Prensa Publicada
Con el apoyo de la Embajada de Italia en la Argentina, el Instituto Italiano de Cultura, la colaboración entre GAMeC (Galería de Arte Moderno y Contemporáneo de Bérgamo) y la Fundación Proa se exhibe en la sede de esta institución “El tiempo del Arte- Obras Maestras del siglo XVI al XXI”.
El curador de la muestra, Giacinto Di Pietrantonio, Director de GAMeC y docente de la Academia de Brera (Milán), señala en su medular ensayo: “Esta exposición se focaliza en la presentación y representación de las cuestiones cruciales del mundo, un intento de usar el arte de diferentes épocas y poner el acento en las cuestiones de siempre”.
Se exhiben 106 obras divididas en 8 núcleos: Poder/Cotidiano, Cuerpo/Mente, Vida/Muerte, Amor/Odio, un diálogo de lo antiguo con lo contemporáneo, artistas de diferentes países y disciplinas diversas.
¿Cómo articuló Di Pietrantonio esta exposición? Utilizando nuevas tecnologías, correo electrónico, chat, facebook, SMS, preguntó sobre los temas mencionados y si bien las respuestas no explican de manera directa las obras expuestas, sí contribuyen a crear un hipertexto verbal-visual. ¿Qué es lo importante de esta muestra? Propone un desafío, mirar con atención, no oceánicamente, comparar cómo han sido y son tratados estos temas existenciales.
Un ejemplo de “poder” es el “Retrato del Papa Inocencio X” de Diego de Velázquez (Copia), descrito como rudo, potente, rencoroso y al mismo tiempo un amante de las bellas artes. El poder del papa unido a la fama de Velázquez, obra repetida y muy copiada, demuestra el poder del arte. Otra de las obras, “El cuarto de los 100 reyes que ríen” de Diego Perrone (Italia, 1970), 99 impresiones lambda, representa el poder absoluto encarnado por diversas personas en las que todos sonríen y se convierten en personas comunes gracias al retoque digital. El retrato N° 100 es el artista, símbolo del poder del arte para intervenir y modificar.
Entre las obras de lo “cotidiano” está “Insignia del Barbero Oletta” de Vittore Ghislandi detto Fra ´Galgario (siglo XVII), óleo que muestra al protagonista junto a un jornalero, a un dependiente, una pintura realista de la vida en sociedad. Una tinta y acuarela sobre páginas de agenda de Joseph Beuys, artista representativo del arte conceptual, que sostenía que el sentido del arte estaba en su utilización social y cotidiana.
Es importante la inclusión de artistas argentinos en distintos núcleos, entre ellos, León Ferrari, Oscar Bony, Clorindo Testa, Sergio Avello, Guillermo Kuitca, Víctor Grippo, con su famosa “Mesa de Albañil” (1998) artista que mostró la relación arte y oficio a lo largo de su trayectoria.
En el núcleo “Vida”, “Gallos, pavos y polluelos” (1725) , de Angelo María Crivelli, llamado Crivellone, pintor de género, un especialista en la representación de animales de corral y de caza, vivos, a quienes se le atribuye un carácter simbólico, pinturas que se encargaban como regalo de bodas. Imperdible es una foto “Los Huevos de mi Amnesia” (1996) de Joel-Peter Witkin (USA, 1935) que se caracteriza por sus fotos transgresoras que tratan temas como muerte, sexo, cadáveres, transexualidad, seres marginales que evocan pasajes bíblicos o pinturas famosas.
En “Muerte”, se destaca “El Martirio de San Juan Obispo”, c. 1743, boceto de la gran tela para la Catedral de Bérgamo de Tiépolo, escena patética que se transforma bajo su pincel luminoso, complejas arquitecturas, escorzos elegantes. De Jeff Wall, destacado fotógrafo canadiense nacido en 1948, hay una diapositiva de gran tamaño sobre caja de luz titulado “El cementerio judío”, una obra paisajística que se funde con lo humano y que en verdad representa nuestra memoria colectiva.
En el capítulo “Cuerpo”, a la suavidad de las formas femeninas, Diana y una ninfa a punto de tomar un baño con un encantador paisaje de fondo atribuido a Giovanni Francesco Barbieri , el Guercino, (1620) se opone la impresión en papel de algodón y cera, de “Sin Título”, de Roberto Cuoghi, (Módena, 1973) uno de los cuatro artistas que recibieron menciones en la reciente Bienal de Venecia.
Obras de Joseph Kosuth, de Salvo, de Duchamp, se destacan en el segmento “Mente” así como en “Amor” la del artista alemán Anselm Kieffer “Tu edad y la mía y la edad del mundo”, foto, pintura y carbón (2005) y el “Retrato de Niña” siglo XVII, atribuido a Velázquez o de Basanni (1750/60) “San José con el niño Jesús”.
Hay un nombre recurrente en casi todos los núcleos: Ben Vautier (Nápoles, 1935), célebre por sus caligrafías en acrílico blanco sobre negro, mensajes cortos, directos como por ejemplo: “el poder ama mirarse en su espejo”, “todo es ego” o “sin el ego el arte está muerto”.
Como corolario de esta muestra que finaliza el 4 de enero de 2010 y merece más de una visita citamos a Giorgio Guglielmino, Primer Consejero de la Embajada de Italia en la Argentina, que en su texto “Reflexiones”, nos propone disfrutar esta muestra “mirando los cuadros contemporáneos como si se hubieran pintado hace 100 años y los antiguos como si sus colores estuvieran todavía frescos”.
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Más info
Hasta el 4 de enero de 2010
Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929,
La Boca
Hasta el domingo 3 de enero de 2010, Fundación PROA presenta la exhibición "El tiempo del Arte": obras maestras del Siglo XVI al XXI.
Curada por Giacinto Di Pietrantonio, destacado curador, profesor de arte y Director de la GAMeC, (Galleria d'Arte Moderna e Contemporanea di Bergamo), la muestra El Tiempo del Arte propone en más de 100 obras, un recorrido por cinco siglos de imágenes trascendentales de la historia del arte.
Precio: Entrada general: $ 10 | Estudiantes: $ 6 | Jubilados: $ 3 | Informes: 4104 1041
UNA MUESTRA ANTOLÓGICA REÚNE EN LA FUNDACIÓN PROA OBRAS DE LOS ÚLTIMOS CINCO SIGLOS.
El tiempo del arte fue el título elegido por la Fundación Proa para la exposición que en Bérgamo, Italia, su lugar de proveniencia, se llamó Exposición Universal-El arte en la prueba del tiempo . Es evidente que su traducción no era fácil, sobre todo porque en la Argentina no estamos habituados a convivir, como sí lo están los europeos, con algunos íconos o proyectos especialmente preparados para aquellos grandes acontecimientos que fueron las exposiciones universales organizadas a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa. Es el caso de la centenaria Torre Eiffel, sin la cual París no podría ser imaginada, o el barrio del Eur en Roma, que no fue inaugurado en un acontecimiento similar, como se esperaba, a causa del advenimiento de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la idea del proyecto de Giacinto Di Pietrantonio, el curador italiano, es realmente de pretensión universal, y su concepto curatorial desde el origen funcionó como un disparador abierto y convocante al diálogo y a la reflexión multidisciplinar. El tema de la muestra no se le ocurrió sólo porque tenía a su disposición las obras históricas de la Accademia Carrara para que fuesen exhibidas y pudiesen viajar, sino que se trasluce en Di Pietrantonio, y en su visión de historiador del arte una preocupación de fondo por nuestro tiempo. Así, estratégicamente, los temas que vertebran la muestra no son artísticos per se -poder/cotidiano, mente/cuerpo, muerte/vida, amor/odio-, sino que reúnen los argumentos centrales y universales de la vida humana de todas las épocas.
Situado en este comienzo de siglo XXI, el proyecto propone al espectador la experiencia de un recorrido a través de un centenar de obras, en el cual el arte se convierte, una vez más, en instrumento y herramienta de investigación y conocimiento.
El catálogo realizado en Buenos Aires, un poco distinto del italiano, incluye el texto "La historia del arte como disciplina anacrónica", ensayo de Georges Didi-Huberman, que ofrece a aquellos que quieran profundizar en la exégesis de las obras de la exposición y en su sentido general. El pensador francés postula la imagen como un reservorio de tiempo y de tiempos, receptáculo tanto de una memoria específica como de un porvenir intrínseco.
En el gran conjunto de obras que encontramos en Proa hasta los primeros días de enero de 2010 hay, en potencia, una multiplicidad cruzada de tiempos que se ponen en juego por medio de la mirada de cada espectador. Didi-Huberman ha designado la posibilidad de este tipo de análisis con el término "anacronismo", que difiere del significado habitual del término. Para él, en este caso, consiste en "el modo temporal de expresar la exuberancia, la complejidad, la sobredeterminación de las imágenes". De manera paralela, aconseja a quienes se interesan por el saber histórico complejizar sus propios modelos de tiempo, atravesar el espesor de memorias múltiples.
Es así que cuando se entra en la primera sala que agrupa las obras referidas al poder y uno se enfrenta aArco de triunfo para uso personal , obra de 2005 de Jimmie Durham, artista de origen cheroque y activista político, realizada con mínimos elementos y a la que se puede interpretar como aguda humorada dadaísta en tiempos tardomodernos, estamos leyendo, por medio de ella, su memoria histórica. Esa pieza parte de la evocación de los grandes arcos de triunfo de la historia, desde Roma hasta el de la plaza Charles de Gaulle, ex L´ Etoile, en la Avenida Champs-Élysées en París, uno de los más famosos del mundo. Fue construido en conmemoración del triunfo de Napoleón Bonaparte en la batalla de Austerlitz, y aquel hecho histórico se actualiza de manera simbólica en ese monumento, hasta el presente y hacia el futuro. La obra realizada por Durham incluye por contrapartida la grandilocuencia de la gran construcción francesa, para negarla y afirmarse en un lugar donde el poder político queda poco reconocido y su triunfo, menos aún registrado.
Pero lo que esta exposición nos transmite es la idea de que, a pesar de Marcel Duchamp, presente con su mingitorio, de Andy Warhol y de los artistas fundantes de la contemporaneidad, somos todos hijos de una tradición, la occidental, que comenzó en Grecia y luego tuvo su gran punto de inflexión en el Renacimiento.
Babel contemporánea
Si bien la "universalidad" aludida en el título italiano de la exposición no es sólo geográfica, ésta participa también de la idea general y, como tal, alcanzó a artistas europeos en la selección clásica; y a europeos, algún norteamericano y un africano en la selección contemporánea.
Adriana Rosenberg, directora de Proa, que había visitado la exposición en Bérgamo, consideró que la propuesta de Giacinto di Pietrantonio, vista desde la Argentina, tenía la capacidad y receptividad de albergar obras nacionales y latinoamericanas para completarse. Más aún, pensó que el concepto original se enriquecería sin deformarse, al ampliar y hacer honor, de un modo más exacto, a esa "universalidad".
A propósito, interesa recordar que pocas décadas atrás el paradigma centro versus periferia parecía reinar férreo en su trono. Sin embargo, a la voz de algo que dio en llamarse "multiculturalismo", vigente hoy tanto en el mundo como en la muestra, aquella estructura de base comenzó a resquebrajarse, y lo que antes pudo pasar por un pintoresquismo exótico empezó a integrar los múltiples lenguajes que forman la Babel contemporánea de las artes visuales del planeta.
León Ferrari exhibió en el MoMA de Nueva York junto a la suizo-brasileña Mira Schendel y lo hará en el Reina Sofía de Madrid a partir del miércoles próximo; Guillermo Kuitca fue un adelantado en el circuito internacional; Víctor Grippo estuvo en Documenta, en Kassel, entre otras varias exposiciones internacionales, y la Tate Modern de Londres posee obra suya; Jorge Macchi pasa más días del año en el exterior que en Buenos Aires, y así se podría continuar.
Sin embargo, argentinos y latinoamericanos, aunque ciudadanos del mundo, producen impacto en esta exposición. Para entender este fenómeno es bueno saber que en gran parte de la propuesta curatorial estuvo presente la intención de guardar un equilibrio en el conjunto para que cada obra pudiese ser valorada en su justa medida dentro del ejercicio de lectura de la exhibición.
En la sala inicial referida al tema del poder, en donde las piezas antiguas giran en torno de la iconografía de reverenciadas figuras políticas y las obras actuales lo cuestionan, Hongo nuclear de Ferrari, ubicado en el centro del espacio, da un salto significativo al referirse directamente a la perversión del poder que puede hacer desaparecer la vida.
En la sección del cuerpo, los autorretratos de Ana Mendieta, creados con las distorsiones voluntarias de sus facciones, buscaban más realidad que lo que la artista había logrado con su pintura, con lo cual llegó hasta el cuestionamiento del canon de belleza occidental. La ferocidad del propio rostro en la obra de Oscar Bony o la degradación de la imagen del paradigma de la diva que fue Marilyn Monroe en la obra de Hélio Oiticica y Neville d´Almeida, el potente ícono en el que se ha transformado la Civilización occidental y cristiana de Ferrari, o El beso de Macchi, no solamente ensayan el cruce de ciertas fronteras estéticas y artísticas, sino que son elocuentes al traslucir otro tipo de experiencia de vida.
Además, Ernesto Neto, Gabriel Orozco, Francis Alys, Clorindo Testa, Sergio Avello y los ya nombrados ofrecen a aquella pretensión de totalidad novecentista, ahora sí más completa, el fuerte acento de sus identidades en los temas humanos que han recorrido la historia.
Por Mercedes Casanegra
Fuente: ADN Cultura
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ESCENARIOS UNIVERSALES. POR GIACINTO DI PIETRANTONIO
Cuando escuchamos hablar de El tiempo del arte, nuestros pensamientos no pueden sino remontarse a la Exposición Universal, aquellas grandes ferias que comenzaron a tener lugar a principios del siglo XIX y en las que varios países competían exponiendo las últimas maravillas de la vida moderna. Éstas se presentaban con estilos ligados al pasado, para que los productos industriales fueran digeribles para la sociedad. Nuestra exposición no es una feria de ejemplares de los últimos productos del mundo, sino que plantea temas universales a través de obras de arte que van desde el siglo XVI hasta nuestros días.
¿Cómo puede algo parcial representar lo universal? Hablamos de aquello que indaga, con las formas y las imágenes, el poder, lo cotidiano, la mente, el cuerpo, el odio, el amor, la vida y la muerte. Sobre todo porque buscamos estabilidad en un momento en el que lo incierto, la precariedad y la crisis se han apoderado del mundo. En las últimas décadas hemos echado mano a sistemas y códigos fundados en el relativismo de Einstein, en lo indeterminado de Heisenberg, en la filosofía de lo efímero de Nietzsche y de Louis Aragon y la movilidad veloz de Paul Virilio como puntos de referencia constructivos de nuestra existencia, en la que cabe todo: filosofía débil, economía creativa, ciencia relativa, revisión histórica, arte y vida. Eso se ha revelado insuficiente para organizar el caos crítico en el que hemos sido arrojados.
Es necesario reencontrar valores compartidos que permitan conformar una comunidad. Por eso, quisimos representar escenarios universales y exhibir obras que los abordaran de diferentes maneras. Interrogamos a mucha gente acerca de estos temas por medio de las nuevas tecnologías -el correo electrónico, el chat, Facebook, SMS-, porque queríamos testear sus posibilidades. Los mensajes recibidos contribuyen al intento de crear un hipertexto verbal y visual, que relaciona el patrimonio de la pinacoteca de la Accademia Carrara de Bérgamo con obras modernas y contemporáneas.
Usamos técnicas hipertextuales para producir sentido -decimos nosotros- o -dirán otros- para banalizar. Preferimos la palabra "vulgarizar", porque creemos en la utilidad de interrelacionar diferentes niveles de la cultura y de la vida. Intentamos cruzar los saberes de una sociedad que ya no es sólo del espectáculo sino también de la escritura hipertextual, en la cual una multitud está reformulando el lenguaje y que muchas veces se parece más a una poesía futurista que a la escritura escolar en la que nos educamos.
Vale la pena introducir ahora el término "escuela", central para el arte antiguo y en parte para el moderno, que vuelve a surgir con el arte contemporáneo. Para el pasado antiguo, las escuelas presentes en esta muestra fueron decisivas en lo que se refiere a la forma, el estilo, las características y los contenidos, desde el ejemplo más amplio de la escuela toscana del dibujo y la escuela veneciana del color hasta las más localizadas. Los artistas dialogan hoy con el pasado pero no desde un punto de vista de pertenencia geocultural, sino transcultural. La modernidad nos ha dado algunas escuelas memorables -basta pensar en la Bauhaus o en las vanguardias-, que han sido escuelas sui generis, y hoy hay otras, como la del Goldsmith College de Londres, que sólo tienen como característica saliente la transculturalidad, ya que prácticamente carecen de un estilo reconocible.
Esta relación entre lo antiguo, lo moderno y lo contemporáneo, desde la modernidad en adelante, ha generado un enriquecimiento interdisciplinario que podemos encontrar en todas las obras. Se ha dicho que, después de Duchamp, todo el arte, o casi todo, es conceptual, y termina siéndolo incluso cuando se trata de una "simple" pintura, ya que se construye como un ready-made, o un think-made, o una shape-made... Esto es cada vez más evidente, especialmente a partir de la posmodernidad, o incluso de la neomodernidad, en la que partes de imágenes, de cosas y formas, aunque reconstruidas a partir de lo ya dado o referidas a lo ya hecho, asumen el aspecto de ready-made, con una especificación: que no se está copiando, sino que se está haciendo. Pero ¿haciendo qué cosa? Se presentan y representan las cuestiones cruciales del mundo, en cuya universalidad focaliza esta exposición.
Por Giacinto Di Pietrantonio - El autor es director de la Gamec y curador de la muestra El tiempo del arte
Fuente: ADN Cultura
Más información: www.lanacion.com
Curada por Giacinto Di Pietrantonio, la muestra El Tiempo del arte propone en más de 100 obras, un recorrido por cinco siglos, del XVI al XXI, de imágenes trascendentales de la historia del arte.
La propuesta curatorial organiza la exhibición en ocho núcleos que refieren a los temas universales del hombre: Poder, Cotidiano/ Vida, Muerte/Cuerpo, Mente/Amor, Odio. En cada uno de estos grupos, las obras dan cuenta del modo en que los artistas crearon conceptos e imágenes que nos permiten vincular el pasado y el presente.
La exhibición se podrá visitar hasta el domingo 3 de enero de 2010, de martes a domingos de 11 a 19 en Fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, ciudad de Buenos Aires.
Más información : Fundación Proa
Areas: Arte, Cultura y Extensión
Fecha: del 10/10/2009 al 01/01/2010
Horas: 11hs
Lugar: Fundación Proa ( Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca )
Costo: Entrada general: $ 10 , Estudiantes: $ 6 , Jubilados: $ 3
Publicado el 18 de octubre de 2009 en Radar.
La muestra “El tiempo del arte” en la Fundación Proa responde a una nueva tendencia de exposiciones: la organización temática antes que histórica. Así conviven, bajo temas como “El cuerpo”, “El amor” o “El odio”, obras separadas por trescientos o quinientos años. En medio de ese viaje, Gustavo Nielsen se encontró con una vieja admiración: la figura de San Jerónimo, pintada más de un centenar de veces y siempre leyendo. Este es el ensayo que escribió sobre ese anacoreta expulsado de la Iglesia por leer los libros prohibidos.
Salvo por el detalle de la computadora que hay sobre mi escritorio, puedo compararme en la iconografía, sin santidad mediante, en este momento de escribir una nota: hay dos libros abiertos en mi tabla, papeles, lápices. Uno de los libros es Habitar, construir y pensar, del arquitecto Miguel Angel Roca, y otro es El tiempo del arte, el catálogo de la nueva exposición que la Fundación Proa ha colgado en estos días y acabo de visitar. Una maravillosa muestra curada por Giacinto di Pietrantonio que se basa en la mezcolanza de obras según nodos temáticos, a la nova usanza del arte: podemos ver un cuadro de 1600 rodeado por un ready-made de Duchamp o una foto de Joel-Peter Witkin, con el único pretexto de estar hablando de un mismo tema. El amor, el odio, la muerte, el cuerpo, la vida, la muerte.
La idea posmoderna de agrupar las cosas no por escuelas o fechas sino por conceptos deja en el visitante un sabor existencialista. Me explico: en el ítem “cuerpo” hay un cartel de peluquería del siglo XVIII, de Vittore Ghislandi detto Fra’Galgario, la Insignia del barbero Oletta. En el medio del cuadro está Oletta, el dueño de la peluquería, con pinta de joven emprendedor; a la izquierda su empleado, el peluquero, blandiendo sus tijeras en franca mirada homosexual; a la derecha hay una tercera figura, la de un noble. Ese que dice: “Soy cliente de esta peluquería”. ¿Qué diferencia hay con las fotos de Susana Giménez o Graciela Borges colgadas en el local de Miguel Romano frente al Alto Palermo Shopping?
Pero volvamos al santo y a un cuadro que no está en la muestra, pero que recuerdo con mucho cariño: San Jerónimo en su estudio, de Antonello da Messina, de 1474. Cuando lo vi por primera vez era enorme, porque fue parte de una teórica de arquitectura de Roca, mi maestro. Era el año 1983, el Aula Ralba del Pabellón III de la Ciudad Universitaria, y la Facultad todavía se llamaba de Arquitectura y Urbanismo, sin los Diseños que vinieron después.
En el cuadro vuelve a aparecer nuestro santo leyendo, cómodamente sentado en una silla de madera ubicada adentro de un pequeño edículo del mismo material. El edículo es como una casita infantil, tiene dos paredes de bibliotecas y está sobreelevado sobre una plataforma. Es un mueble-lugar: tiene un escritorio fijo, una escalinata de tres peldaños para subir a la plataforma y un banco. Y no hay espacio para mucho más que un lector, en este caso vestido con ropajes eclesiásticos.
Este edículo de madera está inscripto, a su vez, en el espacio enorme de una catedral gótica. Es, a comparación de la catedral, una miniatura. La catedral también está inscripta en un mundo: afuera hay un paisaje, la campiña que podemos ver a través de la ventana que aparece a la izquierda del cuadro.
Miguel Angel Roca entiende el edículo como un espacio propicio para el aislamiento del acto de leer. Para el recogimiento, la meditación. Se lo ve cómodo a Jerónimo en su gabinete, rodeado de sus papeles y plumas. Todo le es ajeno: en el cuadro aparecen arcos, tracerías, guardas, pájaros, hasta un león, pero él ni los mira. Está leyendo, tensionado por la perspectiva renacentista. No podemos ver qué libro, pero Jerónimo está atrapado por él. Ensimismado, hipnotizado. No puede dejarlo ni un instante. Está quieto, terriblemente estático en su postura, sólo su imaginación se mueve quién sabe por qué caminos y para decirle qué cosas. El recuerdo de ese cuadro lleva implícito el propio placer que yo siento al leer.
Todo el fenómeno de la lectura está representado en esta imagen: el almacenamiento de los libros de consulta, el libro abierto, el lector, la silla, el escritorio, la luz. Pero Roca ve algo más, la representación idílica de lo que una biblioteca debe ser, algo que será reinterpretado siglos después por Labrouste en la biblioteca de San Genevieve de 1840, por Alvar Aalto en la biblioteca de Viipuri de 1927, por Hans Sharoum en la biblioteca estatal de Berlín de 1964, por Louis Kahn en la biblioteca de Exeter de 1967. Y por cada uno de los maravillosos espacios públicos para leer que existen en el mundo. Roca ve ahí la necesidad de aislar. Es diferente leer en tu casa, en el sillón conocido y con la lámpara que siempre encendemos, que leer en un lugar público. Para leer en un lugar público hay que aislarse del entorno. Jerónimo lo hacía subiendo tres peldaños y sentándose en su nave de madera: así se separaba de la Iglesia. Para poder volar los humanos necesitamos tener una nave.
A Jerónimo lo culparon de leer a los paganos, a los griegos. La historia dice que se fue al desierto a ganarse su título de santo, con ayuno y oración, cuando la Iglesia no lo dejó usar más el edículo por meterse con los libros prohibidos.
Yo creo que se fue a leer.
Dos obras que sí están en la exposición de Proa me llamaron la atención especialmente, porque también tienen que ver con el santo. Digo: consiguieron mi atención por dos razones. La primera es la misma de la forma de la exposición; esa reunión de autores de todos los tiempos, desde Velázquez hasta León Ferrari, empecinados en relatar un mismo concepto o sentimiento. La contigüidad entre las obras relata esa extrañeza; el paseo desde un iluminista lombardo hasta I’m Desperate de Wearing para ilustrar la dupla Poder-Cotidianidad crea un diálogo anacrónico interesantísimo que se formula apenas en un paso. Hay, en ese paso que separa las obras, a veces trescientos, quinientos años. ¡Y están hablando de las mismas cosas con materiales nuevos, culturas nuevas y nuevas geografías!
La segunda razón es el azar: dos San Jerónimos encontrados en una sala triangular en La Boca. Uno es un cuadro y otro es una instalación. En uno es un lector, en el otro podría ser un disc-jockey. Uno es barroco, el otro contemporáneo: 1625, 1997. Y hablo de azar porque ni en el catálogo van pegados; los pusieron cerca por temática, pero sobre todo por lo bien que quedan en el espacio blanco de la galería.
El cuadro es San Gerolamo in Meditazione, de Pietro Paolini, un visible cultor de Caravaggio. El santo está en la última etapa de su vida, vestido mitad de eremita, mitad con la túnica cardenalicia. Está pelado, flaco, más de un año sin afeitar. Su única compañía humana es una calavera; los únicos objetos no humanos a hallar sobre la mesa, los libros. Se lo ve preocupado, con la cabeza como siempre, metida entre las páginas. Lo ilumina esa luz del barroco que nunca sabemos de dónde viene, porque al fin de cuentas esta vez está leyendo adentro de una cueva oscura. Lo han echado de la Iglesia. Parece más humano que el retratado por Messina, más sufrido, como gastadito por la existencia. Pero igual de estudioso. Aunque le falte el quiosco.
Entendemos que ya no lo necesita, porque toda una vida de reclinación sobre su edículo lo hicieron más lector. No precisa ni vela. Allí donde él esté, podrá leer. Pero la curaduría lo invita a más. Giacinto di Pietrantonio, Proa y el azar le acercan una silla, un escritorio, unos estantes, el edículo que le quitaron. Ya no será de cedro o de caoba, ya no tendrá los boatos de la Iglesia, pero será su lugar, a escala del cuadro de Messina. Y el constructor se llama Mario Airó, y el material es un fenólico del más poliya.
La instalación, que se llama Satellite of Love, reconstruye la nave para leer de la que Roca nos habló en su teórica. En la exposición está ubicada muy próxima al cuadro, por lo que si quisiéramos hacer un experimento de contorsionismo delante de ambas obras, agachándonos lo suficiente para combinar mueble y cuadro en una misma perspectiva, tal vez tendríamos de nuevo a nuestro amigo lector muy bien sentado, con la comodidad que el leer y el escribir precisan. Y hasta podríamos ver a San Jerónimo tomándose un recreo y remixando discos, haciendo scratching para sus amigos, los santos a go-go (la instalación incluye un par de bandejas y el tema de Lou Reed en loop).
Estas dos obras, que en Proa están separadas metro y medio, se llevan 375 años llenos de pensamiento y arte. Las dos se complementan sin que sus autores lo hayan buscado.
No es un milagro, es una exposición.
Cuando vi el original de Messina en la National Gallery de Londres, muchos años después de haberme recibido de arquitecto, me sorprendió por lo pequeño: era casi del tamaño del cuaderno Rivadavia en el que iba escribiendo los avatares de mi viaje. Lo recordaba tan grande de la gran teórica que mi maestro de facultad había dado…
A la salida de la exposición de Proa le comento a mi socio de mi simpatía por este santo lector desde la época de la cursada. El me dice que recuerda haber recibido un mail de México donde afirmaban que Jerónimo de Estridón era santo no sólo por su condición de anacoreta en el desierto sino porque encontraron su propio cuerpo momificado, cuando lo desenterraron para mudar el cadáver desde la gruta en la que había vivido hasta la Basílica de Santa María Mayor, en Roma. Me comenta también que algo andaba mal con el cuerpo, que cuando lo exhibieron en las catacumbas, el muerto lloró. Sangre, para más datos. Prometió buscarme el dato que le había enviado alguien por e-mail. Como es de predecirse en estos casos, no lo encontró, ni tuvo forma de rastrearlo.
Me quedo con la creencia firme, interna, más sana por atea y clase B, de que la momificación de San Jerónimo no se debió a que era un santo, ni a la composición química de la tierra del desierto en la que fue enterrado, sino porque leyó muchísimo y porque escribió. Eso te hace, en el 400 o en el 2009, para siempre.
Eterno de toda eternidad.
Y estoy seguro de que si le alcanzan una buena novela, el santo dejará de llorar.
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El tiempo del arte - Obras Siglos XVI al XXI
Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, Buenos Aires
de martes a domingo de 11 a 19h.
Entrada: $ 10.-
En Fundación PROA se exhiben obras de destacados artistas, desde pintura hasta fotografía y video
Como si viniésemos del futuro, del año 2500, así hay que mirar la muestra de arte que se acaba de inaugurar en Fundación Proa. Al menos, eso es lo que quiere que haga el público el curador italiano de la exposición, il signore Giacinto Di Pietrantonio. Porque este señor quiere que la gente intente recorrer la exposición contemplando de la misma manera tanto pinturas muy antiguas, del S XVI, como esculturas ultramodernas creadas en el siglo XXI. Y para eso haría falta observarlas como si existiera mucha distancia temporal entre nosotros y la época de creación de estas obras, para que ella nos saque los prejuicios de encima. Por eso, Di Pietrantonio quiere que hagamos de cuenta que somos seres que venimos del 2500 y miramos 900 o 500 años hacia atrás. Por eso, pongámonos los cascos de una vez, e internémonos en Proa, a ver de qué se trata todo esto.
La muestra "El tiempo del arte", que reúne más de cien obras que atraviesan varios siglos de la historia del arte se exhibe en la Fundación Proa.
La exhibición va del siglo XVI al XXI, en un recorrido que llega al presente a través de la mirada del curador Giacinto Di Pietrantonio, quien propone visitar la historia a través del diálogo entre antigedad, modernidad y contemporaneidad.
Esta muestra presenta obras cumbres de la historia del arte y cuenta con el patrimonio destacado de la Accademia Carrara y la Galeria de Arte Moderna y Contemporánea de Bergamo (GAMEC).
"El tiempo del Arte está dividida en ocho núcleos temáticos, que dan cuenta de la problemática humana a través de las imágenes de la historia a lo largo del tiempo: poder, cotidiano, vida, muerte, mente, cuerpo, amor y odio.
En cada uno de los núcleos se pueden ver obras antiguas en diálogo con obras modernas y actuales: la fotografía y la pintura, el video, la instalación, las diversas disciplinas artísticas junto a los destacados retratos de personajes célebres.
Desde una lectura contemporánea, Giacinto Di Pietrantonio propone un universo de posibilidades, imágenes y discursos para reflexionar sobre los grandes temas de la humanidad.
Obras de artistas como Agostino Carraci, Tiépolo, Velásquez, Piero Paoloni, Joseph Kosuth, Morandi, Leon Ferrari, Helio Oiticica, Gilbert & George, De Chirico y Jeff Wall integran la muestra, abierta hasta el 4 de enero de 2010.eb Pedro de Mendoza 1929.
Tiempo del Arte propone en más de 100 obras, un recorrido por cinco siglos de imágenes trascendentales de la historia del arte
A partir del sábado 19 de septiembre y hasta el domingo 3 de enero de 2010, FUNDACION PROA presenta la exhibición El tiempo del Arte . Obras maestras del Siglo XVI al XXI.
Curada por Giacinto Di Pietrantonio, destacado curador, profesor de arte y Director de la GAMeC, (Galleria d'Arte Moderna e Contemporanea di Bergamo), la muestra El Tiempo del Arte propone en más de 100 obras, un recorrido por cinco siglos de imágenes trascendentales de la historia del arte.
La propuesta curatorial organiza la exhibición en ocho núcleos que refieren a los temas universales del hombre: Poder, Cotidiano/ Vida, Muerte/Cuerpo, Mente/Amor, Odio. En cada uno de estos grupos, las obras dan cuenta del modo en que los artistas crearon conceptos e imágenes que nos permiten vincular el pasado y el presente.
Partiendo del 1500, obras de Tintoretto, il Veronese, Tiépolo, junto a las de Kosuth, De Chirico, Jeff Wall, Morandi, León Ferrari, Velázquez y muchos otros destacados artistas, se podrán ver en esta exhibición en un diálogo novedoso y audaz.
Inauguración general Sábado 19-9-09 / 18:30 hs
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Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929
La Boca, Buenos Aires
4104 1000
www.proa.org
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Horario
Martes a domingo de 11 a 19 hrs.
Lunes cerrado
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Admisión general $10 /
estudiantes $6 / jubilados $3
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Visitas Guiadas
Informes: 4104 1041
educacion@proa.org
Veronese, Tiziano, Kieffer, Macchi, Ferrari, Kuitca, Neto y Testa, ¿juntos en la misma sala? Sí. "El tiempo ignora las fronteras temporales y geográficas", dice el curador Giacinto de Pietrantonio, que ha volado de Bergamo a Buenos Aires para montar la muestra "El tiempo del arte", en las salas de Proa hasta el 3 de enero de 2010. La nueva sede de La Boca, ampliada bajo la batuta del arquitecto milanés Bepe Caruso, luce en todo su esplendor. Es sábado por la noche y "una corta brisa ecuestre", diría Lorca, cruza la terraza llena de gente, con vista al puente transbordador.
Paolo Rocca, número uno de Tenaris, auspiciante de la muestra y de la institución, ha sido el gran impulsor de este encuentro entre las colecciones de la Academia Carrara y la Galería de Arte Contemporáneo de Bergamo, con arte latinoamericano actual procedente de las colecciones del Malba, Vergez, Liprandi y Guglielmino, entre otras.
Detrás de la escena, pero moviendo con eficacia todos los hilos, ha estado Adriana Rosenberg, presidenta de Proa. Sonriente, recibe los halagos de la crítica y del público mientras sube por la escalera de pino oregón empinada en sus altísimos tacos de Ferragamo.
Pietrantonio hilvanó la recorrida, que va del retrato del papa Inocencio X de Velázquez hasta el corazón encendido de Sergio Avello, con la obra del conceptual Ben Vautier (Nápoles 1935).
Esos textos corrosivos ("El poder ama mirarse en su propio espejo", "Tengo el derecho de ser malo") van tejiendo una trama verosímil entre vida cotidiana, cuerpo, amor, mente, poder, odio y muerte. Los módulos son excusas para reunir en un corpus muy singular obras de arte que no tienen nada que ver entre sí, pero que en su excluyente permanencia justifican la reflexión del historiador Didi-Huberman en el prólogo del catálogo: "Ante una imagen tenemos humildemente que reconocer que probablemente ella nos sobrevivirá; que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso. Que ante nosotros esa imagen es el futuro: tiene más memoria y porvenir que el ser que la mira".
“El tiempo del arte” reúne un conjunto de más de cien obras que atraviesan varios siglos de la historia del arte. Partiendo del Siglo XVI y hasta el Siglo XXI, arribamos al presente a través de la mirada del curador Giacinto Di Pietrantonio, quien nos propone visitar la historia a través del diálogo entre antigüedad, modernidad y contemporaneidad.
Esta exhibición, que presenta obras cumbres de la historia del arte, cuenta con el patrimonio destacado de la Accademia Carrara y la GAMEC, Galeria de Arte Moderna y Contemporánea de Bergamo.
“El tiempo del Arte” está dividida en 8 núcleos temáticos, que dan cuenta de la problemática humana a través de las imágenes de la historia a lo largo del tiempo.
Poder /Cotidiano / Vida /Muerte / Mente / Cuerpo / Amor / Odio
En cada uno de los núcleos se pueden ver obras antiguas en diálogo con obras modernas y actuales. La fotografía y la pintura, el video, la instalación, las diversas disciplinas artísticas junto a los destacados retratos de personajes célebres, dan vida a esta exposición.
Desde una lectura contemporánea, Giacinto Di Pietrantonio nos propone un universo de posibilidades, reflexiones, imágenes y discursos, para reflexionar sobre los grandes temas de la humanidad.
El curador, resume parte de la muestra en uno de los textos curatoriales: “…He aquí, sin embargo, que quisiera asegurarles que nuestra Exposición … trata de temas universales a través de obras de arte desde el siglo XVII hasta llegar a nuestros días….
He aquí entonces que hablamos de lo representado y de lo presentado, de aquello que indaga, con las formas y las imágenes, al poder, lo cotidiano, la mente, el cuerpo, el odio, el amor, la vida, la muerte, universales en una copresencia de tiempo, espacio y contenido. ”
“El tiempo del arte” se inscribe en la tradición y revisión del tiempo en la historia del arte a través de la supervivencia del Museo. Artistas notables como Agostino Carraci, Tiépolo, Velásquez, Piero Paoloni, Joseph Kosuth, Morandi, Leon Ferrari, Helio Oiticica, Gilbert & George, De Chirico y Jeff Wall son algunos de los artistas presentes, organizando una propuesta expositiva inédita hasta el presente.
Curador: Giancinto Di Pietrantonio
Organización: Accademia Carrara, Bergamo. Gamec, Bergamo, Fundación Proa, Argentina
Diseño expositivo: Caruso - Torricela
Consultora invitada: Mercedes Casanegra
Asistencia y producción: Sara Fumagalli, Bruna Roccasalva, Camila Jurado y Aimé Iglesias Lukin
jueves 17 de septiembre, 1:39 PM
Buenos Aires, 17 de septiembre (Télam).- La muestra "El tiempo del arte", que reúne más de cien obras que atraviesan varios siglos de la historia del arte, abrirá sus puertas al público desde el próximo domingo en Fundación Proa.
La exhibición va del siglo XVI al XXI, en un recorrido que llega al presente a través de la mirada del curador Giacinto Di Pietrantonio, quien propone visitar la historia a través del diálogo entre antigüedad, modernidad y contemporaneidad.
Esta muestra presenta obras cumbres de la historia del arte y cuenta con el patrimonio destacado de la Accademia Carrara y la Galeria de Arte Moderna y Contemporánea de Bergamo (GAMEC).
"El tiempo del Arte" está dividida en ocho núcleos temáticos, que dan cuenta de la problemática humana a través de las imágenes de la historia a lo largo del tiempo: poder, cotidiano, vida, muerte, mente, cuerpo, amor y odio.
En cada uno de los núcleos se pueden ver obras antiguas en diálogo con obras modernas y actuales: la fotografía y la pintura, el video, la instalación, las diversas disciplinas artísticas junto a los destacados retratos de personajes célebres.
Desde una lectura contemporánea, Giacinto Di Pietrantonio propone un universo de posibilidades, imágenes y discursos para reflexionar sobre los grandes temas de la humanidad.
Obras de artistas como Agostino Carraci, Tiépolo, Velásquez, Piero Paoloni, Joseph Kosuth, Morandi, Leon Ferrari, Helio Oiticica, Gilbert & George, De Chirico y Jeff Wall integran la muestra, abierta hasta el 4 de enero del 2010. (Télam).- mme-mc-gel17/09/2009 17:37