Prensa Publicada
Fundación Proa presenta la obra del notable artista Dan Graham, Whirligig (Molinete) en la que sigue desarrollando una propuesta que lo caracteriza dentro del arte público inmersivo.
Para disfrutar este proyecto de Dan Graham (1942) es necesario un cierto espíritu lúdico y el tiempo necesario para circular en esta situación donde el concepto de espacio y la producción de imágenes se problematiza de un modo muy particular. Este molinete tiene varias inspiraciones y como artista conceptual que se precie, la idea no descansa sólo en la forma o la disposición en el espacio público, sino en una serie de relaciones conceptuales que se evidencian cuando pensamos nuestro tiempo. Intentaremos profundizar en ello, siguiendo algunas claves que el propio artista ofreció en la conversación con Sandra Antelo-Suárez en el auditorio de Fundación Proa hace pocos días. Graham dice que cree “que muchas obras de arte surgen de entender las cosas a medias”, tal vez basándose en su formación no sistemática sino autodidacta. Siendo un artista particularmente esquivo y poco propenso a ocupar un sitial de privilegio, es admirado como gran innovador y considerado como un polímata de la cultura, es decir una persona que posee conocimientos que abarcan distintas disciplinas. Se comprueba listando que ha sido galerista, curador, escritor de arte, crítico de rock y, en general, un entusiasta de la cultura pop. En los primeros años sesenta, DG abrió una galería que cerró apenas seis meses después, pero allí expusieron por primera vez Sol LeWitt, Dan Flavin, Donald Judd y Robert Smithson. La John Daniels Gallery de NY fue pionera en su tiempo, para documentar un arte que abría de dejar huellas profundas en el arte conceptual y el minimalismo.
Luego de ese breve período comenzó a producir obra que se basaba en una interpelación a la cultura contemporánea, usando el estereotipo del aviso y los comentarios editoriales en distintas publicaciones. En Homes for America (Hogares para América) de 1966, definido como “un inexpresivo ensayo fotográfico” de las casas en serie de Nueva Jersey publicado en la revista Arts Magazine, se colaban ideas subliminales que señalaban el consumismo, la mercantilización y la homogeneización de la estructura comunal de la vivienda familiar. Su apasionamiento por la arquitectura es vital para entender el circuito de relaciones que su obra fue produciendo luego, considerando sus trabajos de los años setenta, los “pabellones”,híbridos entre arquitectura y televisión, por el uso de materiales como espejos y vidrios espejados que distorsionaban nuestra percepción del tiempo y el espacio así como de nuestra propia forma reflejada en un material que deforma y ‘trae’ otras formas que no están en el espacio que nos refleja. Graham sostiene que “cuando uso un vidrio espejado, trato de acercarlo a lo que Foucault llama heterotopia”, una noción del reconocido pensador francés que surge de su conferencia “Los espacios otros”. Se trata de un tipo específico de espacio que contiene dentro de sí poderes, fuerzas, ideas, regularidades o discontinuidades, que pueden clasificarse según el tiempo o el lugar al que pertenecen y abren la posibilidad de crear nuevos espacios con sus propias lógicas. Para entender este guiño teórico sobre el tema, pueden leerse una serie de textos publicados por el artista norteamericano que siguen el concepto del jardín a lo largo de la historia. Considera los primeros jardines del Renacimiento italiano como “jardines de esculturas, teatros, museos arqueológicos, enciclopedias botánicas al aire libre, academias educativas y parques de esparcimiento”, pasa al nacimiento de los parques de diversiones alrededor de 1900 cuando la iluminación eléctrica permitió “un nuevo tipo de ocio: el consumo nocturno”, y llega a los límites entre lo público y lo privado en los atrios corporativos que surgen a finales de los setenta como forma de ambientar “cinematográficamente” un lugar de ocio y esparcimiento en un lugar de trabajo. “Cuando escribo acerca de arte y arquitectura, no hablo de teoría, sino de una afición apasionada” sostiene el artista pero nuevamente, como en toda su proyección conceptualista, se cuelan los conceptos del microcosmos, la yuxtaposición cinematográfica, los significados superpuestos, la ruptura del tiempo tradicional, los espacios ilusorios y de compensación, los ritos de purificación, los sitios de acumulación y los espacios de transitoriedad que sugirió Foucault en aquel ensayo.
Siguiendo en esta línea, la directora de Fundación Proa Adriana Rosenberg destaca en el texto de presentación que “el concepto de espacio tradicional es cuestionado. Dan Graham crea un Lugar, un habitat, donde aparecen – a la manera de Borges - todas las posibles imágenes, todas las que podemos nosotros crear con nuestro movimiento, o con el cambio de la naturaleza”. El Studio de Dan Graham y el equipo de la fundación han ayudado a crear este nuevo plan que tiene un antecedente en los pabellones temporarios en combinación de paradas de autobuses y cabinas telefónicas. Aunque en Whirligig, al que Graham define simplemente como “una estructura circular de cristales espejados semejante a un laberinto diseñado para recorrer por dentro, que lleva al espectador a un callejón sin salida”, él destaca que “su forma tiene que ver con las filas para entrar a un lugar, así como con laberintos barrocos hechos en jardines”, tan urbanos y diferentes en tanto sus posibles emplazamientos lo condicionen.
No se considera un artista en sentido estricto pero su obra ha ocupado lugares en las Bienales de Venecia (1976, 2003, 2004 y 2005) y las ediciones de Documenta (1972, 1977, 1982, 1992 y 1997). En 2009 una importante retrospectiva de su obra recorrió los museos de Estados Unidos y en 2010, fue galardonado por la American Academy of Arts and Letters. Pero esta frase lo define inmejorablemente: “tal vez estoy feliz de seguir haciendo la obra que me alejó de tener éxito; quizá no tener una marca registrada reconocible también sea una virtud.”
El sábado 14 de septiembre a las 16 hs, la explanada de Proa se convierte en pasarela. La cátedra Saltzman de la Carrera de Diseño de Indumentaria y Textil de la Universidad de Buenos Aires presenta los diseños de sus alumnos, inspirados por los artistas de nuestra exhibición de arte minimalista y conceptual.
El minimalismo y el conceptualismo trascienden las fronteras de las artes visuales, influyendo decisivamente en otras disciplinas: la música, la danza, la literatura, la arquitectura y el diseño.
A partir de estos cruces, los alumnos de los tres niveles de la Cátedra Saltzman de Diseño de Indumentaria realizaron un ejercicio de conexión y reinterpretación de las obras de Bruce Nauman, Fred Sandback, Sol LeWitt, Dan Flavin y Dan Graham. Y el sábado 14 de septiembre a las 16 hslo presentan en un desfile que conecta el interior de la Fundación, la explanada y el Riachuelo.
La música es creada por Felipe Zamorano Graffigna especialmente para narrar el encuentro de lenguajes entre el barrio de La Boca y la obra de los artistas.
Alrededor de setenta conjuntos realizados por los estudiantes serán modelados en Proa. Los mismos fueron creados a partir de distintos ejercicios que tomaron como referencia a los artistas que intervienen en la muestra y que partieron de consignas variadas: diseños a partir de recortes a modo de secuencias sobre el cuerpo, abrigos espaciales y pieles adherentes en un juego de contrastes interior-exterior, y una propuesta de vestimenta de pieles vivas que juegan con el aire y la luz, entre otras.
Cabe destacar que desde 2010 Fundación Proa lleva adelante un trabajo de cooperación e investigación conjunta con la Cátedra Saltzman de la Carrera de Diseño de Indumentaria de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires. Los estudiantes tuvieron la posibilidad de crear sus diseños inspirados en las muestras El Universo Futurista (2010), la muestra de Joseph Beuys (2013), Kazimir Malevich (2016) y la retrospectiva de Yves Klein en el 2017
A finales de los años setenta Graham empezó a hacer sus “pabellones”, definidos como híbridos entre arquitectura y televisión. Allí, esculturas de acero, vidrio y materiales espejados ocupaban la totalidad de una sala y, utilizando las transparencias y los reflejos para distorsionar el sentido del tiempo y el espacio en los sujetos observadores, creaba ambientes que ponían en crisis los sentidos del espectador. Estos conceptos, trabajados previamente en sus presentaciones multimediales, buscaban problematizar psicológicamente las capacidades humanas de diferenciar entre lo público y lo privado, entre lo propio y lo ajeno.
En mi trabajo siempre hay un reflejo entre la obra como objeto en sí y la idea de la gente viéndose como sujetos que perciben y son percibidos. - Dan Graham, fragmento de entrevista con Mike Metz
En la propuesta que Dan Graham diseña para la explanada de la Fundación Proa, se trabaja el diálogo existente entre el espectador y el paisaje, entre la obra y su contexto, planteando preguntas sobre los usos y efectos de los sitios que usualmente designamos como públicos.
“El molinete (Whirligig) es un espejo bidireccional, una estructura circular diseñada para que el espectador la camine y se sienta cómo en un laberinto hasta que llega a un punto sin salida. Los espejos bidireccionales son ambos reflexivos y transparentes cambiando esta condición de acuerdo a los cambios de luz solar. A medida que los espectadores de cada lado caminan por este espejo bidireccional podrán observar los cuerpos de cada uno mirando a su vez aquello que rodea la PROA y al barrio. El trabajo puede ser visto como un espacio lúdico o como una divertida casa de juegos para las más chicos. La obra de Dan Graham no debe ser observado simplemente como un objeto escultórico en el espacio público sino que su propósito es que el espectador tenga una experiencia al atravesarlo”
Todas las imágenes son gentileza de Fundación Proa. La muestra podrá visitarse hasta fines de octubre de 2019, para más información puedes ingresar a su sitio Web.
Llega a Proa obras fundadoras de los movimientos minimalismo, posminimalismo y conceptualismo de los años ‘60 - ‘70. Una exhibición que les dará la oportunidad a los espectadores de tener un primer acercamiento sobre estos artistas y una forma de comprender las propuestas artísticas de aquella época.
Los tres movimientos se caracterizaron por la supremacía en la idea la cual, adquiere mayor relevancia, más que la obra en sí. Esto nos propone un acto de provocación de rebelión para aquellos años.
El minimalismo trabaja con las formas geométricas simples, los colores puros, se intenta minimizar todo lo posible el elemento expresivo y el rastro de la mano del artista tal como resultan los trabajos expuestos.
Así es como se comenzará a pensar en la desmaterialización de la obra en sí. Se apreciarán características tales como: abstracción, economía de lenguaje y medios, geometría elemental rectilínea, orden, purismo estructural y funcional, precisión en los acabados, reducción y síntesis, sencillez.
El rol del artista conceptual, lo llevará a desarrollar un lenguaje disruptivo, por encima de la forma; el proceso hasta llegar a la desmaterialización. Si la idea en sí, era la más fiel representación de la intención del artista, entonces la recepción del público daba cuenta de una comunicación sin precedente directa entre el artista y el espectador.
Es por ello que la naturaleza misma del arte conceptual hace que muchas obras hayan sido creadas en la mente del artista y que sólo existan como ideas. Algunas de las piezas pensadas por Sandback no llegaron a ser concretadas por el propio artista. En las salas de Proa, las obras que se exhiben fueron armadas con la supervisión de Amy Sandback, su viuda, adaptadas específicamente para este espacio.
El posminimalismo surge como reacción al minimalismo, los artistas buscaron desmantelar toda interferencia entre el artista y la vida real, e hicieron obras con elementos cotidianos: como cera, fieltros, sogas. Ofrecieron entonces una experiencia distinta a lo que se conocía hasta entonces: exploraron la viabilidad artística de las acciones cotidianas (caminar, masticar, tocar música), y se usaron a sí mismos como materia prima, lo que implicaba al espectador como potencial voyerista en ese proceso.
Entrevista.
Dan Graham: “Me interesa la idea de ciudad como laberinto”
Instaló hace días en Proa una obra de arte público. Define su trabajo como un híbrido entre arquitectura y diseño con algo de fotografía. Lector de Borges, se considera un artista-escritor.
El artista posa dentro de su obra, "Whirligig" (molinete), en la explanada de Proa. Foto: Luciano Thieberger.
La conversación con Dan Graham puede llevarlo a uno a los brincos de un tema o un momento histórico a otro. Intelectual polifacético, fue galerista, ensayista de arte, crítico de rock y fundamentalmente escritor, que es donde se siente más confortable. Sus obras, sin embargo, tienen mucho de objetos escultóricos o bien de arquitecturas que desafían la uniformidad del entorno.
“Yo no me formé como artista –dice–, me veo a mí mismo más como un artista-escritor, como todos los artistas de mi círculo. Dan Flavin quería ser como Joyce; Smithson, como Borges. A Carl Andre le encantaba la poesía de Ezra Pound. Nos pensábamos más como escritores que como artistas”.
–¿Cómo debería entenderse esa combinación?
–Los jóvenes como yo, crecimos en la ciencia ficción. Yo fui muy influido por la ciencia ficción y esa fue una de las razones por las que me interesé en Borges a quien considero un escritor de ciencia ficción o al menos lo fue en sus comienzos.
–¿Sigue interesado en él ?
–No, ya no.
–¿Cómo fue ese vínculo que ya no es?
–Sus traducciones eran muy escasas. Una cosa que me interesó fue el esquema inspirado en La Biblioteca de Babel. Y pienso que estaba influido por Raymond Lull, un autor de Cataluña que Frances Yates, una gran investigadora, trató en un ensayo llamado El arte de la memoria.
Graham con el paisaje de Caminito reflejado en su cuerpo. Foto: Luciano Thieberger.
–¿Diría que esas cuestiones aparecen de algún modo en la pieza que acaba de instalar en la explanada de Proa?
–Mi trabajo es un híbrido, mezcla de arquitectura, diseño, algo de fotografía. Pero tengo que decirle algo: hace unos cuantos años hice unos laberintos de setos y espejos para una exhibición en Stuttgart, en Alemania, llamada “International Garden Year”. Cada tres años, la ciudad convoca a arquitectos para que rediseñen el lugar y ellos convocan a artistas. Concebida como un meeting point (punto de encuentro), la obrase llamó “2-Way Mirror Hedge Laberinth”. Ahí, pensé en combinar el tipo edificio de oficina con la arquitectura barroca y la de los márgenes suburbanos. Al final este trabajo, nunca se hizo en Alemania y ahora se hizo para el Walker Art Center de Minneapolis, en mi opinión, el mejor museo de los Estados Unidos. Ese trabajo no está para nada influenciado por Borges. Estoy interesado en laberintos pero en ese caso la fuente es más bien el escritor francés Michel Butor.
Mirá también–¿Qué en particular de Michel Butor?
–El vivió en los Estados Unidos y para ganarse la vida tuvo que enseñar en una escuela. También estaba interesado en la ciencia ficción. Le gustaba Heinlein. Pero en cuanto a mi interés por Michel Butor, a Sol (Lewitt ) y a mí nos gustaba Butor porque uno de sus relatos, Passing Time, trata de alguien que se pierde en una ciudad industrial del norte de Inglaterra –podría ser Manchester– y refiere a la ciudad como un laberinto.
–¿Es realmente Manchester?
–No, con certeza puede ser cualquier otra ciudad industrial. Para mí Manchester es una ciudad que remite al rock, Joy Division, The Fall son todas bandas de Manchester. Me interesa esa idea de la ciudad como laberinto. Desde su formación como arquitecto, Sol Lewitt veía su trabajo como un plano de ciudad. Él fue quien me dijo que uno de los mejores planos de ciudad que habían sido pintados era el de Turín por Giorgio De Chirico. También Donald Judd fue inspirado por el mapa de su ciudad, Kansas.
–O sea que el mapa de la ciudad fue importante para varios de ustedes.
–Sol Lewitt y yo también estábamos interesados en el constructivismo ruso. Sol había hecho unos registros de la muestra de constructivismo que tuvo lugar en el MoMA, creo que en 1965. Las pinturas tempranas de Judd también revelan esa influencia.
–Y la obra de Flavin también, ¿no? De las piezas exhibidas aquí, los dos cuadrados de luz en el ángulo de la sala remiten al lugar que Malevitch asignó al cuadrado negro en la última exposición futurista de 1915.
–Si, todos estuvimos bastante influidos por el constructivismo ruso. Judd era de Kansas City, una ciudad de arquitectura,neoclásica y, siendo adolescente, se mudó a Nueva Jersey. Pienso que mudarse a otra ciudad para un adolescente debe ser muy dramático.
–¿Se conocieron ustedes entonces?
–No, no.
–¿Dónde y cuándo se conocieron?
–Brevemente, cuando hice una exhibición llamada Plastics en mi galería, John Daniel’s gallery. Para esa exhibición, le pedí una pieza a Donald Judd.
–¿Cómo fue la experiencia de su galería?
–Un fracaso. Duró muy poco, aunque ahora se la considere por los artistas que expusieron allí (Dan Flavin, Donald Judd , Robert Smithson y la primera exhibición individual de LeWitt), no funcionó.
Dan Graham y su laberinto en el paisaje de La Boca. Foto: Luciano Thieberger.
–¿Y su relación con la música? Tengo entendido que ejerció la crítica de rock.
–Cuando yo era adolescente, escuchábamos mucha radio en nuestros dormitorios y yo hacia de disc jockey (DJ). La radio fue una lengua secreta para muchos adolescentes. Además de música, había radio dramas o radio teatros. Elvis Presley, que era de Misisipi, desde los 14 años visitaba las estaciones radiales que difundían la música negra.
¡¡Ah!! déjame mencionarle una suerte de collages de sonidos que hizo Jack Goldstein, probablemente uno de los mayores artistas americanos. Tomó esa era de la radio en una pieza que se llamó “El gato ahogado”. Casi todo el material venía de la radio. Esos fueron los años 60. Hay un ensayo de Walter Benjamin que me pareció oportuno para lo que sentía frente a la década corporativa de los 70, Benjamin critica un historicismo falso que afecta la continuidad y dice: si no te gusta la última década, invéntate una década falsa. Bueno ahí están los 60: figuras como Sam Phillips, Jerry Lee Lewis, Little Richard eran musicalmente muy importantes. Pienso que Mick Jagger tomó de él muchas ideas. Esa fue mi generación y mi formación. Mi madre me acercó también a Margaret Mead.
–A propósito, el otro día le escuché que no toleraba el feminismo académico. ¿Cómo es eso?
–Es que conozco a muchas feministas que ingresaron a la docencia académica e hicieron del feminismo una forma de hacer carrera. Soy muy crítico del arte entendido como carrera o de los artistas como una marca registrada. No me interesan los artistas interesados en hacer carrera. Recuerdo una letra del primer álbum de Neil Young que dice Here we are in the years/ … where jobs become carreers. ( Aquí estamos con los años /nuestras ocupaciones se volvieron carreras).
La Fundación Proa inauguró la obra Whirligig (Molinete) del artista estadounidense Dan Graham, diseñada especialmente para ser exhibida en la vereda de la institución del barrio de La Boca.
Se trata de una estructura de forma circular realizada con vidrios espejados que son transparentes o reflectantes de acuerdo a la incidencia de la luz del sol. El espectador puede ingresar en la obra y recorrerla como un pequeño laberinto de espejos curvos sobre los que se refleja su propia figura deformada a la vez que ve más allá de la estructura los distintos paisajes de la Boca. El camino lleva a un espacio sin salida y la forma, según el artista, tiene que ver con las filas que se hacen para ingresar a algún lugar.
La obra Whirligig está emplazada sobre la vereda de Proa y puede recorrerse libremente durante las 24 horas del día hasta el mes de febrero de 2020
El reconocido artista estadounidense Dan Graham inauguró en la fundación Proa la instalación “Whirligig”, 2019 (Molinete), especialmente diseñada para la explanada de la institución, una estructura circular con espejos bidireccionales que hacen sentir al visitante como si estuviera en un laberinto.
Esta instalación lúdica, que conduce al visitante hasta un punto sin salida, entre espejos reflexivos y transparentes que cambian de acuerdo a la luz solar, forma parte de la muestra “Minimalismo, posminilamismo y conceptualismo norteamericano – 60/70”.
Con la curaduría de Katharine J. Wright, la muestra tiene como objetivo exponer los inicios y fundamentos del arte minimalista, posminimalista y conceptual, tendencias artísticas que revolucionaron las narrativas contemporáneas.
La exhibición reúne dentro del espacio obras tempranas de los artistas fundadores de estos movimientos como Dan Flavin (con sus piezas de tubos fluorescentes), Sol LeWitt (y sus Wall drawings), Fred Sandback (sutiles piezas que delimitan el espacio) y Bruce Nauman (obras de Neón y videos).
Dan Graham ha desarrollado a lo largo de su carrera estructuras para el espacio público en diferentes ciudades del mundo que combinan arquitectura y arte.
Sus obras integran las colecciones del Whitney, el MoMA, The MET en Nueva York, la Tate Collection de Londres y el Centro Pompidou de París, entre muchas otras. La muestra se podrá visitar hasta octubre en la fundación Proa de martes a domingos de 11 a 19.
La instalación “Whirligig” (Molinete), el reconocido artista estadounidense Dan Graham, una estructura circular con espejos bidireccionales que hará sentir al espectador dentro de un laberinto, puede visitarse en la Fundación Proa.
Esta instalación lúdica, que conduce al visitante hasta un punto sin salida, entre espejos reflexivos y transparentes que cambian de acuerdo a la luz solar, forma parte de la muestra “Minimalismo, posminilamismo y conceptualismo norteamericano – 60/70”.
Con la curaduría de Katharine J. Wright, la muestra tiene como objetivo exponer los inicios y fundamentos del arte minimalista, posminimalista y conceptual, tendencias artísticas que revolucionaron las narrativas contemporáneas.
La exhibición reúne dentro del espacio obras tempranas de los artistas fundadores de estos movimientos como Dan Flavin (con sus piezas de tubos fluorescentes), Sol LeWitt (y sus Wall drawings), Fred Sandback (sutiles piezas que delimitan el espacio) y Bruce Nauman (obras de Neón y videos).
“Whirligig” se podrá visitar hasta octubre en la fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, de martes a domingos de 11 a 19.
LEA TAMBIÉN:
Dan Graham ha desarrollado a lo largo de su carrera estructuras para el espacio público en diferentes ciudades del mundo que combinan arquitectura y arte.
Sus obras integran las colecciones del Whitney, el MoMA, The MET en Nueva York, la Tate Collection de Londres y el Centro Pompidou de París, entre muchas otras.
Dan Graham vive y trabaja en Nueva York. Recientemente han realizado exhibiciones dedicadas a su obra espacios como Naftali, Nueva York (2018); Zagreb Museum of Contemporary Art, Zagreb (2017); The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (2014); Le Consortium, Dijon (2011); Whitney Museum of American Art, Nueva York (2009): Museum of Contemporary Art, Los Ángeles (2009); Walker Art Centre, Minneapolis (2009) y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Madrid (2008).
Sus obras están en las colecciones del Whitney Museum of American Art, Nueva York; The Museum of Modern Art, Nueva York; The Metropolitan Museum of Art, Nueva York; Walker Art Center, Minneapolis; MOCA; The Museum of Contemporary Art, Los Ángeles; Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C.; Tate Collection, Londres; Generali Foundation, Viena; Centre Pompidou – Musée national d’art modern, París; Moderna Museet, Estocolmo, entre otros. Participó en documenta 5, 6, 7, 9 y 10, Kassel, Alemania (1972, 1977, 1982, 1992, 1997), y en la Bienal de Venecia (1976, 2003, 2005).
l reconocido artista estadounidense Dan Graham inauguró en la fundación Proa la instalación "Whirligig", 2019 (Molinete), especialmente diseñada para la explanada de la institución, una estructura circular con espejos bidireccionales que hará sentir al espectador dentro de un laberinto.
Esta instalación lúdica, que conduce al visitante hasta un punto sin salida, entre espejos reflexivos y transparentes que cambian de acuerdo a la luz solar, forma parte de la muestra "Minimalismo, posminilamismo y conceptualismo norteamericano - 60/70".
Con la curaduría de Katharine J. Wright, la muestra tiene como objetivo exponer los inicios y fundamentos del arte minimalista, posminimalista y conceptual, tendencias artísticas que revolucionaron las narrativas contemporáneas.
La exhibición reúne dentro del espacio obras tempranas de los artistas fundadores de estos movimientos como Dan Flavin (con sus piezas de tubos fluorescentes), Sol LeWitt (y sus Wall drawings), Fred Sandback (sutiles piezas que delimitan el espacio) y Bruce Nauman (obras de Neón y videos).
Dan Graham ha desarrollado a lo largo de su carrera estructuras para el espacio público en diferentes ciudades del mundo que combinan arquitectura y arte.
Sus obras integran las colecciones del Whitney, el MoMA, The MET en Nueva York, la Tate Collection de Londres y el Centro Pompidou de París, entre muchas otras.
La muestra se podrá visitar hasta octubre en la fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, de martes a domingos de 11 a 19. (Télam)
Un laberinto realizado con unos vidrios curvos traídos directamente de Bélgica promete ser la próxima sensación del arte contemporáneo en Instagram. Así, la muestra "Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo" en Fundación Proa se suma a la catarata de posteos deselfies de arte (toda una nueva categoría) provocada por las obras de Leandro Erlich (Malba) y Julio Le Parc (CCK), hits absolutos del invierno porteño. Whirligig (molinete) semeja la entrada circular a un edificio corporativo, pero aislada de su contexto, en la vereda que da al Riachuelo, tiene la resonancia de un juego mental. Es una idea pura puesta en el espacio y lo que vemos es a nosotros mismos recorriéndola en un remix con el reflejo del exterior. Ayer, apenas quedó inaugurada con la presencia de su autor, el artista Dan Graham (Illinois, 1942), los transeúntes apuntaban sus celulares para captar los reflejos que van cambiando con la luz del sol. Esto hace deWhirligig una obra mutante cuyo efecto óptico va mutando a lo largo del día.
Graham pensó la obra como una instalación site specific (de sitio específico) para la explanada de Proa y confió su ejecución al arquitecto Kris Kimpe. La institución de La Boca hizo de las intervenciones en el espacio público una marca y, en ese sentido, Whirligig se suma a piezas emblemáticas comoMaman (popularizada como la araña), de Louise Bourgeois (2011), y "Forever Bycicles", de Ai Wei Wei (2017). Acaso menos espectacular y mediático, el Molinete de Graham va en consonancia con una vanguardia que propuso la disolución de la materialidad del arte en sus ideas. "La obra puede ser considerada un espacio lúdico o una divertida casa de juegos para los más chicos. No debe ser observada simplemente como un objeto escultórico en el espacio público; su propósito es que el espectador viva la experiencia de atravesarla", explica Graham.
El artista, que se apoya en un bastón para caminar y lleva una camisa de estampado búlgaro, explica que esta obra, hecha especialmente para Buenos Aires, es una versión ampliada de otra realizada para una estación de tranvías en París. "Fue un pedido de su alcalde, que era socialista, verde y gay. Siendo norteamericano, me considero un socialista europeo, y lamentablemente el único país socialista que queda en Europa hoy es Noruega". Las superficies espejadas son una marca de fábrica en el arte de Graham, parte de la escudería de la poderosa Lisson Gallery de Londres, y tienen que ver con sus observaciones sobre los cambios en la arquitectura estadounidense a lo largo del tiempo. Por un lado, replica el espacio lúdico que florecía en los playgrounds que se construían en serie durante su infancia en los años 40 en Newark, Nueva Jersey. Por otro, es un comentario acerca de los edificios espejados que se multiplicaron entre la administración Carter y los años 80. Allí donde antes se veía a la gente trabajar ahora se replicaba el cielo con sus nubes. Graham prefiere pensar lo suyo como una observación sociológica de la arquitectura antes que como una crítica. Sus héroes, asegura, vienen de la arquitectura y del rock and roll. El japonés Junzo Sakakura y el grupo inglés The Kinks, por caso. Una de sus obras más célebres es Homes for America (1966), una documentación fotográfica de estereotipos urbanos y, por otra parte, desde los 60, Graham ha escrito de rock y cultura pop en muchas publicaciones (es autor del libroRock, mi religión). "Antes que artista me considero un erudito del rock", afirma este artista con instalaciones públicas en Nueva York, Londres, París y Tokio, entre muchas otras ciudades.
En afán de explicar el concepto de su Molinete, Graham es capaz de remontarse a la genealogía de los jardines del Renacimiento, señalar la aparición de los parques de diversiones en los Estados Unidos y detectar los rasgos de una arquitectura-búnker en los años de Reagan replicada en los grandes museos como la Tate de Londres. La aparición de un laberinto traslúcido frente al Riachuelo hace inevitable la cita de Jorge Luis Borges. Graham lo tiene bien leído, pero no se considera particularmente influenciado por el autor de El Aleph. "Siempre lo pensé como un iniciador de la literatura de ciencia ficción", señala. Sus referencias sobre la Argentina son, acaso, estrambóticas. Cuando se le pregunta si conoce algo de la escena artística del fin del mundo dirá que "Cristina [por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner] tiene el récord mundial de cirugías estéticas" y que "Evita empezó como una prostituta que hacía películas de clase B antes de llegar al poder". Una mitología argentina for export.
Ayer, los reflejos de este hombre cansado, de barba blanca y bastón, un pionero del minimalismo estadounidense que organizó la primer muestra individual de Sol Le Witt, se reflejaban dentro de su propia invención ligeramente confundidos con los reflejos de las grúas y el estuario boquense.
Mañana, acaso, Molinete será un hashtag de Instagram, el museo del yo más grande del universo.`
El multifacético y prestigioso Dan Graham está en Buenos Aires a propósito de la inauguración de “Whirligig” (Molinete), una pieza producida durante este año para la Fundación PROA. La obra ya puede ser visitada en La Boca por todo aquel que desee experimentar a uno de los artistas conceptuales más interesantes de la época, con una creación que se mezcla con el entorno.
Durante una conferencia pública dirigida por la curadora de su obra, Sandra Antelo-Suárez, el artista compartió parte de su filosofía de trabajo, dejando diversos conceptos que sirven para aproximarse a su trabajo. Entre ellos está una de sus nociones iniciales sobre qué es un artista: “Alguien que es un adicto al trabajo y tiene un humor muy seco”.
Aunque Dan Graham tiene 77 años, su capacidad para recordar y enlazar conceptos y momentos es notable. Eso le permite recordar que, durante sus comienzos, a partir de 1964, los artistas con los que normalmente compartía querían ser escritores. Lo que cambió esa intención fue la inauguración de las escuelas de arte, según comentó. Y agregó: “Todo lo que sé del arte es por haber estado rodeado de artistas y haber hablado con ellos”.
Él mismo es reconocido por sus textos y el uso de la palabra en distintas obras. Esa relación lo llevó a confesar durante la conferencia que “todo lo que leo es ciencia ficción para sacar ideas”. Entre sus autores favoritos se encuentra Jorge Luis Borges. Es posible que eso haya nutrido esa necesidad de crear dimensiones a través del manejo de los espejos y los reflejos, por los cuales es mundialmente reconocido.
En estas piezas se mezclan arquitectura, naturaleza y las posibilidades que se produzcan a través de los reflejos, como quien da a la realidad un toque de fantasía a través de sus intervenciones. Una de esas obras es “Skateboard Pavilion” (1989), a través de la cual combinó una disciplina urbana con una pirámide de características empresariales.
Esa relación con el espacio público sigue hasta el presente. Con “Whirligig“, los seguidores de su trabajo o curiosos que estén en Buenos Aires podrán vivir parte de su experiencia artística. Graham no solo disfruta de intervenir un lugar sino que también le interesa que las personas se mezclen con la obra y busquen significados a través de ella.
Como fin de su creación, describió una especie de paradoja: “En mi trabajo trato de generar esa circunstancia en la que se produce placer y a la vez no”. Esa intención se logra en la Fundación PROA, con una pieza que en apariencia es sencilla pero que encuentra una gran profundidad a partir del juego con la luz, las sombras y los reflejos. Como Dan Graham, compone un universo propio.
Dan Graham en Fundación Proa
La Boca: un molinete donde nos vemos en modo fantasma
La obra está en la vereda y el público puede entrar, fotografiarse, vivirla. El artista estadounidense critica la ciudad posmoderna.
Dan Graham camina por su obra en PROA/ Gentileza PROA
¿Qué ves cuando me ves? El molinete de blíndex y acero tiene dos semicírculos por separado, uno dentro del otro. Pero es estático, es el espectador quien lo camina, suavemente direccionado por las curvas que invitan a girar hacia la derecha o a la izquierda, para entrar en el juego de brillos, focos y autorreflejos. Es un jueguito crítico de la ciudad posmoderna. Whirligig, del artista Dan Graham, evoca las puertas giratorias de los grandes edificios corporativos y tiendas de departamentos, originalmente ideadas para impedir tumultos y disciplinar el uso y consumo.
Lo que se ha propuesto Graham, uno de los nombres fundamentales del conceptualismo estadounidense, es aterrizar el paisaje de los rascacielos al nivel de la calle. Ese entorno de transparencias y exhibicionismo que se ve desde lo alto en las islas acristaladas, desde Puerto Madero hasta Manhattan o Singapur, desde ayer está ofrecido en la vereda de la Fundación Proa, en el marco de su muestra Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo. Es un fragmento de arquitectura, traspolado a la zona más dilapidada del sur industrial. Si dentro de las salas de Proa conviven obras de Sol Lewitty Dan Flavin, esta intervención en el espacio público –con esta obra hecha para el sitio específico pero que ha tenido presentaciones anteriores diversas- reflexiona sobre la percepción individual del arte (¡selfie!, estuvimos allí) y la construcción social de la realidad en el entorno colectivo: todos aparecemos en estos reflejos aunque en escenas huidizas, quizá en modo fantasma.
¿Qué ves cuando me ves? El molinete de blíndex y acero tiene dos semicírculos por separado, uno dentro del otro. Pero es estático, es el espectador quien lo camina, suavemente direccionado por las curvas que invitan a girar hacia la derecha o a la izquierda, para entrar en el juego de brillos, focos y autorreflejos. Es un jueguito crítico de la ciudad posmoderna. Whirligig, del artista Dan Graham, evoca las puertas giratorias de los grandes edificios corporativos y tiendas de departamentos, originalmente ideadas para impedir tumultos y disciplinar el uso y consumo.
Lo que se ha propuesto Graham, uno de los nombres fundamentales del conceptualismo estadounidense, es aterrizar el paisaje de los rascacielos al nivel de la calle. Ese entorno de transparencias y exhibicionismo que se ve desde lo alto en las islas acristaladas, desde Puerto Madero hasta Manhattan o Singapur, desde ayer está ofrecido en la vereda de la Fundación Proa, en el marco de su muestra Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo. Es un fragmento de arquitectura, traspolado a la zona más dilapidada del sur industrial. Si dentro de las salas de Proa conviven obras de Sol Lewitty Dan Flavin, esta intervención en el espacio público –con esta obra hecha para el sitio específico pero que ha tenido presentaciones anteriores diversas- reflexiona sobre la percepción individual del arte (¡selfie!, estuvimos allí) y la construcción social de la realidad en el entorno colectivo: todos aparecemos en estos reflejos aunque en escenas huidizas, quizá en modo fantasma.
Molinete. La obra de Dan Graham en PROA/ Gentileza PROA
En el diálogo con la curadora Sandra Antelo-Suárez, que siguió a la inauguración del Molinete, Dan Graham hizo su homenaje de gran lector de Borges, a quien definió como “un autor de ciencia ficción” por sus cuentos fantásticos. Con ello dio algunas claves de su propia obra, que comprende, en el centro, la relación entre la arquitectura y la escultura y la fotografía, la videoinstalación, la performance y una brillante obra crítica. De hecho, Proa prepara la traducción de sus escritos teóricos para un ebook.
Transparencia. Dan Graham en PROA/ Gentileza PROA
Desde los años 70, Graham ha mirado y “desmenuzado” la forma de los rascacielos de vidrio como materialización de la arquitectura corporativa: sus fachadas “de una apertura ilusoria e ilimitada” en verdad son un “camuflage paradójico” de su concentración de poder económico, con sus laberintos de secretos.
Obras de Graham integran las colecciones del Museo Whitney, el MoMA y el MET de Nueva York, donde reside, y de la Tate Modern londinense y el Centro Pompidou de París. Graham nació en la pequeña ciudad de Urbana (¡), en Illinois, ese estado que supo integrar el terceto del corazón motorizado del país y que hoy es parte dell llamado “cinturón oxidado”, desde el declive automotor americano.
Se formó en California, esa inmensa usina de la producción cultural y del entretenimiento. Una de los focos de estudio y creación de Graham ha sido también el rock, en medio del apogeo de las revistas ilustradas, desde los años 60 hasta los 80. A sus 77 años, en el auditorio de Proa reivindicó el feminismo estadounidense, al que ha hecho aportes significativos a través de su estudio de las revistas femeninas y la incidencia del márketing en la subjetividad de la mujer.
Ficha
Dónde: Av. Pedro de Mendoza 1929, junto a Caminito. En La Boca.
Cuándo: Hasta febrero de 2019
En el marco de la muestra Minimalismo, Posminimalismo y Conceptualismo, el artista Dan Graham inaugura Whirligig (Molinete), especialmente diseñada para la explanada de Proa. Brindará una conferencia pública sobre su vida y obra.
Este miércoles 28, Graham presenta en el espacio público una de sus obras. Como lo hizo en diferentes ciudades del mundo, es una estructura circular con espejos bidireccionales, diseñada para que el espectador la atraviese, y se sienta como en un laberinto hasta que llega a un punto sin salida.
Dan Graham, Molinete.
Los espejos son reflexivos y transparentes, cambiando esta condición de acuerdo a los cambios de luz solar. A medida que los espectadores de cada lado caminan por este espejo bidireccional, podrán observar los cuerpos de cada uno, mirando a su vez aquello que rodea a PROA y al barrio.
El trabajo puede ser visto como un espacio lúdico o como una divertida casa de juegos para las más chicos.
"Molinete" se suma a las piezas que ya se exhiben de Dan Flavin (obras con tubos fluorescentes), Sol LeWitt (Wall drawings, objetos y diseños), Fred Sandback con sus sutiles piezas que delimitan el espacio y Bruce Nauman con su obra de Neón y videos.
En Fundación Proa hasta fines de octubre se pueden apreciar las propuestas artísticas de Dan Flavin, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman y Fred Sandback, cincos pioneros del arte contemporáneo.
La muestra «Minimalismo, Posminimalismo y conceptualismo 60’ / 70’», curada por Katharine J. Wright, brinda la posibilidad de ver y experimentar algunas de las obras que sentaron las bases de lo que hoy consideramos arte contemporáneo. Las piezas exhibidas nos permiten rastrear hasta sus orígenes varias de las líneas y tendencias artísticas más extendidas entre las prácticas estéticas de la actualidad. Dentro del amplio abanico del arte conceptual, que surgió en esos años, podemos apreciar obras seminales del arte performático, las instalaciones e intervenciones espaciales; la idea del «site specific», la incorporación del espectador como parte fundamental de la obra, así como los juegos con el lenguaje. Manifestaciones todas, que tienen aún hoy gran vigor y absoluta vigencia.
Cada sala de Proa está destinada a un artista en particular, y, a partir de mediados de agosto, en la explanada del edificio, se podrá disfrutar también una instalación de Dan Gaham perteneciente a su serie de «Pabellones», especialmente diseñada para ese espacio. Este tipo de propuestas experienciales, que el artista desarrolla desde los 70’, desafían la percepción al estar realizados con espejos bidireccionales que son, a la vez, reflexivos y transparentes, y que cambian con la luz solar. De esta manera, los espectadores serán parte de la obra, al verse reflejados y ver simultáneamente aquello y a aquellos que lo rodean. Al igual que muchos artistas de su generación, Graham no sólo se dedica a la producción artística sino que también es curador y escritor. En 1964, fundó la galería John Daniels en Nueva York, donde expuso la primera exhibición individual de Sol LeWitt y mostró los trabajos de los artistas más destacados del minimalismo de aquellos años como Donald Judd, Robert Smithson y Dan Flavin.
La obra que nos recibe funciona como una llave que ayuda a comprender muchas de las obras siguientes: «Mi apellido exagerado verticalmente catorce veces» (1967) es una de las primeras obras que Bruce Nauman realiza con tubos de neón. Por un lado, la materialidad de la obra es exactamente lo que su título indica, pero paradójicamente este procedimiento de ampliar la escritura de manera exagerada la hace absolutamente ilegible. La imposibilidad de ver la «firma» del artista tiene profunda relación con una de las principales ideas que dan marco tanto al minimalismo como al posminimalismo, y sin dudas al conceptualismo, en tanto negación de la mano del artista en la realización física de la obra. De allí también el uso de materiales industriales, otra marca característica de estas tendencias. Asimismo, la literalidad descriptiva presente en el título es un recurso utilizado ya con anterioridad por Mark Rothko, para denominar sus enormes lienzos de campos de color, así como también por muchos de los artistas presentes en la muestra, como es el caso de Sol LeWitt en «Figuras Geométricas con Líneas en Dos Direcciones» (1979), nombre dado a una serie de pequeños bocetos en tinta y lápiz sobre papel, que pueden apreciarse en la tercera sala.
La firma exacerbada, puede leerse también como una ironía hacia la gestualidad propia del Expresionismo Abstracto, catalogado por la crítica de la época como el primer gran movimiento artístico netamente norteamericano, y que todos los artistas de la siguiente generación, incluidos los artistas pop, consciente y deliberadamente quisieron combatir. La idea del gesto exagerado es un recurso que también aparece en uno de sus videos más emblemáticos, «Caminando de una manera exagerada alrededor del perímetro de un cuadrado» (1967-68). En este film de 16 mm, y pionero de la «video-performance», se puede ver al artista en la soledad de su estudio, como lo describe el título, caminando de manera exagerada, como haciendo sucesivos «contrapostos», alrededor de un cuadrado delimitado sobre el piso. Otro guiño irónico, esta vez hacia el minimalismo que para esta época era ya uno de los movimientos centrales del momento, y cuyo ícono por excelencia será el cubo.
En sus manifestaciones más ortodoxas, que por cierto poco duraron, el minimalismo, además del uso del cuadrado y el cubo como formas geométricas primordiales, y la repetición a intervalos regulares como construcción gramatical por excelencia, de lo que buena cuenta da «Estructura de piso modular» (1966/1968), de Sol LeWitt, se propuso, asimismo, suprimir la escultura a sus estructuras mínimas, de ahí su nombre. Sin dudas, de los artistas presentes en esta muestra, Fred Sandback, con sus instalaciones realizadas con lanas, es quien mejor encarna esta idea. Su propuesta, invita al espectador a transitar sus obras, y descubrir esa sutil presencia de un material casi imperceptible, pero que, sin embargo, juega con la idea de monumentalidad ya que delimita volúmenes geométricos (ausentes) que ocupan prácticamente la totalidad de la sala.
Indudablemente una de las piezas más destacadas de esta exhibición es «Wall Drawing #332», de Sol LeWitt, realizada en crayón blanco sobre pared pintada. Formalmente tiene una gran relación con la serie de bocetos mencionados con anterioridad y también puede considerarse una pieza conceptual, en tanto que pone en tensión varias de las ideas tradicionalmente asociadas con la pintura. Por empezar no la realiza el artista, sino que a la manera de una pieza musical, LeWitt confecciona una «partitura» con instrucciones, algunas deliberadamente ambiguas para que el que la ejecute tome decisiones que impactan en el aspecto final de la obra. Para LeWitt, la colaboración es una parte esencial y enriquecedora del proyecto, en este caso la realización estuvo a cargo de Sarah Feinemam, Javier Ángel Ferrante, Santiago Contin, Jerónimo Mariano Veroa, Violeta Mollo, Román Tonizzo y María Florencia Valente. Esta es la segunda ejecución del mural, la primera vez fue realizado en 1980 en la casa de la viuda de Sandback.
A todas luces, la sala más atractiva e «instagrameable» de la muestra es la dedicada a Dan Flavin. Apenas atravesamos la puerta, quedamos deslumbrados por las vibraciones cromáticas que emanan de las instalaciones lumínicas que colorean el espacio. La luz es un componente inmaterial que excede al elemento que la produce y crea una atmósfera única. En la primera mitad de la sala se ubican como en un horizonte, una serie de cinco «atardeceres» (1964), dedicados a la pareja de artistas Charlotte y Jim Brooks. Las dedicatorias en los títulos de sus obras es una práctica sostenida a lo largo de toda su carrera. Las primeras fueron obras en homenaje a artistas que el propio Flavin admiraba como Jasper Johns o Vladimir Tatlin. Sus años como guardia de sala del MoMA, al igual que su formación en historia del arte fueron una gran influencia en este sentido. De hecho, estudiar en profundidad la obra de Kazimir Malévich, introducido por su colega y amigo Sol LeWitt, hizo que creara sus primeras pinturas monocromas enmarcadas con bombillas de luz. También el hecho de instalar sus piezas en las esquinas, como en las dos últimas piezas de esta sala, y que se relacionan con la ubicación que Malevich le daba a su legendario «Cuadrado Negro» (1915), lugar reservado para los íconos bizantinos.
Cualquier asiduo visitante a muestras en la actualidad está más que habituado a ver obras como las que se exhiben actualmente en Proa, pero es interesante proponerse frente a este tipo de propuestas una especie de ejercicio mental, e imaginarse lo radical que resultaron estas novedosas obras en aquella época. A su vez, poder experimentarlas hoy en día, nos ayuda a comprender muchas de las creaciones artísticas del presente.
Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60’ – 70’
Del 06.07 al 27.10.2019
Curaduría: Katharine J. Wright
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929,
La Boca, Caminito, Buenos Aires
De martes a domingo, de 11 – 19 hrs.
Fotografías cortesía de Fundación Proa, 2019 © Marcelo Setton y Patricio Pidal.
En la temporada de invierno las instalaciones lumínicas que se pueden ver ahora en el segundo piso de Fundación Proa corren con desventaja frente a los hits de Instagram: la pileta de Leandro Erlich en Malba y alguno de los prodigios ópticos de Julio Le Parc en el CCK. Sin embargo, en esta sala del edificio de La Boca (consagrado a una muestra de arte conceptual y minimalista norteamericano) inundada por la luz trémula de los tubos fluorescentes hay una experiencia que se acerca mucho a lo místico. Quien aún guarde fe en la modernidad acaso sienta frente a estos dispositivos minimalistas algo similar a la conmoción que provoca en los cristianos el llamado arte sacro. En una pared diagonal la obra "Untitled (to Donna)" ("Sin título (a Donna)") forma un cuadrado de tubos de colores (los colores que fabricaba la industria) que combinados esparcen sobre el ambiente una luminiscencia acaramelada, como de atardecer eléctrico. Dan Flavin (1933-1996), el rey Neón, hace realidad aquello de que en el color hay vibración, energía. Una energía que aquí no es metafórica, que podría medirse en watts. El rey Neón conjura en estas estructuras mínimas de luz el espíritu de la ciudad moderna. Energía y espíritu, no se extrañen de este dato biográfico de Flavin: entre 1947 y 1952 fue seminarista.
****
A fines de los años 80, en el Tom Lupo Show que iba los domingos por radio Municipal cualquiera que sublimara las hormonas escribiendo podía llegarse hasta el estudio y conseguir que el poeta y periodista leyera sus textos. Así fue que un domingo me armé de coraje y llevé mi cuaderno con esas poesías que se escriben a los diecinueve, veinte años. Tom Lupo leyó una que se llamaba "Imagen de jazz" con la misma concentración y estilo que le dedicaba a Pessoa o Pizarnik (aunque el texto no lo mereciera, por cierto). Mis versos no tenían nada de especial, Tom hacía lo mismo con todos. A su modo, funcionaba entonces como hoy cualquier plataforma digital a la que se pueden subir textos. Había borrado este episodio de mi memoria hasta que en un embotellamiento en la avenida Corrientes la música de In a Silent Way de Miles Davis y el espectáculo (tan naturalizado que lo perdemos de vista) de las luces de neón de la ciudad se conjugaron en una epifanía. Recordé aquello de "Imagen de jazz", la presencia de Luca Prodan en el estudio, la voz tan particular de Tom. El tiempo del embotellamiento, recién caída la noche porteña, devino meditación a bordo de un ómnibus 124. "Esta ciudad está hecha de luces", pensé, como en la letra de la mecánica "Neon lights" de los alemanes Kraftwerk.
****
"Shhh peaceful" (Shhh despacio). Así le pusó Miles Davis a la apertura de "In a silent way" cuando se editó hace, esta semana, cincuenta años exactos. Todo lo que toca su octeto eléctrico aquí parece estar puesto, pues, en función del silencio, de un dinamismo que quiere ser pura quietud. Con In a Silent Way, Miles puso proa a su período de fusión, incorporando métricas, instrumentos y timbres que le habían sido ajenos al jazz. Todo lo que se toca ahí es un espejismo de sonido que abrió la puerta a lo que hoy llamamos "ambient": una música que pasa desapercibida y se acopla a la sonoridad ambiente. En 1966, tres años antes, Susan Sontag había escrito en Contra la interpretación: "Todas las condiciones de la vida moderna-su abundancia material, su exagerado abigarramiento-se conjugan para embotar nuestras facultades sensoriales. Lo que importa ahora es recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oir más, a sentir más. Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido (.) Nuestra misión consiste en reducir el contenido para lograr ver la cosa en sí". Esa idea de Sontag podía aplicarse sobre las obras con neones que Dan Flavin venía produciendo desde 1963 y sobre el Miles Davis eléctrico de In a Silent Way: héroes del arte ambiente. Frente a la avalancha de estímulos: reducción, recogimiento. Frente al automatismo de la selfie, en la jungla de la hiperconectividad, la luz espiritual del Rey Neón.
Por: Fernando GarcíaABC art, estructuras primarias, minimalismo, arte reductivo, cool, arte conceptual, todas estas designaciones que proliferaron en la escena del arte de los Estados Unidos y más allá de sus fronteras al promediar los años 60 y los 70, no corresponden sólo a expresiones formales o de contenido que se pretendieran superadoras de diversos problemas del arte previos, como en la cabalgata de las vanguardias que caracterizó a la modernidad sino, a distintos modos de profundizar líneas de pensamiento desde el lugar central que se les otorgó a la reflexión y a las ideas.
Con todo, es a través de la aparición física de las formas que hoy nos conectamos con esas experiencias, como ocurre con la muestra Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/60 - 70 que se exhibe ahora en la Fundación Proa con obras de un puñado distintivo de artistas que participaron de ese derrotero: Sol LeWitt, Dan Flavin, Bruce Nauman, Fred Sandback y Dan Graham.
Curiosamente, o como suele suceder, fueron los propios artistas los que se encargaron de resistir esas designaciones. Sobre todo la de minimalismo, en la que una figura clave como Sol LeWitt nunca se sintió representado. ¿Cuál era la disidencia que LeWitt manifestaba respecto de ella? El punto de partida podría remontarse a 1965 y no casualmente al ámbito de la reflexión teórica cuando el filósofo Richard Wollheim publicó en la revista Arts Magazine un ensayo fundacional que llamó “Arte Minimalista”. Como tal, definía a un tipo de arte de contenidos artísticos mínimos que desdeñaba la impronta personal del artista como marca autoral en cada pieza e incluía en ello la realización misma de la pieza. Su línea de pensamiento remitía en este mismo sentido a figuras que habían gravitado en la escena norteamericana de posguerra y representaban algo bien distinto del expresionismo abstracto y el pop art. Tal el caso del pintor americano Ad Reinhardt y Marcel Duchamp.
Visitantes frente a “Sin título 6 (a Donna)”, 1971, de Dan Flavin. Tubos fluorescentes de luz azul, rosa y amarilla, 244 x 244 cm. Foto: Patricio Pidal.
Sol LeWitt veía a su obra como algo muy distinto de Duchamp –aunque siempre reconoció la influencia que en él tuvo la obra de Reinhardt– y para responder escribió otro ensayo que publicó en 1967 en Art Forum y se llamó “Párrafos sobre arte conceptual”. Ya el título mismo introducía el término arte conceptual y ponía el acento el texto que desarrollaba la teoría del necesario protagonismo de la idea por sobre la obra, que a su juicio, en términos materiales podría ser plasmada por cualquiera siguiendo instrucciones muy precisas del autor.
Es lo que ocurrió en la propia Fundación Proa aquel fatídico verano porteño de 2001-2002, cuando el autor envió un protocolo con instrucciones para ser seguidas a la distancia por un equipo especialmente entrenado para la realización de un mural. “El aspecto de la obra no es tan importante –decía–, lo que concierne al artista es el proceso de concepción y realización”. Se diría que concebía la tarea actual del artista como algo muy parecido al rol del arquitecto que ya en el XVIII se había separado de la tarea del constructor/ maestro mayor de obra. Transcurridos más de dos siglos el arte aún se mantenía aferrado a la realización de mano del artista.
Lo que ahora llega de LeWitt a La Boca es una serie de dibujos –algunos sobre papel y otros sobre pared– y dos grandes estructuras de piso. En ellos puede seguirse tanto la atracción del artista por los desarrollos formales en serie, que derivan tanto de su interés por las cronofotografías de Muybridge, como la atención puesta en el espacio y en las superficies de las paredes. Se ha dicho que los desarrollos seriales de LeWitt representan la estructura del pensamiento racional o el progreso en arte. Estas cuestiones fueron materia de debates y es algo que el propio LeWitt se encargó de refutar . Los pensamientos irracionales deben ser atendidos lógica y absolutamente, dijo él mismo, dándole argumentos al brillante ensayo Le Witt en progresión, que publicó Rosalind Krausse en 1977.
Pero LeWitt no era el único que se sintió fuera del minimalismo. En 1969 Fred Sandback, otro de los artistas de la muestra de Proa, desdeñó el término por inapropiado. “De igual modo podría hablarse de arte maximalista y daría lo mismo ya que involucra luz, espacio, hechos”. Es lo que ocurre con la obras de Dan Flavin, quien también se molestó con el título del ensayo de Wollheim que se popularizó más pronto de lo que nadie hubiera deseado. Flavin sostenía que sus obras no eran, como decían los teóricos del minimalismo, sino que más bien se trataba de situaciones espaciales propuestas. “Se puede modificar el espacio a partir de un uso cuidadoso de la luz”, decía. En mayo de 1963 empezó a trabajar con tubos fluorescentes. Su primera pieza con ese recurso fue un tubo dorado colgado en posición diagonal directamente en la pared.
Desde ese punto las reverberaciones místicas de la obra de este artista formado fervientemente en la fe católica, fueron algo distintivo en ella, tal como se percibe en los efectos que producen los dos cuadrados lumínicos estratégicamente ubicados en dos ángulos de la sala de Proa evocando la tradición de los iconos religiosos. En un sentido la trayectoria que siguió Flavin fue progresivamente del color de la pintura física al color desmaterializado de la luz.
Así, a partir de los cuestionamientos de los propios protagonistas, en el ámbito del crítica contemporánea pronto se advirtió que la consideración del arte minimal no podría ir separada, entre otras cosas, de su manifestación tridimensional, que sin ser precisamente escultórica, intervenía activamente en el espacio.
Uno de los rasgos de esta ruptura que ha observado el crítico Hal Foster fue el radical rechazo a las bases antropomórficas que aún permanecían en la escultura moderna. Así también al pedestal, algo que puede advertirse en la experiencia física de desarrollo espacial que proponen casi todas las obras incluidas en esta exhibición.
Frente a “Wall Drawing #332”, de Sol LeWitt. Foto: Patricio Pidal.
Hacia la década del 70 las formas sencillas que imperaron a partir de la asimilación del minimalismo fueron entrando para muchos artistas del grupo inicial en un callejón sin salida. Algunos como Flavin y Donald Judd se inclinaron por el uso de nuevos materiales. A más de la experiencia de Flavin con tubos fluorescentes, Donald Judd sistematizó sus progresiones seriales en madera terciada y metal galvanizado.
La relación con lo planteos de Judd y su revisión de la tradición escultórica fue lo que de algún modo definió la orientación artística de Fred Sandback, quien luego de estudiar filosofía en Yale pasó a la Escuela de Artes para hacer una maestría. Grabador y dibujante, Sandback llevó el desarrollo de la línea al espacio, tal como surge de la obra que ocupa el amplio espacio de Proa realizada por su esposa para esta exhibición según las ideas del artista fallecido en 2003.
Del grupo es Bruce Nauman quien llevó los principios de serialidad y mínimo contenido del minimalismo al plano performático acompañando con registros fílmicos experiencias que hacía con su propio cuerpo. Dos de las piezas elegidas por la curadora Katharine Wright tienen que ver con esa actitud performática Filmada originalmente en 16mm, la obra del 67-68 “Tocando una nota en violín caminando de una manera exagerada alrededor del perímetro de un cuadrado” fue el tipo de acción que inspiró la célebre muestra Cuando las actitudes devienen formas, que el curador suizo Harald Szeemann diseñó en 1969 para la Kunst Halle de Berna.
Para la obra de Dan Graham habrá que esperar al mes de agosto, cuando se termine la realización de una pieza que concibió para la explanada de Proa. Graham llegará Buenos Aires para estar presente en la inauguración. Como dueño de la galería John Daniels, este artista fue uno de los primeros en exhibir trabajos de LeWitt y el resto de este grupo.
Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60 - 70.
Lugar: Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929. Fecha: hasta octubre. Horario: martes a domingos, 11 a 19. Entrada: $ 100; estud., doc. y jub., $ 80.
Llega a Proa obras fundadoras de los movimientos minimalismo, posminimalismo y conceptualismo de los años ‘60 - ‘70. Una exhibición que les dará la oportunidad a los espectadores de tener un primer acercamiento sobre estos artistas y una forma de comprender las propuestas artísticas de aquella época.
Los tres movimientos se caracterizaron por la supremacía en la idea la cual, adquiere mayor relevancia, más que la obra en sí. Esto nos propone un acto de provocación de rebelión para aquellos años.
El minimalismo trabaja con las formas geométricas simples, los colores puros, se intenta minimizar todo lo posible el elemento expresivo y el rastro de la mano del artista tal como resultan los trabajos expuestos.
Así es como se comenzará a pensar en la desmaterialización de la obra en sí. Se apreciarán características tales como: abstracción, economía de lenguaje y medios, geometría elemental rectilínea, orden, purismo estructural y funcional, precisión en los acabados, reducción y síntesis, sencillez.
El rol del artista conceptual, lo llevará a desarrollar un lenguaje disruptivo, por encima de la forma; el proceso hasta llegar a la desmaterialización. Si la idea en sí, era la más fiel representación de la intención del artista, entonces la recepción del público daba cuenta de una comunicación sin precedente directa entre el artista y el espectador.
Es por ello que la naturaleza misma del arte conceptual hace que muchas obras hayan sido creadas en la mente del artista y que sólo existan como ideas. Algunas de las piezas pensadas por Sandback no llegaron a ser concretadas por el propio artista. En las salas de Proa, las obras que se exhiben fueron armadas con la supervisión de Amy Sandback, su viuda, adaptadas específicamente para este espacio.
El posminimalismo surge como reacción al minimalismo, los artistas buscaron desmantelar toda interferencia entre el artista y la vida real, e hicieron obras con elementos cotidianos: como cera, fieltros, sogas. Ofrecieron entonces una experiencia distinta a lo que se conocía hasta entonces: exploraron la viabilidad artística de las acciones cotidianas (caminar, masticar, tocar música), y se usaron a sí mismos como materia prima, lo que implicaba al espectador como potencial voyerista en ese proceso.
Esos artistas aprovecharon los avances tecnológicos del video y la fotografía (medio que garantizaba una cierta afinidad e intimidad muy cercana al público), como soporte para sus obras.
Al hacerlo, llegaron a una conclusión: poder establecer límites a sus obras: ya fuesen físicas, conceptuales o perceptuales. La importante de todo este trabajo de pensamiento y de elaboración es que ellos abrieron un nuevo camino un abanico de posibilidades para las generaciones de artistas siguientes.
Con esta exposición, Proa se propone traer a la Argentina un movimiento artístico de aquellas décadas, con la intención de insuflar en este presente, nuevas posibilidades para seguir creciendo hacia el futuro.
Con la curaduría de la Doctora en Arte Moderno y Contemporáneo Katharine J. Wright y la colaboración de la Embajada de Estados Unidos en Argentina.
Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60’ - 70’. Sol Lewitt, Dan Flavin, Dan Graham, Bruce Nauman, Fred Sandback en Fundación PROA (La Boca)
La impactante muestra Minimalismo, Posminimalismo y Conceptualismo / 60’ - 70’ en Proa, reúne obras de valor histórico y la muestra se convierte en una pieza de estudio para conocer los movimientos del arte del siglo XX.
Arte Online conversó con su curadora, Katharine J. Wright, académica y curadora independiente que vive y trabaja en Nueva York. Siguió una
carrera como profesional de museos y ha trabajado en varias instituciones, como el Whitney Museum of American Art, el Museum of Modern Art (MoMA), la Morgan Library y el Museum of Fine Arts de Boston.
La muestra persigue el exitoso plan que Fundación Proa desarrolla desde sus inicios, brindando un contenido conciso, con un montaje muy cuidado en sus salas que se acompañan, durante el tiempo de exhibición, con una serie de actividades paralelas muy valiosas. La selección se integra por nombres de peso: Solomon “Sol” LeWitt (1928-2007), Dan Flavin (1933-1996) y Fred Sandback (1943-2003) cada uno en una sala diferente, junto a Bruce Nauman (1941) que abre el espacio de planta baja y a Daniel “Dan” Graham (1942) el único que vendrá en agosto a Buenos Aires, para montar la única obra pública de la muestra que se emplazará en la vereda de Proa.
La curadora norteamericana Katharine Wright nos brinda una sonrisa amable cuando nos sentamos a conversar, y enseguida se muestra manifiestamente feliz con el trabajo realizado junto al equipo de personas tan eficiente que la acompaña en Buenos Aires. Me cuenta que la decisión de escoger sólo cinco artistas fue a partir de una conversación con la directora de Proa, Adriana Rosenberg quien sugirió que había que comunicar de forma clara en qué se basaban estos movimientos y dejar espacio en las salas para que la obra se expresara cabalmente integrando al espectador. Dos de ellos ya habían estado en Proa, Dan Flavin con una selección de obras lumínicas creadas entre 1963 y 1980, de octubre a noviembre de 1998 y Sol LeWitt-Wall Drawings, que estuvo desde diciembre de 2001 a marzo de 2002.
Lo primero que sale es la pregunta sobre las diferencias entre conceptualismo, minimalismo y posminimalismo y Wright responde que “todos llegaron casi al mismo tiempo a la escena de NY, eran segmentaciones de las que incluso los artistas mismos renegaban, pero todas tienen un eje común que es la idea como punto de partida”
Se explaya: “El minimalismo es más escultórico, usa objetos industriales y realiza ready mades por lo que es más objetual. El conceptualismo tiene una materialización menos objetual y el posminimalismo tiene los mismos procesos, pero incorpora el cuerpo en performance. Los posminimalistas desmantelaron todo vestigio de barrera entre el artista y la vida real, y se usaron a sí mismos como materia prima, lo que implicaba al espectador como potencial voyerista en ese proceso. Exploraron la viabilidad artística de las acciones cotidianas (caminar, masticar, tocar música) y aprovecharon los avances tecnológicos del video y la fotografía.”
Me cuenta que, para ella, Dan Graham y Bruce Nauman no hubieran existido sin la preexistencia de LeWitt. Graham sería un verdadero inclasificable para ella, pues hizo tantas experiencias que seguramente todas pasaban por la idea, pero se materializaban en formas muy diferentes. De hecho, el trabajo que va a montar en la vereda de Proa es una reinterpretación del laberinto, pero usando espejos bidireccionales que son reflexivos y transparentes cambiando esta condición de acuerdo a los cambios de luz solar. En el texto de presentación del trabajo del artista se lee: “A medida que los espectadores de cada lado caminan por este espejo bidireccional podrán observar los cuerpos de cada uno mirando a su vez aquello que rodea la PROA y al barrio.” Y Katharine afirma que “Graham ve estas estructuras como híbridos entre arquitectura y televisión.”
Hablamos entonces del rol del espectador, del trabajo que debe realizar en este tipo de arte que desafía en parte a la palabra autorizada del crítico o el teórico, otorgando un cierto poder real a las personas en relación a la interpretación de la obra y me responde que “sobre todo eso sucede en el arte conceptual donde la producción de los artistas se basa en compartir ideas, al punto que muchas de estas obras pueden volver a realizarse siguiendo un esquema de producción planteado por escrito por el artista, lo que las diferencia de la pintura pues es más difícil que alguien se proponga rehacer siempre la misma obra. En el caso del minimalismo, donde también existen los objetos, estos también son presentados sin la huella del artista, cuanto más industrializados y pulcros, mejor”.
También usan el espacio de la galería como inspiración, Sandback es un ejemplo, ya que él mismo definía su obra hecha con hilos de acrílico de diferentes colores como “una materialidad plena sin ocupar ni oscurecer” el espacio demarcado, aquí fue invitada su mujer quien, siguiendo las instrucciones, interpretó que el espacio de la sala de Proa tenía varios triángulos y desarrolló esas delimitaciones de planos que se ven tan etéreas en la sala, donde también vemos otras piezas de Fred sobre papel o en la pared. Muchos tuvieron una formación académica en filosofía y otros se inspiraron en Samuel Becket como Bruce Nauman. Le pregunto especialmente por esta relación del artista con el lenguaje y me cuenta una anécdota interesante, un personaje de Becket tenía un placer particular el de hablar con varias bolitas en la boca para producir sonidos extraños, algo que Nauman ensayaba y de hecho puede verse en los videos y en la obra que hace con neón en My Last Name Exaggerated Fourteen Times Vertically, 1967.
La conversación dura mucho en el café de Proa, pero concluimos con esto: “romper las estructuras predeterminadas sobre los rótulos del arte, burlarse de las clasificaciones como decía LeWitt: “Los artistas conceptuales son más místicos que racionalistas. Llegan a conclusiones inasibles para la lógica” se conectan claramente con la afirmación de “No hago algo nuevo, hago algo más” de Sandback” y dan una idea clara de qué vamos a compartir en un espacio lúdico, reflexivo y sugerente.
.......
ACTIVIDADES PROGRAMADAS
Sábados a las 17 hs. Inicio: 13 de julio.Charlas y recorridas por la muestra con aproximaciones interdisciplinarias a la exhibición, a cargo de artistas, teóricos y especialistas en arte y cultura
Agosto 2019
Proa Música Bajo la dirección de Martín Bauer, se presenta un nuevo Ciclo de Música Contemporánea inspirado en los grandes maestros del minimalismo.
14 de septiembre 2019
Cátedra Saltzman de Diseño de Indumentaria (FADU, UBA)
interpreta la exhibición de Minimalismo, posminimalismo y
conceptualismo / 60’ - 70’ a través del diseño de modelos de indumentaria.
En la explanada de Fundación Proa, el desfile presenta diversos prototipos originales diseñados especialmente por los estudiantes de los tres niveles de la cátedra.
Propuesta de Dan Graham para la explanada de Proa
El molinete es un espejo bidireccional, una estructura circular diseñada para que el espectador la camine y se sienta como en un laberinto hasta que llega a un punto sin salida. Los espejos bidireccionales son ambos reflexivos y transparentes cambiando esta condición de acuerdo a los cambios de luz solar. A medida que los espectadores de cada lado caminan por este espejo bidireccional podrán observar los cuerpos de cada uno mirando a su vez aquello que rodea la PROA y al barrio. El trabajo puede ser visto como un espacio lúdico o como una divertida casa de juegos para las más chicos.
La obra de Dan Graham no debe ser observado simplemente como un objeto escultórico en el espacio público sino que su propósito es que el espectador tenga una experiencia al atravesarlo
“… por más ‘simples’ que fueran en apariencia, en sí mismas no eran ‘formas elementales’
sino formas complejas que hacían algo más que transmitir
las condiciones de meras experiencias sensoriales”.
Georges Didi-Huberman
Con el objetivo exponer los inicios y fundamentos del arte minimalista, posminimalista y conceptual, llega a Fundación PROA (Buenos Aires, Argentina) una muestra que reúne obras tempranas de Bruce Nauman, Fred Sandback, Sol Lewitt y Dan Flavin, bajo la curaduría de Katharine J. Wright.
La exhibición Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60’ – 70’ se presenta como la puesta de un “universo estético” en dónde confluyen formas y dispositivos, con la premisa de contextualizar y vincular la diversidad de expresiones de un arte dotado de un “mínimo de contenido artístico”, según acuñó el filósofo Richard Wollheim (1965).
En una primera lectura, las obras reunidas responden a los rasgos comunes de producciones que apuntaban a eliminar toda ilusión, todo detalle y toda temporalidad. A pesar del rechazo manifiesto de sus principales exponentes de ser confinados dentro del minimalismo.
Sin embargo, en una segunda instancia es posible determinar otro de los preceptos que aúnan a estos artistas, quienes coincidían en la voluntad de trabajar con foco en el despojo iconográfico y representativo, en pos de la construcción de presencias que privilegiaran la idea por sobre la realización.
En este sentido, el término presencia sirve para ir más allá de la tautología del what you see is what you see y ampliar el recorrido a través de estas “tendencias artísticas que revolucionaron las narrativas contemporáneas”, según se afirma en la presentación de la muestra; y a través de la propuesta curatorial de Wright.
De esta forma, pensar desde la contemporaneidad las obra de estos cinco artistas, “que despojaron el arte hasta dejarlo en su esencia”-como indica la curadora-, nos acerca a los postulados que Georges Didi-Huberman expresa en el libro Lo que vemos, lo que nos mira, en relación a la calidad dialéctica y crítica de las imágenes que surgen dentro de este “movimiento”.
En este marco, el autor manifiesta el devenir de estos objetos específicos en especie de sujetos, señalando que “ese what o ese that del objeto minimalista existe como objeto tan evidentemente, tan abruptamente, tan fuerte y ‘específicamente’ como usted como sujeto”.
Así, esta cuestión refiere a un carácter relacional de estas obras y a la paradoja misma de los objetos minimalistas, que Didi-Huberman rescata de Michael Fried: “Por un lado, su pretensión o su tensión hacia la especificidad formal, la ‘literalidad’ geométrica de los volúmenes sin equívocos; por el otro, su irresistible vocación por una presencia obtenida mediante un juego –fatalmente equívoco- con las dimensiones del objeto o su puesta en situación con respecto al espectador”.
En este sentido, el enfrentamiento con la obra «Untitled (to Donna) 6», 1971 de Dan Flavin, ubicada en la última de las salas de la fundación, le entrega al espectador la posibilidad de una experiencia que deja de referirse a la presentación de la formas y de los materiales de una época de vanguardia artística en EEUU, para exaltar la inmaterialidad de la luz y su configuración en un espacio aparentemente vaciado y confinado.
Por su parte, las “esculturas situacionales” de Fred Sandback creadas con hilos acrílicos, dispuestas en la sala más grande de la Fundación PROA, brindan la posibilidad de tránsito e intervención del vacío como contenidos artísticos, a pesar de que el texto que las acompaña refuerce que “no remiten a nada más allá de sí mismas”.
En esta línea, el recorrido por las obras de Sol Lewitt se presenta como una puesta en tensión en la que prima la decisión antes que la ejecución, en dónde la presencia en sala de sus “Opiniones sobre el arte conceptual” contribuyen al adentramiento en la mente de alguien para quien “la idea o concepto es el aspecto más importante de la obra”.
Finalmente, este recorte incluye también, entre otras obras, cuatro videos de Bruce Nauman en los que la repetición performática del artista en 1967, no sólo dan marco a lo que se conoce como posminimalismo y conceptualismo sino que a su vez remarcan la necesidad de emprender proyectos alejados de cualquier indicio narrativo.
En este sentido, la propuesta curatorial de la muestra, que versa sobre un “Racionamiento espacial” desde el título de su texto curatorial, no dista mucho de esta atribución relacional de los objetos minimalistas por contradictorio que esto parezca, en vez, se explicita al señalar con palabras de Susan Sontag la importancia de recuperar nuestros sentidos ante estas obras: “Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más. Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que el ya existente. Nuestra misión consiste en reducir el contenido para lograr ver la cosa en sí”.
Depurar el exceso para ver la cosa en sí no pareciera traducirse en vaciar la apreciación, sino en el llamado a situarnos en ese lugar en dónde la esencia se convierte en sujeto protagonista, y en dónde no hay atribución sino cuidado en el detalle.
Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/’60-’70 (julio a octubre) Fundación Proa. Dirección: Av. Pedro de Mendoza 1929. Buenos Aires, Argentina.
“Sin embargo, frente a esta forma perfectamente cerrada y autorreferencial habrá que admitir, indudablemente, que en ella bien podría estar encerrado algo distinto… Entonces, la inquietud sustrae al objeto toda su perfección y toda su plenitud. La sospecha de algo que falta ser visto se impone en lo sucesivo, en el ejercicio de nuestra mirada, que se vuelve atenta a la dimensión literalmente privada, por lo tanto oscura, vaciada, del objeto” (Didi-Huberman 2017, p. 78)
La Fundación Proa acaba de inaugurar la exposición “Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/ ’60 - ’70” con obras de los estadounidenses Dan Flavin, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman y Fred Sandback, precursores de movimientos artísticos que tuvieron un desarrollo simultáneo en esos años. La curadora de la muestra, Katharine Wright, describe las obras con palabras tan sencillas como los principios básicos que las rigen. Después de recorrer la muestra, Wright resume, con una frase, el revolucionario legado de este grupo de artistas: “Lo que ves es lo que es”. En buen argentino este dicho se puede traducir como “esto es lo que hay”. Lejos de desmerecer la exposición, esta expresión representa la ofensiva de los minimalistas y conceptualistas frente a las complejas interpretaciones estéticas de los críticos y gurúes del arte. Para comenzar, rechazan las dedicadas al expresionismo abstracto (como las de Greenberg y Rosenberg), las del Pop, el Op Art y también los discursos sobre los movimientos creados por ellos mismos. Un floreciente mercado alentaba los discursos eruditos y definiciones que incomodaban a los artistas.
Entretanto, lejos de allí, una mirada retrospectiva descubre los objetivos de Proa. Hace 20 años se exhibió en La Boca una gran muestra de Dan Flavin acompañada por un catálogo donde el artista relataba los fundamentos de sus obras, configuradas con tubos de luz fluorescente adquiridos en los comercios al mejor estilo ready made. La luz de Flavin desmaterializaba la arquitectura y nos envolvía convirtiéndonos en parte viva de la obra. Todo era sorprendente. Y el propósito de Proa no ha variado desde entonces: mostrar a los artistas y el público argentino, el arte consagrado por los centros internacionales. Como se sabe, el arte se nutre del arte.
Luego de estudiar en varias escuelas y la Universidad de Columbia, Flavin conoció en el museo donde trabajaba a Sol LeWitt, padre del conceptualismo. En 1961 incorporó bombitas de luz en sus pinturas y, en 1963, comenzó a explorar el espacio con los tubos de neón. “Es lo que es, y no es nada más. Todo es abiertamente, llanamente deliberado. No hay una abrumadora espiritualidad con la cual se suponga que hay que contactarse”, reconoce Flavin. ¿Una referencia a las obras de Rothko y su denso soporte teórico? “El boom del mercado del arte dependía de la producción de pinturas”, señala la curadora.
LeWitt también expuso sus murales abstractos en Proa, en el verano de 2001. Así se quebró el encapsulamiento de la Argentina de entonces, cuando el minimalismo y el arte conceptual llegaban con cuentagotas. Y aquella muestra fue un hito. LeWitt, teórico del grupo, destaca la importancia del concepto sobre la ejecución de sus obras. “La idea es la máquina que hace la obra”, sostiene. De este modo, reduce su producción pictórica y escultórica a modelos geométricos, diseña matrices que sus asistentes pueden pintar una y otra vez en su ausencia. De hecho, ahora mandó a Proa las instrucciones para la producción de un mural creado hace 40 años. La idea se ejecuta como una partitura musical. Aunque LeWitt reconoce que las conocidas secuencias fotográficas de Muybridge inspiraron su concepto de repetición, variación e intervalo de sus series.
Fred Sandback reacciona contra la crítica especializada que, con el afán de encasillar etiqueta el grupo con el rótulo “minimalistas”. Más allá de considerar lo “inapropiado” del término, Sandback declara que “el minimalismo involucra luz, espacio, hechos”. La magia de sus cuerdas blancas sobre las paredes también blancas atrapa la mirada del espectador en el misterio del dibujo abstracto. Los artistas emprenden búsquedas sobre cuestiones del pensamiento y, para ser entendidos, las comparten con el espectador del modo más sencillo posible. Así reducen el discurso a verdades axiomáticas, dato que de ningún modo implica que la experiencia estética se simplifica. Por el contrario, los límites entre autor, obra y observador se desdibujan y el espectador pasa a ocupar el papel protagónico.
El posminimalismo de Bruce Nauman se sirve de las teorías de LeWitt y de las nuevas tecnologías como el video. El cuerpo del artista se exhibe caminando sobre una cinta y volviendo sobre sus pasos. El espectador es el potencial voyerde acciones tan comunes que desacralizan el quehacer artístico y, desde luego, los intentos críticos más sofisticados. Los rasgos de su firma reproducidos en Neón abren la exposición. Finalmente, Dan Graham llegará en agosto para instalar en la vereda de la Fundación Proa uno de sus “pabellones”, una escultura con formato circular hecha de vidrio y espejos.
Un fulgor fluorescente flota en el espacio. Fluye, se filtra, y su figura geométrica fascina a los espectadores que, como insectos, son atraídos hacia él. Puede ser una fisura hacia otra dimensión, una pieza de la ficción cinematográfica Tron o una fantasmal fachada de una fábrica del futuro. Puede ser lo que la fantasía desee, lo que la frontera de la imaginación permita. Puede ser todo eso y más, pero es sobre todo una pieza de Dan Flavin, un fragmento de la muestra Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo norteamericano, que se presenta en Fundación Proa hasta fines de octubre.
Y puede ser o tener muchísimos significados, sin importar cuan febril sean, ya que ese es uno de los ejes de este movimiento artístico, considerado como el que pone fin al arte moderno y el que abre el juego al contemporáneo.
La exhibición de Proa contiene piezas tempranas de cinco artistas esenciales de la escena: Flavin con sus objetos fluorescentes; Sol LeWitt y sus Wall drawings, objetos y diseños; Fred Sandback con sus sutiles trazos que delimitan el espacio y Bruce Nauman con su obra de Neón y videos. Además, en agosto, se presentará una instalación especialmente diseñada por Dan Graham en el espacio público -Proa y el río, sobre la explanada que da a la Vuelta de Rocha-, en lo que será la primera obra de este artista en Argentina.
The American Way
La muestra de Proa presenta a algunos de los artistas estadounidenses, que durante los '60 y '70, convergieron en una propuesta estética que si bien tenía sus orígenes varias décadas atrás -si se piensa en el arte Occidental- y siglos – cuando se contrasta con el Oriental- fueron parte de un momento de quiebre.
El arte minimalista y conceptualista surgió luego de que Estados Unidos, con su epicentro neoyorkino, ya se había constituido como uno de los ejes globales del mercado del arte, algo que hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial era propiedad de París, Francia.
Apareció entonces el expresionismo abstracto, al que se considera el primer movimiento genuinamente estadounidense dentro de la abstracción, que tuvo en Willem de Kooning, Arshile Gorky, Ad Reinhardt, Mark Rothko y Jackson Pollock, por nombrar a algunos, a sus máximos referentes. En paralelo, el arte Pop -inspirado en la estética de los bienes de consumo de la época- también crecía con fuerza, tanto en EE.UU. como en el Reino Unido. Aunque es en el país norteamericano donde estas dos expresiones capturan la mayor atención y, por ende, se genera un mercado del arte como no había existido hasta entonces. Nace así el American Art.
En agosto Dan Graham presentará una de sos pabellones vidriados en la explanada de Proa
Al respecto, la curadora estadounidense Katharine J. Wright, quien estuvo a cargo de la puesta en PROA, comentó a Infobae Cultura: "El arte minimalista y conceptual fue en gran parte una respuesta a la comercialización del mercado de arte. En ese momento el mercado de EEUU alcanzaba valores impensados a través del expresionismo abstracto, que se había vuelto muy caro. Estos artistas querían generar una obra que no pudiese ser comprada e irónicamente hoy su trabajo vale millones de dólares. Para fines de los '70 o inicios de los '80 este tipo de arte ya tenía precios astronómicos".
Esta "respuesta" al mercado estadounidense de entonces posee características únicas y entonces originales. "Uno de los puntos más interesantes de esta época del arte es que se realizaban obras con materiales que cualquiera podía comprar y, a la vez, cualquiera las podía realizar", explicó Wright.
Y es que el arte minimalista conviritó el desarrollo industrial, la tecnología, en su aspecto inherente, pero a su vez no buscaba dar respuestas ni sentidos, esperaba que el espectador hiciese esa parte. A diferencia del Pop no recreaba lo existente de la vida capitalista como sello distintivo, sino que se rebuscaba en sus entrañas, en los objetos desnudos, una expresión latente de la American Way. "Esa es una de las razones por las que Flavin hacía arte con elementos que cualquiera podía adquirir en una ferretería", sumó Wright.
Entonces, esta expresión estética se centraba más en la idea del concepto sobre la materialidad de las obras, la austeridad, el silencio y, su vez, requería de la contemplación del público (conceptos todos de una profunda raigambre oriental). En el tiempo, ese interés por la participación activa del público devino en la aparición de los happening, encuentros que estuvieron en boga en los que el espectador era invitado a participar activamente en la acción artística, quedando abolida la tradicional separación entre creador y receptor.
Un poco (y mucho) más atrás en el tiempo
A nivel histórico, o sea más allá de los causales, el minimalismo se inició en la arquitectura y ya en los '40 el arquitecto y diseñador industrial germano-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe realizaba su famosa cita "menos es más" -Van der Rohe fue junto a Walter Gropius(padre de la Bauhaus), Frank Lloyd Wright (precursor de la arquitectura orgánica) y Le Corbusier uno de los padres fundadores de la arquitectura moderna.
No fue hasta 1965 que el término "Arte minimalista" se convirtió en una marca cuando Richard Wollheim publicó un ensayo con ese nombre en la prestigiosa Arts Magazine, aunque para ser exactos el filósofo del arte de origen inglés eligió el término minimal (mínimo). En su texto realizó un abordaje que incluyó obras con "contenido artístico mínimo", que unían los readymade de Marcel Duchamp con los bastidores negros de Ad Reinhardt, y advertía una compartida ausencia de la mano de la artista en cada producto creativo final.
Sin embargo, cuando se quita el velo Occidental, es esencial realizar una parada por el Japón Imperial, especialmente al período Edo (1603-1868), cuando surge el Iki, una idea estética que refiere a lo simple, a lo original, pero que a su vez no es muy sofisticado ni pretencioso y que tiene la capacidad de revelar esos rasgos de una manera inteligente, directa y descarada. También podría pensarse en el Shibui, que refiere a la belleza simple, sutil y discreta, con objetos de apariencia sencilla, pero que guardan detalles sutiles que complejizan esa aparente simplicidad. En el mundo contemporáneo resulta casi imposible pensar en la arquitectura japonesa sin esos rasgos minimalistas, incluso en el diseño de interiores.
En el caso de la obra Sin Título (para Dona) de 1971, de Flavin (1933-1996), que se asemeja a un portal, resulta indispensable enumerar los materiales que la componen: cuatro parantes industriales, a los que nos les retiró la etiqueta de fabricante justamente para darle esa idea de lo sencillo e imperfecto, a los que se adhieren tubos fluorescentes en la parte posterior que, al jugar con las luces (o la ausencia de las mismas) del espacio, generan una tonalidad que no se podría producir sin la interrelación de un color con el otro.
En el caso de la sala dedicada a Fred Sandback (1943-2003) -recomendación: observarla en su plenitud la escalera- se juega con el espacio (sobre todo con la altura) a partir de diferentes formaciones geométricas muy sencillas, a través de diferentes líneas de lana tensada, que unen el techo con el piso y que fue articulada acorde a las instrucciones que dio el artista bajo la supervisión de su viuda, la crítica de arte Amy Baker.
La obra de Sol LeWitt (1928-2007), por su parte, propone la idea de la autoreproducción, el arte como un organismo vivo que puede extenderse hacia el infinito si fuera necesario -y posible-. Entre las piezas del neoyorkino se encuentran Modular Floor Structure (1966/1968), Serial Project ABCD 5 (1968), una pieza similar a la que presentó en el Instituto Di Tella en 1967, y varios de sus dibujos de pared, todas con el cubo como eje.
LeWitt, como Flavin, propusieron esa idea del DIY, a partir de la cual cualquiera podía construir las obras de sus diseños a partir de seguir una serie de pasos, un manual de instrucciones. En algunos casos, esas indicaciones poseían algunas ambigüedades, ya que se esperaba que el "kit" diese la oportunidad a su comprador de generar una obra diferente, única.
En ese sentido, explicó Wright a Infobae Cultura: "A medida que envejecen y los valores de su obras suben, comenzaron a hacer documentos con respecto a su trabajo. Al principio, por ejemplo en el caso de Flavin, él garabateaba los diseños en una hoja, pero luego entregaba un manual específico de cómo debía ser montada, era una especie de contrato".
Por su parte, el espacio dedicado a Bruce Nauman (1941) propone algunas de las obras esenciales del artista que se convirtió en un pionero en el uso de materiales heterodoxos, como las cámaras de video Portapak, los equipos de vigilancia, los monitores de televisión, los hologramas y los tubos de neón.
Entre ellas se encuentran filmes como "Caminando de manera exagerada sobre un perímetro cuadrado" (67/68), donde el artista realiza un recorrido en loop por una cuadrado dibujado en el piso, en el que "intenta aburrir al espectador para poner a prueba su capacidad interpretativa", o My Last Name Exaggerated Fourteen Times Vertically (67), una suerte de electrocardiograma fluor.
Además, en la recorrida de prensa por la muestra, Wright explicó que una de las características principales de Nauman fue haber subvertido la realidad a partir de "poner de cabeza la cámara (filmadora) y jugar con la perspectiva, haciendo la misma operación mental que hacen hoy los usuarios de las redes sociales: enmarcar para desvirtuar la percepción del otro".
*Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo norteamericano
Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929 y Caminito, La Boca
Martes a Domingos 11 a 19 hs; lunes, cerrado
La instalación del artista Dan Graham, que conquistó todas las grandes ciudades y tuvo un éxito de público, se emplazará en agosto, pero ahora se puede espiar en la Fundación Proa, las instrucciones y los bocetos. Esa pasión por las transparencias están inspirados en los vidrios de aquellos mágicos jardines ingleses.
Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60’- 70’, desde esta sábado 6, presenta obras de esas tendencias artísticas que se impusieron en un contexto de Guerra Fría, Mayo Francés y nuevos consumos. Hay programadas visitas guiadas a las 15, 17 y 18.
Con más de ochenta, Graham, quien nació en 1942 y en 1964 el comenzó a dirigir la Galería John Daniels en Nueva York, donde exhibió obras de Sol LeWitt en sus obras incorpora fotografía, vídeo y arte de performance, estructuras de cristal y espejo, crea con su visita una gran espectativa.
No apta para espectadores pasivos, la muestra es un interesante desafío para que el receptor se convierta en co-creador de la obra, que están abiertas para una activa participación. Como decía otro colega minimalista, Frank Stella: "Lo que ves es lo que es".
Aquellos pioneros del arte contemporáneo como Dan Flavin (tubos fluorescentes), Sol LeWitt, Fred Sandback (espacio con hilos y sogas) y Bruce Nauman (neón y videos) están en La Boca con obras muy representativas.
La muestra podrá visitarse hasta fines de octubre de 2019, de martes a domingo de 11 a 19 en Fundación Proa.
Hito Steyerl, obra en Proa21
Para los que tienen hijos adolescentes y jóvenes pueden compartir en la sede de PROA21, Fabrik, sobre la circulación de datos, bienes y personas.
La muestra que se cierra el 14, está en Pedro de Mendoza 2073, y se puede visitar de jueves a domingo 15 a 19, transforma la sala expositiva en una fábrica imaginaria, un lugar donde se producen ideas e imágenes, imágenes ya no entendidas como un medio para reproducir la realidad sino como indicadores de cómo modificarla.
Llas obras expuestas abordan la circulación y la migración de las personas y de las imágenes. Además cuestionan el mundo digital,
de transmisión de datos.
El origen de esta fábrica se deriva del Pabellón alemán de la Bienal de Venecia 2015, y ahora pone a prueba su eficiencia con muestras itinerantes alrededor del mundo.
Sol LeWitt. "Wall Drawing #332", dibujado por primera vez en mayo de 1980. / The LeWitt Estate Artists Rights Society (ARS), New York; SAVA, Buenos Aires.
Cubos blancos en el suelo de una sala, hilos que se tensan desde el techo interviniendo en el recorrido de los espectadores, luces de neón que proyectan colores en el espacio. Podría tratarse de una muestra de artistas contemporáneos, pero no. Así de vigentes se encuentran las propuestas que el minimalismo germinó a mediados de los años 60, desde Estados Unidos. Sus representantes querían correr el eje de la discusión artística, desde la expresión desmesurada de la pintura de Jackson Pollock, hacia el gesto mínimo, que entendían, era la idea. Lo supieran o no, con ese pequeño giro esos artistas cimentaron, en buena medida, la historia del arte contemporáneo de lo que restaba del siglo XX, y lo que va del XXI. Ahora una atractiva selección de autores, y obras, pertenecientes a este movimiento llega a Fundación Proa, y otorga una oportunidad única para el público porteño de acceder a este enclave fundamental de la historia del arte moderno, y contemporáneo.
Curada por la también norteamericana Katherine Wright, Minimalismo, posminimalismo, conceptualismo; 1960-1970, reúne en las amplias salas de Proa las obras de Dan Flavin, Dan Graham, Fred Sandback, Bruce Nauman y Sol LeWitt. Cinco artistas tan disímiles como representativos, de una corriente reacia a los “ismos”. “La única característica que parecía definir al 'movimiento' -explica la curadora- es que, justamente, tenían pocas características definidas.” Pero entre tantas exploraciones diversas, dos intenciones se recortan nítidamente y alcanzan a sus muchos artistas: estimular la interacción con los espectadores, y hacer de los objetos la manifestación física de una idea.
Dan Flavin. "Untitled (to Donna) 6", 1971. / 2019 Stephen Flavin Artists Right Society (ARS), New York, SAVA, Buenos Aires.
Para tratar de lograr esos dos objetivos, cada uno de los artistas explora recursos diferentes, bajo una misma constante: el absoluto rechazo de cualquier seña autoral, que los lleva a elegir materiales industriales, ajenos a las pasiones del oficio y la artesanía. Para Fred Sandback el hilo es una suerte de encarnación objetual de la línea, que le permite dibujar diagonales en el espacio. Ubicadas en la sala más amplia de la Fundación de la Boca, sus estructuras sin título convierten el lugar en una gran tela en blanco, donde los hilos son fríos trazos rectos, entre los que nos movemos. El brillo de sus colores –amarillos, rojos, azules- proyecta volúmenes ilusorios, y se recorta contra el blanco de las paredes, ejerciendo un efecto extraño sobre nuestros ojos. En esa sencillez, ajena a nuestras actuales pantallas y sus sortilegios digitales, las obras de Sandback portan una magia sutil, y analógica.
No muy lejos de esas obras, se encuentran los cubos blancos de Sol LeWitt, apodado “el abuelo del arte conceptual”. Referente indiscutido del minimalismo, LeWitt fue un escrupuloso dibujante, que desplegó su propio lenguaje basado en variaciones infinitas, de formas geométricas simples. “El sistema -decía el artista- es la obra de arte”. Eso es lo que advertimos en las 15 pequeñas tintas sobre papel que cuelgan ahora de la pared de Proa, y también en su Estructura modular de piso, realizada en metal. Al ver la obra, vale la pena recordar que estas fueron las primeras piezas en presentarse (ante su desconcertado público) como volúmenes en el espacio, sin querer ser esculturas (allanando así el terreno a la instalación contemporánea). Su ausencia de pedestal puede resultar irrisoria a nuestros ojos, entrenados en ver (casi) cualquier cosa. Pero ubicar las piezas en el “llano”, de igual a igual con los espectadores, significó una batalla librada -y ganada- por artistas como LeWitt.
También en Proa puede verse uno de los célebres dibujos de pared de este artista. Piezas reproducibles cuantas veces se desee, que se adaptan a diferentes espacios y en las que no importa quién es su ejecutante material. “La idea -postulaba- es la máquina que hace el arte”.
Bruce Nauman. "My last name exaggerated fourteen times vertically." 1967. / Tim Nighswander
Adelantándose a las ambientaciones, que comenzarían a suceder pocos años después, Dan Flavin prefería llamar “situaciones”, en lugar de obras, a sus piezas lumínicas. Siempre a base de tubos fluorescentes industriales –aquellos que se encontraban disponibles en el mercado- las obras de Flavin generan atmósferas en la planta alta de Proa, donde los colores son evanescencias irradiadas por los tubos, que van generando, a su vez, nuevos tonos en el espacio. Atrayéndonos al mismo tiempo que nos repelen, las situaciones de Flavin son pequeños, gélidos, santuarios… sin otro dios que los códigos de serie de sus tubos. A la monotonía y fría regularidad de todas estas piezas, los videos de Nauman agregan un elemento diferencial: la presencia del cuerpo humano. El artista –el único de este grupo proveniente de la vanguardia californiana- realiza registros fílmicos de cuerpos humanos realizando acciones absurdas, como caminar por el borde de un cuadrado delimitado en el suelo, o con un violín que nunca es ejecutado. Especulando con la tensión que generará en los espectadores el esperar que algo suceda, Nauman apela a la incomodidad y la impaciencia, como recordatorios incordiosos de nuestro propio cuerpo.
Obra de Fred Sandback en Fundación Proa
Habrá que esperar un poco más para ver la obra de Graham, que se instalará en la explanada de Proa. El artista -el único, junto a Nauman, que aún vive- ha diseñado una obra especialmente para esta muestra, que pertenece a su serie de pabellones, iniciada hace unos años. Mientras su estructura circular de paredes altas evoca la disposición, un tanto laberíntica, de los jardines ingleses de los siglos XVII y XVIII, el material con que será levantado –un vidrio curvo y espejado- será una clara referencia a los rascacielos posmodernos. El reflejo habilitará así en el espectador la doble acción de contemplar y recorrer. Con la visita del artista, la obra será inaugurada en agosto.
Limpia y clara en sus intenciones, la muestra atrapa pero no abruma. Y entre obra y obra deja el aire justo, para que vayamos asimilando despacio de qué se trató el minimalismo, y sus derivas conceptuales, y de qué modo siguen actuando en nuestro modo de hacer y ver arte. Una muestra para ir a aprender.
Las vanguardias rusas, en el corazón de una amistadNo deja de ser una hermosa paradoja que esas piezas esquineras, que ahora se encuentran en la sala de Proa, y que pertenecen a Dan Flavin, encuentren su inspiración en la vanguardia rusa, más concretamente en las obras que de ese mismo modo disponía en el espacio el suprematista Kásimir Malévich. (Quien dicho sea de paso, tuvo también su muestra en estas mismas salas, hace ya algunos años). Y es una paradoja porque Dan Flavin es uno de los referentes indiscutidos del minimalismo, movimiento artístico profundamente norteamericano en su culto a la industria y a su lógica de sistemas, que sirvió las veces de embajador internacional de la cultura del imperio occidental, en plena Guerra Fría.
Cuenta la leyenda que ni Flavin (que dicen, era bastante cascarrabias) pudo sucumbir al encanto de Sol LeWitt, artista generoso, amigo al que todos querían y admiraban. Los artistas se conocieron cuando ambos trabajaban como guardias de sala en el MoMa (el Museo de Arte Moderno de Nueva York) y al parecer fue LeWitt, proveniente de una familia judía exiliada de la Rusia de los zares y los pogroms, quien inició a su amigo Flavin en las vanguardias rusas, anteriores a la revolución soviética. Es lindo imaginarlos, mirando libros en un rincón de aquel museo en el que después ambos expondrían, susurrando acaso los nombres de aquellos otros artistas, como Malévich, sospechados de traidores a un lado y el otro de la cortina de hierro.
Que Flavin era un hombre de sutilezas se advierte en la espesura etérea de sus obras. No cuesta, entonces, entender que así también lo sea su guiño a las vanguardias y a Malévich. Sus obras son cuadrados –como los del suprematista- pero hechos de luces. Cuadrados de luces blancas, como los cuadrados blancos de Malévich, pero sin fondos, porque han pasado entre ambos artistas 50 años, y la liberación de la figura ha sido la victoria de otra contienda, ya lejana, de la historia del arte. Flavin, que como muchos minimalistas, no ponía nombre a sus obras, solía, en cambio, dedicarlas. Y aquí es, entonces, cuando el cuadrado se cierra, como un círculo. Cuando advertimos que aquella obra esquinera, inspirada en el ruso Malévich, que ahora irradia su forma contra las esquinas de Proa, está dedicada a su amigo: “para el querido y durable Sol”.
Ficha
Dónde. En Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, La Boca.
Horarios. Abre este sábado, con ingreso gratuito. Martes a domingos, de 11 a 19. Lunes, cerrado.
Emtrada. $ 100. Jubilados y estudiantes acreditados, gratis.
EV
"Cansado estás por fin de este mundo antiguo/ Pastora oh Torre Eiffel el rebaño de los puentes bala esta mañana". Son los primeros versos de "Zona", del primer poema de Alcoholes, el libro de 1913 con el que Guillaume Apollinaire firmó el acta de nacimiento de la sensibilidad del siglo XX. El poeta se refería a lo antiguo en un sentido bien histórico y cronológico. Sin embargo, esos versos de Apollinaire son una divisa de todo el arte moderno, siempre en guardia contra cualquier episódica antigüedad (aquí en su matiz vulgar) y dispuesto a romper lanzas por lo nuevo. De este modo, el expresionismo abstracto, que había sido para el crítico Clement Greenberg un colmo de lo moderno (y aun para él, equivocadamente, de la vanguardia), se convirtió para un grupo de artistas estadounidenses que reconocemos ahora como minimalistas y conceptualistas en emblema de eso antiguo que era imperioso destronar, aunque sin espectacularidad, porque no hubo tendencia menos espectacular que la minimal. La causa del malestar artístico no era tanto la representación, sino más bien la contundencia material, la fisicalidad y, precisamente, su condición expresiva, su énfasis en la subjetividad. Habían nacido el minimalismo y el conceptualismo.
Sol LeWitt, Dan Flavin, Fred Sandback, Dan Graham y Bruce Nauman, los cinco artistas de la muestra "Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/'60-'70", que inaugura el sábado en Fundación Proa, se plegaban, aun con sus notable diferencias, de esas presunciones.
Ads by scrollerads.com
Como señala Katharine J. Wright en el texto curatorial, "las obras que caían en el campo del minimalismo tendían a compartir una sensibilidad afectiva que los hacía menos reconocibles por sus propiedades materiales (aunque los materiales industriales solían ser un fuerte indicio) que por la presencia que imponían en las galerías y las reacciones que generaban en los espectadores".
Era entonces previsible que los minimalistas se ofendieran cuando se los llamaba minimalistas; Flavin, por ejemplo, se indignaba y insistía que habría dado lo mismo hablar de arte maximalista. Pero sabemos que no habría dado lo mismo, y sabemos también que las taxonomías históricas se imponen sobre los antojos de los individuos.
Minimalistas y conceptualistas no fueron una floración sin raíces. Había una genealogía. Las retículas de Piet Mondrian y el movimiento De Stijl, los vestigios del constructivismo ruso, la obsesión de Barnett Newman por la representación de la luz e igual que en casi todo el arte del siglo XX, la sombra obligatoria y fatal de Marcel Duchamp.
"No me interesa la vibración retinal" fue el grito de guerra de Duchamp contra la realización física de la obra. LeWitt sería su eco: el arte conceptual existió antes de él, pero fue él quien acertó con el nombre. En este sentido, "Paragraphs on Conceptual Art", el escrito que publicó la revista Artforum en 1967, pide (también a gritos) ser leído como un manifiesto. Decía LeWitt: "Me voy a referir al tipo de arte que hago como arte conceptual. Cuando un artista usa una forma de arte conceptual, esto significa que el plan y las decisiones tienen lugar anticipadamente, y la ejecución es un asunto superficial. La idea se convierte en una máquina que hace el arte".
La obra no tiene necesidad de existir en el espacio, o existe en un espacio muy particular: el cerebro, y después, acaso, como nota en un papel. Sin embargo, esta condición no trae implicado ninguna variedad de intelectualismo. Podría pensarse en este punto en el compositor Morton Feldman, estricto contemporáneo de LeWitt, y el sentimiento de la experiencia de lo abstracto. Para Feldman, lo abstracto -igual que para LeWitt lo conceptual- no tiene en realidad nada que ver con las ideas. "Lo más difícil en una experiencia artística -insistía- consiste en mantener intacta esta conciencia de lo abstracto". Los minimalistas y conceptualistas lo lograron, aunque de un modo muy diferente del Feldman tardío, pendiente, de modo irrenunciable, de la materialidad de eso que él llamaba "lienzos del tiempo".
Una época heroica sin héroesLa muestra de Proa se concentra en el período más temprano de estos artistas. Hay aquí una ventaja: mirar un arte un momento antes de su domesticación estilística y museística. Al recorrer las salas (cada artista en cada sala) es evidente algo que no puede pasarse por alto; es decir, la torcida identidad entre minimalistas y conceptualistas. Cierto que los lazos de sangre son tan cercanos que resulta difícil a veces no confundirlos. Ya en los trabajos de Bruce Nauman encontramos los tubos de neón, en este caso en su emblemática My Last Name Exaggerated Fourteen Times Vertically (1967). Nauman consigue un gesto casi pictórico con un material inusitado y, por otro lado, introduce un principio de repetición que encontramos en los videos (proyectados en televisores Sony Trinitron) Lip Syn y Manipulating a Fluorescent Tube. Es lo más cerca que el minimalismo visual puede estar del musical, en los bordes de eso que Steve Reich llamaba "desfase", un desvío de lo repetitivo que se escucha como remedo de la variación.
Los tubos de Nauman son bastante distintos de lo que, en una sala superior, nos deparan las líneas de LeWitt. A las variaciones geométricas fundacionales que ocupan una pared y formatos más pequeños (no olvidemos que quería "recrear el arte, comenzar por el cuadrado"), lo precede un viaje por colores fluorescentes en los ángulos; el más llamativo es el tubo de luz blanca sobre pared blanca. Los trabajos de LeWitt, que ya se habían visto en Proa en 2001, son sobrios, impasibles y generosos; después de todo, lo único que le importaba a él eran los papelitos con las instrucciones porque la realización, aparte de desdeñable, era discrecional. Dicen que fue Flavin quien le reveló a LeWitt las posibilidades del minimalismo. En todo caso, sus superficies iluminadas (fulgor en la tiniebla) son consanguíneas con las del otro.
Sandback y Flavin son otra historia. Sobre todo en el caso del primero, que ocupa la amplia sala de la planta baja, lo que se pone en escena -lo que se pone en galería- es la persecución de una tridimensionalidad de tipo no escultórico. Los dibujos, siempre triángulos, "saltan" de la bidimensionalidad de la pared al espacio. No se puede imaginar nada más delicado que esos hilos tensos de lana que cortan en seco el espacio y, a la vez lo crean, de tal modo que uno se convierte en invasor imprudente de un ambiente.
No alcanza con esas frases de "menos es más" o "más es menos". Puede ser que ahora, para volver a Apollinaire, estemos cansados también de este mundo antiguo. Pero estos artistas no jugaban. Inventaron una manera (un manierismo) de representar sin representar, que solamente un tonto podría confundir con la representación de lo irrepresentable.
Para agendar
Claves de un movimiento con lineamientos claros... y rectos
"Menos es más"
La frase del arquitecto Ludwig Mies van der Rohe apareció en 1947, pero fue 1965 cuando el nombre "arte minimalista" empezó a generalizarse en las artes visuales y en la música estadounidenses.
Austeridad
El minimalismo en sus obras tridimensionales intentó recuperar un orden, con trabajos de líneas rectas, por lo general cuadrados, austeros y construidos con materiales industriales.
La idea sobre el objeto
El arte conceptual parte del principio de que la idea, como componente, puede ser una obra de arte, sin necesidad de que se llegue a una realización física bajo la forma de un objeto.