SEBASTIAO SALGADO -  EXODOS

Entrevista a S.Salgado
por Revista Elle, edición española 

Este es el viaje de uno de los mejores fotógrafos del planeta por el mundo de los perdedores. El último Príncipe de Asturias de las Artes ha retratado la epopeya de la mujer trabajadora, la heroica hormiga humana y la cuenta en imágenes y palabras.

Este fotógrafo, que viaja con carné de prensa, se ha reconciliado con su conciencia gracias a cada una de las 40.000 imágenes que integran este reportaje, que él llamó Arqueología industrial y que le ha mantenido ocupado seis años viajando por 26 países. Es uno de los mejores fotógrafos de la historia, pero viaja solo y ligero de equipaje. Sus cámaras Leica son las herramientas hirientes que utiliza para retratar el dolor y, también, la dignidad. Por sus testimonios, este brasileño -que primero fue economista y que descubrió tarde la fotografía- ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Reconocimientos como éste abren una luz a la esperanza. Porque, como él mismo dice, "no podemos perder siempre los mismos. Hay que ganar alguna vez".  

ELLE. Usted es continuador del mejor fotoperiodismo, el que entiende la fotografía como un documento social. ¿De qué forma lleva a cabo su trabajo?
Hay que tomarse el tiempo que sea preciso para identificar en toda su complejidad la realidad que se quiere fotografiar. Por eso mis proyectos, a veces, requieren varios años. Cuando ya se domina la técnica fotográfica, lo importante es fundirte con la gente. La fotografía, de hecho, es mejor o peor en función de tu integración con la comunidad a la que retratas. En la fotografía social es necesario hacerse aceptar por la realidad circundante.

ELLE. ¿Cómo compagina el nomadismo al que le obliga su profesión con su estabilidad amorosa y familiar?
Es una cuestión de equilibrio, de capacidad de adaptación, de respeto mutuo y de confianza entre quien se va y los que se quedan. Se trata, en cierta forma, de cambiar los valores de referencia y de aceptar los múltiples imprevistos que presenta la vida. Muchas veces he llegado a preguntarme si no elegí esta forma de vida, que me obliga a viajar tanto y por la que me he perdido mucho del crecimiento de mis hijos, para experimentar mejor el placer que supone volver a casa y reencontrarme con los míos. Lélia y yo estamos juntos desde hace 34 años y creo que nuestro amor se ha hecho más fuerte con el tiempo. Ayuda mucho compartir afanes, ilusiones y trabajo. A mí me gusta decir que somos una familia con una peculiar forma de vida cohesionada por el amor y las imágenes.  

ELLE. ¿Qué influencia han tenido las mujeres en su vida?
Decisiva. Han modelado, mucho más que los hombres, mi equilibrio interior emocional y afectivo, mi identidad como persona, mi sensibilidad, mi forma de ver y retratar el mundo. Crecí rodeado por más de una docena de mujeres: mis siete hermanas, mis primas, la abuela, mi madre, las amigas de la infancia. Luego, muy joven, conocí a Lélia, y nos casamos en 1967 (ella fue, además, quien le compró su primera cámara, para fotografiar edificios). Así que desde que nací mi vida ha tenido el beneficioso influjo de las mujeres.  

ELLE. Usted ha vivido en los países de Africa, Asia e Iberoamérica que padecen los mayores índices de pobreza del planeta y escandalosas desigualdades. ¿Cuál es su experiencia sobre el papel de la mujer en estas sociedades?
La mujer, en general, está muy poco reconocida, a causa de prejuicios ancestrales de tipo cultural y religioso. Deberían tener un papel mucho más preponderante, una participación social mayor y una igualdad jurídica con el hombre que, desgraciadamente, en muchas partes no se da. Estoy seguro de que, si las mujeres tuvieran mayores posibilidades de influir en la toma de decisiones de las sociedades, ya sean éstas pobres o prósperas, muchas cosas no serían como hoy las conocemos. Seguramente, existirían un equilibrio y una igualdad social muy distintos. Sin embargo, en la mayor parte del mundo a las mujeres no se les reconocen sus derechos y oportunidades. Éste es, sin duda, uno de los mayores factores de desequilibrio de la familia humana. No hay futuro sostenible si se mantiene la marginación de la mitad de la población del planeta y se limita su acceso al ejercicio de la ciudadanía.  

ELLE. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo lleva años llamando la atención sobre el protagonismo de las mujeres en la erradicación del hambre y de la pobreza. ¿Coincide usted con este diagnóstico?
Completamente. El compromiso de las mujeres a favor de la familia y de la comunidad suele ser mayor que el de los hombres. También lo es su sentido del deber y su capacidad de resistencia a la corrupción. Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) procuran desde hace años canalizar la ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo hacía comunidades con un acentuado protagonismo de las mujeres. Entre los más desposeídos, ellas desempeñan una función decisiva como reserva de la lengua y de la cultura, así como de los valores sociales que sostienen a la comunidad. Perpetuar la marginación de la mujer no hace más que prolongar el azote del hambre, cuyo final, hoy día, sería posible. Sólo se oponen a ello razones políticas.  

ELLE. ¿Qué fotos han sido las más difíciles de realizar?
Ninguna en particular. En algunos casos he tenido problemas para poder trabajar, pero siempre ha sido a causa de autoridades que representaban poderes dictatoriales, nunca con la gente a la que fotografiaba, por muy duras y difíciles que fuesen las circunstancias. He constatado que, cuanto más corrupto y dictatorial es un poder, más miedo tiene a los fotógrafos y al impacto de las imágenes. Quizá por ello desprecio tanto a las dictaduras y desconfío de ellas, sea cual sea el color político de las ideas con que intente justificarse la negación de la democracia.

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Entrevista a S.Salgado 
por Carole Naggar

La siguiente entrevista con el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado es un extracto de la que le hizo Carole Naggar el 29 de marzo de 2000 en Nueva York. En ella se incluyen fragmentos de una charla que el fotógrafo había pronunciado dos días antes.  

¿Cómo comenzó el proyecto Éxodos? 
El proyecto Éxodos es la continuación de mi anterior trabajo, Trabajadores. Es el segundo capítulo de una misma historia. Durante los seis o siete años que estuve tomando fotografías para Trabajadores, me di cuenta de que estamos inmersos en una transformación total de las formas de producción. Con el fin de la primera revolución industrial y la llegada de las nuevas tecnologías -las máquinas inteligentes- a la línea de producción, con la nueva organización de los factores de producción, me di cuenta de que los seres humanos y su forma de vida tradicional y sedentaria también empezaba a transformarse. Millones de trabajadores pierden su trabajo debido a la producción masiva; los expulsan de las zonas agrícolas, de una región a otra. Y acuden a la ciudad en busca de trabajo. Anualmente, 120 millones de trabajadores del campo se suman a esta emigración; diez veces la población de una ciudad como Nueva York. En el sector industrial y de servicios ocurre lo mismo. La mayoría de la población vivía en el campo, pero esto ha cambiado por completo: el mundo se ha vuelto urbano. Las ciudades como París, Nueva York y Londres son ciudades del pasado. Las ciudades del futuro son Bombay, México, Manila, Yakarta, São Paulo. Tenían cuatro o cinco millones de habitantes; ahora tienen quince. En estos momentos, hay más de 150 ciudades de la India que tienen más de un millón de habitantes. En Brasil, por ejemplo, había cientos de haciendas de las que vivían varios cientos de miles de familias. Ahora sólo hay una gran hacienda con maquinaria de la que vive una única familia a tiempo completo. Ahora sus trabajadores son temporeros: las naranjas se exprimen en la hacienda, el jugo se mete en camiones y barcos refrigerados, y a las nueve en punto de la mañana un estadounidense se lo toma de desayuno. La emigración es algo que conozco muy bien: crecí en una hacienda del Brasil. Cuando tenía cinco años, me fui a vivir a la ciudad. Cuando tenía quince años, me fui de aquella ciudad pequeña a una ciudad de tamaño medio con 120.000 habitantes. Cuando me casé con Lelia hace veintidós años, nos fuimos a vivir a São Paulo. Luego, por motivos políticos, tuvimos que abandonar nuestro país y mudarnos a Francia. Y hoy en día, 31 años después, sigo siendo un extranjero que vive en un país extranjero.  

¿Qué espera lograr con este proyecto? 
No soy quien para juzgar lo que es bueno o lo que es malo. Mis fotografías son tan sólo una representación de lo que ocurre en este ciclo de desplazamientos y migraciones. Durante siete años he viajado por 47 países y probablemente tenga fotografías de 39 o 40 países. Fotografío mundialmente y quiero exponerlo mundialmente: cada uno de mis reportajes trata sobre la internacionalización, son una muestra de la condición humana de este planeta hoy en día. Mi gran esperanza es ayudar y suscitar el debate para que podamos hablar sobre la condición humana teniendo en cuenta a la gente desplazada en todo el mundo. Mis fotografías son como un vector que une lo que está ocurriendo. A la persona que no tiene la oportunidad de presenciar aquello, le da la oportunidad de verlo. Espero que la persona que salga de ver mi exposición no sea exactamente la misma que antes de entrar. Creo que la forma en que viven los países ricos del mundo es la forma correcta de vivir. Todo el mundo tiene derecho a la salud, a la instrucción, a la asistencia social, y tiene el derecho y la necesidad de ser ciudadano. Creo que todos los seres humanos de este planeta deben tener lo mismo. Y curiosamente, tenemos suficientes recursos para hacer un mundo mejor para todos nosotros.  

¿Qué relación guarda este trabajo con los anteriores? 
Todo mi trabajo está relacionado como si fueran distintos capítulos de una misma historia: mis fotografías de los campesinos latinoamericanos que luchan por la supervivencia; las fotografías del Sahel; las de los refugiados y poblaciones desplazadas; las de trabajadores... son todas sobre seres humanos que luchan por su dignidad e intentan vivir mejor juntos. Intento ser coherente con este pequeño momento que me toca vivir en el planeta y, a la postre, mis fotografías son mi forma de vida. Ahora no soy más o menos pesimista, soy más realista. Solía pensar que la evolución significa 'evolución en un sentido positivo', que nos encaminábamos hacia un estilo de vida mejor, a mejorar nuestras relaciones. Hoy en día, comprendo un poco mejor el comportamiento humano y creo la evolución también puede ser negativa. Creo que el verdadero talento del ser humano es su capacidad de adaptación a cualquier situación. He presenciado cosas tan viles que a veces me pregunto si el verdadero sentido de la vida no será, en realidad, ser un individuo, estar solo, ser violento. Ya no estoy tan seguro de que los humanos estén realmente hechos para vivir en comunidad, o de si podremos sobrevivir como especie. Animales mucho mayores y fuertes físicamente que nosotros han vivido unos cientos de millones de años y luego han desaparecido. Quién sabe si viviremos para siempre. Ese es el verdadero sentido de todas las fotografías que he tomado: ¿se extinguirán todas estas personas que he visto y fotografiado... o se extinguirán?  

¿Qué cree que puede hacer la persona de la calle?
Creo que la persona de la calle puede ayudar mucho; no ofreciendo bienes materiales sino su participación, discutiendo, preocupándose realmente por lo que ocurre. Es lo más importante que podemos hacer para que las cosas no vuelvan a ocurrir de este modo. Hay una relación directa entre la pobreza del mundo y nuestra destrucción del medio ambiente. Uno de los motivos de que haya tanta pobreza es ese estrecho vínculo que une la disposición de la naturaleza al crecimiento demográfico. No protegemos nuestro entorno y hemos destruido los bosques de la mayoría de los países tropicales. En Brasil, por ejemplo, debido a la deforestación, la tala y exportación de madera, las fincas ganaderas y las explotaciones mineras, estamos acabando con nuestros bosques y, por tanto, con las civilizaciones indias, y los indios están muriendo. Mi esposa Lélia y yo y un grupo de amigos brasileños defendemos con dureza los bosques de mi región natal. Luchamos para conseguir que nos financien la construcción de una escuela para la capacitación de maestros de primaria, ingenieros agrícolas, hacendados y políticos. Estamos plantando 5,1 millones de árboles. Es un gran laboratorio de pruebas que contribuirá a recuperar el planeta zonas como éstas, en las que fue destruido. Por supuesto que necesitamos ayuda, debate y cualquier tipo de donación que nos sirva para plantar un árbol o a cambiar la mentalidad de una persona para que nos ayude a cambiar el medio ambiente.

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Ser como ellos y otros artículos
por Eduardo Galeano

 

Las fotografías de Sebastião Salgado. La luz es un secreto de la basura (1989)
(Este texto está dedicado a Helena Villagra, que vio conmigo)


1 Estas fotografías, estas figuras de trágica grandeza, ¿han sido talladas en piedra o madera por un escultor desesperado? ¿Ese escultor es el fotógrafo? ¿O Dios, o el diablo, o la terrestre realidad?

Lo cierto es que resulta difícil mirar estas figuras impunemente. No me imagino que nadie pueda encogerse de hombros, volver la cabeza y alejarse silbando, ciego y ajeno, como si nada.

2 El hambre se parece al hombre que el hambre mata. El hombre se parece al árbol que el hombre mata. Los árboles tienen brazos y las personas, ramas. Cuerpos escuálidos, resecos: árboles hechos de huesos y gentes hechas de nudos y raíces que se retuercen al sol. Ni los árboles ni las personas tienen edad. Todos han nacido hace miles de años, quién sabe cuántos, y están de pie, inexplicablemente de pie, bajo el cielo que los desampara.

3 Está el mundo tan triste que hasta el arcoiris sale en blanco y negro, y tan feo está que vuelan de espaldas los buitres que persiguen a los moribundos. Alguien canta, en México:
Se va la vida por el agujero, como la mugre en el lavadero.
Y alguien dice, en Colombia: -El costo de la vida sube y sube y el valor de la vida baja y baja.

Pero la luz es un secreto de la basura, y las fotos de Salgado nos cuentan ese secreto.
Cuando la imagen emerge de las aguas del revelador y la luz se fija en sombra para siempre, hay un instante único que se desprende del tiempo y se convierte en siempre. Estas fotos sobrevivirán a sus protagonistas, y a su autor, para dar testimonio de la desnuda verdad del mundo y de su escondido fulgor. La cámara de Salgado se mueve en la violenta oscuridad, buscando luz, cazando luz. ¿Cae del cielo la luz, o sube desde nosotros? En las fotos, ese instante de luz atrapada, ese destello, nos revela lo que no se ve, o lo que se ve pero no se nota: una presencia inadvertida, una poderosa ausencia. Ella nos avisa que el dolor de vivir y la tragedia de morir esconden, adentro, una magia poderosa, un luminoso misterio que redime la aventura humana en el mundo.

4 La boca, todavía no muerta, prendida al pico de una jarra. La jarra, blanca, fulgurante, es una teta.
El cuello de este niño, este hombre, este viejo, yace sobre la mano de alguien. El cuello, todavía no muerto pero ya abandonado, no soporta el peso de la cabeza

5 Las fotografías de Salgado ofrecen un múltiple retrato del dolor humano. Al mismo tiempo, nos invitan a celebrar la humana dignidad. Son de una franqueza brutal estas imágenes del hambre y la pena, y sin embargo tienen respeto y pudor. Nada que ver con el turismo de la miseria: estos trabajos no violan el alma humana, sino que la penetran para revelarla. A veces Salgado muestra esqueletos, casi cadáveres, y la dignidad es lo único que les queda. Han sido despojados de todo, pero tienen dignidad. Ahí está la fuente de su inexplicable belleza. Éstos no son macabros, obscenos exhibicionismos de la miseria. Aquí hay poesía del horror, porque hay sentido del honor.
Una vez me contaron, en Andalucía, que un pescador muy pobre andaba ofreciendo mariscos en una canasta. Ese pescador muy pobre se negó a vender sus mariscos a un señorito que quiso comprarlos todos. El señorito iba a pagar lo que el pescador pidiera, pero el pescador se negó a vender sus mariscos al señorito, por la simple razón de que el señorito no le gustó. Y simplemente dijo:
-En mi hambre, mando yo.

6 Hay un perrito echado sobre la tumba de su amigo. Con la cabeza erguido, le cuida el sueño entre las velas encendidas.
Hay un automóvil entre las ruinas, y adentro hay una negra vestida de novia mirando una flor de trapo.
Hay barcos imposibles en medio del infinito desierto de arena.
Hay túnicas o banderas de arena batidas por el viento.
Hay cactus como espadas de la tierra, brazos armados de la tierra.
En las fábricas, hay tuberías que son intestinos o boas devoradoras.
Y sobre la tierra, desde la tierra, hay pies campesinos: pies hechos de tierra y tiempo.

7 Salgado fotografía personas. Los fotógrafos de paso fotografían fantasmas.
Convertida en objeto de consumo, la miseria da morboso placer y mucho dinero. En el mercado de la opulencia, la miseria es una mercancía que se cotiza bien.
Los fotógrafos de la sociedad de consumo se asoman pero no entran. En fugaces visitas a los escenarios de la desesperación o la violencia, bajan del avión o el helicóptero, oprimen el disparador, estalla el fogonazo del flash: ellos fusilan y huyen. Han mirado sin ver y sus imágenes no dicen nada. Ante esas fotos pusilánimes, sucias de horror o de sangre, los afortunados del mundo pueden derramar alguna lágrima de cocodrilo, alguna moneda, alguna palabra piadosa, sin que nada cambie de sitio en el orden de su universo. Contemplando a esos jodidos de piel oscura, olvidados por Dios y meados por los perros, cualquier don nadie se felicita íntimamente: la vida no me ha tratado tan mal, al fin y al cabo, si se compara. El Infierno sirve para confirmar las virtudes del Paraíso.
La caridad, vertical, humilla. La solidaridad, horizontal, ayuda. Salgado fotografía desde adentro, solidariamente. Para fotografiar el hambre en el desierto del Sahel, estuvo trabajando durante quince meses en el lugar. Para reunir un puñado de fotos sobre América Latina, viajó siete años.

8 Cuerpos de barro de los mineros de Sierra Pelada. Al norte del Brasil, medio millón de hombres buscan oro hundidos en el barro. Cargados de barro trepan la montaña, y a veces se resbalan y caen, y cada vida que cae no tiene más importancia que una piedrita que cae. Una multitud de mineros trepando. ¿Imágenes de la construcción de las pirámides, en la época de los faraones? ¿Un ejército de hormigas? ¿Hormigas, lagartos? Los mineros tienen piel de lagarto y ojos de lagarto. Los muertos de hambre, ¿habitan el zoológico del mundo?
La cámara de Salgado se acerca y revela la luz de la vida humana, con trágica intensidad o triste dulzura. Una mano se acerca, desde ninguna parte, y se ofrece, abierta, al minero que sube la cuesta aplastado por la carga. Esa mano se parece a la mano que toca al primer hombre, y tocándolo lo funda, en el célebre fresco de Miguel çngel. El minero, que viaja a lo alto de la Sierra Pelada o el Gólgota, se apoya en una cruz y descansa.

9 Éste es un arte despojado. Un lenguaje desnudo dice a los desnudos de la tierra. Nada sobra en estas imágenes, milagrosamente a salvo de la retórica, la demagogia, la truculencia.
Salgado no hace concesiones, aunque le resultaría fácil y sería, sin duda, comercialmente rentable. La más honda tristeza del universo se expresa sin consuelos ni almíbares. En lengua portuguesa, salgado significa salado.
El pintoresquismo, que Salgado evita cuidadosamente, aliviaría la violencia de sus golpes y contribuiría a confirmar que el Tercer Mundo es, al fin y al cabo, "otro" mundo: un mundo peligroso, acechante, pero también simpático como un circo de animalitos raros.

10 La realidad habla un lenguaje de símbolos. Cada parte es una metáfora del todo. En las fotos de Salgado, los símbolos se manifiestan desde adentro hacia afuera. El artista no extrae los símbolos de su propia cabeza para obsequiárselos generosamente a la realidad y obligarla a usarlos. Hay un instante que la realidad elige para decirse con perfección: el ojo de la cámara de Salgado lo desnuda, lo arranca del tiempo y lo hace imagen, y la imagen se hace símbolo, símbolo de nuestro tiempo y de nuestro mundo. Estas caras que gritan sin abrir la boca ya no son "otras" caras. Ya no: han dejado de ser cómodamente raras y lejanas, inofensivas excusas para que la limosna alivie las malas conciencias. Todos somos esos seres muertos hace siglos o milenios que sin embargo están porfiadamente vivos: vivos desde su más profundo y doloroso resplandor, y no porque simulen estar vivos mientras posan para una foto.
Estas imágenes, que parecen arrancadas de las páginas del Antiguo Testamento, son, en realidad, retratos de la condición humana en el siglo veinte, símbolos de nuestro mundo único, que no es Primer Mundo, ni Tercer Mundo, ni Vigésimo Mundo. Desde su poderoso silencio, estas imágenes, estos retratos, cuestionan las hipócritas fronteras que ponen a salvo al orden burgués y custodian su derecho al poder y la herencia.

11 Ojos de un niño que ve a la muerte y no quiere mirarla y no puede soltarse. Ojos clavados en la muerte, atrapados por la muerte: la muerte que ha venido a llevarse a esos ojos y a ese niño. Crónica de un crimen.

12 Llevo cinco minutos ante la hoja en blanco, buscando palabras. En estos cinco minutos, el mundo ha gastado diez millones de dólares en armamentos y ciento sesenta niños han muerto por hambre o por enfermedad curable. O sea: en estos cinco minutos de mis dudas, el mundo ha gastado diez millones de dólares en armamentos para que ciento sesenta niños pudieran ser asesinados con total impunidad en la más guerra de las guerras, la más silenciosa, la no declarada, la que llaman paz.
Cuerpos de campos de concentración. Son los Auschwitz del hambre. ¿Un sistema de purificación de la especie humana? Contra las razas inferiores, que se reproducen como conejos, se usa el hambre en lugar de los hornos de gas. De paso, se regula la población. La bomba atómica inauguró, en Hiroshima y Nagasaki, la época de la paz del miedo. A falta de guerras mundiales, el hambre combate la explosión demográfica. Mientras tanto, nuevas bombas vigilan a los hambrientos. Cada persona puede morirse una vez sola, que se sepa, pero las bombas nucleares almacenadas permitirían matar a cada ser humano doce veces.
Este mundo enfermo de peste de muerte, que mata a los hambrientos en lugar de matar el hambre, produce alimentos que alcanzarían, y de sobra, para dar de comer a la humanidad entera. Pero unos mueren de hambre y otros de indigestión. Para garantizar la usurpación del pan, hay en el mundo veinticinco veces más soldados que médicos. Desde 1980, los países pobres han aumentado sus gastos militares y han reducido a la mitad sus gastos en salud pública.
Un economista africano, Davison Budhoo, renuncia al Fondo Monetario Internacional. En su carta de adiós al director, dice: "La sangre es demasiada, usted lo sabe. Corre como ríos. Me ha ensuciado completamente. A veces siento que no hay suficiente jabón en todo el mundo para lavarme las cosas que he hecho en su nombre".

13 Casas como vacíos pellejos de bestias muertas. Las cobijas son sudarios y los sudarios son cáscaras secas envolviendo frutos inútiles o seres raquíticos. Gente cargando fardos, fardos cargando gente. Cargadores que caminan a duras penas por las montañas, agobiados por leños grandes como sarcófagos, que llevan en las espaldas y forman parte de las espaldas. Pero ellos caminan sobre las nubes.

14 El Tercer Mundo, "el otro" mundo, sólo es digno de desprecio o lástima. Por razones de buen gusto, se lo menciona poco.
Si el SIDA no hubiera salido de çfrica, la nueva peste hubiera pasado inadvertida. Poco hubiera importado que el SIDA hubiera matado a miles o millones de africanos. Eso no es noticia. En el llamado Tercer Mundo, morir de peste es "natural".
Si Salman Rushdie se hubiera quedado en la India, y si hubiera escrito sus novelas en lengua hindi, tamul o bengalí, su condena a muerte no hubiera llamado la atención de nadie. En los países latinoamericanos, pongamos por caso, varios escritores han sido condenados a muerte, y han sido ejecutados, por las dictaduras militares recientes. Los países europeos retiraron sus embajadores de Irán, para expresar su indignación y protesta por la condena de Rushdie; pero cuando esos escritores latinoamericanos fueron condenados y ejecutados, los países europeos no retiraron sus embajadores. Y no los retiraron, porque sus embajadores estaban ocupados vendiendo armas a los asesinos. En el llamado Tercer Mundo, morir de bala es "natural". Desde el punto de vista de los grandes medios de comunicación que incomunican a la humanidad, el Tercer Mundo está habitado por gente de tercera clase, que sólo se distingue de los animales porque camina sobre piernas. Sus problemas pertenecen a la naturaleza, no a la historia: el hambre, la peste, la violencia, integran el orden natural de las cosas.

15 Un Vía Crucis de estatuas de piedra. Un Vía Crucis de gente de carne y hueso. Este niño escuálido, que vaga por las colinas del desierto, ¿tiene la dulzura de Jesús? ¿La dolida belleza de Jesús? ¿O es Jesús, caminando hacia el lugar donde nació?

16 El hambre miente: simula ser misterio indescifrable o venganza de los dioses. El hambre está enmascarada, la realidad está enmascarada.
Antes de descubrir que era fotógrafo, Salgado fue economista. Como economista llegó al Sahel. Allí intentó, por primera vez, usar el ojo de la cámara para atravesar las pieles que la realidad usa para ocultarse.
La ciencia de la economía ya le había enseñado mucho en materia de máscaras. En economía, lo que parece nunca es. La buena suerte de los números tiene poco o nada que ver con la dicha de la gente. Supongamos que existe un país de dos habitantes. El Ingreso per Cápita de ese país, supongamos, es de 4.000 dólares. Ese país no estaría, a primera vista, nada mal. Pero resulta que en realidad uno de los dos habitantes recibe 8.000 dólares y el otro, nada. Y ese otro bien podría preguntar a los entendidos en las ocultas ciencias de la Economía: "¿Dónde puedo cobrar mi Ingreso per Cápita? ¿En qué caja lo pagan?"
Salgado es brasileño. ¿A cuántos desarrolla el desarrollo del Brasil? Las estadísticas han registrado espectaculares índices de crecimiento económico, en estas últimas tres décadas, y sobre todo en los largos años de la dictadura militar. Pero en 1960, uno de cada tres brasileños estaba desnutrido. Ahora, están desnutridos dos brasileños de cada tres. Hay diecisiete millones de niños abandonados. De cada diez niños que mueren, a siete los mata el hambre. El Brasil es el cuarto exportador mundial de alimentos, el quinto país del mundo en superficie y el sexto en hambre.

17 Caravanas de peregrinos deambulan por el desierto africano, moribundos, buscando en vano alguna hierba o bicho que se pueda comer. ¿Hombres o momias que se mueven? ¿Andantes estatuas de piedra, mutiladas por el viento, en agonía o sueño, quizá vivas, quizá muertas, quizá muertas y vivas a la vez?
Un hombre carga en brazos a su hijo, o los huesos que fueron su hijo, y ese hombre es un árbol tieso y alto, clavado en la soledad. Clavado en la soledad, un árbol asombroso acaricia el aire moviendo sus largas ramas, y el ramaje es una cabeza que se inclina sobre un hombro o sobre un pecho. Un niño moribundo consigue mover la mano en un último gesto, gesto de caricia, y acariciando muere. Esa mujer que camina o se arrastra contra el viento, ¿es un pájaro de alas rotas? Ese espantapájaros de brazos abiertos en la soledad, ¿es una mujer?

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Extractos de una entrevista (Forum de fotógrafos) 
por Ken Lassiter

¿Cómo describirías el tipo de fotos que tomás?
Es algo muy difícil de describir. Lo que hago es fotografía documental, reportaje. A veces me pregunto qué me da más placer, las fotos que tomo o la vida que vivo, los lugares a los que voy, la gente que conozco y las cosas que aprendo. Es una vida increíble.

A veces las palabras "compasión, empatía, humanidad, dignidad y ternura" son usadas para describir tus fotografías. ¿Es esto lo que sentís hacia la gente?
La gente a veces me pregunta si soy una persona religiosa. No soy una persona religiosa. No creo en Dios, en que existe un ser superior que dirige todas las cosas en el universo. No, creo que hay un tipo de dios que está en los hombres, el dios humano.
Si alguien desaparece en Etiopía, es una parte de todos nosotros la que está muriendo. Si alguien es infeliz en Brasil, es alguna parte de todos nosotros la que es infeliz. Si algo está yendo mal en los Estados Unidos, hay algo mal ocurriendo en todas las especies humanas. No creo que podamos encontrar soluciones individuales para países individuales. Creo que hay una solución para toda la gente.
Podemos tomar una foto que comunique, una foto en la que podamos ver los problemas y las personas de todo el mundo. Mostramos la gente de Bangladesh a otras personas para que puedan entenderlos. He intentado producir una mejor comunicación entre la gente. Creo que la fotografía humanitaria es como la economía. La economía es un tipo de sociología, tal como lo es la fotografía documental.
Si tomás una fotografía de un humano que no lo ennoblece, no hay ninguna razón para tomar esa fotografía. Ese es mi modo de ver las cosas.

A veces sos comparado con Henri Cartier-Bresson. ¿El fue una inspiración para vos?
Es un gran honor ser comparado con Henri Cartier-Bresson, porque creo que él es un fotógrafo increible, y un muy buen amigo. Pero creo que hay una gran diferencia en el modo en que nos envolvemos con las historias que fotografiamos. El siempre se esfuerza por lograr un momento decisivo y lo considera lo más importante. Yo siempre trabajo con grupos de fotos, para contar una historia. Si me preguntás qué foto en una historia me gusta más, es imposible para mí responder a esa pregunta. No trabajo para una foto individual. Es muy difícil para mí seleccionar una foto en particular para un cliente.

¿Cuál es la diferencia entre quedarse con una historia y trabajar en ella por muchas semanas, e incluso por años -como has hecho- y trabajar sólo una semana, como se hace en los trabajos para una revista?
Me gusta mucho trabajar en proyectos a largo plazo. Me encuentro en paz conmigo mismo. Tengo tiempo para emplear en la historia. Hay tiempo para que el fotógrafo y la gente fotografiada se entiendan. Hay tiempo para ir a un lugar y entender lo que allí está sucediendo.
Cuando trabajás rápido, lo que ponés en las fotos es lo que llevás adentro tuyo, tus propias ideas y conceptos. Cuando empleas más tiempo en un proyecto, aprendes a entender los temas. Llega un tiempo en el que no sos vos el que está tomando las fotos. Algo especial ocurre entre el fotógrafo y la gente que es fotografiada. El fotógrafo se da cuenta de que ellos le están dando las fotos a él.

Entiendo que te gusta trabajar con muy poco equipo y que no te gusta usar un asistente.
No trabajo con un asistente, no trabajo con un periodista, trabajo solo. Los humanos son increíbles, porque cuando llegás solo, te reciben, te aceptan, te protegen, te dan todo lo que necesitas, y te enseñan todas las cosas que debés saber. Cuando llegás con dos o tres personas, tenés un grupo frente a ellos. No discuten con las nuevas personas lo que es importante para ellos. Y las nuevas personas van a discutir entre ellos lo que ven. Cuando estás solo, entrás y vivís en un ambiente nuevo. Hice una historia sobre la inanición en África, donde pasé 15 meses. Fui a este lugar en el que la situación era muy mala, no había comida ni vivienda. Fui bien recibido y protegido por la gente. Nada me ocurrió.
Trabajo con tres cámaras y tres lentes. Trabajo con Leicas y mis lentes son realmente muy buenos. Confío en mis cámaras. Trabajo con lentes cortos. Use el 28mm, el 35mm y el 60mm. Trabajo sólo en formato 35mm. Tengo un bolso pequeño para poder llevar todas las películas conmigo por uno o dos meses. Esto significa que soy completamente independiente y libre.
Con la nueva película Kodak, la T-Max P3200, podés usar la luz disponible todo el tiempo y no utilizar flash. Recientemente, trabajé en una mina de carbón en la India, y forcé mi película a 12000 ASA. ÁEs increible! En exteriores, uso la película Tri-X entre 200 ASA y 800 ASA. Es muy fácil de trabajar.

Contame sobre tus fotos de la mina de oro de la Sierra Pelada, en Brasil.
Lo que es interesante de la mina de oro de la Sierra Pelada es que había cincuenta mil trabajadores al mismo tiempo allí. Ya no ocurre lo mismo. Se terminó debido al modo en que la mina fue explotada. Mucha gente murió por día a causa de los accidentes. Ahora están mecanizando la mina de la Sierra Pelada.

¿Cuándo te diste cuenta de que tenías un estilo?
Todavía no me doy cuenta de si tengo un estilo. Ya que, por Dios, ¿qué es el estilo? No creo que una persona tenga un estilo. Lo que la gente tiene es un modo de fotografiar lo que está dentro de ellos. Lo que está allí sale hacia afuera.

¿Qué pensás que los estudiantes deberían aprender mirando tus fotografías?¿Qué te gustaría impartirles?
La primera cosa es darse cuenta de que tienen una oportunidad fantástica porque están en una escuela para aprender fotografía. En mi caso, por ejemplo, me tomó muchos años aprender a exponer la película y cómo tener los mejores negativos posibles.
En segundo lugar, es muy importante que los estudiantes amen la fotografía y que se metan al 100% al interior de la fotografía, porque la fotografía es algo que se vive 24 horas al día. Probablemente sea más importante trabajar que sólo tener inspiración. Es fantástico si amamos lo que hacemos y trabajamos.
Si estuviera hablando para estudiantes que quisieran dedicarse a la fotografía documental o humana, les diría que necesitamos más gente que haga este tipo de trabajo. Los alentaría. Ahora estoy ayudando a un grupo en San Francisco, el grupo Mother Jones de fotógrafos documentales. Intentamos crear subvenciones para ayudar a los fotógrafos y para crear un grupo de gente que fotografíe alrededor del mundo, conectando lo que está pasando y permitiendo que todo el mundo pueda ver esas fotos.

Si pudieras darle un consejo a un fotógrafo joven, ¿qué le dirías?
Sé serio y trabajá mucho. Debés respetar a la gente a la que fotografias. Eso es lo más importante.

¿Quién es Sebastião Salgado?
Soy un padre de dos hijos, y esposo de mi mujer, Lelia, por los últimos 25 años, y trabajo cerca de 14 horas por día.
¿Como te gustaría que el mundo te recordara a vos y a tus fotos?
Me gustaría que el mundo recordara los problemas y las personas que fotografío. Quiero crear una discusión sobre lo que está sucediendo en el mundo y provocar algún tipo de debate con estas fotos. Nada más que eso. No quiero que la gente las mire y aprecie la luz y la variedad de tonos. Quiero que miren adentro y vean lo que las fotos representan, y el tipo de gente que fotografío.
Somos una raza humana, y debe haber un entendimiento entre todos los hombres. Mi gran deseo es que aquellos que se interesan por los problemas de hoy entiendan. Que entiendan que la población es bastante grande, que deben estar informados sobre el crecimiento económico, que deben tener un desarrollo social, y deben integrarse en todas las partes del mundo.

¿Cuál es tu próximo proyecto?
Quiero contar la historia del movimiento de las poblaciones alrededor del mundo, de los refugiados. Hoy en día está sucediendo un movimiento de gente muy interesante. Muchas personas de Haiti, de Africa Occidental van a los Estados Unidos buscando una vida mejor, buscando trabajo.
Alrededor del mundo, hay alrededor de 500 millones de personas deseando moverse. Existe todo este movimiento de poblaciones al interior de la ex-Unión Soviética, de Asia. Estuve en California y me dijeron que el 27% de los chicos en las escuelas son hispanos, y que proyectan que para el fin de siglo la cifra llegará al 47%. Creo que esto es fantástico.
Quiero fotografiar a los refugiados, esta nueva familia de hombres, esta nueva integración de la humanidad, porque en diez años el mundo no será más el mismo.

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"Exodos", remueve las conciencias dormidas: El último trabajo de Sebastião Salgado 

por Natividad Pulido

Viajó con su cámara al hombro por los cinco continentes y encontró situaciones límite, en las que los niños no tenían razones para sentir esperanza. Emprendió un viaje, en el que halló -como dice Eduardo Galeano- más náufragos que navegantes. Trajo en su mochila carretes de realidad. Reveló los negativos y salió a flote una verdad nada bella, capaz de remover las conciencias más dormidas. Sebastião Salgado, ayer en Madrid. Dice José Saramago que Dante descendería hoy al infierno con su cámara fotográfica, aunque añade que es dudoso que encontrara un cielo para fotografiar.
El autor portugués, metiendo siempre el dedo en la llaga. Cual Dante moderno, el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado descendió durante seis años al particular infierno que viven a diario las gentes de cuarenta países. Aquélla fue una demoledora experiencia para él: me ha cambiado profundamente. Lo que aprendí de la naturaleza humana y el mundo en el que vivimos me hizo dudar profundamente sobre el futuro de la humanidad. Retrató con su cámara fugitivos, refugiados, exiliados... que sólo tenían un deseo: huir. Huir de la miseria, de la pobreza, de la explotación. Masas de seres anónimos: kurdos, afganos, bosnios, albanokosovares, serbios, africanos, asiáticos... vienen y van sin saber a ciencia cierta cuál es su destino.
Ni siquiera si hay un destino esperándoles. Todo aquel material ha dado sus frutos: una exposición y dos libros, Exodos y Retratos de los niños del Exodo. La muestra, compuesta por 300 instantáneas, ha viajado ya por São Paulo, París, Lisboa y Roma. Habrá que esperar a la segunda quincena de septiembre para verla en España. Concretamente, en el Círculo de Bellas Artes. Pero ayer, el célebre fotógrafo pasó fugazmente por Madrid para presentar este ambicioso proyecto, que patrocina la Fundación Retevisión. Hace unos años, la Biblioteca Nacional acogió una exposición de Salgado, Trabajadores. Fue el primer capítulo de un trabajo que ahora continúa con un segundo capítulo, Exodos, explica el fotógrafo. Ya entonces comprendió que hay una nueva lógica de la producción industrial; eso que hoy llamamos globalización. Los antiguos propietarios de las tierras se habían convertido en jornaleros que trabajaban esas mismas tierras que un día les pertenecieron.
¿Fotógrafo, periodista, sociólogo, historiador? Sebastião Salgado es un poco todo ello, como apuntaba ayer Luis González Seara, vicepresidente de la Fundación Retevisión. Incluso economista, una profesión a la que se dedicó durante unos años. Por eso sabe muy bien de lo que habla cuando afirma que se ha transferido la renta de un lugar del planeta a otro. El 15 por ciento de la población va hacia el futuro; el 85 por ciento restante se quedó atrás, en el pasado. No hay presente hoy. Y es ese 85 por ciento el que ha radiografiado en este proyecto. No he tratado de crear malas conciencias, ni de despertar la compasión -señala-; no he fotografiado minorías. Son mayorías que vivieron dignamente y perdieron su dignidad.

Crear belleza de la miseria
Habla del drama de las pateras, de Africa, un continente abandonado; de la indiferencia de las conciencias, que sólo se remueven cuando hay un buen número de muertos. Pues bien, ése es precisamente el objetivo de Exodos: despertar con un mazazo de realidad conciencias dormidas, conciencias demasiado perezosas. Y lo hace de una manera muy plástica y bella. ¿Es posible crear belleza del drama y la miseria humanas?, se preguntan algunos. Estas instantáneas responden por sí mismas con un rotundo sí. Salgado dice que estas fotografías incitan a la reflexión, al debate. En la presentación de la muestra en París, el gran Cartier-Bresson le corrigió: incitan a la revuelta.

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En nombre de la esperanza
por Sebastiãno Salgado 

 

En el mundo occidental existe la tendencia a pensar que el bienestar lo comparte todo el universo. Y, por supuesto, no es así. Casi tres cuartas partes de la población mundial viven en condiciones muy diferentes: millones de personas están obligadas a desarraigarse. La miseria, la persecución política o la guerra, los transforman en emigrantes, refugiados y exiliados. Algunos de ellos saben hacia dónde van y qué les espera; otros se limitan a huir y se consideran satisfechos de estar, al menos, a salvo. Muchos no llegan jamás a destino.

Trabajé durante siete años, en más de cuarenta países, con dichas personas. Al verlos horrorizados, desorientados y humillados, comprendí cuánto el instinto de supervivencia se manifiesta a través del odio, la violencia y la avidez. Las masacres a las que asistí en çfrica y en América latina, así como también la limpieza étnica en Europa, me ayudaron a entender, como nunca antes, que las cosas que están sucediendo hoy en el mundo están estrechamente relacionadas entre sí. Estamos todos viviendo en un único mundo, en el que debemos soportar cada vez más las diferencias acentuadas que separan a ricos de pobres, el descontrolado crecimiento demográfico, la transformación de la agricultura, el proceso galopante de urbanización, la destrucción del ambiente, el deslindarse de los prejuicios nacionalistas, étnicos y religiosos.

Las decisiones económicas, que parten del fenómeno básico de la globalización, con la cual tenemos que convivir, producen consecuencias que afectan a Italia como a Francia, país en el que resido desde hace treinta años. Si, por ejemplo, la riqueza de nuestras naciones se ha triplicado en las últimas décadas, razón por la cual no dejamos de alegrarnos, es cierto, por otra parte, que esa riqueza ha generado millones de nuevos desocupados.

No tengo soluciones fáciles para proponer, pero creo que conocer la realidad de dichos problemas puede ayudar a imaginar un futuro hecho de elecciones tomadas a conciencia. Por esta razón presentaré mis fotografías de la serie Exodos, como ya lo hice en otras ciudades del mundo. Ellas cuentan la historia de nuestro tiempo, son documentos que captan momentos trágicos y heroicos de algunas vidas en particular. Todas ellas en conjunto componen una radiografía desconcertante. La fotografía, lenguaje universal, puede colaborar para que comprendamos en qué medida nuestros destinos están entrelazados, más allá del color, la clase social o la raza, en qué medida nuestra esperanza -la esperanza del género humano -depende sólo de nuestra profunda toma de conciencia.

Source:
Diario La Nación 2000-11-05

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Sebastião Salgado, o la publicidad de la pobreza 
por Sophie Arie

PARIS, abr (IPS) El fotógrafo italiano Oliviero Toscani usa imágenes humanas chocantes para vender ropa y accesorios de la empresa Benetton, pero el brasileño Sebastião Salgado las utiliza para dar publicidad a la miseria.
"Quiero que la mayor cantidad posible de gente vea mis fotos de manera que no pueda dar vuelta la cara e ignorar lo que pasa en la otra mitad del mundo", dijo Salgado a IPS durante la inauguración de una exposición de sus obras, titulada Exodus, que tuvo lugar este mes en París.
La muestra estará abierta hasta septiembre en el Centro Europeo de Fotografía. El famoso reportero gráfico brasileño pasó los últimos siete años viajando por los agujeros infernales del mundo para juntar en su portafolio a millones de marginados.
Exodus es una colección de 300 imágenes de gente sin hogar, arrancadas de su vida normal por la guerra, el hambre, las inundaciones, la opresión política o los desastres ambientales, o que simplemente buscan una vida mejor. Cada foto cuenta una historia distinta, pero de algún modo todas se parecen.
"Hay miles de personas en movimiento en todo el mundo, y en cualquier país que se encuentren, de cualquier guerra que huyen o cualquier oro que busquen, todas se asemejan", dijo Salgado. "Este es un tema que pide a gritos un debate. Lo sé de corazón, lo he visto toda mi vida", aseguró.
El enérgico fotógrafo de 56 años, quien se exilió en Francia por razones políticas hace 26, es más conocido por sus reportajes gráficos de las minas de oro brasileñas y de los campesinos sin tierra, así como de los pozos petrolíferos de Kuwait en llamas durante meses tras la guerra del Golfo (1991).
Salgado no se avergŸenza de la acusación de mostrar lugares comunes de los sufrimientos humanos.
"El reportero es un productor de íconos y estereotipos. Si las imágenes encajan en un mismo molde, son aptas para consumo mundial. Los íconos y lugares comunes deben ser reconocidos por la mayor cantidad de gente posible", afirmó.
"Espero que la gente no se canse de ver esas imágenes. La gente no se cansa de consumir, así que espero sigan viendo mis fotos y reaccionen", agregó el fotógrafo.
Salgado es tan bueno en su trabajo que a menudo fue acusado de transformar el sufrimiento humano en obras de arte, y es cierto, porque las fotos están todas bien enfocadas, iluminadas y encuadradas. No se trata de fotos de acción, sino de retratos profundamente perturbadores. "Entiendo por qué la gente me critica por explotar las miserias humanas por razones estéticas. Sin embargo, hacer una imagen bella de dolor no me causa problema, porque dice mucho más que una mala foto", expresó.
Salgado, que estudió economía antes de descubrir la cámara, se gana la vida a través de su pequeña y singular agencia fotográfica, Amazonas Images, que instaló junto con su esposa Leila Wanick Salgado en 1994, tras marcharse de la agencia internacional Magnum en 1992.
Su reputación le valió contratos con algunas de las mayores publicaciones mundiales, como The New York Times, Paris Match y El País de Madrid, entre otras.
La agencia Amazonas, con seis empleados, está situada junto al canal San Martín en París y gana dinero organizando exhibiciones, como la última, llamada La Mano Humana, que apareció en 67 lugares distintos en 1993, y con libros que contienen celebradas obras del fotógrafo.
Salgado afirma que el propósito no es la fama ni el dinero, sino hacer que la gente hable. "Estoy harto de oir discusiones estéticas sobre mis fotos. Quiero que la gente hable seriamente sobre las historias que cuentan esas fotos. Si conseguimos hacer hablar a la gente, habrá un efecto de rebote que ayudará a los indigentes del mundo".
Salgado está decidido a usar sus fotos para que la visión comfortable del mundo muestre también su lado incómodo. Para reunir las imágenes de Exodus, visitó 47 países en cuatro continentes.
"Sin embargo, con la televisión e Internet ya no hay excusas para ignorar los horrores que tienen lugar en el otro lado del mundo o en el propio patio trasero", dijo Salgado en el prefacio de su libro sobre las fotos de Exodus. "Y, aunque la gente sepa sobre los cientos de miles que huyen de Kosovo o los millones que cuelgan de los árboles para escapar de la inundación en Mozambique, no hace lo suficiente para ayudar", lamentó.
Las agencias humanitarias del Norte existen, en gran parte, para hacer relaciones públicas en favor del Sur, y es allí donde Salgado encontró su plataforma de acción, porque se ha convertido en un promotor de la causa humanitaria.
Sus fotos, que incluyen las famosas imágenes de "antes y después" de la hambrienta Leila, ayudaron a impulsar una campaña de asistencia alimentaria en los años 90 por la agencia francesa Acción Contra el Hambre, y mantienen con vida la campaña Freres des Hommes en favor de los campesinos brasileños sin tierras.
Hasta ahora, hay 16 exposiciones de Exodus previstas en ciudades de todo el mundo, pero muchas más serán organizadas por organizaciones no gubernamentales (ONG) que reciben carpetas con fotos de Salgado para promocionar su trabajo, la ayuda humanitaria.

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