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Exposición
Directores de proyecto:
Adriana Rosenberg y Jorge Helft
Curadora: Elena Filipovic
Organización: Fundación Proa
Coordinadora General:
Cintia Mezza
Asistencia y producción:
Iara Freiberg
Diseño expositivo:
Caruso- Torricella Architetti
Coordinación Catálogo:
Debbie Grimberg
Auspicia: Tenaris - O. Techint


email: duchamp@proa.org


Invasión Marcel Duchamp
Por Rafael Cippolini
Diario Perfil - Buenos Aires 5/10/08
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0301/articulo.php?art=10252&ed=0301

Desde el 22 de noviembre, la Fundación Proa presentará “Marcel Duchamp: una obra que no es una obra ‘de arte’” y el primer coloquio internacional en América latina sobre el artista. ¿Cuál es el legado y la recepción de la obra del francés, si nos referimos por ello a su influencia en el arte contemporáneo? En esta nota, algunas respuestas.

Duchamp satura.

Parecería que no hay forma de liberarse de él. Ahora bien, ¿de Duchamp o de los duchampianos?

Las evidencias aplastan. En este nuevo aniversario de su muerte (el pasado 2 de octubre se cumplieron cuarenta años), nos asalta el dato: Buenos Aires se encuentra apreciablemente duchampizada.

Y lo estará aún más cuando, en muy poco tiempo, desde el 22 de noviembre, por fin se inaugure la exhibición producida por Jorge Helft con curaduría de Elena Filipovic en la nueva sede de la Fundación Proa, con el título Marcel Duchamp: una obra que no es una obra “de arte”. No es todo: además, la misma fundación anuncia el Primer Coloquio Internacional en América Latina sobre Marcel Duchamp, que se realizará los días 20 y 21 de noviembre, coordinado por Paul B. Franklin, miembro de la Association pour l’Etude de Marcel Duchamp. Las evidencias parecen indicarlo: el siglo XXI encuentra a uno de los más grandes heterodoxos de la historia del arte de todos los tiempos absolutamente oficializado, incluso en Buenos Aires, ciudad de su mucho tiempo menospreciada y hoy en alza “estadía fantasma”.

No en vano, en invierno del año pasado, en uno de los últimos números de la desaparecida revista Punto de Vista, Gonzalo Aguilar publicó un sintomático ensayo sobre las coordenadas actuales del duchampismo titulado nada menos que Olvidar a Duchamp. El título es sugestivo: se trata de una paráfrasis de un polémico ensayo publicado exactamente treinta años antes (Jean Baudrillard: Olvidar a Foucault). Varias preguntas lo sobrevuelan: ¿qué se está haciendo en estos tiempos con Duchamp? ¿Por qué? ¿De qué forma subsiste Duchamp en nuestros días?

En ese texto, Aguilar se detiene a examinar minuciosamente el imprescindible libro de Raúl Antelo María con Marcel (Duchamp en los trópicos), aparecido en 2006, así como a analizar el contexto de creciente interés y expansión de las mitologías duchampianas, a las que se refiere como “el retorno de Duchamp”.

Justamente Aguilar, que es un notorio pionero de los estudios duchampianos en Buenos Aires. En 1996, en una exclusiva edición de bajísima tirada (casi al modo de una contraseña y declaración de principios) publicaba Buenos Aires Ready-Made. Duchamp en Argentina, que se trata no sólo del primer libro dedicado íntegramente al artista francés producido en el país sino, además, del primer estudio sobre la estadía local del célebre creador en los años 1918-1919.

Sobre estas coordenadas se erigirá más tarde IMaDuBA (Instituto Marcel Duchamp en Buenos Aires), autodefinido “oficina móvil de investigaciones teóricas y taller de reelaboración de dispositivos duchampianos”, cuyo objetivo es la “reescritura plural de uno de los capítulos definitivos y menos conocidos de la historia del arte del último siglo: la estadía del artista francés en la capital argentina”.

Uno, dos, tres, Duchamp. Esta arqueologización, sin embargo, ya contaba con una lista heterogénea de célebres precursores. Recordemos el tan glosado ensayo de Julio Cortázar Marcelo del Campo, o más encuentros a deshora, aparecido en Ultimo round (1969), en donde el autor de Rayuela recuerda una charla entre Octavio Paz y Duchamp a propósito de la estadía porteña del último y, además de otros temas, las coincidencias que el primero encontraba entre su talento y el de Macedonio Fernández; así como también conviene mencionar L’acte notarié, obra realizada en 1990 por Lea Lublin (artista argentina que residió largamente en Francia) que consistió en una investigación ficcional sobre los resbaladizos motivos e itinerarios de Duchamp en esta ciudad.

Insistamos con las preguntas: ¿cuántos Marcel Duchamp existieron y existen? ¿Hasta qué punto y de qué forma los duchampianos son duchampianos? O enunciándolo de otro modo, ¿cuál es exactamente el legado de Duchamp si nos referimos a su influencia en el arte contemporáneo? ¿Cómo se lo utiliza? O si se quiere, ¿cómo trazar una tradición duchampiana, esto es, una línea sucesoria de quien, al decir de Helft, “abrió el juego en la definición de arte”?

Volviendo a Antelo, es evidente que el investigador dobló la apuesta: propuso a Duchamp a modo de instrumento de exploración cultural de una modernidad sudamericana por demás peculiar. Así, la figura del “Marchand du sel” le sirve para develar una trama extensa, compleja, que se ramifica hasta alcanzar Brasil y la estampa de la talentosa artista y diplomática María Martins, sin dudas su amante más famosa.

Contemporánea a la salida de este libro es la publicación de Fuera de campo, de la crítica y narradora Graciela Speranza, quien desde sus páginas propone otro modo de leer “el efecto Duchamp” en la obra de varios autores canónicos de la literatura argentina, como el citado Cortázar, Jorge Luis Borges, Manuel Puig, Ricardo Piglia y César Aira –y, además, en el pintor Guillermo Kuitca.

También es coetánea (2006) la edición de Rrose Sélavy mise à un par le Capitaine Nemo, de Alfredo Prior, que forma parte del volumen de textos Cómo resucitar a una liebre muerta, y que en un principio fue el guión de una performance realizada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires hace once años. Todos estos textos, tan diferentes entre sí, utilizan la figura de Duchamp en Buenos Aires a la manera de un téster de métodos, índices y apropiaciones.

Prior fue precursor, además, en reaccionar contra la creciente inflación duchampiana: por esos días se presentó en numerosos eventos con una remera que lucía un urinario idéntico a la histórica obra titulada Fountain (de 1917), debajo de la cual podía leerse la leyenda: “Cada día huele peor”.

Un año antes de estos hechos, durante el otoño de 2005, el coleccionista de arte Ignacio Liprandi se dispuso a volver realidad su deseo de producir un documental con dirección de Hugo Santiago y guión de Alan Pauls sobre las peripecias argentinas de Duchamp (titulado, más no sea provisoriamente, con unas palabras de su correspondencia: Buenos Aires no existe). Simultáneamente Canal (á) emitió un documental dirigido por Andrés de Negri y Alejandro Schianchi sobre el mismo tema, en el cual el sociólogo Christian Ferrer describió la excursión duchampiana como “un viaje idiota”.

Ya vemos: con delay, el extraño affaire de Buenos Aires con Duchamp se pone a la orden del día. Y no sólo: hasta hay quienes conjeturan que quizá ese “viaje idiota” pueda haber arrojado por saldo un tipo diferencial de arte moderno, precursor inmediato de las estéticas más contemporáneas. No olvidemos que fue Rosalind Krauss, directora de la influyente revista October, quien sentenció: “¿Cuándo comienza esta historia alternativa, este rechazo de la lógica óptica del modernismo dominante? Es difícil poner una fecha, mostrar el mojón, señalar el acontecimiento o hacer una demostración específica. ¿Podríamos hablar de Marcel Duchamp, de ese momento en Buenos Aires, hacia 1918 o 1919, cuando la metáfora mecánica del Gran Vidrio dejó de interesarle y comenzó a trabajar en una máquina celibataria como un dispositivo óptico, una lección de la mirada que perseguiría durante los siguientes quince años?”.

Saltos y sobresaltos. Como era de esperar, fueron varios los que no se mostraron conformes con la explosión de esos usos e hipótesis. Así fue que Jorge Helft puso manos a la obra y se propuso concretar un viejo sueño. Admirador de Calvin Tomkins, celebrado biógrafo de Duchamp con quien se entrevistó en Nueva York, Helft se planteó la necesidad de volver a ordenar los materiales de análisis de ese artista que parece haber sido un claro ejemplo de “Yo desbordado”. En el texto escrito para el catálogo de su muestra, la curadora Filipovic señala: “(…) Tal como espera mostrar esta exhibición, no hay tan solo uno sino varios ‘Marcel Duchamp’: el autoproclamado ‘maníaco del ajedrez’, el proveedor de bienes negociables, el inventor de ilusiones ópticas, el aficionado al erotismo, el curador/exhibidor-diseñador, el escritor de apuntes, el realizador de reproducciones, el entusiasta de la transparencia, el cerebro del ‘retardo’ y la lista podría seguir”.

Resulta evidente, el desafío de diseñar una disposición definitiva para semejante puzzle resulta desmesurado. Duchamp fue un maestro en generar saltos que se viven como sobresaltos. Sólo basta repasar mínimamente la recepción de sus intervenciones en los medios críticos argentinos: recordemos que la primera vez que fue citado en una publicación local se trató nada menos que en la revista Proa (vaya coincidencia) en 1925, en un artículo de Guillermo de Torre en el cual se lo define como un “desviado retruecanista” y estilista de “desnudos piruetismos de palabras”, más o menos oculto bajo su máscara travesti de Rrose Sélavy, su reconocido álter ego. Resumiendo: un sujeto a todas luces excéntrico cuya condición más visible era su preferencia por “unas especies de juegos de palabras absolutamente hueros, y por otra parte, intraducibles”.

Como sea, lo que hoy sigue estando en discusión es un enorme archivo de documentaciones de un personaje de lo más huidizo, alguien que defendió su autonomía y singularidad más que cualquier otro bien.

Si durante sus días porteños –y hasta donde sabemos– se relacionó mayoritariamente con jugadores y maestros de ajedrez (Duchamp solía encerrarse íntegras semanas a estudiar partidas), a lo largo de su extensa vida –falleció a los 81 años– tuvo contacto con al menos tres artistas argentinos en circunstancias que nunca fueron debidamente analizadas.

Gyula Kosice y Alberto Greco lo contactaron en Nueva York en la década del sesenta. Con el primero, a quien Duchamp indagó sobre sus aptitudes como ajedrecista (deporte que no es de las mayores preferencias del maestro del hidrocinetismo), se reunió en ocasión de la entrega de ciertos papeles enviados desde Estocolmo; diverso, su encuentro con el autor del Vivo-Dito fue más desopilante: este último no sólo se animó a desafiarlo en una partida de ajedrez, sino que utilizó un autógrafo suyo para una exhibición en la ciudad estadounidense.

Sin embargo, su contacto más interesante fue con el célebre patafísico Juan Esteban Fassio, quien no sólo es autor de un inédito y tempranísimo estudio sobre la trayectoria de Duchamp, sino que éste, admirado por su investigación y en agradecimiento, le obsequió un ejemplar de sus Boîte-in-valise.

Para finalizar, la muestra de Proa no es la única en haberse encargado de exhibir y analizar del legado Duchamp. Si hace cinco años el MALBA exhibía algunas de las piezas fundamentales pertenecientes a la colección de otro de sus más importantes biógrafos, Arturo Schwarz, el año pasado, el fan duchampiano Marcelo Gutman, artista e investigador, realizó una curaduría en el Fondo Nacional de las Artes, la última de una larga serie de muestras que le fueron dedicadas en las últimas décadas, pero esta vez centrada íntegramente en la influencia de su estadía porteña.

Addenda. Volviendo a esta última, el 19 de septiembre de 1918, Duchamp llegó a Buenos Aires, donde vivió durante nueve meses. Se instaló en la calle Alsina 1734, entre las actuales Solís y Entre Ríos. Cerca de seis cuadras de donde se alojó, Duchamp consiguió su estudio: en la calle Sarmiento 1507 (predio en el que hoy se encuentra la plazoleta que antecede al Centro Cultural San Martín). En una carta escribió: “Es difícil aclimatarse debido al estilo de vida de los argentinos”. Sin embargo, a tres semanas de su desembarco comenzó a diseñar un proyecto al que denominó Cubify BA (“Cubificar Buenos Aires”). Se trata de un plan que, en muchos sentidos, sigue siendo un misterio. Podríamos describirlo como la importación de los libros Les peintres cubistes/Méditations esthétiques de Guillaume Apollinaire y Du cubisme de Gleizes-Metzinger, a modo de divulgación conceptual para programar luego una exposición de aproximadamente una treintena de obras cubistas en una galería comercial para su venta. Si bien sabemos que se abocó decididamente a la tarea, no menos notorio es que poco después abandonó su propósito, transformándolo en un proyecto definitivamente inconcluso.

Lo que sin dudas jamás sospechó fue que noventa años más tarde, sin haber logrado su propósito cubificador de la ciudad y con tantos duchampianos a la vista, fuera Buenos Aires la que se encontrara duchampizada. Nada menos.


Un nuevo desembarco en Buenos Aires
Por Mercedes Urquiza

Hace ya diez años, la Fundación Proa se instalaba en el barrio de La Boca. Allí, a orillas del Riachuelo, Proa supo acercar al público porteño grandes muestras de artistas internacionales e interesantes miradas de artistas locales. Y logró algo impensado: que el recoleto público de las artes plásticas tuviera un motivo para bajarse hasta uno de los barrios más conflictivos de la ciudad. El éxito de la programación de Proa hizo que la casona italiana que era su sede le quedara chica, por lo que el centro de arte decidió cerrar sus puertas para reformarse. Pero a mediados del próximo noviembre Proa vuelve: “Abriremos con una fachada nueva toda de vidrio que rompe con la idea de interior o exterior”, adelanta la directora de la fundación, Adriana Rosenberg. “Incorporamos un auditorio, una librería, una confitería, siempre en dos corrientes de diálogo permanente: lo histórico y lo contemporáneo”, agrega.

Para la reapertura, Proa recibirá una gran muestra, inédita en por estas latitudes: la primera exposición individual de Duchamp en Latinoamérica. El megaproyecto –que se compone de una muestra, un catálogo y un coloquio internacional– ofrecerá al público porteño la posibilidad de ver 130 obras de este creador clave para entender el arte contemporáneo. Se trata de una selección de fotografías, obras sobre papel, proyecciones y documentación que abarca sus diferentes etapas creativas, desde el ready-made hasta sus últimos trabajos.

El título del proyecto surge del famoso interrogante que se hizo el propio artista, “¿Puede uno hacer una obra que no sea una obra ‘de arte’?”. La curadora de la exposición, Elena Filipovic, adelanta que la exposición explorará algunos aspectos pocos vistos, como sus experiencias ópticas, su rol de gestor cultural, curador, diseñador de catálogos, sus innovaciones tipográficas y su actitud performática. Estarán en exposición piezas revolucionarias para el arte del siglo XX como Bottle Dryer, Bicycle Wheel y Box of 1914.

Para lograr todo esto Proa involucró a importantes instituciones públicas internacionales y coleccionistas privados como el Philadelphia Museum of Art, Indiana University Art Museum, el Centre Pompidou en París y el Moderna Museet de Estocolmo, que aportará una pieza clave del artista, La Mariée mise à nu par ses Célibataires, même, más conocida como el Gran vidrio.

El catálogo se convertirá en una pieza independiente de la muestra, ya que contará con un recorrido por la vida y obra de Duchamp en fotografías, la presentación curatorial de Filipovic, textos de estudiosos de la obra de Duchamp y una interesante selección de cartas que el artista escribió durante su estadía en Buenos Aires, recopiladas por la coordinadora del proyecto Cintia Mezza. El debate y la reflexión sobre Duchamp llegarán con el coloquio que sucederá el 20 y 21 de noviembre en el nuevo auditorio, coordinado por Paul B. Franklin. Se contará con la presencia de destacados pensadores de la intelectualidad duchampiana: Jean-Jacques Lebel, Bernard Marcadé, Francis Naumann, Linda Henderson, Michael Taylor, Gloria Moure y Gonzalo Aguilar, entre otros.
Exposiciones celebran a Marcel Duchamp
Por Carolina Lara B.
El Mercurio – Chile 3/10/2008
http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id={a1494494-2089-4942-8663-22cb91b0c773}

El 22 de noviembre, Fundación Proa de Buenos Aires abre la mayor muestra individual del vanguardista en Latinoamérica. Mientras, en Chile, Galería Moto le rinde un homenaje con artistas nacionales e internacionales.


A Marcel Duchamp (1887-1968) se le ha encasillado dentro del cubismo, el dadaísmo y el surrealismo, pero en rigor fue un autor inclasificable, el primero en romper definitivamente con la tradición al utilizar como obra de arte un objeto cotidiano y preguntarse de paso qué definía aquel término.

Padre del conceptualismo, fundó -además de los 'ready made'- una producción no tanto prolífica como enigmática que cruzó diversas disciplinas, desde la pintura y la fotografía hasta la performance y la instalación, si se pueden llamar así aquellas piezas que ocupan su figura travestida o el espacio, recurriendo a diversos contextos y materialidades.

Algunas de las propuestas claves de su producción estarán, entre el 22 de noviembre y el 1 de febrero de 2009, en la Fundación Proa de Buenos Aires. Se trata de "Marcel Duchamp: una obra que no es una obra 'de arte' ", la mayor exposición individual del vanguardista francés en Latinoamérica y que de paso inaugura el nuevo edificio de la institución ubicada en el barrio La Boca. Curada por Elena Filipovic, reúne 150 piezas, entre ellas el "Escurridor de botellas" ('ready made') y "El gran vidrio", uno de los trabajos que han dado más que hablar en la historia del arte: desde 1915, demoró ocho años en decantar las imágenes esquemáticas que figuran entre grandes vidrios simbolizando figuras fundamentales de su trabajo, como la novia y la máquina.

A 90 años de su paso por la capital argentina (donde residió unos meses) se realiza esta muestra promovida por el coleccionista local Jorge Helft y que suma un coloquio internacional donde destacados pensadores de la intelectualidad duchampiana debatirán acerca de la influencia del artista.

HOMENAJE EN CHILE

Justo al celebrarse 40 años de su muerte, ayer Galería Moto (Julio Prado con Pedro León Gallo) abrió "INFRAleve, exposición internacional duchampiana", en la que participan más de 60 artistas de diversos países, varios de ellos reconocidos. Entre otros, Leonardo Portus, Luis Guerra y Catalina de la Cruz (Chile), Enrico Baj (Italia), Clemente Padín (Paraguay), Chema Madoz (España) y Franklin Fernández (Venezuela).

La exposición estará abierta hasta el 11 de este mes e integra pintura, dibujo, fotografía, video, performances en diversas ciudades y sitios de Santiago, así como una publicación en la que participan investigadores que abordan los nexos de Duchamp con nuestro país.
Marcel Duchamp: una obra que no es una obra “de arte”
Art for News – julio de 2008
http://artfornews.com/duchamp.html

Duchamp, o visionário
Por Maria Hirszman
O Estado de Sao Paulo – Brasil 15/7/2008
http://www.estadao.com.br/estadaodehoje/20080715/not_imp206080,0.php

Duchamp foi o primeiro “artista-pensador”, diz curadora de mostra sobre artista no MAM
Por Antonio Farinaci
UOL – Brasil 29/6/2008
http://diversao.uol.com.br/ultnot/2008/06/29/ult4326u980.jhtm

Por fin, Duchamp vuelve a la Argentina

Por Judith Savloff
Crítica de la Argentina – Buenos Aires 9/6/2008
http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=5900

A pesar de que vivió en Buenos Aires unos meses, sus trabajos nunca habían sido expuestos en un museo local. Será la primera muestra individual del hombre que cambió el concepto del arte en el siglo XX.


“Es una de las mayores figuras del arte del siglo XX. Vivió un tiempito en Buenos Aires. Pero para ver obra suya hay que viajar al exterior.” Por esa razón, entre otras, a Jorge Helft, coleccionista local nacido en Francia, fundador y directivo de las fundaciones San Telmo, Antorchas y Teatro Colón, se le ocurrió promover una muestra sobre Marcel Duchamp (1887-1968) en la Argentina. Y, después de ocho años, ese proyecto está a punto de ser realidad.

A fines de 2008 la Fundación Proa, que trabaja a fondo en esa propuesta desde 2006, reabrirá sus puertas en el barrio porteño de La Boca con lo que promete ser uno de los mayores acontecimientos artísticos del año: Marcel Duchamp: una obra que no es una obra “de arte”.

Será la primera gran muestra individual en la Argentina del artista francés, célebre por la exhibición del mingitorio (Fountain, 1917), padre del conceptualismo y de otras tendencias que pueblan el arte contemporáneo.

No está definida la fecha de apertura, pero se sabe que la exhibición reunirá 125 piezas –entre objetos, obras sobre papel, fotos, proyecciones y documentos– provenientes del Museo de Filadelfia, el Centro Pompidou de París y el Moderna Museet de Estocolmo, entre otras instituciones, y de colecciones privadas.

Curada por Elena Filipovic, partirá de la puesta en escena del ready made (objeto industrial resignificado como “artístico”) que Duchamp empezó a realizar en 1913 y llegará hasta sus últimos trabajos. Allí estarán, entre otros emblemas, El gran vidrio y su museo portátil.

Los ready mades de Duchamp, editados en el 64, se mostraron entre más de 200 obras de artistas top en Soñando con los ojos abiertos. Dadá y el surrealismo en la colección de Vera y Arturo Schwarz en el museo Malba en 2004. “Pero la exposición de Proa estará dedicada completamente a Duchamp”, retoma Helft al otro lado del teléfono.

Helft, que atesora libros diseñados por Duchamp y otras piezas que compró “extremadamente baratas” –antes de que la obra del artista se cotizara hasta en 1,7 millones de dólares en subasta–, viene ofreciendo charlas: la última hasta ahora fue la que se realizó el miércoles pasado en la Alianza Francesa.

“Nací en un ambiente vinculado con el arte. Pero entre historiadores, directores de museos, especialistas, hasta 1960 por lo menos se hablaba de dos genios en el siglo XX: Picasso y Matisse. A fines del siglo, Duchamp se había incorporado a esa lista. Quiero conversar acerca de los motivos”, explica.

Primero, dice Helft, Duchamp modificó el concepto de arte: “Abrió el juego en la definición. Señaló que el espectador es un componente clave de la obra, que la obra se hace con él. Se trata de una definición similar a la de Borges respecto de la literatura: el libro lo hace también el lector”.

Duchamp también indicó, agrega Helft, que una obra perduraría en función de la aceptación del espectador, de su capacidad de mantener el interés en el tiempo. “Un espectador especializado o no, no importa. Justamente en 1955 dijo le interesaba el futuro: qué pasaría en cincuenta años. Hoy pasó un poco más que ese tiempo y su vigencia es impresionante. Ningún artista tuvo tanta influencia en movimientos artísticos: pop, cinetismo o Fluxus, entre otros”, señala.

A Duchamp se lo usa también para tratar de justificar la idea de que todo es arte. “Es que el posmodernismo generó un gigantesco error de interpretación. Hoy nos enfrentamos con gente que realizó una foto, una instalación o un cuadro, que no interesan más que a la hermanita. Hay muy buenos artistas, por supuesto, pero aparecen muchas propuestas sin fundamentos, reversiones banales. Pero si se vuelve a Duchamp, se ve un contenido intelectual a prueba de balas.”

Duchamp vivió en Buenos Aires entre septiembre de 1918 y junio de 1919. Esa estadía es aún bastante misteriosa. Aparentemente pasó por aquí esquivando la Primera Guerra Mundial, “el patriotismo” de París y de Nueva York, donde desarrolló su carrera.

Entre noviembre y enero, el Fondo Nacional de las Artes exhibió Duchamp en Buenos Aires, un homenaje de otros artistas y un “manuscrito inédito” de Duchamp sobre una partida de ajedrez del 24, juego que lo cautivaba.

Hace unos meses, Marcelo Gutman, artista e investigador que debutaba como curador en esa exposición, corrigió a Helft durante una presentación. Le dijo, por ejemplo, que no se tenía en cuenta el trabajo de Duchamp como compositor.

“Hubo cortocircuitos lingüísticos –aclara Helft–. Dije que estaba casi olvidado, no del todo. Conozco expertos que lo estudian y para esta muestra traeremos a Peter Kotik a interpretar sus obras. Pero bienvenidas las observaciones.”

¿Por qué se demoró años en concretar la muestra? “Eso también es Buenos Aires –responde Helft–. Cuesta mucho realizar. A veces se aducen problemas de presupuesto, otros de voluntad, otros celos, etc. Si escribiera un libro con las ideas que se me ocurrieron y no volaron, tendría mil páginas.”

Junto con la exhibición en Proa se realizará el primer Coloquio Internacional sobre Duchamp en América Latina y después el evento aterrizará en San Pablo.
Una muestra de Duchamp, por primera vez en Argentina
Por Mercedes Ezquiaga
Telam – 5/4/2008
http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=57778&id=141218&dis=1&sec=1

La exposición que incluye 120 obras y alguno de sus más importantes “ready-mades” se exhibirá el año que viene en la Fundación Proa, en coincidencia con los 90 años de su estadía en Buenos Aires. El artista pertenece a las vanguardias del siglo XX y fue precursor del dadaísmo.

Una exposición de Marcel Duchamp, que incluye 120 obras y algunos de sus más importantes "ready-mades", se exhibirá por primera vez en Argentina el año que viene, en coincidencia con los 90 años de la estadía del vanguardista francés en Buenos Aires.

La Fundación Proa será la encargada de albergar a mediados de 2008 esta exposición, cuya inauguración significará la reapertura al público de ese espacio artístico ubicado en el barrio de La Boca, ya que se encuentra en pleno proceso de ampliación y remodelación de sus salas.

Se trata de la primera vez que llega al país una exposición de este importante artista perteneciente a las vanguardias del siglo XX, precursor del dadaísmo y responsable de obras tan importantes en la historia del arte como "Desnudo bajando una escalera" o "Fuente" (el famoso mingitorio).

Pese a que ya se habían visto algunas obras de Duchamp en la muestra "Dadá y surrealismo" en 2004 en el Malba -sobre varios artistas de esas corrientes-, la de Proa constituirá la primera exposición del francés no sólo en Argentina sino también en América latina, y recorrerá sus principal obra.

Gran influyente en la evolución del arte de vanguardia del siglo XX, Duchamp realizó varias obras en la línea del fauvismo, fue aceptado por los surrealistas e incursionó en el "ready-made", que sacaba de su contexto a los objetos de uso cotidiano para convertirlos en obras de arte, como su primera pieza, "Rueda de bicicleta" sobre una banqueta.

"No tiene caracter de retrospectiva ya que ninguna de sus obras pictóricas formarán parte de la exposición. El interés es dar un panorama de su obra producida después de la etapa pictórica, a partir de 1913, y focalizar en el redescubrimiento del objeto", explicó a Télam la coordinadora de la muestra, Cintia Mezza.

Una de las obras más destacadas de Duchamp, "El Gran vidrio" -cuya llegada ya está confirmada-, promete ser la atracción principal de la muestra, no sólo por su importante tamaño e ineludible impacto visual, sino también por la mitología que la rodea, acerca de que el original -realizado en óleo y alambre sobre espejo- se rompió camino a una exposición y Duchamp decidió dejarlo así, "con esa huella del transcurrir".

"Además de muchos de los más importantes ’ready-mades’, se van a exhibir los dibujos preparatorios o las miniaturas que hacía de esos trabajos. Esta especie de copia y réplica, cómo el jugaba con ese concepto y la infinidad de múltiplos -por decirlo de alguna manera- de las obras u objetos", señaló Mezza.

La exposición se realiza justo cuando se cumplen 90 años del fugaz y misterioso paso por Buenos Aires (1918) del artista francés nacionalizado estadounidense, que suscitó infinidad de conjeturas y suposiciones aunque pocas certezas.

Se sabe que Duchamp (1887-1968) dejó su huella en esta ciudad rioplatense entre 1918 y 1919, cuando habitó en una casa de la calle Alsina 1743, a la vez que tuvo su taller en Sarmiento 1507, donde hoy funciona el Centro Cultural General San Martín.

Para muchos fue en Buenos Aires donde el genial artista realizó el estudio y diseño de su futura obra "El Gran Vidrio", también titulado "Los novios desnudando a la novia", fechado en 1923. Además, desde aquí regaló a su hermana un "ready-made" realizado en el atelier de Sarmiento.

Sin embargo, para decepción de muchos, no eran puros elogios lo que Duchamp sostenía de esta ciudad, como se nota en una carta fechada desde aquí: "Buenos Aires no es más que una gran población provinciana con gente muy rica sin pizca de gusto, que todo lo compra en Europa, hasta las piedras de sus casas. No hay nada hecho aquí... ", se quejaba el francés.

Mezza aseguró que se intentará exhibir varios documentos e incluso algún material fotográfico. "Si no, los vamos a reproducir de alguna forma, a través de una material didáctico, que de cuenta de esa estadía interesante de Duchamp en Buenos Aires".

Procedentes de instituciones públicas y coleccionistas privados de Estados Unidos, Francia, Estocolmo y Argentina, las piezas que se exhibirán en Proa viajarán luego a Brasil, para presentar la misma muestra.
Por primera vez se expondrá a Marcel Duchamp en el país
Por Ana Martínez Quijano
Ámbito Financiero – 25/2/2008
http://www.proa.org/exhibiciones/futura/02.27.html

Marcel Duchamp en Buenos Aires
Por Gabriela Felitto Müller
Leedor.com – 23/2/2007
http://www.leedor.com/notas/2045---marcel_duchamp_en_buenos_aires.html

La muestra de Marcel Duchamp que la Fundación Proa prepara para junio del 2008 en Bs As será el acontecimiento del año. El pensador Duchamp, el que exalta el acto de pensar y deja la idea despojada de todo virtuosismo en la forma.

El Pensador de Duchamp

La gran muestra de Marcel Duchamp que la Fundación Proa presentará en junio del 2008 será seguramente el acontecimiento del año artístico de Buenos Aires. La gran muestra de Marcel Duchamp que la Fundación Proa presentará en junio del 2008 será seguramente el acontecimiento del año artístico de Buenos Aires.

El primer encuentro que tuve con la “Rueda de bicicleta” de Marcel Duchamp fue en ocasión de la muestra Soñando con los ojos abiertos, Dada y Surrealismo en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en el año 2004. El tiempo que llevaba admirando este objeto en la lejanía, a través de fotografías, era suficiente para que cierta inquietud me llevara a su encuentro. El primer ready made de Duchamp, realizado en 1917, me asombraba por su capacidad de generar disparos de pensamientos radiales y circulares. Imaginé que así podría funcionar el pensamiento.

Es por eso que el denominado “infraleve duchampeano” que nos separaba cuando estuve frente a él, fue mínimo. Ese pequeño intersticio infraleve es el disparo de luz, comprensión, empatía; o bien, la conexión que se establece entre la obra y el espectador. Y en ese momento, fue la duda de saber si mi sentimiento frente a la obra era el mismo que el autor intentó transmitir.

Entonces pensé que tal vez podría haber descifrado el enigma. Estando allí, frente a la rueda de bicicleta, no podía dejar de pensar qué significaba esa rueda girando. Había leído que Marcel Duchamp la tenía en su habitación y que gustaba de hacerla girar y quedarse con la mirada perdida en ella, fue entonces que sentí la rueda girando en mi cabeza. Un sentimiento había sido conmovido. Pensé en El Pensador de Rodin, en el Miguel Ángel de Rafael en la Escuela de Atenas, o en esa foto de Walter Benjamín, pensando, agobiado por las preocupaciones del hombre.

Allí estaba esa figura que, aunque inmóvil, parecía girar por dentro. El hombre se ha mecanizado a tal punto que el trabajo más redituable para la creciente sociedad tecnológica e industrial ha puesto en movimiento el cuerpo y ha dormido la mente. Prueba de esto era su Autorretrato, Joven triste en un tren de 1911, cuya segunda y más radical versión, Desnudo bajando una escalera, N° 2, causó horror a cubistas y futuristas, si bien las formas respondían a las pautas de composición, representando la velocidad y el movimiento, no eran estas obras glorificaciones a la ciencia y la técnica pues había cierta melancolía, cierta burla y cierta crítica.

El movimiento que le interesaba representar con optimismo, era aquel que sólo podía percibirse. Era ese movimiento latente que tan bien representó en sus dos jugadores de ajedrez.

El tiempo de Duchamp era el tiempo de Einstein y el redescubrimiento del tiempo. Un tiempo interno, una cuarta dimensión que tiene sus propias reglas. Ese tiempo era el que interesaba a Duchamp y en el cual estaba la base de su arte: exaltar el acto de pensar y para ello dejar la idea despojada de todo virtuosismo en la forma, allí estaba su critica al arte que con objetos anestesiados por su belleza habían ocultado la verdadera imagen.

Una imagen perdida.

Tuve ganas de hacer girar la rueda, pero millones de ojos se posaron en mí. Estaba frente a frente con su famoso ready made, frente a frente con el objeto anestesiado artísticamente; el pensamiento.

El paradigma Duchamp

Abordar la obra de Marcel Duchamp es poner en funcionamiento la maquinaria humana que tantas veces representó en sus obras. Es despertar del largo sueño en el que ha dormido la historia del arte, del cual recordamos formas y desconocemos su significado.

Deslumbrados por su belleza, olvidamos las imágenes que reposan en el interior de las obras de arte, las ideas, el proceso mental, el porqué de esa obra. Esa es la deuda que tiene Duchamp con el Simbolismo, descubrir los lugares privados de los hombres, revelar los secretos que ha olvidado por el desarrollo de ciencia, encontrar la niñez perdida porque ha dejado de jugar, enfrentarse a los paraísos donde el hombre es verdaderamente libre y poderoso, donde el escenario es la mente y el pensamiento el protagonista.

Es por este motivo que el análisis de las obras de Marcel Duchamp por encriptado y hermético pocas veces ha pasado del estadío iconográfico, podemos describir sus obras en base a lo que conocemos de la personalidad del artista y a las pistas que ha dejado mezcladas con la ironía, la critica a la mercantilización del arte, la burla y el juego. Sin embargo, poco sabemos de sus significados, para Duchamp las interpretaciones del público son tan ricas y diversas como las mismas obras de arte. ¿Por qué entonces su discurso iba a ser una cuestión solamente disponible para el mundo intelectual? ¿Por qué su obra a pesar de las explicaciones dadas no nos saca el sabor a enigma que poseen? ¿Por qué componer el rompecabezas duchampeano fue, es y sigue siendo la pasión de historiadores?

Este texto no pretende responder todas estas preguntas sino generar nuevas y de esta forma recuperar las imágenes alternativas, posibles o no, que se han perdido bajo el discurso hegemónico del arte. Acercarse a un estadío iconológico encontrando las reincidencias del artista en citar el pasado y enlazarlo con el presente, y proponiendo así una relectura del toda la historia del arte.

El enigma que persigue la obra de Marcel Duchamp no permite establecer ninguna certeza, por este motivo existe en su obra una imagen oficial enfrentada a una imagen alternativa, la imagen oficial se encuentra demasiado ligada al mundo intelectual del arte, y resulta sospechoso cuando en realidad Duchamp no parecía querer agradar sólo a ésta elite, que censuró en su tiempo muchas de sus obras, como su obra “Fuente”. O por ejemplo, el rechazo a ¿Por qué no estornudar? obra de 1921 realizada con la condición de trabajar sin directivas, por encargo de una de sus coleccionistas, Catherine Dreier para su hermana Dorotea Dreier.

Obra que será tal vez el leit motiv de su producción artística y tal vez el punto de partida para una nueva mirada sobre algunas de sus obras. ¿Por qué no estornudar?, nació de sus experiencias surrealistas cuando Marcel Duchamp realiza una broma a sus amigos, cortando pedazos de mármol como si fueran cubos de azúcar, y los coloca en una jaula y le pide a sus amigos que la levanten. Asombrados, descubren que el peso de la jaula no se corresponde con la idea que tenían al levantarla. Duchamp con su broma descubre el contenido latente bajo el contenido manifiesto. Lo que parece ser cubos de azúcar (contenido manifiesto) en realidad son pedazos de mármol (contenido latente) y su peso pone en evidencia el desconcierto de todos. El hecho de poner de manifiesto el contenido latente del arte, nos hace ver que lo expuesto es sólo la máscara de la verdadera imagen que esconde en su interior, son las imágenes perdidas que intentamos recuperar, ellas esconden otra realidad, que corresponde a otra imagen, una imagen que la historia del arte, ha olvidado.

Si la idea de Duchamp es poner de manifiesto la Idea de la obra como el contenido latente, nos preguntamos: ¿Entonces, como representar algo tan abstracto como el pensamiento?

En busca del Aura perdida

En primer lugar Duchamp plantea una obra post-acrática, realiza valijas con reproducciones de sus obras en miniatura y realiza obras sobre reproducciones de otras. El aura será reemplazada para Duchamp por el insterticio infraleve, el nuevo aquí y ahora de la obra de arte; su autenticidad está definida por Duchamp de la siguiente forma: “El intercambio entre lo que se ofrece a las miradas (todos los campos) y la mirada glacial del píblico (que ve y olvida inmediatamente). Muy a menudo ese intercambio tiene el valor de una separación infraleve (queriendo decir que cuanto mas admirada es una cosa menor separación infraleve hay)

En esta definición hay mucho del pensamiento de Kandinsky y de lo expresado en su obra “De lo espiritual en el arte”. Allí Kandinsky, plantea su preocupación por el arte y su público.

Si existe este espacio entre la obra de arte y el espectador es posible que el sin sentido comience a cobrar sentido; o mejor dicho que sea necesario darle un sentido al sinsentido. Será entonces una posibilidad de ver en Duchamp no sólo una ruptura con el pasado sino una continuidad, donde por medio de sus citas a las obras emblemáticas del arte está pidiendo que volvamos a mirarlas para recuperar de ellas su verdadero significado.

Así, Duchamp, descontextualizando el objeto presente, recontextualiza el arte del pasado y nos trae a su vez las imágenes perdidas que duermen bajo la belleza de las formas.

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