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por Victoria Noorthoorn

De Rosas, Capullos y Otras Fábulas
es la exposición resultante del proceso de diálogo y experimentación del que participaron Jane Brodie, Mariana Cortés, Aili Chen, Marina De Caro, Flavia Da Rin, Martín Di Girolamo, Inés Drangosch, Ana Gallardo, Guillermo Iuso y Florencia Rodríguez Giles.
Los artistas fueron invitados a conformar un taller de trabajo en base a las afinidades existentes entre diversos escenarios del arte contemporáneo internacional; en este caso, entre el trabajo de Rosemarie Trockel y el de cada uno de los artistas seleccionados. En un mundo de comunicaciones veloces y fluidas, las preocupaciones que dan lugar a la creación contemporánea rara vez existen en forma aislada, posibilitando la presencia de afinidades, cruces y diálogos.

De carácter netamente experimental, el taller posibilitó la creación de un espacio de conocimiento y cuestiona-miento, así como de encuentros inesperados, y dio lugar a obras inéditas expuestas por primera vez en Proa. En este marco, la curaduría tomó la forma de un espacio de posibilidad definido por la selección de artistas y el contexto de Trockel, así como por la articulación general y el apoyo al riesgo y a la exploración de límites.

El taller se desarrolló por etapas, que incluyeron: el análisis de la obra de Rosemarie Trockel in situ (expuesta en agosto en el Museo Caraffa de Córdoba), la presentación de cada artista participante de su trabajo y el análisis de su posible relación con la misma, la exploración de los puntos de diálogo entre los artistas participantes, la elaboración de una propuesta integral curatorial en base al material presentado, y la elaboración de proyectos puntuales dentro de dicho marco.

Si bien se partió de Trockel como gran telón de fondo, rápidamente concentramos la atención en temas de exploración y puntos de contacto puntuales. A grandes rasgos, los temas que despertaron mayor debate incluyeron la situación de la mujer, la fuerza del estereotipo, el rechazo ante las jerarquías impuestas por la sociedad y el sistema del arte, la metamorfosis, y la concepción de una subjetividad que se construye desde el cambio permanente.

Entre los puntos de exploración propios de nuestro grupo de artistas, se destacaron la puesta en escena en tanto acto de presentación teatral de un contenido real pero presentado como ficticio; y la dinámica misma de una ficción suspendida o historia congelada, donde se le ofrecen al espectador los elementos para la construcción de un relato que queda en suspenso, esperando activar el desconcierto y la imaginación.

Estas historias en varios casos se centraron en la construcción del sujeto-artista y sus sucesivas mutaciones y transformaciones. Tal es el caso de Flavia Da Rin, quien deviene comic en sus fotografías, y de Guillermo Iuso, quien en su mural lleva al límite el estereotipo del hombre más banal. Ambos se exponen a sí mismos visible-mente alterados. Y es el caso de Ana Gallardo, quien construye su propio paisaje de artistas a través de la mirada interpretativa de su retratística conceptual, donde cada sujeto resulta del cruce entre realidad y ficción.

La subjetividad pensada desde lo femenino fue otro tema de exploración, ya sea por el cuestionamiento de estereotipos sociales –de la mujer bella, como en Martín Di Girolamo, o del hombre argentino, en Iuso– como por la revalorización de una otra mirada, aquella mirada no jerárquica y por lo tanto históricamente femenina, en el conjunto de la exposición. Pues en De Rosas, Capullos.... los artistas proponen una imagen que resulta de una reubicación en otro contexto a primera vista extraño, como cuando Marina De Caro presenta un paisaje tejido, casi lunar, en el espacio mismo de la sala, o cuando Jane Brodie interviene las ventanas clausurándolas paradójicamente con una frágil cinta transparente.

Se trata de un continuo revertir de lo conocido, para, en su traslación, dar lugar a la aparición de nuevas imágenes, experiencias, y mensajes. Como en Inés Drangosch, que usa como base al propio poema literario para imaginar nuevas cartografías y diálogos entre sus poetas-sujetos.

Pero es también el caso de Aili Chen y de Florencia Rodríguez Giles, las artistas en la exposición que desde la ficción más se acercan al mundo de lo desconocido, del híbrido. Sus propuestas resisten el anclaje del conocimiento; es imposible describir las cosas tal como son, y menos aún comprender y abarcar al mundo como para responder. Así surgen imágenes sólo existentes en la imaginación o el delirio, en el caso de la tierna niña de la animación de Chen, o en las inquietantes figuras-muñecos de Rodríguez Giles.
Así nos encontramos, en esta exposición, ante la pregunta, la fragilidad, la vulnerabilidad, la propia exposición, el terror.

Se trata de una incertidumbre que invade también la arquitectura, como en las instalaciones in situ de De Caro y Mariana Cortés, quienes desde el cruce entre arte y diseño, proponen alterar la vivencia del cuerpo al generar una nueva percepción del espacio, que aquí también deviene espacio social. Lo blando genera metamorfosis y cambio a partir de su entrada en escena.

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