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La Ciudad y el Barrio:
La Boca



Lo que la fotografía recuerda
Por Luis Príamo


Del taller a la propaganda política y la denuncia social
por Lidia Isabel Moroziuk


EL COLOR DEL RÍO
Historia cultural del paisaje del Riachuelo

Por Graciela Silvestri







Extractos del libro homónimo editado por la Universidad Nacional de Quilmes, 2003.

Paisaje e Historia

“Ésta es la historia de una forma territorial: la del valle del Riachuelo, el ‘pequeño río’ afluente del Plata. El Riachuelo jugó siempre un papel importante en el destino de Buenos Aires: puerto natural primero, área de concentración productiva desde la época de los saladeros, y, sobre todo, límite político de la ciudad”.

“La bibliografía sobre el Riachuelo permanece enfocada en el tramo de la desembocadura, donde presuntamente Mendoza ‘fundó’ la primera Buenos Aires”.

“Desde mediados del siglo XX se multiplicaron otro tipo de relatos que, aunque no dejaban de lado la sugestión de aquel origen mítico, se interesaban por la historia y el presente de un fragmento limitado de las orillas, el barrio de La Boca. Se sabía que hacia la década de 1830 se habían asentado allí, precariamente, trabajadores ligures vinculados con los negocios navieros; los historiadores locales apelaron a su memoria para testimoniar de qué manera ese barrio aún separado de la ciudad formal había crecido con carácter propio. La leyenda dorada del inmigrante italiano, que con trabajo y esfuerzo forja su destino americano, adquiere su perfil estable ligada al barrio de La Boca –aunque la inmigración italiana se extendía uniforme por todos los barrios porteños–. Cuando pensamos hoy en el Riachuelo, no pensamos en los conjuntos de Villa Lugano, ni en la Fábrica Militar de Aceros, ni en las orillas solitarias, aún verdes cercanas al Puente de la Noria. Pensamos en un paisaje con primer plano de coloridas casitas de chapa, segundo plano de barcos y agua, fondo de fábricas y puentes de hierro”.

“El Riachuelo aguas arriba del Puente Pueyrredón transcurre desconocido para los porteños que no lo habitan; no ha alcanzado la densidad simbólica de la desembocadura, compartida por un amplio espectro social, que a su vez representa su variedad a través del protagonismo de un recodo de La Boca, Caminito. Entre las razones históricas que explican la emergencia y consolidación de esta postal típica, suele recordarse la existencia, desde principios del siglo XX, de los ‘Pintores del Riachuelo’: hijos pobres del lugar, pero también jóvenes educados en París que eligieron esta orilla recordando el Sena y el Quartier Latin, fascinados por la mezcla de lenguas extrañas, militantes obreristas, contrastes abruptos, variedad y color. Ni el puerto nuevo, ni los barrios recién nacidos de las vecindades, ni el centro blanco y moderno convocaron la pintura con esta intensidad”.

“En este trabajo se pretende desandar la formación histórica del lugar común ‘Riachuelo’ en el doble sentido físico y retórico; ambos aspectos se cruzan y refieren mutuamente sin identificarse totalmente”.


El Riachuelo como paisaje

La construcción del objeto
“El ámbito del Riachuelo fue resumido en el tramo de la desembocadura, el que siempre poseyó mayor visibilidad para la ciudad. Mi propósito en los inicios de la investigación, para desarmar el cliché, fue el de colocar en foco toda la cuenca del Riachuelo-Matanzas: el área que en la descripción geográfica constituye una elipse cuyo eje mayor (SONE) posee unos 75 km de longitud, mientras el menor se estima 40 km”.

Períodos
“El viaje aguas arriba por el Riachuelo –dificultosa empresa para realizarla hoy– puede interpretarse como un viaje en el tiempo. El sector I evoca el origen como puerto, la temprana inmigración y la densidad construida de ambas orillas, en estrecho contacto funcional y visivo, que parece reconstruir una totalidad histórica. En el segundo sector advertimos los conflictos del nunca terminado canal industrial, con su cause nunca rectificado y sus objetos diseminados sin orden; el tercer sector, cuya artificialidad es evidente en la rectitud del canal, no alterada por los accidentes naturales, parece simbolizar las formas proyectuales planificadas, homogéneas, características de la segunda posguerra.

“Así, pueden establecerse esquemáticamente dos registros temporales. El primero responde al ritmo de la construcción del canal: el inicio, por ley provincial de noviembre de 1871 de la rectificación y limpieza del Riachuelo, y la sanción de la ley 1121 de 1933, que crea los instrumentos efectivos para finalizar la obra, privilegiando su función como canal de drenaje antes que la de canal industrial”.


Historias del Riachuelo

Descripciones literarias plásticas
“Acostumbrados a la publicidad que el Riachuelo posee hoy como uno de los lugares que identifican a Buenos Aires, suponemos que el interés por el sitio se remonta a los orígenes de la ciudad. Y ciertamente esto sucede para el breve tramo de la desembocadura, si consideramos que se trataba del único puerto de abrigo de una difícil costa. Pero tal interés no lleva a cimentar una imagen literaria o plástica del lugar con características estéticas relativamente estables: tampoco una historiografía específica. Esto se debe a diversos factores: porque apenas existían establecimientos humanos hasta el siglo XVIII: porque sin trabajos técnicos de relieve el pequeño río constituía un lugar siempre cambiante (el perfil actual de la costa es notablemente distinto al de mediados del siglo XVIII); porque más allá de ciertos puntos de importancia, el área era escasamente conocida. Pero también porque la tradición colonial en el Plata es notablemente pobre en representaciones densas: y con ello me refiero tanto a las representaciones técnicas –cartográficas o proyectuales- como a las representaciones plásticas y literarias en sentido amplio. El ámbito del Río de la Plata contrasta con otros lugares de América que concitaban, sin duda, mayor interés europeo; el Riachuelo no es una excepción. Hasta mediados del siglo XVIII, los documentos escritos raramente exceden el género vacuo de testimonios jurídicos y comerciales o las tópicas menciones de los escasos viajeros; los planos se apoyan en convenciones que la ciencia ya ha descartado”.

“A principios del ochocientos puede reconocerse una cartografía que integra al Riachuelo a la ciudad sin vacíos hipotéticos, así como cierto interés por la historia de este puerto “natural” que antes apenas había sido considerada. La historia del Riachuelo está puntuada en estos años por secas descripciones funcionales y acontecimientos de diverso calibre: las características del agua, el cambio de dirección del afluente del Plata en “una noche” de diluvio, las invasiones inglesas. Es una historia de inflexión claramente económica: durante el siglo XIX, resulta habitual registrarla en función de recoger antecedentes para los problemas que planteaba la construcción de un “verdadero puerto” para Buenos Aires”.


“La relativa prosperidad del puerto, y el ‘sorpresivo’ asentamiento de trabajadores inmigrantes en las orillas inundables que hoy llamamos La Boca, convocó hacia 1840 la atención de viajeros y porteños.  Es entonces cuando surgen las primeras descripciones visuales y literarias del Riachuelo como escena paisajística.
Pero solo desde los últimos años del siglo XIX puede hablarse, en sentido estricto, de una historiografía sobre el Riachuelo, alejada de los inmediatos requerimientos operativos de las reseñas anteriores de su pasado –aunque inspirada, en estos años, por la polémica del puerto de Buenos Aires–”.


La imagen de los acontecimientos

“En los primeros dos siglos después del primer establecimiento de Buenos Aires, el riachuelo aparece nombrado solo en su función de acontecimientos fundantes. El primero es el desembarco de Mendoza, en un lugar cercano al que se denomina ryo de Buenos Aires, cuyo nombre se transfiere luego a la ciudad. Mencionado también como Riachuelo de los navíos, su importancia en los documentos jurídicos se debe a la función portuaria de la desembocadura. Aparece además como accidente físico destacado, para indicar límites de propiedades en la pampa llana.
Un segundo acontecimiento, tan impreciso como el primero, nombra su curso superior como Matanzas: el sangriento choque de las fuerzas enviadas al río arriba por Garay con las tribus asentadas a su vera.
Ningún otro acontecimiento relevante se registra hasta las épocas en que cambia el estatuto jurídico de la ciudad, por la instauración del Virreinato del Río de la Plata, lo que redunda en la ampliación del comercio, requiriendo de las autoridades españolas un control más firme del contrabando. Comienza a ser visible una transformación que había transcurrido de manera silenciosa en los siglos anteriores: la apertura de la nueva boca del Riachuelo. Este acontecimiento geológico indica una nueva historia”.

“El Riachuelo aparece en estos primeros testimonios como un accidente ubicable en la costa ‘rasa, llana, desabrigada’ que ya había explorado el Caboto”.

El texto que con más frecuencia se cita y que con más detalles abunda sobre las características del área del Riachuelo, en la época de la conquista, es el de Ulrico Schmidl. La crónica de Schmidl está acompañada por grabados que se reproducen una y otra vez para recordar aquella informal Buenos Aires. Se trata, sin embargo, de grabados de edición tardía, no realizados por Schmidl y plagados de fantasía. Schmidl parece ubicar el primitivo asentamiento de ‘Buenos Aires’ en la terraza de inundación, al pie de la barranca de parque Lezama: así se interpretaron los testimonios citados en el informe de Ruiz Galán que describen cómo “el agua se llevó” o “la creciente se llevó” las precarias casas construidas.
Además de la mención del Riachuelo en tanto accidente reconocible para la ubicación del primer caserío, las descripciones se dirigen a sus características en tanto puerto natural...”.

“No abundan paisajes de este tipo, referidos al Riachuelo, en la primera mitad del siglo del XIX: y las obras citadas se incluyen en un género ‘histórico’ o documental: el paisaje no es su objeto específico. La Boca y el Riachuelo no constituían por sí mismos escenarios de interés para los viajeros de las primeras décadas del siglo XIX que visitaban Buenos Aires, como sí lo eran el Matadero, el Retiro, el desembarco en carretas frente a la costa…”.

“Quien realmente funda la iconografía del Riachuelo es el ingeniero Carlos E. Pellegrini, un personaje que por más de un motivo resultará central en esta historia. Pellegrini es ingeniero de ponts et chausées por formación, pero pintor por necesidad: cumple un papel relevante no solo en la composición de una imagen de Buenos Aires, antes y después de la Organización Nacional, sino también como publicista después de la caída de Rosas”.

“Las ilustraciones de Pellegrini se encuentran compiladas en el Tableau Pittoresque de Buenos –Ayres: la maestranza, Riachuelo y Puerto de los Tachos (actual Vuelta de Rocha). En estos paisajes, el Riachuelo aparece como tema específico de la estampa, sin asunto narrado que coloque al paisaje sólo como fondo. Es probable que las tres imágenes se construyeran a partir de bocetos previos realizados durante el reconocimiento de la Zona de Barracas que Pellegrini emprende junto con Manuel José García, en función de su reconocimiento portuario, en 1831…”.

“Los años de difusión de las litografías de Pellegrini son aquellos en que La Boca alcanza una primera versión como paisaje pintoresco…”.

 “El Riachuelo ya era un lugar pintoresco a fines del siglo XIX en este sentido plástico definido. Las fotografías más conocidas del álbum Witcomb consolidan las perspectivas para observarlo: los recodos del Riachuelo, con sus retazos de agua, sus casitas de chapa y madera y la eliminación de las líneas paralelas; la trama de mástiles que introduce una extraña fragmentación en la forma, confundiendo los bordes de los objetos y favoreciendo la yuxtaposición visual, al mismo tiempo que refiere no al moderno buque sino a los románticos puertos de barcos a vela…


Puente: la belleza técnica


“…el puente sobre un río de navegación frecuente, como se proyectaba para el canal industria, debe cumplir requisitos más severos: o posee una altura suficiente para permitir el paso de naves de cierta dimensión (…) o necesita de un dispositivo de apertura, que no sólo resulta complicado y caro, sino que atenta, también, contra una fluida circulación terrestre…

“Los puentes sobre el Riachuelo exhiben una variedad de soluciones a este tipo de desafíos que no pueden hallarse en otro río en la Argentina. La mayor parte de los puentes que estudiaremos fue construida en la primera mitad del siglo XX, cuando el Riachuelo ya constituía el límite de una ciudad pujante; de manera que, convertidos en puertas urbanas en los cruces de importancia, debían representar con decoro su papel. Algunos fueron realizados por el Estado, proyectados por distintas reparticiones, otros por las oficinas de ferrocarriles…

“Un caso particular (…) es el de los puentes transbordadores, especialmente el del viejo Puente Avellaneda, clave en la representación del lugar boquense, producto de un oscuro negocio entre el Estado y el Ferrocarril del Sud.
Hemos visto cómo, en 1906, el ferrocarril del Sud se había comprometido con el Estado a entregar un puente carretero, que sería ubicado en la desembocadura del Riachuelo (…) En 1908, un decreto  del PEN autorizo al ferrocarril a sustituir el puente carretero a báscula  del contrato de 1906 por un puente transbordador…
El Ferrocarril de Sud adquirió la superestructura metálica del puente a una empresa inglesa, mientras que las fundaciones de las torres laterales (ocho cilindros que penetraban 24 m en la arena del Riachuelo) se construyeron en el país…
…No resulta extraño que este objeto, librado al uso público en 1914, se haya convertido rápidamente en un hito para pintores y grabadores del Riachuelo. No ofreció nunca una imagen del pulcra modernidad: sugirió un pathos desde los inicios…
Los tres transbordadores constituyen marcas relevantes en el paisaje del Riachuelo. Gálvez, en la novela que evocamos en el inicio de esta parte, colocó como uno de los elementos más significativos del conjunto el Transbordador…

“El  transbordador Avellaneda tuvo, sin embargo, una corta vida útil; su actividad cesa casi completamente a fines de 1940…


[Caminito]

“La acción que une circularmente educación, arte y ambiente (…) se cierra en muchos sentidos con Caminito. Termina  de integrar las artes a la calle, en versión literal. El color que supuestamente ha sido inspirado, también literalmente, por el hábitat espontáneo, es devuelto aquí con estridencia. Y resulta interesante comprobar que el destino inmediato haya sido un teatro, subrayando el aire escenográfico que aún lo acompaña, lo cual pone en evidencia lo que en otro tipo de ‘restauraciones’  se omite, su artificialidad. Caminito es el punto de arribo de la integración del arte con la vida”.

“…El recodo pertenecía al Ferrocarril el Sud, luego nacionalizado, estas vías dejan definitivamente de usarse alrededor de 1954. Junto con un vecino y amigo, Aníbal Cárrega, Quinqula presenta al  Consejo Deliberante la propuesta de que los terrenos fueran adquiridos por la Municipalidad (…) La municipalización de los terrenos data de 1958, y la calle, con el nombre de Caminito –por el tango de Filiberto que evocaba un camino de La Rioja- se inaugura en octubre de 1959. Caminito funcionó como teatro al aire libre, utilizando el decorado de ropa tendida y fondos de conventillos.
En ocasión del pedido a la Municipalidad, Quinquela defiende la necesidad de preservación  de las casas típicas boquense, que el progreso tiende a eliminar. Es la primera que una calle anónima, sin significados en la historia ‘nacional’, y sus casas sin valor intrínseco y con poca antigüedad, son preservadas oficialmente (…) La estilización de Quinquela está dada por la composición del color. Una larga convecino pictórica indica el color como símbolo de la vida, la emoción, el carácter, el movimiento; en oposición  a la forma, estructura intelectual”.

“Fue Quinquela el que le dio su color a La Boca; el color boquense existía sólo en el sentido de lo pintoresco, como metáfora del movimiento y la multiplicidad, escasamente en el color real”.

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