de París, curaduría de Daniel Link, PROA21, Buenos Aires, desde el 5 de octubre de 2019.


     

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  • Título: Juan Stoppani & Jean Yves Legavre: el arte de amar
    Autor: Daniel Link
    Fecha: 11/10/2019
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    Con motivo de la  exposición “Argentinos de París” con la que abre la megamuestra Mutante (PROA 21)  Soy entrevistó a Juan Stoppani y a Jean Yves Legavre en su casa de la Boca. La conversación viró, bien pronto, del amor al arte, al arte del amor que ambos sostienen juntos desde hace 50 años.
    Por Daniel Link
    Jean-Yves Lagavre y Juan Stoppani
    Jean-Yves Lagavre y Juan Stoppani 
    Imagen: Sebastián Freire

    La entrada de la casa que comparten Juan Stoppani y Jean Yves Legavre en el barrio de la Boca es humilde, pero anuncia una de las cualidades de ese hogar: la fachada gris está salpicada de estrellas de colores incrustadas en la pared, como pedazos de cielo que le ponen freno a la monotonía del mundo. La puerta se abre a una casa chorizo debidamente acondicionada para una vida en común de ya más de cincuenta años. Tiene dos dormitorios, un baño, una gran sala con cocina integrada y una mesa más que generosa para recibir a los amigos que todos los domingos se reúnen allí para continuar con la fiesta que comenzó en otra ciudad, en otro mundo, en el corazón de un siglo ya pasado.

    Juan nació en 1935, Jean Yves diez años después. Juan estudió arquitectura en Buenos Aires pero bien pronto se transformó en uno de los artistas conceptuales más importantes de Buenos Aires. Participó del núcleo original del Instituto Di Tella, ganó el Premio Braque en 1965. Las condiciones de vida bien pronto le quedaron claras y tuvo que abandonar el país.

    Juan: Teníamos varios problemas. Por un escrito en una pared que decía "La concha de Onganía" cerraron el Di Tella, y a mí ya me habían puesto preso dos veces... Preso por nada. Y la gente que iba al Di Tella siempre estaba perseguida. Con Alfredo Arias decidimos irnos de la Argentina. Yo soy como los gatos, me acomodo. Estuvo bien irme, en Argentina me metieron preso y ni sabía por qué. Bueno, una vez sí, fue por tirar una obra mía en la calle. Me llamó la policía y me preguntaron: “¿esto es suyo?”. Cuando dije que sí, me metieron preso. Así no se podía vivir.

    Para el último espectáculo del que participó en el Di Tella, Juan se hizo un traje de mujer que usó él mismo. El resultado (por supuesto, exquisito) fascinó a Alfredo Arias que comenzó a pedirle vestuarios. Después Juan trabajó para la industria de la moda, dio cursos en escuelas de estilismo (“pero yo no explicaba la moda, sino cómo inventar las cosas”). Fue ese momento en que las artes ampliaban su campo de operaciones el mismo que le permitió ampliar su territorio, volverse un ciudadano del mundo y un argentino de París, rótulo que inventó Copi para si pero que a Juan y a Jean Yves también le calza, sobre todo porque Jean Ives es francés pero participó y participa con la misma algarabía de esa “internacional argentina” distribuida por la galaxia. Ahora, juntos, están presentando sus obras en la muestra “Cabezas” del Centro Cultural Recoleta y, al mismo tiempo, exponen y venden cuadros y cerámicas en Seguí 3922 (timbre 2, pedir cita al Cita 1168657740).

    De hecho, la casita de la Boca tiene sus pisos puntuados por cerámicas hechas por ellos mismos. Una casa chorizo con un jardín al fondo en la que el arte hunde sus raíces y los materiales se confunden, porque todo está hecho para la vida buena. Un gran ventanal de vidrio separa el jardín del interior, en el que se acumulan cuadros, libros, objetos. Un pájaro que ha hecho nido en el limonero del fondo cada tanto rebota contra el vidrio. “Es que ve su reflejo y se abalanza”, dice Juan. Pero en verdad, no es un reflejo, sino un sueño, el sueño del nido permanente que han construido Juan y Jean Yves a lo largo de los años, el sueño de una felicidad de la cual todos quisiéramos formar parte. “Una vez entró uno”, dice Jean Yves. “Nos costó mucho sacarlo”.

    ¿Cuándo llegaron a París?

    Juan: Llegué a París por primera vez en 1966 y la segunda en 1968, echado de Nueva York.

    ¿Quién te echó?

    ¡Los americanos! Porque me robé un par de medias.

    Jean Yves: Yo llegué en septiembre de 1965, para estudiar literatura y empecé a trabajar en teatro con Patrice Chereau. Soy parisino, pero había estado viajando. Llegué desde Bretaña, pero ya en Venecia me habían dicho que había un grupo de argentinos fabuloso que hacían cosas en París [se refiere al grupo TSE, del que formaron parte Arias y Marilú Marini, entre otros]. Yo me integro, no hay lugar en donde me sienta extranjero. Todo eso era como un sueño para mí: nuestro mundo era el centro de la tierra, éramos como intocables, vivíamos con humor.

    Conocí a Copi ese mismo año en un antro gay, mezcla de bar y dark room (aunque esas palabras no se usaban en la época)... Yo tenía 20 años, él un poco más. Me invitó al día siguiente a ver una obra de él, El día de una soñadora, que me gustó mucho. Después empecé a salir con él, a pasear, comer, era una vida de fiesta. Era el gran momento de París, de la libertad, de la gracia, era todo fácil.

    Copi ya era famoso por las historietas que publicaba en Le Nouvel Observateur, la gente compraba la revista por Copi, que era como una vedette, la gente lo amaba. Su imagen era más grande que su trabajo, en ese momento. Era una persona de una libertad intelectual, moral y física completamente aparte. Era el tipo ideal del inmigrante de lujo, de buena familia, todo el mundo quería conocerlo. Podía ser muy callado o muy expansivo, pero siempre muy divertido, le gustaba bailar toda la noche.

    Juan, ¿vos cuándo lo conociste a Copi?

    Juan: Lo conocí en el 1970. Yo vivía en ese momento en Londres. Y Alfredo Arias me llamó para hacer la ropa de la obra Eva Perón. Me vino muy bien volver a París, para mí es una cosa del destino.

    Vos fijate que apenas llegué a la ciudad, me fui para lo de Copi y me abrió la puerta este señor (señala a Jean Yves) completamente desnudo.

    ¿Vivía con Copi?

    Juan: Sí, pero como amigos. En ese momento este señor estaba haciendo sus cosas con otro.... Fue el 13 de enero de 1970, y ese mismo día comenzó una relación que no sabíamos que iba a convertirse en 50 años de vida y de trabajo.

    Y todo por Copi...

    Juan: Todo eso pasó a causa de esa obra de Copi, Eva Perón. Algo le debo a Copi... Sin ser La Celestina, nos encontramos en su casa. Y como Jean Yves era un chico muy sexual (Jean Yves hace muecas), tenía que estar desnudo.

    A partir de ese encuentro decidí que volvía a París para vivir con él, no por Eva Perón ni por el teatro, ni por el arte, sino por él. Y con él.

    Juan y Jean Yves parecen tener una coreografía perfeccionada con los años. Juan es más sedentario, Jean Yves más hiperquinético. Cada cosa que se dice le da ocasión para levantarse y buscar una foto, o traer un café, o prender un cigarrillo (Jean Yves fuma, Juan no). Es como uno de esos pájaros que, del otro lado del vidrio, revolotean sin cesar.

    Los dos son de una generosidad infrecuente. Juan había fijado las cinco de la tarde como horario para terminar con la entrevista. Pero después le pareció que podíamos seguir conversando hasta las seis. Jean Yves nos dejó ver su álbum de fotos personales. “¡Pero esas no las publican!”, advirtió Juan.

    ¿Cómo era el ambiente parisino de esa época?

    Juan: No hay que olvidarse de la época: los años 70. Todo era más barato, alquilabas por nada, era más fácil, te las arreglabas con nada en París, y el espíritu de la gente era de mayor libertad. Yo nací en Argentina, pero podría haber nacido en cualquier otro lado. Éramos más internacionales. Desde chico que yo quería vivir en Francia, desde que me contaron la historia de la Revolución Francesa y de cómo la cortaron la cabeza a la reina. Creo en el azar, no profundizo tanto.

    Jean Yves: Después del 68 cambió todo. En París todo era invención de la libertad, sexual, de todo. Había un grupo de gente con una libertad creativa que se permitía todo, también con excesos de todo. París era un poco el centro de la libertad europea y nosotros éramos parte de esos movimientos de liberación.

    Juan: Ahí vinieron las nuevas tendencias de arte plástico, de teatro, y a nosotros nos preocupaba el medio teatral y también la moda, y se podían hacer muchas cosas de forma muy fácil. Hacíamos impresiones de camisetas, accesorios, y de golpe el mundo de la moda nos exigía un compromiso económico, industrial, que no podíamos asumir. Así que seguimos en el mundo del teatro, un mundo en el que éramos más nosotros mismos, por fuera del negocio. Yo creo mucho en el destino, vamos de un lado a otro pero siempre en el mundo artístico. No podemos estar en el negocio.

    Con el grupo TSE...

    Jean Yves: Pero no solamente. También hicimos vestuarios para óperas en Bruselas y otros teatros europeos. Eva Perón fue un éxito enorme, con la bomba que puso la Triple A [en rigor, no fue la AAA, sino un comando de la derecha peronista no identificado]...

    Juan: Copi era un amigo y nos veíamos todo el tiempo. Era tan simple para mí trabajar con él, era un placer. Para él yo era la persona indicada para hacer la ropa, y eso que conocía a Yves Saint Laurent.

    ¿Qué extrañan de aquella época?

    Juan: (se ríe) Los años que teníamos... Yo ya la viví, y lo que vos vivís en una época no se va a repetir, pero vos cambiaste la época. Hoy en día la gente joven vive de otra forma, tienen otros medios que nosotros no teníamos.

    Jean Yves: había posibilidad de todo, éramos artistas, fue una gran época de creación.

    Pero ustedes además crearon una forma de vivir juntos...

    Juan: Es que no solo fue la tensión sexual lo que compartimos... Desde el primer momento yo sentí que me entendía, nos gustaba lo que hacíamos, es algo que no puedo explicar, simplemente me llegó.

    Jean Yves: Juan siempre fue muy divertido.

    Juan: Yo nunca tuve que esconder nada. Y no me interesa qué hace la gente de su vida privada. Nosotros salimos, vamos juntos a hacer las compras, qué se yo lo que piensa la gente. Tampoco me preocupa. Tenemos esta casa, esta vida en común. Trabajamos juntos. Hemos vivido en otros lugares.

    ¡Cincuenta años de vida en común! Uno quisiera trabajar para una revista del corazón y poder proponer un conjunto de reglas para la correcta conyugalidad, esos consejos que hasta los diarios más conservadores brindan a sus lectores. Pero con Juan y con Jean Yves resulta evidente que no hay nada de eso: ni reglas estrictas, ni decálogo de obligaciones. Todo fluye con la naturalidad del amor, eso “que no se puede explicar”: cómo cada uno espera que el otro termine de hablar, cómo cada uno completa o se ríe de lo que el otro dice, cómo se chicanean sin malicia (“Él nunca encuentra las llaves..., para mí que lo hace a propósito”, dice Juan; “él tiene unos cuantos años más que yo”, dice Jean Yves). Una fluidez que tal vez provenga de haber podido cumplir con todos los deseos, de haber podido habitar todos los espacios, de haberse conocido en ese momento en que la imaginación, por un instante, tomó el poder.

    Unas vidas unidas por la imaginación y una comunidad que eligió no prescindir del arte, entendido en toda su potencia de transformación, seguramente tiene anticuerpos suficientes como para resistir a la malicia del mundo.

    Por supuesto, ya hace mucho tiempo que no van a bailar y las nuevas tecnologías constituyen, como para nosotros, una barrera insalvable.

    Jean Yves: La última vez que salimos fuimos a Contramano. ¡Cuánta cocaína que había!

    En una semanas, les comentamos, un amigo artista y diseñador hace una fiesta de disfraces. Desde ya, los invitamos.

    Juan: ¡Vamos seguro! Yo recupero mi primer vestuario y voy disfrazado de señora.

    ¡De la Mujer Sentada! Le respondo. Y cuando nos estamos yendo Sebastián Freire y yo, agrega: "Vengan". Y nos llena los bolsillos con limones del árbol del patio trasero. 



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  • Título: "Argentinos en París": fotografías en diálogo con las Yeguas del Apocalipsis
    Autor: Agencia TELAM
    Fecha: 10/10/2019
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    Como un diálogo con la producción de "Yeguas del Apocalipsis", se presenta "Argentinos de París" que reúne una selección inédita de fotografías, diseños y material bibliográfico y audiovisual sobre la colaboración entre el escritor y dramaturgo Copi y los artistas Juan Stoppani y Jean-Yves Legavre. Curada por Daniel Link, la muestra ubicada en segundo piso de Proa21 propone un encuentro entre dos escenas artísticas de los 80, la de las Yeguas en Chile y la de Copi (1939-1987) y sus colaboradores en la Argentina. "La recuperación de los regímenes democráticos en los países de América Latina permitió el desarrollo de micropolíticas sobre la sexualidad, el deseo y lo viviente que transformaron el horizonte emancipatorio de las década del setenta en algo nuevo", dice Daniel Link, curador de la exposición que irá mutando hasta diciembre por Néstor Perlongher y Osvaldo Lamborghini. "No sólo -explica Link en el texto curatorial- se trataba de sostener una memoria sobre los infiernos y el terror padecidos, sino también de habilitar un tiempo futuro no condicionado por el régimen heteropatriarcal que había sido el fundamento de las dictaduras de todo tipo que azotaron el continente". La muestra, que ocupa la mitad de la sala del primer piso, cuyo epicentro se concentra en una pantalla donde se proyecta una entrevista a Stoppani y Legavre, reúne desde los diseños originales realizados por Stoppani para el vestuario de "Le Frigo", de Copi, hasta las fotografías del estreno de "Eva Perón" en el Teatro L'Epée de Bois de París en 1970.

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