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El Premio Pictet de fotografía y una antología de la obra de Kara Walker reflexionan sobre la sostenibilidad, la migración y la marca de los estereotipos racistas.
Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.
El premio Pictet en Proa. | Foto:Cedoc
Fundación Proa inaugura por estos días dos muestras diferentes pero con muchos puntos en común. Por un lado, la décima edición del Prix Pictet, uno de los más importantes galardones del mundo destinados a destacar el concepto de “sostenibilidad”. Y por otra parte, una antología de la obra de Kara Walker, una destacada artista estadounidense cuyo trabajo gira en torno a conceptos como la cultura popular, los estereotipos, la raza, el género y la violencia (ver recuadro en la otra página).
En ambos casos, las obras tiene el valor de un testimonio, un gesto artístico que señala (mejor que ningún otro lenguaje) las heridas de una sociedad desigual.
Patrocinado por el grupo suizo de inversión Pictet y con un premio de US$ 120.000, el Prix Pictet se otorga cada dos años, a partir de temas en relación con la “sostenibilidad”. A diferencia de otros certámenes, los participantes no se presentan espontáneamente sino que son nominados. Y el premio no se otorga a una pieza única sino al proyecto general de un artista.
En cada edición hay un tema guía. En la última, la que puede verse ahora en Proa, el tópico es la palabra “Human”. En ediciones anteriores fue “Agua”, “Tierra”, “Consumo”, “Desorden”, “Esperanza” y “Fuego”, entre otras temáticas.
El certamen ya ha convocado a más de 5000 fotógrafos para participar y 300 expertos — críticos, curadores y especialistas en artes visuales— para nominar proyectos en relación con los temas del premio. Los artistas seleccionados conforman una exhibición itinerante que recorre las principales capitales del mundo.
“El Prix Pictet se ha consolidado como una plataforma global para el pensamiento visual crítico, en la que convergen estética, ética y compromiso con el entorno. Su impacto no solo radica en el prestigio artístico de los seleccionados, sino también en la manera en que las obras contribuyen a generar conciencia y reflexión sobre la fragilidad — y la posibilidad— de los ecosistemas humanos y naturales”, explica el texto de presentación del premio.
“Para Fundación Proa, mostrar por primera vez en la Argentina el Prix Pictet significa abrir un espacio de encuentro entre la fotografía contemporánea y las preguntas urgentes del presente -sostiene Adriana Rosenberg, presidenta de Proa-. Este premio, que reúne a artistas de todo el mundo para reflexionar sobre los vínculos entre imagen, sostenibilidad y condición humana, dialoga de manera natural con la misión de Proa: acercar a la comunidad producciones de excelencia que estimulen el pensamiento crítico, la sensibilidad artística y el debate cultural”.
La buena noticia es que proximamente Proa promoverá un premio Pictet sudamericano, en alianza con la institución suiza. Con una larga tradición en la exhibición de fotografía, que comenzó en 2000 con la muestra “Éxodos” de Sebastião Salgado, la institución buscará destacar la trayectoria de importantes fotógrafos de la región.
Por otra parte, Pictet cerró un acuerdo con el Museo Nacional de Bellas Artes para exhibir en sus salas cada edición del Prix, en su paso por Buenos Aires.
Los elegidosArtistas de todo el mundo forman parte de la selección de “Human”. Ellos reflejan sus entornos geográficos y sus espacios de investigación con una diversidad de técnicas y personajes notables. La lista de nombres es extensa: Hoda Afshar (Irán), Gera Artemova (Ucrania), Ragnar Axelsson (Islandia), Alessandro Cinque (Italia/Perú), Siân Davey (Reino Unido), Federico Ríos Escobar (Colombia), Gauri Gill (India), Michał Łuczak (Polonia), Yael Martínez (México), Richard Renaldi (Estados Unidos), Vanessa Winship (Reino Unido/ Bulgaria) y Vasantha Yogananthan (Francia). La guerra, la migración, los paisajes arrasados, la violencia y la explotación son temas recurrentes en los trabajos de estos artistas.
“'Human' coloca en el centro la pregunta por nuestra condición actual. La condición humana hoy -explica Adriana Rosenberg-. Lo que me interesa especialmente de esta selección es que, aun abordando cuestiones urgentes —la migración, el trabajo, el cuerpo, las comunidades atravesadas por el conflicto o el cambio climático—, las obras no buscan el golpe de efecto. Son miradas profundas, comprometidas, sensibles, que nos invitan a detenernos y a pensar en lo que somos y en cómo habitamos este tiempo”.
La ganadora de esta edición es la artista nacida en la India, Gauri Hill. Aunque vive en Nueva Delhi, desde hace alrededor de 20 años trabaja con las comunidades del desierto de Rajastán. Ha mostrado su obra en todo el mundo e instituciones como el Museum of Modern Art de Nueva York o el Tate Modern de Londres han incorporado sus trabajos en sus colecciones.
Así describe Hill la vida en el lugar donde realiza sus fotografías: “Vivir sin tierra y en situación de pobreza en el desierto supone una dependencia ineludible de uno mismo, de los demás y de la naturaleza. Se vive al límite, en contacto directo con los elementos, y la vida es tan frágil como frecuentes las bromas. Dormir a la intemperie sobre las dunas heladas del invierno, apenas cubiertos por una lona y viejas colchas pesadas, exige que todos se agrupen, respirando juntos bajo la misma manta, junto a los perros. En esa maraña, no siempre se sabe bien qué es qué, o quién es quién”.
La obra de esta artista es sólo un capítulo de la deslumbrante extensión de “Human” y todos los hombres y mujeres que habitan sus escenarios.
De la caricatura al video, de las figuras recortadas a las esculturas monumentales, la obra de Kara Walker es excepcional por la forma en que se nutre de la cultura popular para denunciar la violencia racial y de género.
La muestra que puede verse en Proa hasta noviembre de este año reúne sus trabajos entre 1994 y 2021. Nacida en California, Walker se formó en el Atlanta College of Art y en la Rhode Island School of Design. “Uno de sus aportes más notables es la relectura de técnicas históricamente consideradas menores, entre ellas las siluetas recortadas —asociadas al ámbito doméstico y decorativo— que ella expande y resignifica a escala monumental, transformándolas en frescos contemporáneos capaces de interpelar desde lo visual y lo simbólico”, explica el texto curatorial de la muestra. Sus inmensos monumentos, que pueden verse en maquetas y fotografías, “se apropian de los códigos del monumento público para subvertirlos desde adentro: en lugar de exaltar gestas consideradas 'heroicas', revelan ausencias y violencias invisibilizadas por esa retórica celebratoria”.
La obra de Kara Walker (Stockton, California, 1969) desafía los cánones sin impostar solemnidad. La estadounidense, cuyo trabajo se puede ver por primera vez en la Argentina en la recién inaugurada muestra en Fundación PROA, se apodera de relatos históricos, sin rigor y con interpretaciones propias, para repensarlos en el presente a la luz de las corrientes que trabajan sobre las minorías, los feminismos, las disidencias, el racismo y la opresión. En pocas palabras: piensa y trabajo sobre aspectos de la historia que están por fuera de los discursos hegemónicos de Estados Unidos.
Walker es reconocida por sus composiciones con siluetas recortadas que utiliza en animaciones, dibujos y grabados. La técnica nace en el siglo XVIII en Francia como una forma barata de realizar retratos en tiempos de guerra. Se utilizaba tanto en la corte como en las clases más bajas. La técnica se popularizó en Estados Unidos, tanto que desde presidentes hasta esclavos se hacían retratar como siluetas.
Carta de presentaciónLa muestra de PROA funciona como una carta de presentación para el público argentino; una antología no cronológica donde conocer sus trabajos más emblemáticos y técnicas para visitantes no acostumbrados a conocer de primera mano a los artistas contemporáneos de la escena mundial.
La exhibición abre con dos puntas: por un lado, una serie de dibujos tempranos, donde solo con la figura de dos personajes compone escenas con fuerte humor negro e impronta crítica al dominio blanco y el patriarcado.
Títulos cortos acompañan sus dibujos: “Chicas libre del norte”, “Palabras muy pesadas para mi cabeza” o “Destruyendo el terror” sirven como guía para interpretar esas composiciones por momentos crípticas. La técnica de dibujo que utiliza Walker encuentra sus referencias en la ilustración popular del siglo XIX, la caricatura, los cuentos infantiles y los caprichos de Francisco de Goya.
Por otra parte, un tríptico, que emula a un retablo bizantino, surgido durante una residencia en Roma en 2016. Empapada de la simbología católica que se cruzaba a cada paso de la capital romana, la artista reflexionó sobre el martirio, el mito y la iconografía cristiana anclada en la historia estadounidense y el tráfico de esclavos. Allí aparecen nuevamente las siluetas de dos mulatos, una mujer y un hombre a cada lado.
En el centro, donde en el arte sacro se ubica la figura de la Virgen, el dibujo de una escena donde la protagonista es la estatua colosal de una mujer negra desnuda que es levantada desde el suelo por figuras más pequeñas.
Entre la multiplicidad de formatos que trabaja Walker figuran también los videos, donde marionetas hechas de siluetas protagonizan pequeñas escenas. Nuevamente, ese corto que recuerda a las películas mudas de inicios del cine esconde una narración que combina violencia, tensión moral y acción. La factura de la obra emerge cuando aparece la mano de la artista asomando en la escena moviendo sus marionetas. Es un recuerdo de que Walker toma episodios de la historia, pero evita el rigor histórico a partir de incorporarles su mirada, su mano, no exenta de los sesgos.
El corazón de la muestra, la sala 2, alberga murales y serigrafías de amplio despliegue. Un mural de siluetas de papel recortadas –"Endless Conundrum", "An African Anonymous Adventuress"– examina la apropiación y exotización de la identidad y la cultura africanas. Deja de lado los temas relacionados a la esclavitud para abordar cómo los motivos tribales africanos jugaron un papel clave en la transición de del realismo a la abstracción y la deconstrucción del espacio en la obra de artistas como Pablo Picasso y Alberto Giacometti.
Frente a esta obra se despliega un conjunto de 27 serigrafías, "Aproximación a la emancipación", un titulo que refiere a la Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln, el documento donde el ex presidente de Estados Unidos abolió la esclavitud en 1863. Con una técnica victoriana de recortes sobre papel negro y micro escenas con destellos maravillosos Walker realizó una interpretación irónica de esta política que puso un punto final a la esclavitud, pero no a la segregación.
Lo que a simple vista parece un cuento de hadas, rápidamente abre paso a lo terrorífico. Allí personas con rasgos afroamericanos aparecen con extremidades animales, hay escenas de lesbianismo, abortos, niños que vuelan y hasta se cuelan personajes de Alicia en el país de las Maravillas.
Por último, PROA presenta dos grandes trabajos tridimensionales de Walker: las esculturas de tamaños monumentales que se vinculan, dialogan e interpelan con la idea de monumento como distinción al mérito. Se presenta el registro fotográfico de dos de sus proyectos más emblemáticos así como maquetas y bocetos que son obras en sí mismas.
De sus trabajos escultóricos la fundación exhibe el proyecto que la llevó a Walker a montar en la antigua fábrica de azúcar de Domino, en Brooklyn, Nueva York, una inmensa escultura de una esfinge mitad animal mitad mujer con rasgos afroamericanos.
Es la mummy, un personaje muy arraigado en la cultura estadounidense, asociado al cuidado y la servidumbre. Está recubierta de azúcar, motor de vastas plantaciones en el Caribe y en Norteamérica donde trabajaban los esclavos. La artista busca poner en el centro del debate a las mujeres, la sexualidad, la esclavitud, el refinamiento del azúcar, su consumo excesivo y adictivo, la desigualdad de la riqueza y el poder industrial que utiliza el cuerpo humano para obtener lo que necesita sin importar el costo de la vida y la integridad física.
Visita guiada con la curadoraLa curadora Sofía Dourron (el sábado 13 de septiembre a las 17 brindará una visita guiada por la muestra en PROA) sostiene que la artista está “pensando y mostrando aspectos de la historia que normalmente no están dentro de los discursos hegemónicos respecto a la historia que está escribiendo en Estados Unidos”. “Lo hace de manera tal que los materiales y las técnicas que ella elige usar van siempre de la mano de lo que ella está tratando de trabajar en esas obras”, apunta.
El segundo proyecto de tamaño monumental es el que realizó en 2019 para la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres, un espacio emblemático para acoger proyectos de gran envergadura. Walker partió de uno de los monumentos más importantes de la capital inglesa, el Victoria Memorial, el homenaje a la reina Victoria ubicado a metros del Palacio de Buckingham. Fue la primera vez que llevó sus esculturas monumentales fuera de Estados Unidos y con la que exploró las historias interrelacionadas de Europa, África y América.
En la cima de la versión de Walker una Venus arquea su espalda mientras desde su garganta emerge un chorro de agua, al igual que de sus pechos. Las figuras humanas que decoran su fuente están demacradas y abandonadas; otras aparentan estar cargadas de avaricia y orgullo, vestidas con trajes náuticos que les quedan mal o con un conjunto caricaturizado de un imaginario "traje nacional" africano.
Llega al punto de incluir su propia versión de, como la llama ella, “la reina Vicky”, una mujer con su pollera levantada en actitud sexual. Para la artista la existencia del imperio británico, el que la reina Victoria terminó de dar forma durante el segundo reinado más largo de la historia del Reino Unido, fue clave para el tráfico de esclavos en Estados Unidos.
Kara Walker en Fundación PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929) de miércoles a domingos de 12 a 19, hasta noviembre 2025.
ARTE
Kara Walker Por primera vez en la Argentina se presenta una selección de obras que resumen 25 años de producción de la artista estadounidense, una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo internacional. Reconocida por sus composiciones con siluetas recortadas, Walker ha desarrollado un lenguaje visual único para indagar en las relaciones de poder, articulando narrativas que confrontan la historia oficial de los Estados Unidos y la cultura visual contemporánea.
De miércoles a domingo de 12 a 19, en Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929. Entrada: $6000.
En 2019, Kara Walker recibió una invitación muy esperada para cualquier artista contemporáneo: fue seleccionada para intervenir la Turbine Hall de la Tate Modern de Londres, un espacio emblemático del museo destinado a encargos únicos de gran escala. Fiel a su estilo, la respuesta de la estadounidense fue provocadora: construyó allí Fuente americana, una instalación de trece metros de alto inspirada en el Victoria Memorial. Presentado en 1911 y terminado en 1924, este monumento fue erigido frente al Palacio de Buckingham para conmemorar a la reina Victoria, figura asociada al apogeo del Imperio Británico y a su política de colonización global. El “contramonumento” inaugurado casi un siglo después cuestionaba las narrativas de poder, y ponía foco en los orígenes de la diáspora africana.
En el corazón de uno de los museos más importantes de Gran Bretaña, Walker reemplazó por ejemplo a la diosa alada Victoria por una “Venus negra”, rodeada por tiburones que acechaban desde el agua y personajes que incluían a un capitán inspirado en Toussaint L’Ouverture, líder de la revolución haitiana. En su versión destinada a repensar la historia, la soberana –rebautizada como “Reina Vicky”- ya no aparece sentada en su trono sino en la parte posterior de la fuente, en el segundo nivel. Ubicada junto a una personificación de la Melancolía, se ríe a carcajadas.
Los bocetos y la maqueta de esa obra se exhibirán desde mañana a las 17 en Fundación Proa, junto a otras realizadas durante un cuarto de siglo, en su primera muestra en Sudamérica. También se presentará por primera vez en América Latina la exposición Human, décima edición del prestigioso Premio Pictet, el principal concurso internacional dedicado a la fotografía contemporánea enfocada en sustentabilidad, que anunció el lanzamiento de una versión sudamericana. Esa última reúne las doce series finalistas que abordaron algunos de los grandes desafíos de la humanidad: la migración, los conflictos bélicos, el trabajo, la memoria y las tensiones entre desarrollo y degradación ambiental.
“Hay un hilo conductor entre ambas muestras, que es la problemática de la migración, la marginación, con los choques entre diferentes culturas”, explicó Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa, que trajo también por primera vez a la Argentina muestras de otros artistas muy relevantes como Marcel Duchamp, Ai Weiwei, Alexander Calder, Louise Bourgeois, Christo y Jeanne-Claude.
En este caso, la combinación de exposiciones construye según Rosenberg “un relato sobre lo social, lo moral, lo político. Hay algo muy antropológico en las dos: retratan situaciones concretas, personas reales, escenarios marcados por la fragilidad o la resistencia. Ambas muestras, a su modo, se acercan a los extremos de la experiencia humana: desde el sufrimiento hasta la dignidad, desde la violencia hasta la posibilidad de imaginar otros modos de estar en el mundo”.
Encontrar nuevas formas de visibilizar temas complejos fue justamente lo que impulsó la carrera internacional de Walker en 1994, cuando sorprendió en el Drawing Center de Nueva York con un mural de siluetas de papel que resignificaban una técnica popular del siglo XVIII. Parecidas a las que se exhiben ahora en Proa, de lejos parecen simples e inocentes. Hay que detenerse en los detalles para descubrir situaciones inquietantes.
Otro hito en su carrera lo marcó dos décadas después, cuando construyó la instalación titulada Una sutileza: o… La maravillosa Sugar Baby. Fue creada dentro de la antigua fábrica Domino Sugar Factory, una planta refinadora de azúcar que estaba en vías de demolición de Brooklyn. La pieza central era una esfinge de más de diez metros recubierta de azúcar blanco, con labios carnosos y pañuelo en la cabeza. Su reproducción en gigantografía ocupa ahora una pared de esta muestra antológica, que incluye además dibujos y videos.
La monumental obra no solo evocaba las esfinges egipcias, símbolos de poder y eternidad, y a los millones de africanos que fueron forzados a trabajar en plantaciones del Caribe y de América del Norte. Su título aludía también a una escultura de azúcar servida en banquetes aristocráticos de la Europa medieval para exhibir lujo y poder, así como al uso popular del término que designa a mujeres jóvenes mantenidas económicamente por hombres mayores. “Esta referencia introduce la dimensión de sexualización y desigualdad que históricamente ha atravesado los cuerpos femeninos”, apunta el texto de sala, antes de agregar una cita de Walker sobre esta obra: “La razón principal para refinar el azúcar es volverlo blanco –reflexiona-. Incluso la idea de volverse ‘refinado’ parece coincidir con la forma en que Occidente aborda el mundo”.
Kara Walker y Premio Pictet Human, en Fundación Proa (Av. Don Pedro de Mendoza 1929) desde mañana a las 17 hasta noviembre. Inauguración con entrada gratis. El resto de los días: $6000 la entrada general; $4000 para estudiantes, docentes y jubilados; menores de 12 años sin cargo.
Por primera vez en Argentina y en Sudamérica, Fundación Proa presenta una exposición dedicada a la artista estadounidense Kara Walker (Stockton, California, 1969), una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo internacional. Reconocida por sus composiciones con siluetas recortadas y su singular capacidad para articular narrativas que confrontan la historia y la cultura visual, Walker ha construido un lenguaje inconfundible que combina belleza, ironía y crudeza conceptual. La muestra, que podrá visitarse entre septiembre y noviembre de 2025, reúne una selección de obras realizadas entre 1994 y 2021, ofreciendo un recorrido por más de veinticinco años de producción. Desde sus grandes murales en papel —que resignifican una técnica popular del siglo XVIII— hasta esculturas en bronce, dibujos, grabados, textos y videoanimaciones, el proyecto conforma un panorama exhaustivo de su vasta trayectoria. Formada en el Atlanta College of Art y en la Rhode Island School of Design, Walker alcanzó notoriedad a mediados de los años noventa cuando comenzó a trabajar piezas murales mediante la técnica del recorte en papel, creando escenas tan inquietantes como perturbadoras que dicen todo sin mostrar nada. En Fundación Proa, el público podrá aproximarse a estas emblemáticas instalaciones y también a un conjunto de piezas realizadas en otros soportes mediante los que la artista explora la materialidad, el montaje y la escala para interrogar los mecanismos simbólicos que sostienen las estructuras sociales del presente.
El dibujo ocupa un lugar central en esta muestra antológica. La artista ha desarrollado una extensa obra sobre papel que incluye grafito, acuarela, collage y tinta, con referencias abiertas a la ilustración popular, la caricatura decimonónica, los cuentos infantiles y la obra de Goya y Daumier. A esto se suman videoanimaciones como 8 Possible Beginnings (2005) y Prince McVeigh and the Turner Blasphemies (2021), en las el que traslada su imaginario al cine de animación mediante técnicas como el stop motion y teatro de sombras, enfatizando así su investigación crítica del lenguaje y la memoria. Con el apoyo del Walker Art Center y la Galería Sikkema Malloy Jenkins, la muestra se desarrolla en tres salas, trazando un panorama completo de los momentos más significativos en la producción de esta artista cuya mirada cautiva y desafía al espectador. En la primera sala se presentan dibujos y un video muy tempranos. En la segunda proponemos un diálogo entre la obra mural de siluetas recortadas enfrentadas a una serie de grabados que, juntos, organizan un relato cinematográfico; mientras en la última sala se concentra la problemática de los Monumentos mediante documentación de las obras a gran escala en las que Walker recrea, contrapone y propone a los nuevos héroes de la historia.
Del 6 de septiembre al 30 de noviembre. Puede visitarse de miércoles a domingos de 12 a 19.
Entrada general, 6.000 pesos: estudiantes, docentes y jubilados, 4,000; menores de 12 años sin cargo y miércoles entrada gratis.
Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929).