Oxímoron
Daniel Molina

El oxímoron es una figura literaria que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión para generar un tercer concepto, que tiene siempre un claro carácter metafórico. Por ejemplo, cuando se dice “instante eterno” se sugiere que ese instante, por su intensidad, hace que perdamos la noción del tiempo y que parezca no terminar jamás.

El oxímoron se basa en elementos contradictorios que, sin embargo, colaboran entre sí para producir un nuevo sentido, que no se relaciona con ninguno de los dos que contribuyeron a darle entidad, pero que también tiene algo de esos dos elementos que lo conformaron. El oxímoron es una  máquina de producir sentido. Pero es una máquina desquiciada, destinada a darle nombre a lo innombrable: siempre produce un sentido perverso, metafórico, anómalo, inverosímil.

Es por estas características del oxímoron que elegí este concepto para titular la muestra que actualmente ocupa el Espacio Contemporáneo. Oxímoron (la muestra) se produce como algo independiente de la retrospectiva de Giacometti con la que comparte techo, pero, a su vez, es capaz de sostener un diálogo callado, silencioso, apenas visible, con la obra del artista suizo. No olvidemos que Giacometti, como artista, ya es un oxímoron: un vanguardista clásico.

Las obras que Matías Duville, Jorge Miño y Luis Terán realizaron para Oxímoron se derivan de sus trayectorias, no de un deseo mimético. Son intervenciones fuertes, tan fuertes que modifican la percepción del espacio. Estos tres artistas son muy diferentes entre sí, tanto por sus propuestas estéticas, los soportes con los que trabajan y sus trayectorias. Sin embargo, en los tres hay, conjugados de manera muy personal en cada caso, un par de rasgos comunes. Esos rasgos son esenciales para esta propuesta: Duville, Miño y Terán suelen apostar a las formas puras y participan de cierto deleite por el vacío (como en el zen o en el taoísmo).

Las tres propuestas ocupan distintos espacios y lo hacen de manera muy diferente una de otra. La obra de Matías Duville (que surge de una reflexión sobre el paso del tiempo, el desgaste de las cosas, pero también de las personas, de las situaciones y de los afectos) ocupa la escalera que comunica el espacio final de la muestra de Giacometti con el último piso de Proa, en el que se encuentra el Espacio Contemporáneo. Apenas pone la cola en el comienzo de la escalera y va creciendo hasta terminar en una especie de línea del tiempo invertida, que se enrosca: a medida que crece se des-oxida.

La obra de Jorge Miño tiene un espíritu global, ya que interviene el cielorraso y la superficie de las mesas (para que al sentarse se reflejen en el techo, ida y vuelta) y además consta de una foto enorme que ya de por sí es un laberinto de escaleras transparentes y barandas que juegan con la idea del límite y lo ilimitado. Esa misma foto se reproduce en los individuales del restaurante: duplicando en las mesas el efecto que ofrecerá sobre la pared del fondo. Crea un abismo ilusorio: ¿la ilusión es un abismo?

La obra de Luis Terán trabaja en el vacío que comunica el restaurante con la biblioteca. Se apoya en un punto sobre el piso de abajo y vista desde el restaurante es un objeto que se hunde en el vacío. Vista desde la biblioteca es un árbol que se expande. Nos hace pensar en el poema de Rilke en el que se pregunta sobre la diferencia de la visión, según sea un humano o un ángel el que mira:

Vistas por los ángeles, tal vez la cima de los árboles
Sean raíces que beben de los cielos
Y, en el suelo, las profundas raíces de un haya
Les parezcan pináculos silenciosos.

¿Acaso no es para ellos la tierra transparente
Frente a un cielo macizo como un cuerpo?
Esa tierra ardiente, donde se lamenta,
Junto a las fuentes, el olvido de los muertos

Los materiales que se utilizan en las obras riman con los que predominan en la muestra de Giacometti (metal y vacío) y con la madera que se usó para la decoración del restaurante.

Las obras se integran/separan tanto al/(del) entorno físico como al/(del) entorno cultural en el que son percibidas. Son intervenciones claramente pensadas para el espacio en el que se desarrollan: ni podrían estar en otro entorno ni significarían lo mismo en otro recorrido.

Oxímoron al cuadrado: las obras de Duville, Miño y Terán, más que objetos gigantes son tensiones en el espacio. Más que sentido, producen vacío.

 

Créditos de la exhibición

Oxímoron
Artistas  Matías Duville, Jorge Miño y Luis Terán
Curador Daniel Molina
Coordinador Santiago Bengolea

Con el auspicio de

Tenaris