S/T, 2011. Acrílico sobre mylar calado, 12 x 3,6 m.

“Hay un hueco vertical que atraviesa todo el edificio de la Fundación Proa desde la lucarna de la terraza hasta la recepción, alrededor del cual se desarrolla la escalera principal. Mi propuesta consiste en instalar un gran paño de mylar transparente (14 x 3,70 m.), calado y parcialmente pintado en ese espacio, evidenciando la altura total del edificio y su circulación. El calado nunca puede ser visto entero, sino que lo encontramos a medida que se recorre el edificio: en la recepción, al salir de la librería, desde el café en la terraza y también en los tres tramos de escalera. Es transparente, de manera que se activa con la luz natural de cada ambiente, y está pintado de manera atomizada. Sólo pequeños fragmentos para que el plano sea visible. El motivo del calado es deliberadamente decorativo y su color conspicuo, evitando cualquier empaste con los materiales del edificio. Que sea flotante, brillante, vacío, luminoso, veraniego y refrescante.” Manuel Ameztoy
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Onomatopeyasvisuales, 2011. Vinilo, medidas variables

“Mi intervención en Proa pretende aludir leve pero inconfundiblemente al cómic. Desde lejos, bien lejos, desde la autopista por ejemplo, Proa parece una cajita blanca en medio de muchos otros objetos de variadas formas, estados y colores. Esa cajita blanca sólo puede contener un tesoro, y como en los cofres: brillo con líneas cortas y puntitos blancos, todo tendiendo a redondo. Si vamos hacia  allá y nos metemos en la cajita blanca, descubrimos que el tesoro ya fue saqueado, o quizá es sólo eso, en algún que otro rincón algo redondo o regordete que brilla.” Ernesto Ballesteros

S/T, 2011. Intervención. Cinta metalizada sobre espejo y puertas. Medidas variables

“Tres elementos propios del lugar se me impusieron como desencadenantes del proyecto: por un lado, la ubicación periférica del espacio; por otro, la  tenue iluminación del tubo, y, por último, el brillo del enorme espejo. ¿Cómo podía intervenir tal belleza? La dirección fue clara: revelarla a los ojos de los demás sin que perdiera su esencia y a la vez que se muestre como un espacio nuevo, ambiguo si se quiere.”

Una serie de instalaciones, 2011. Cintas adhesivas blanca, amarilla, negra y gris sobre vidrio. Medidas variables

“Un par de años atrás, en pleno proceso de producción, se me ocurrió, casi como un acto de autovandalismo, tachar definitivamente algunas obras. Lo logré, con éxito: quedaron bien tachadas con cruces y diagonales que las atravesaban de punta a punta desde sus extremos. Me interesó como tema: la negación, la obturación, la no permeabilidad, encriptar aún más la visión sobre lo que hacía, la imposibilidad de ver. En una segunda oportunidad, donde estas ideas aún no se definían del todo, con motivo de una muestra personal en el Centro Cultural Recoleta (sala C), apareció una pared encerrada por un largo pasillo como parte de la sala, con un respaldo completamente negativo. Mi decisión fue inmediata: tacharla. Llevé la X  a formato mural y lo que sucedió en realidad es que había ocupado esa pared, en un acto de negación y afirmación simultáneos, de abandono y apropiación, desobedecer y observar. Me pregunto por qué algo que está tachado, prohibido, siempre nos atrae y nos invita en lugar de alejarnos. Me imaginé un paisaje que no miramos más tachado: ¿quién podría resistirse a no mirar nuevamente ese lugar, mirarlo con una nueva forma de ver, desde otro lugar? Volver a mirar. ¡Cerrar los ojos y volver a mirar! Las grandes ventanas vidriadas de Proa me tientan a probar esta experiencia, la tercer etapa de este proceso.

La X, además, evoca las construcciones de estructuras metálicas de gran porte, puente, galpón, fábrica.
Comencé a pensar a partir de la X en lo que no sucedía en mis construcciones de planos ortogonales, intuí la posibilidad de que la deconstrucción del plano en partes divisibles se conformara desde la descomposición de los lados, atravesar los lados, ocupar el plano, ocupar la línea, develar el método constructivo desde el cual procedo, dejando la línea como evidencia.” Andrés Sobrino