Acerca de la exhibición
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Paralelamente a las grandes colecciones de carácter público o privado, los artistas custodian obras por diferentes motivos. Cada conjunto da cuenta y brinda testimonio de la vida y las relaciones afines entre ellos. Es una selección de preferencias y gustos que describen diferentes momentos en la vida de cada artista. Intercambios, regalos, adquisiciones, encuentros ocasionales se pueden leer en estos diálogos. Así presentamos la primera edición de "Colecciones de Artistas" en 2001, seguida de la segunda en 2006. Ahora en 2023 inauguramos la tercera edición.

Es el artista Luis F. Benedit quien describe las diferencias entre las diversas formas de coleccionar. Sostiene que "una colección está organizada con un punto de vista desde una perspectiva. (.) Para el coleccionista, la procedencia de la obra, la documentación, su reproducción, toda la historia de la obra es algo muy importante.

Esta exigencia es muy entendible, porque una colección debe estar documentada. Esta actitud nada tiene que ver con las obras que tenemos los artistas"

Esta propuesta reúne a ocho artistas con un patrimonio exhibido de alrededor de 400 obras que dan testimonio de las nuevas y variadas prácticas artísticas. Mientras que en el pasado trabajaban en sus estudios de forma solitaria, en la actualidad, y desde hace varios años, las becas, residencias y talleres impulsaron el hacer colectivo y la convivencia por largos períodos, generando vínculos que trascienden en el caso de estas piezas seleccionadas.

Las colecciones que aquí se presentan comparten el punto de vista de los artistas a través de las obras elegidas, registrando además un momento, una afinidad de época. Es la suma de esta serie de exhibiciones lo que permite historiografiar el arte argentino y sus nuevas prácticas.

Tomar prestadas las obras que conservan en sus casas y talleres para presentarlas en las salas de un museo se convierte en un gesto provocador, una suerte de incursión a la intimidad de cada creador, enriqueciendo de esa manera no solo la percepción que tenemos de su obra sino también de sus mundos privados.

Por eso, va nuestro profundo agradecimiento a todos los artistas.

Alberto Passolini. Dink (Duble income, no kids)_, 2007

Carlos Cima. Sin título (2019)

Cynthia Cohen. Sin título (2022)

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Colección Cynthia Cohen
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La artista le otorga un valor especial a lo que sucede en el vínculo que establece con las distintas piezas. Desde su infancia convivió con obras de arte, principalmente las que estaban exhibidas en la casa de su abuelo, y frecuentó por vínculos familiares un entorno cultural de artistas y coleccionistas en el que considera se inició su formación. La mayoría de las obras que posee provienen de regalos e intercambios que realizó con amigos y colegas; otras, fueron adquiridas en ocasiones donde se presentaron oportunidades y pudo acceder a producciones que le provocaron admiración. 

Se trata de piezas con las que convive “respeto la idea de establecer con ellas un compromiso, tener las obras que realmente nos gustan e integrarlas al entorno en una conexión afectiva”, dice. El  conjunto no se fue formando con un espíritu coleccionable, sino que fue sucediendo; por lo que se percibe más como una tenedora en custodia que como una coleccionista. 

Esa conexión afectiva con las obras se puede observar en el jarrón con flores, óleo que heredó de su abuelo, el artista Juan Carlos Faggioli. También en las fotografías de sus hijas Sofía y Natalia Malamute y en algunas otras con las que encuentra ciertas afinidades con su propio trabajo. 

Una valoración de las pinturas en la pared central y algunos objetos, rescatan el colorido de la paleta y de alguna manera el juego, la alegría y la frescura del gesto artístico. 

Sobre su relación con la pintura, dice: “la obra como portal; el ingreso a un universo propio, navegar por esas aguas naturalmente mías”.

Valeria Maculan. Sin título, 2003

Paola Vega. Sin título, 2019

Daniel Joglar. Sin título, 2005

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Colección Inés Raiteri
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Desde su infancia tuvo el interés por atesorar objetos, heredó de su familia botones, hilos y artículos de la mercería que tenían en su ciudad natal, Mar del Plata. Reconoce que desde niña comenzó a juntar múltiples y diversos elementos. En 1998, una vez llegada a Buenos Aires, comenzó el intercambio de obras con los artistas que participaron de la Beca Antorchas, una experiencia radical en su vida por la proximidad y el diálogo que se estableció en la convivencia artística. 

La impronta de su conjunto establece una correspondencia cromática con la paleta que utiliza en sus producciones, una analogía que la distingue. Su primera adquisición formal fue un textil que le atrajo porque le pareció que jugaba con aquello que aún no había descubierto, una manera de decir a través de la obra. Gran parte de su colección está integrada por quienes participaron en la cuarta edición de la Beca Kuitca (2003-2005), piezas que obtuvo mayormente por medio de intercambios amistosos. Dice que el transitar juntos esa experiencia donde lo íntimo del proceso creativo fue compartido cuidadosamente, tuvo para ella una significación diferente y le otorga un valor especial a esas producciones que observó en sus gestaciones.  

Junto a varias artistas mujeres fundaron un colectivo que viaja por el país y por el exterior y  muchas de las integrantes se encuentran hoy dentro de su colección. “Pienso que su aspecto más significativo es que proviene de mis pares, con los cuales compartí muchos momentos de mi vida y fueron fundamentales en la construcción de mi trabajo”.

Flavia Tarnofsky. Sin título (1992)

Ariel Mora. Sin título.

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Colección Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico
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En la casa que comparten hay pocas obras colgadas y una gran cantidad en guarda. Hace largo tiempo que viven allí y a veces las van rotando, se mueven las piezas como otras cosas, construyendo un diálogo entre ellas y el entorno. Les gusta que por ciertos períodos los acompañen. Les gusta tenerlas y disfrutarlas por etapas: “es nuestro lugar, nuestro hábitat, si hubiera muchas juntas se parecería a la situación que se da cuando mucha gente habla al mismo tiempo. Preferimos que sean pocas, establecer con las piezas una conversación temporal, poca cantidad, más intimista y encontrar el placer del efecto que imponen sobre los espacios”; saben que en algún momento se reemplazarán. 

Nunca se detuvieron a pensar sobre su colección y tampoco vieron nunca todo junto. La llaman así porque es la palabra que aparece; a sus piezas las atesoran y las cuidan, pero el conjunto no fue formado como tal ni de forma consciente, ni programáticamente. 

La mayor parte son obsequios, canjes o intercambios ante algunas situaciones de colaboración, o como gesto de gratitud. Se trata más que nada de un conjunto afectivo de amigos y cercanos con los que tienen o han tenido contacto, buena relación y buen trato, desde la cercanía de los vínculos. Es una selección realizada por sus redes emotivas y es la manera en la que las piezas llegaron a ellos. Reflexionan que pareciera haberse construido desde un proceso inverso al que habitualmente hacen los coleccionistas. “Como un retrato nuestro hecho por mucha gente”. No hay una favorita, todas tienen su historia. Algunas pocas de ellas, fueron compradas en contextos amistosos, sorteos y remates que señalan como juegos entre ellos. 

Resultó en un recorte generacional, artistas que están produciendo en estas últimas dos décadas, tal vez de algunas anteriores, períodos que coinciden con sus trayectorias.

María Martorell. _Ekho 3_ (1968)

Germaine Derbecq. _Multiple_ serie 2, N.1 (1970)

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Colección Gachi Hasper
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En su colección se verifica visualmente un conjunto colmado en plenitud de color, en correspondencia con la producción de la artista. Ésta es amplia y en su extensión incluye obras de distintos períodos. Si bien inicialmente sus piezas llegaron a través de reciprocidades, adquirió otras en ámbitos como galerías y subastas y estas modalidades se mantienen hasta la actualidad; adquiere obras que han despertado su impulso e interés o busca piezas especiales como las que marcan los antecedentes históricos de las mujeres artistas que investigaron las distintas vertientes de geometría en nuestro país, antecedentes de su propia producción.

Se trata de un conjunto ecléctico en estilos, técnicas y materialidades que fue creciendo sin una especial planificación; organiza su acervo en cuatro ramificaciones: abstracciones, lenguajes, figura humana y paisaje. Esa miscelánea y sus historias atraviesan su trayectoria con las redes vinculares que ha ido formando en su actuación como artista, docente y en algunos casos como curadora. 

Es consciente de su espíritu coleccionista y disfruta de las divergencias que se establecen entre sus piezas; distintas generaciones y diferentes épocas. Forman parte de su biografía, remiten a instancias amistosas, labores compartidas, equidades amorosas e influencias. En perspectiva considera que su colección y la de sus pares representan la actividad efervescente que caracteriza a nuestra escena artística.

Diana Aisenberg. 3 pequeños chanchos, 1995

Irene Banchero. Sin título, 2002

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Colección Marina De Caro
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La diversidad de conexiones y experiencias que subyace en las obras de su colección revive relatos personales que exponen vínculos inesperados y reflexiones profundas, ubicando a las piezas como testimonios vivos: “me gusta pensar que las obras son sujetos y no objetos, y que de alguna manera, nos eligen”, reflexiona la artista.

La colección, se sustenta de la herencia de diversas piezas, entre ellas la obra de Antonio Berni, que llegó a través de su madre. Este aporte convierte su acervo en un legado visual que trasciende las generaciones, subrayando la importancia de salvaguardar y compartir las narrativas visuales que perduran en el tiempo. Una obra de su hijo Mishka, también se presenta en el conjunto. 

Como contrapunto, es interesante destacar el valor de piezas anónimas, como un pequeño paisaje preciosista y el bordado ubicado a la izquierda de su pared -adquirido en el Ejército de Salvación- poniendo en valor elementos desechados. Este acto otorga a lo olvidado una nueva vida y significado a la vez que la artista da a esas piezas equivalencia estética. 

La Beca Kuitca, al igual que el caso de otros artistas que hoy también exhiben su colección, fue un momento fecundo de intercambio entre sus participantes. Asimismo, el festejo con amigos es una instancia privilegiada para el obsequio e intercambio; durante años ha recibido obras como regalo de cumpleaños, lo cual se pudo observar en las dedicatorias que se encuentran en los dorsos de las obras. Sin embargo, no todas responden a una relación afectiva, adquirió algunas en diferentes oportunidades, inclusive de artistas que no conocía. 

La adquisición en muchos de los casos surgió como resultado de un fuerte apoyo entre artistas, una red de contención hacia los amigos en momentos donde venden o subastan por distintos motivos. Es así el caso del artista Benito Laren central en esta pared quien puso a la venta una serie de piezas para concretar la compra de su casa.

Muchas desafían las convenciones de propiedad y circularon libremente, “hay un afiche de Romero que lo entregaban en alguna muestra y hoy, relevando las obras para este proyecto me doy cuenta que está numerado y firmado”.

Horacio Schoijett. Retrato de Rosana Schoijett. Sin fecha

Colectivo Suscripción. Colección Rosana Schoijett

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Colección Rosana Schoijett
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La artista percibe la compilación de obras que fue construyendo a través del tiempo como un registro de reciprocidad y equivalencias. “Cada pieza que tengo de un artista, es porque también tiene una mía, ya sea una obra o bien un registro que hice de sus producciones”.  

Su trabajo de cronista fotográfica marca una transversalidad con su producción y se verifica también en el conjunto que posee, cuantioso en imágenes y retratos. 

Siente que es una coleccionadora, más que una coleccionista, por cómo se fue construyendo su compilación, sumando piezas en forma sucesiva. Reflexiona que en el acto de sacar fotos ya hay incluida una actitud similar, un paralelismo “como de robarle unas instantáneas a algo que fluye y no se detiene, coleccionamos esos instantes detenidos, suspendidos que logramos extraer de ese flujo que no para, la vida”.  

En la revisión de sus obras, la artista volvió a mirarlas e hizo un camino inverso: “cada una de ellas es como una instantánea suspendida de cosas que han sucedido, traen a la memoria distintos momentos y a las personas, aparecen las evocaciones de esas vivencias, hay una resonancia con pares de mucho enriquecimiento y ese darnos obras, tiene algo también como de detener, conservar algo de ese momento que se va a ir”. Comenta que al terminar una beca o residencia se aceleran los intercambios siempre con un carácter nostálgico, cuando los grupos se están por separar aparece esa necesidad, la de conservar algo de esa intensidad compartida. “Como los camiones que se hacen luces cuando van por la ruta y se cruzan, esas señas de complicidad”.

Le interesa que pueda mostrarse un retrato suyo pintado por su padre y también que haya dos piezas que son de la colección de su hijo. El aspecto circular que se da en la colección. 

Alberto Passolini. Carrie y sus misoginos, 2007

Laura Ojeda Bär. Will happines find me, 2013

Alexandre Loye Aka Galou. Intérieur, 1993

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Colección Sigismond de Vajay
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La colección de Sigismond de Vajay es un testimonio visual de una trayectoria plena en conexiones, proyectos, exhibiciones y becas. Guiado por el placer y la intuición, la configuración de su acervo reunió una serie de piezas de manera desinteresada, conforme a las expresiones del propio artista. El conjunto ofrece una mirada que se focaliza en el detalle, las texturas y las perspectivas. Con una mirada interdisciplinaria, la curaduría destaca la pared monocromática con fuerte predominio de la abstracción que, junto a las obras de Vajay, dialoga naturalmente revelando su mirada y puntos de vista. 

En el segmento que incorpora la figura humana, se destaca la fotografía de Spencer Tunick -ubicada al centro de la pared-, que obtuvo como reconocimiento a su trabajo como realizador durante el proyecto realizado en la casa de Frida Kahlo, en el que se retrataron 13 dobles desnudas.

El círculo se amplía con amistades reflejadas en las obras y los intercambios producto de las diversas actividades de las que formó parte. Algunas adquiridas en exhibiciones donde fue curador, productor o gestor, sus travesías trazan una ruta geográfica y espacial que configura su conjunto artístico. Ciudades como Vevey, Nueva York, Barcelona, Praga y, finalmente, Buenos Aires, marcaron etapas cruciales en su desarrollo como artista.

Conservó siempre un estrecho vínculo con artistas suizos y generó varios intercambios con ellos. Asimismo, muchos de los artistas exhibidos entraron en contacto con De Vajay en Fundación Proa a lo largo de distintos proyectos expositivos de los que fue parte, como Fabrice Gygi y Séverine Hubard -con quien además compartió taller durante años-.

Su compromiso con la escena artística local se manifiesta a través de su labor en Editorial KBB -la cual fundó-, con una extensa serie de ediciones de libros de artistas. Un valioso aporte para la divulgación y promoción de sus obras. De esas ediciones surgieron también intercambios que forman parte de la colección.